Capítulo 10

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Por más que piensa, Zion no encuentra alguien que quiera hacerle mal o que sea tan malo como para perjudicarlo. Su única opción, su única sospecha había recaído sobre Seth pero esta vez Mikhail resulta no ser culpable de nada excepto de su mal genio. No conoce muchos otros dioses, solo los suyos y aquella chica del bar, la diosa oriental de la alegría. Y ella está fuera de discusión, es la niña más adorable que ha conocido. ¿Por qué un dios desconocido y una anciana habrían matado a Ana? Ella tampoco tenía otros amigos o conocidos dioses, no que él supiera.

Lo detesta, no tiene sentido para él, pero en su mente ahora hay un 0,05 de sospecha que quizás Ana podría haber estado metida en algo raro con algún dios, amante o no. O quizás existía algún dios que tenía problemas con ella, aunque no estaba muy seguro de ello, Bastet podía iluminar la vida de muchos con su sola presencia por más que la suya propia como humana, como Ana, estuviera rodeada de oscuridad. Siente que tiene que revisar la historia, informarse más sobre sus días sobre la faz de la tierra y el único que puede ayudarlo con eso es Thot. 

Basta con un mensaje de texto a Isis, a Mila, para conseguir el teléfono y la dirección del ahora anciano Thot. Intenta llamarlo pero el teléfono solo lo conduce al correo de voz.

—Hola, quizás no esté en casa ahora, solo quería avisarle que pasaré más tarde. Necesito información que solo usted puede brindarme, disculpe la urgencia. Soy... Anubis. —No cree que recuerde su nombre humano desde aquella vez en el ritual, según él estaba volviéndose más olvidadizo con cosas mundanas.

Termina la llamada y vuelve a su trabajo, Theo y Mora lo esperan en la sala listos para vaciar un cadáver recién llegado.

*

Thot o Dorian, como humano, vive en un suburbio de la ciudad, un barrio tranquilo lejos del ruido y el tráfico acelerado. Según lo que Isis le ha comentado mediante mensajes, Dorian solía ser profesor de historia en la Universidad y se ha retirado por su edad. No tiene familia, una esposa ni hijos, quizás por darle prioridad a su profesión. Thot es el dios de la sabiduría, del conocimiento, no hay nada más importante que eso para él.

Zion llega a la casa indicada y llama a la puerta, a lo lejos escucha el sonido de un perro ladrando y pájaros cantando. Una oleada de nostalgia lo inunda, imaginando un futuro que le ha sido arrebatado: la esperanza de, esta vez, lograr vivir junto a Ana hasta ser ancianos, y vivir en un lugar así de tranquilo, tener reuniones familiares en el patio, observar a sus nietos correr y jugar, ser felices.

Vuelve a golpear con más insistencia pero aún así nadie lo recibe. Piensa que quizás aún no ha llegado y está a punto de marcharse, pero el hecho de que sean las nueve de la noche y él no conteste la puerta no lo deja muy tranquilo. Una parte de él le dice que quizás el pobre anciano ya se ha acostado a dormir, o que justamente ha tenido que salir a algún evento de la universidad. Otra parte piensa que quizás le ha pasado algo, después de todo es un hombre mayor que vive solo en una casa de dos pisos, que tal si se ha caído y no puede levantarse.

Haciéndole caso a sus últimos pensamientos, rodea la casa para ver si tiene una puerta trasera abierta o fácil de abrir. El patio es grande y tiene el césped bastante crecido, algo normal, y la puerta trasera está entreabierta. Lo primero que percata es el aroma de la casa, olor a anciano, y la completa oscuridad. Busca un interruptor y se encuentra en la cocina, los platos sucios están acumulados en el fregadero. Al salir de la cocina y entrar al living, antes de encender la luz, huele un olor que conoce muy bien. Prende la luz y ve el living puesto de cabeza, todos los muebles, sillones y mesas  desparramadas y rotas. Y un camino de sangre por el piso que lleva hacia la sala contigua.

Zion camina siguiendo el rastro de sangre, tratando de no pisar nada, y entra a un comedor también arruinado y revuelto. Y a un costado, el cuerpo despedazado, irreconocible, envuelto de sangre, del anciano.

—¡Mierda! —vocifera, permitiéndose el vocabulario, la situación lo amerita. Tiene que hacer algo, tiene que llamar a alguien, avisar sobre esto. Saca el celular de su bolsillo y marca el número de la única persona que puede ayudarlo—. ¿Mikhail? Tienes que venir ahora mismo, alguien ha asesinado a Thot.

*

—¿Te habías visto con él antes? —pregunta Mikhail, sonando profesional, mirando el cadáver con brazos cruzados.

Zion agradece que, al menos, cuando debe, Seth puede ponerse serio y no como si nada más que él importara. O quizás solo sea el hecho de que Tot es respetado por todos nuestros dioses, y Seth no es la excepción.

—Sí, cuando intentamos traer a Ana de la Duat —responde Zion, observando de lejos las heridas en el cuerpo del anciano. Su rostro es irreconocible y su cuerpo está por demás mutilado, como si hubiera sido una lenta tortura.

—Aquí tienes otra víctima de tu admirador secreto. Y que no se te ocurra decirme nuevamente que no tienes ningún enemigo, como si fueras un adorable hada del bosque —dice Mikhail, burlón y asqueado de que Zion sea tan santurrón—. Está claro que a esta o estas personas no les pareces encantador.

—No creas que no he pensado, pero...

—Pues piensa mejor, para algo tienes esto —lo interrumpe, poniendo un dedo en su frente y dándole un ligero empujón—, de otra forma seguirás matando a los que te rodean.

—Vine aquí para buscar respuestas —comenta Zion, sintiéndose un poco responsable de la muerte de Dorian. ¿Acaso Mikhail está en lo cierto?

—Alguien no quiere que te enteres de alguna cosa, te ganaron al llegar aquí primero y destruyeron la fuente de información. Pero estoy seguro que el viejo debe tener algo en papel, algo sobre nuestros días y rituales. Ve a buscar, yo llamaré a una unidad para que venga a tomar muestras de la escena —dice, entregándole un par de guantes blancos de su pequeño bolso.

Zion está a punto de preguntar si puede hacer eso, pero la mirada que Mikhail le da es clara: Ve de una puta vez, inútil. Así que se guarda sus cuestionamientos éticos y sube las escaleras, provocando que la madera rechine con cada paso.

En la parte de arriba, las habitaciones están intactas, no hay indicios de que el asesino haya subido a revisar las pertenencias del anciano. No le interesó las posesiones que Dorian tiene sino, como ha dicho Mikhail, la información en su cabeza.

El estudio de Tot es grande, como si fueran dos habitaciones hechas una, y luce como la fusión de una biblioteca y un museo. Las paredes no se ven, son solo estantes de abajo hacia arriba repletos de libros y más libros. Además, tiene vitrinas y muestrarios en medio de la habitación, son joyas, máscaras y elementos de oro, retazos de papiros, y hasta un sarcófago en un rincón. Luego, un modesto escritorio en medio de dos ventanas.

Zion mira por varios minutos los libros, pero no hay nada útil. Los cajones de su escritorio están abiertos y solo tiene papeles y útiles. Nada parece tener más valor que el oro en demostración, como puesto a propósito, como si intentara decir: esto es todo lo que un viejo tiene de valor. Pero Zion no cree que esto sea todo, no puede creer que Dorian solo tenga tan pocas cosas de su pasado. ¿Dónde está su libro, el libro de los muertos? ¿Dónde está el libro de la historia del antiguo egipto? Se niega a creer que Tot no tenga en su poder tales reliquias. ¿Dónde están?

Sigue buscando pero no encuentra nada, no hay ninguna caja fuerte, ni un hueco en el piso, ni en el techo. Entonces piensa que quizás no las tiene allí y tiene una caja de seguridad en algún banco pero en ese caso, ¿cómo podría acceder a eso?

Su celular comienza a sonar y ve en la pantalla que se trata de Isis. Sale de la habitación y atiende. Ella le pregunta cómo ha ido todo.

—Tot está muerto, alguien llegó mucho antes y lo mató —responde a Isis, bajando la escalera. Ve a Mikhail pasar una luz ultravioleta sobre todo el comedor, así que decide quedarse en el umbral dándole la espalda—. No es necesario, quédate allí y no le digas nada a León todavía, él —enfatiza, refiriéndose a Seth— está aquí. Claro. Un abrazo.

Al darse vuelta, tiene el rostro de Mikhail a centímetros. Y no está contento. Seth le arrebata el celular de la mano y lo arroja con fuerza contra una pared, provocando que se rompa en pedazos. Ni siquiera le da tiempo de soltar un "¡No!".

Si hace eso con la sola mención de Osiris, no imagina lo que podría hacer si lo ve.

—Me debes uno nuevo —dice Zion, rendido. Arrimándose a juntar el chip y la memoria del celular.

—No te debo una mierda. Ahora sal de aquí de una puta vez si no quieres quedar pegado en este asesinato también, yo me encargo desde aquí.

No vale la pena discutir y menos con Seth, es lo mismo que hablar con una pared. Zion no se molesta en saludar tampoco y sale a la calle, escuchando a lo lejos la sirena de la policía. Su celular es lo que menos le preocupa ahora, es el menor de sus problemas. Si Mikhail está en lo cierto, alguien lo está buscando y no va a parar hasta encontrarlo... así deba matar a todos a su paso.




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