Capítulo 9

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(Esto sucede el mismo día del post de Syria, solo que en la noche)


Zion

*


—¿Te molesta que venga a verte? —pregunta Syria, mirando a Zion mientras caminan fuera de la morgue. Zion la abraza de costado y le da un beso en la cien.

—Claro que no. —Zion ama verla, no puede explicar el amor que siente por ella cuando no nació de él, de su cuerpo humano actual, pero por más que la sangre no los una ahora, ella es su hija y esa clase de amor nunca se puede extinguir—. Solo quiero que tengas cuidado, que no andes sola para venir a verme. Si lo que Mikhail dice es verdad, estar a mi lado no es muy seguro.

No soportaría perder a Syria también. No sabría qué hacer con su vida. La joven ha llegado en el momento justo, cuando más la necesita, dándole fuerzas para seguir. Es su faro, su cable a tierra.

—No tienes ningún enemigo, Zion —asegura ella, ablandándose, sintiéndose querida—. ¿Quién podría serlo? Eres encantador y tienes un buen corazón. Tiene que haber otra explicación a todo esto, y la encontraremos.

Ambos se detienen en la puerta y se abrazan. Zion nota a alguien conocido cerca y se separa de su hija.

—Doctor Cadi —saluda Olivia, notando también a Zion.

Syria mira a la mujer y queda prendida de su belleza natural, incluso la envidia un poco. Es alta, delgada y bien proporcionada, con un estilo formal y a la moda de vestir. Presiente que ya la ha visto antes y entonces la recuerda, es de la policía.

—Buenas noches oficial —saluda Zion, extendiéndole la mano. Esta vez Olivia acepta el saludo—. Ella es Syria...

—Hola —interrumpe Syria, también extendiéndole la mano. Olivia sonríe y estrecha su mano.

—Olivia Ambrosio —se presenta, Syria asiente.

—Así que usted fue quien arrestó a mi padre —dice con naturalidad, Zion la codea disimuladamente—. Digo, mi tío. Sí, mi tío. Qué cabeza la mía. Es que lo quiero como a mi padre pero en realidad es mi tío. Lejano. No, no tan lejano. Sucede que...

Zion la abraza y acaricia uno de sus brazos, tratando de decirle que se calle de una vez.

—Ya está claro, preciosa —dice él. Olivia los mira raro, tratando de descifrar si la verborragia de la chica puede significar otra cosa.

—Mejor me voy, tengo que completar tareas y... esas cosas —dice sonriendo y comenzando a alejarse, hasta que algo se le cruza por la mente—. ¿Verás a Seth luego? —se golpea la frente— Mikhail, quiero decir Mikhail.

Zion quiere enterrar su cabeza en el piso como un avestruz. Su hija es tan distraída que no se ha dado cuenta que no es necesario aclarar  sus palabras esta vez, es más, hubiera sido mejor que no aclarara nada.

—No lo sé —contesta nervioso.

—Oh, bueno. Si lo ves dale mis saludos —pide la joven y se marcha. Olivia se cruza de brazos.

—¿Tu sobrina conoce a Mikhail? ¿Tú conoces a Mikhail? —pregunta asombrada, podía haber jurado que su jefe no tenía ni idea de quién era Zion Cadi al presentarle el caso de Ana. ¿Pero ahora sí se conocían?

—Algo así.

Olivia suspira y se pasa una mano por el cabello, agotada de tantas incógnitas.

—Olvídalo, no quiero saber por qué o cómo —susurra, más para ella que para Zion. Él siente el agotamiento y pesar de Olivia y se acerca un poco más.

—¿Se encuentra bien? —pregunta preocupado, la oficial luce al borde de un desmayo. Y no le extrañaría que esté así debido a su trabajo, debe ser estresante no tener respuestas pese a la continua búsqueda. Entonces Zion lo entiende, Olivia no ha dormido como se debe o no ha dormido en absoluto, y quién sabe si se ha alimentado—. ¿Hace cuánto no duerme? ¿Qué ha comido en los últimos días?

—Estoy bien, no necesito nada —replica ella, tomando aire para recuperarse y volver a su trabajo—. Estoy esperando los resultados de una autopsia.

—Eso llevará algo de tiempo —dice Zion, mirando su reloj de pulsera—, no puede quedarse aquí parada durante horas. La invito a cenar algo.

—¿Con usted? —replica, sintiéndose extraña por la invitación. Piensa que Zion debería esquivarla por haberlo arrestado al creerlo un sospechoso, tratarla con indiferencia o hasta hostilidad.

—Terminé mi turno, estoy aquí desde la mañana, además me serviría la compañía de alguien serio. —Adora a su amigo Theo pero a veces necesita una conversación adulta y seria—. ¿Qué dice?

Ante la mención de comida el estómago de Olivia comienza a gruñir por lo bajo. No ha comido bien desde hace semanas o meses incluso.

—Bien —decide ella luego de unos segundos—, pero no le permito que pague por mí. Yo pago.

***

—Pasó mucho tiempo desde que probé algo como esto, está delicioso —comenta Olivia, hablando por primera vez desde que comenzó a comer de su carne asada con papas y salsa de champignones—. Usualmente ceno comida china de una caja. —A Zion le parece mentira lo que escucha, Olivia no luce como alguien dispuesta a comer comida chatarra de dudosa procedencia. Pero tiene que admitir que las apariencias engañan—. Lo lamento, no quiero aburrirlo con mi patética rutina.

Zion sacude la cabeza y le sonríe, él ya ha terminado su hamburguesa pero el plato de la oficial es grande y abundante.

—Por favor, hágalo —pide, es lo que más necesita, escuchar sobre una vida normal, sin misterios ni dioses ni muerte—. ¿Tiene familia? ¿Hijos?

—No, por fortuna no —contesta sin pensar, eso supone el mayor alivio en su vida.

—¿No le gustaría? —pregunta, notando su negación a la maternidad. Para él, ser padre es la mayor felicidad.

—No. No lo sé. Mi trabajo es muy demandante, a penas tengo tiempo para mí misma, no creo que sea lo mejor traer un hijo al mundo así —explica seria y luego se encoge de hombros—. Además, no tengo con quién.

Zion sonríe.

—No creo que eso le suponga un problema. —Olivia es una mujer hermosa, no está ciego.

—Por favor, no me diga ahora que tiene un amigo para presentarme —dice golpeándose mentalmente por contar intimidades. Debería haberle dicho que estaba con alguien, como hacía durante su adolescencia para ahuyentar chicos que no se daban por vencidos—. Y menos ese amigo suyo, el otro forense.

—¿Theo? —Zion ríe— Es un buen hombre, aunque algo intenso. Pero no, no me atrevería a sugerirle una cita. —Olivia asiente y sigue comiendo, Zion nota que su semblante está mejor y se alegra de haberla invitado—. Gracias, Olivia, sé que se está desviviendo por el caso.

Con el estómago lleno y, por ende, su cabeza espabilada, su curiosidad y entusiasmo por su trabajo retornan. Si bien es la causa de su estrés, es lo que más la apasiona.

—¿Usted y Mikhail son cercanos? —pregunta, queriendo sonar casual.

—No lo diría así. Digamos que se está involucrando en el caso para saldar una antigua deuda —explica sin entrar en tantos detalles.

—Con que eso era. Ahora tiene sentido su repentina actividad en la estación. Y supongo que se está viendo con él, informándole sobre el caso —dice, recordando la conversación en la entrada de la morgue, a Syria preguntando si vería a Mikhail luego.

—Sí —contesta él, no cree que tenga nada de malo decirle la verdad. Esa verdad, al menos.

Olivia termina su comida, toma un trago de su bebida, se limpia la boca y entrelaza sus brazos sobre la mesa, haciendo contacto visual con Zion.

—Usted sabe leer análisis y todo lo relacionado. Si Mikhail le reporta las noticias entonces debe estar al tanto de la rareza de los resultados de las muestras de ADN encontradas en su casa —comienza ella—. ¿Es eso clínicamente posible? No es animal y mucho menos humano.

Zion no sabe qué contestar, no puede contarle sus sospechas: que se trata de un ser antiguo desconocido. Lo creería loco.

—No lo sé —dice sin más. Olivia lo escruta con la mirada, buscando alguna falla en su expresión, mas no lo consigue—. Me gustaría saberlo, tanto como usted. Esas personas cambiaron mi vida, me quitaron lo más importante.

—Ana tenía varios ex novios —comienza despacio, llamando la atención de Zion—, he buscado a cada uno de ellos y los he encontrado. Excepto uno.

—Sé a lo que quiere llegar, Olivia —interrumpe Zion. Y aunque sea una sospecha válida, él sabe que no es posible, no para Ana. La traición no tenía lugar en sus vidas, ahora ni nunca.

En la antigüedad, los dioses tenían la libertad de practicar incesto, cosa que es la máxima prohibición en el mundo moderno: la mayoría entre hermanos, como Isis y Osiris. Pero a pesar de ciertas libertades, la traición era igual de castigada que ahora o incluso mucho peor. La furia de un dios por causa de la deslealtad es mortal.

—Ella misma lo dijo.

—Y si así lo fuera, ¿cómo explica la otra muestra de sangre? ¿o el cabello de una anciana? ¿qué tiene que ver eso con un posible amante? —pregunta Zion sin darse cuenta que ha aumentado un poco el volumen de su voz, y que Olivia lo mira con ojos vidriosos. La tristeza en su mirada lo serena y lo hace arrepentirse—. Lo lamento. Sé que se está esforzando.

Olivia desvía su mirada para tratar de recomponerse, avergonzada de dejar salir su preocupación por el caso y de que Zion lo note. Ella no llora, hace muchos años dejó de hacerlo.

—Es como buscar una aguja en un pajar —explica, reemplazando la tristeza por endereza. No puede dejar que los casos de homicidio en los últimos días queden en la nada, sin un culpable—. Algo está ocurriendo en la ciudad, no es solo el caso de Ana, hay cientos de muertes, homicidios, sin aparente explicación y sin culpables. —Suspira y se pasa ambas manos por el cabello—. Daría mi alma por saber qué está pasando, por obtener respuestas, por dar justicia a las víctimas.

Zion la escucha atento, asombrado y contento de que Olivia tenga un sentido de justicia igual al suyo, y le apena no poder decirle la verdad para mitigar su pesar.

Sin pensarlo, extiende su mano y la apoya sobre la mano de Olivia.

—¿Puedo llamarla por su nombre? —pregunta, pidiendo permiso para ser más personal. Ella asiente, tratando de no darle importancia al contacto— Si hay algo que sé con certeza, Olivia, es que todos seremos juzgados tarde o temprano. Nadie queda libre de sus malas acciones y es incluso peor si se tratan de encubrir —comenta sosteniendo su mirada—. Tendremos respuestas, eso quiero creer.

Ella retrae su mano y la oculta bajo la mesa. No le gusta su proximidad, su manera relajada de ser o el hecho de que sea el novio de una de sus víctimas, por más sexy que luzca. Debería ser más profesional, como siempre, y mantener distancia, pero Zion se lo pone difícil siendo tan amable y abierto. Estando acostumbrada a los comentarios sexistas, los malos modales y las miradas lascivas provenientes de los hombres en su oficio, ha olvidado cómo es tener a un caballero a su lado y eso la pone un tanto incómoda.

—No quiero sonar grosera, señor Cadi, pero tengo que irme —dice, tomando su cartera y buscando la billetera.

—Zion —pide él, sonriendo, y luego se rasca la cabeza, apenado—. A decir verdad, me siento avergonzado de no pagar la cena.

—No se sienta mal, no me parece correcto que el hombre deba pagar por todo —comenta, expresando sus ideas sobre los roles impuestos por la sociedad—. Soy una mujer que trabaja, que se mantiene sola, no una damisela en apuros.

Olivia deja el dinero sobre la mesa y ambos se levantan para dirigirse a la salida.

—De eso estoy seguro —afirma él—, pero aún así... En el próximo encuentro seré yo quien pague. ¿Te parece justo?

Zion abre la puerta de salida para ella y Olivia sonríe. Su cuerpo traiciona a su mente. ¿Dónde quedó su profesionalismo?

—Es justo —contesta.


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