⋆Capitulo 2⋆

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La mañana llego. Amanda se puso de pie tan pronto que casi olvidó cambiarse la pijama por el uniforme. Abrió la ventana para respirar el cálido viento que golpeó su rostro. Las flores de aquel día eran secas, pues no existía duda alguna, el otoño se abría paso.

Amanda, suspiró y después de haberse vestido finalmente se dirigió a la torre de mensajería. Llevaba puesto un gorro violeta sobre su cabeza. Le cubría gran parte del cabello rubio, pero aún así no era nada ostentoso, pues no acaparó la mirada de ninguno de los presentes.

Amanda no podía dar por olvidado el tema de su llegada a la academia zodiacal. Debía dar por enterados a sus padres, así que se dispuso a escribir la carta. Tomó una enorme pluma de un tintero y sobre el papel nítido escribió:

Padre y Madre

Agradezco todo lo que me apoyaron durante mi estancia con ustedes. Se que a partir de hoy, la academia será más que una escuela para mí. Es mi nuevo hogar y aquí aprenderé nuevas cosas y conoceré una nueva familia. Parece que todo marcha bien, fui seleccionada a la casa Hawsy, resulto como esperaba. Debo admitir que al principio sentía miedo, más de una vez fui a la cama pensando en el tema y confieso que hubo noches que cavilaba el sueño. Sin embargo ayer apenas arribe a la Academia. El lugar me pareció extraordinario. Los extraño, apenas van dos días y ya los echo de menos. Todo indica que comienza el otoño así que las hojas son menos rojas, quizá pueda salir a buscar alguna para diseñar una enorme corona de flores secas, de hacerle, promete enviarles una muestra.

Los ama, Amanda

Dobló delicadamente cada extremo de la carta y sopló suavemente. La carta se tornó a un color dorado y desapareció ante los ojos de Amanda. El viento sopló más fuerte y amenazó con llevarse el gorro violeta, que llevaba sobre su cabeza. La joven lo sostuvo fuerte y bajó de la torre de mensajería, iba con tantas prisa que no se percató de que si no fuese por Aiden casi resbala.

— ¿Estás bien? — preguntó.

— Creo que si. Estaba muy apurada, temía llegar tarde a las clases — respondió de inmediato.

— Puedes estar tranquila, comenzarán en un rato más — aclaró una joven de larga cabellera oscura. Vestía de negro con algunos toques rojos. Sus ojos eran aún más oscuros que su atuendo y presumía de ser una mujer de carácter al rojo vivo.

— Te presento a Alexandra de Ofiuco. Es la hija de Shaina y Haru Yung. Pertenece también a nuestra casa — dijo Aiden sin titubeos.

— Yo soy Amanda Kido — saludó, sin esperar ser aturdida por las miles de interrogantes. — Tú estás en la misma habitación que yo y no te vi antes...

— Llegué está mañana, mi viaje se retrasó — informó.

Amanda estaba perpleja, aún no entendía las reglas de la academia, y temía nunca hacerlo.

Alexandra mostró una sonrisa confiada. De entre todas las reacciones que Amanda había visto era esa quizás las más extraña de todas, pero no iba a cuestionar, prefería mantenerse ajena ante tal cordura.

Algunos estudiantes se detuvieron junto a los jóvenes, pues al escuchar de quién era hija Amanda las interrogantes en forma de murmullos comenzaron: ¿Será una diosa? ¿Habrá preferencia? ¿Cuáles serán todos sus poderes?

Alexandra les lanzó una mirada furiosa y provocó que los fisgones se alejaran velozmente. Se apretujaron entre ellos y casi chocaban unos con otros.

— Me parece que seremos buenas amigas, Mandy — sonrió Alexandra.

— Es grandioso escuchar eso. Aún no podía congeniar con nadie en la academia. Así que podremos hacer nuestro horario de clases los tres juntos, así será más fácil ayudarnos con las tareas — comentó con voz queda.

— ¡Buena idea! — exclamó Aiden — El líder de la casa Hawsy parece ser un buen hombre. Quizás no tengamos tanto problemas con el profesor, ya que Leta es todo lo contrario.

Alexandra asintió y al mismo tiempo habló: — Se que nos irá bien con todos los profesores. Es solo cuestión de estar al pendiente de las clases y por supuesto debemos entrenar lo suficiente. En casa mi madre me ayudó mucho con mi entrenamiento. Así que no creo que se nos vaya a complicar. Saben yo puede ayudarles si llegasen a flaquear.

Amanda y Aiden respondieron sonrientes ante tal ofrecimiento.

— Ahora vayamos a conocer el campo de entrenamiento — sugirió Alexandra —.Dicen que es enorme — añadió.

Los tres jóvenes se dejaron llevar por sus pies. Bajaron por una enorme escalinata y hablaban acerca de sus familias. Ya podían ver el campo de entrenamiento. Allí era donde se llevaban acabo todas las batallas. Contaba con enormes figuras elaboradas de un macizo material. Y líneas que dividían el campo. Las armas eran pesadas de eso no había duda. Incluso se distinguía una jaula de acero formidable. Era más bien como un coliseo hecho totalmente a mano, tallado por los mismísimos dioses.

— ¡Es bellísimo! — expresaron en unísono.

Comenzaron a bajar poco a poco. De pronto Aiden rompió la uniformidad y pegó un grito: — ¡Es mi primo Alistair!

Corrió de inmediato para encontrarse con un hombre fornido, de cabellos castaños opacos. Tenía unos ojos azules parecidos al cielo. Y un tono de piel pálida.

Las jóvenes lo siguieron de inmediato, pues sintieron curiosidad de conocer a aquel hombre, no solo por qué físicamente era muy atractivo, sino por la duda de saber quiénes eran sus padres.

— Les presento a mi primo, Alistair de sagitario — alarmó Aiden.

Amanda recordó que sus padres habían mencionado al caballero de sagitario en algún momento. Su notoriedad fue tal que su nombre deambuló por los rincones de la mansión Kido por al menos unos meses.

— Soy Alexandra Ofiuco — saludó la joven de cabellera oscura. Con una sonrisa radiante.

— Y yo Amanda Kido — saludó la rubia.

El hombre tenía un rostro serio. Se tardó un unos segundos para responder y finalmente lo hizo con elocuencia —. Es un gusto conocer nuevos estudiantes — dijo sin expresión — .Así que eres la hija de Saori Kido y el caballero de pegaso.

— Así es — respondió entusiasta. El tema de sus padres ya no comenzaba afectarle tanto como al principio, pues estaba en el momento más deseoso de olvidarse del asunto. Así que podían cuestionarle acerca de sus padres sin sentir opresión.

— Primo, nos acompañas a conocer todo el campus — pidió Aiden. Esperanzado de que respuesta fuese positiva.

— Por supuesto. Les advierto que los combates son duros, así que deben estar preparados para los enfrentamientos que se avecinan. Yo les recomendaría practicar cada vez que puedan, pues de lo contrario no conseguirán su armadura — informó Alistair.

Los jóvenes temblaron, sin intentar demostrarlo. Ellos apenas eran unos principiantes y sabían de buena fuente que Leta no era paciente con ningún estudiante sin importar el nivel.

Siguieron al hombre. Recorrían cada estancia del campo. Sus miradas fueron atraídas por una joven rubia que se encontraba bajo la copa de un árbol. Meditaba mientras unos cuantos libros giraban a su alrededor. Las hojas caían sobre ella, unas tras otra.

— Su aura es muy poderosa — se alarmó Alexandra.

Amanda estaba apunto de cuestionar, cuando Alistair habló: — Les presentó a Adrya de Virgo. Es la hija del santo dorado más cercano a un Dios. Ella es considerada la mujer más poderosa de la academia. Les sugeriría no la molesten mientras medita. Eso la pondrá de pésimo humor y no querrán enfrentarse a una profesional.

Los tres negaron e intentaron apartar su mirada de la mujer.

— Es muy linda — comentó Aiden. Con los ojos en blanco y perdido entre sus palabras.

— Eh si, pero bueno... lo mejor será continuar así podrán conocer más hijos de caballeros y sobre todo los lugares de la academia — dijo Alistair avanzando entre las personas que por allí se paseaban.

Llegaron hasta unas gradas y se sentaron, pues estaban muy cansados de tanto andar y andar.

Amanda se quitó el gorro de la cabeza y lo guardó dentro de su mochila. Alexandra estaba entretenida observando las hojas que se despedían de los árboles. Alistair apartó la mirada de los jóvenes para observar detalladamente a un hombre de cabellos oscuros hasta los hombros. Estaba sentado junto a una mujer de apariencia sombría. Los dos conversaban entre ellos y la joven movía sus manos extrañamente.

— ¡Primo! ¡Primo! ¡Primo! — habló varias veces Aiden.

— ¿Que deseas? — preguntó Alistair sin apartar su mirada de los mellizos.

— Estás muy distraído ¿Por qué?

— Ven allá. Son los mellizos de Géminis. Sebastián de Géminis y Seline de Géminis. Se dice que Sebastián es más poderoso que su padre. Su padre es Saga de Géminis, quien intento dominar el santuario hace varios años. Temo que su hijo quiera seguir le los pasos — informó a los jóvenes — Siempre estoy al pendiente de él. No llevamos una buena relación.

— ¿Y qué hay de la hermana? — inquirió de pronto, Alexandra.

— Me parece que es un títere del hermano, quien en verdad importa es Sebastián — aclaró Alistair —. ¿Quieren conocerlos?

— No — respondió Aiden.

— Sí — afirmó tajante,  Alexandra.

— No lo sé — declinó Amanda.

— De acuerdo, vamos — dijo Alistair mientras se incorporaba.

Los jóvenes los siguieron temerosos. Amanda de nuevo sentía esa opresión que juraba ya había superado. Alexandra sintió que el corazón latía cuál tambor y Aiden pudo sentir el sudor recorrer su piel. Al contrario Alistair quien caminó con tanta seguridad hacía la mesa donde yacían los mellizos.

— ¡¿Que quieres?! — alarmó furioso Sebastián.

— Te levantaste de mal humor — respondió con sarcasmo Alistair.

Sebastián frunció el entrecejo y habló: — Deseo me dejes en paz. Ni mi hermana, ni yo tenemos tiempo para el hijo de sagitario. Mantendremos relación contigo solo dentro de las clases de la academia.

— Bien — respondió —. Tú hermana ni siquiera ha comentado nada.

— ¡Ella no desea conversar contigo y yo tampoco! — exclamó y sus ojos comenzaron a tornarse rojos. Incluso su cabello se tiñó de un gris opaco.

Los jóvenes se alejaron de inmediato. Deteniéndose los unos a los otros.

— Sebastián deberías calmarte — sugirió Alistair — .Son nuevos en la academia. Es la hija de Shaina, el hijo de mi tío y la hija de Athena y Seiya.

Sebastián comenzó a reír — Serán igual de fracasados que sus padres.

Los jóvenes fruncieron el entrecejo y Aiden exclamó: — Mi padre es mejor que el tuyo.

Sebastián y Seline se levantaron molestos. La irá en cualquier momento podía apoderarse de los cuates, pues sus ojos comenzaron a teñirse de nuevo en rojo.

— Lo mejor será no comenzar una pelea — intervino Alistair —. Es mejor que nos vayamos

— De acuerdo — respondieron en unísono los jóvenes.

Sebastián no apartó su fría mirada de los hombres — ¡Soy el hijo del caballero más poderoso! — gritó furioso.

Alistair ignoró las palabrerías del hombre y se marchó junto a los chicos.

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