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ᴍᴇ ᴀᴄᴇʀᴄᴏ ᴀ ʟᴏꜱ ᴄᴀʙᴀʟʟᴏꜱ ǫᴜᴇ ʜᴀʏ ᴇɴ ʟᴏꜱ ᴇꜱᴛᴀʙʟᴏꜱ una vez Carlos me ha enseñado a donde me ha traído.

Acaricio a todos los caballos que hay a mi al rededor y me lanzo a los brazos de Carlos para poder abrazarle con fuerza. Él deja un beso en mi cabeza y me abraza por la cintura, no me hace falta separarme de él para saber que está sonriendo.

—Mira a quien tenemos aquí— Le dice William a la yegua que tiene junto a él.

—¡Hazel!— Digo acercándome a la yegua para poder acariciarla con cuidado y mucho cariño.

De reojo veo como William nos mira con una sonrisa al animal y a mí y se acerca hasta Carlos para decirle algo que no llego a escuchar con total claridad.

—Nos vemos luego, Alexis, tengo que hacer unas llamadas al compañero que está cuidando los establos en Emilia
Romagna — Se despide William alejándose de ambos.

Carlos se acerca a mí y me abraza por la espalda pegándose más a mí.

—Enseguida vuelvo, preciosa, me he dejado unas cosas en el coche— El Español se aleja de mí y desaparece de mi campo de visión.

Miro a Hazel unos segundos pensando en lo que podemos hacer estos minutos, hasta que una idea pasa por mi cabeza. Así que, tiro de la correa de la yegua y me acerco al picadero, el cual para mi suerte, está vacío.

Dejo a Hazel en el picadero y voy a buscarme un casco, unos guantes y un chaleco protector. Al volver con toda la equipo ya puesto, me acerco a la yegua y acabo de ponerle la cabezada, las riendas y la embocadura, para después, poder subirme sobre el animal.

—Veamos que podemos hacer— Digo para mí misma haciendo que Hazel empieze a galopar.

Me quedo unos 10 minutos galopando junto a Hazel, hasta que por fin, me veo preparada para empezar salto de obstáculos. Esta disciplina consiste en realizar un recorrido cerrado y limitado, formado por palos que obstaculizan el camino y que no se pueden tocar, ni caer.

Empiezo por las verticales, ya que, todos los elementos deben estar colocados en el mismo plano vertical.

Una vez he alineado a Hazel correctamente frente al obstáculo, el binomio lo encara con el animal valorando el esfuerzo necesario para superarlo, ajustando el tranco y la velocidad, así como el cuerpo, para tomar el impulso con sus patas posteriores.

Suspiro al notar mis manos algo sudorosas dentro de los guantes al no haber vuelto a saltar junto a un caballo después de tantos años.

El caballo flexiona el dorso en la articulación lumbosacra y se apoya en sus cuartos traseros, empujando contra el suelo e impulsando su peso hacia arriba y adelante. Para ello también extiende su cuello hacia adelante y levanta las patas delanteras para evitar golpear el obstáculo. Mientras, yo, mirando al frente, busco una posición inclinada, procurando que mi peso caiga sobre las riendas, manteniendo las piernas alrededor del caballo.

Ya en el aire, las patas del animal se extienden hacia atrás, continuando con el cuello extendido hacia adelante y con las patas delanteras flexionadas al máximo, recorriendo un movimiento de parábola sobre el obstáculo. A medida que avanza el vuelo, los cuartos traseros se van elevando y recogiendo las patas traseras y yo mantengo la posición inclinada, para ayudar a la yegua a mantener el equilibrio. Y superado el punto de máxima altura, el animal va extendiendo sus patas delanteras hacia el suelo y cerrando la articulación lumbosacra.

Llega la hora del aterrizaje, con el descenso del salto, voy externando el cuerpo recuperando una posición normal, manteniendo contacto con las riendas y la boca de Hazel, pero dejando que el animal se equilibre por ella misma. El primer contacto con el suelo es sobre una pata delantera extendida, colocando seguidamente la segunda, mientras el cuerpo del equino gira hacia delante sobre ambas patas delanteras, que luego recogerá y doblará hacia atrás por debajo del cuerpo, antes de que la primera pata trasera toque el suelo.

Mantengo la posición para no tensar a la yegua para que amortigüe bien el contacto con el suelo y tener cuidado en el descenso del vuelo en mi posición.

Acaricío a Hazel al ver que hemos conseguido saltar un metro con quince centímetros. Así que, decido seguir saltando, esta vez, triple barra, donde se colocan tres verticales seguidas con una altura gradual, es decir, que cada uno está más alto que el anterior.

—Tú puedes, Hazel— Digo casi en un susurro una vez he vuelto a alinear a la yegua frente al obstáculo.

Sin ser consciente, ya he llegado a la hora del aterrizaje, donde he logrado que la yegua tenga contacto con el suelo a la perfección.

Sonrío orgullosa al ver que aún sé todos los pasos para guiar a un animal a la perfección y poder saltar junto a él.

Sigo galopando unos segundos más hasta que escucho como alguien aplaude fuera del picadero. Al darme la vuelta, me encuentro a Carlos y a William con una sonrisa en sus rostros.

Río al ver al Español con una expresión de asombro, estoy segura de que ha visto todo este pequeño recorrido y no se esperaba que pudiera hacer todo esto.

Me siento empujando hacia abajo sobre la silla y mantengo mi peso hacia atrás y por último digo la orden para detener a Hazel junto a los dos hombres.

Al bajarme de la yegua, la acaricio un par de veces y finalmente, me quito el casco y todo el equipamiento que llevo puesto.

—Eso ha sido espectacular— Me dice William acercándose a mí. —Me sorprende que aún puedas hacer eso—

—Tuve al mejor entrenador— Digo haciendo que él sonría ante el alago.

Carlos se acerca a nosotros y pasa su brazo por mis hombros, para después dejar un pequeño beso en mi cabeza.

—Iré a dejar a Hazie al establo, espero volver a verte por aquí, Alexis— Dice William despidiéndose del Español y de mí.

—Alex— Le corrijo. Hace unas semanas decidí que solo las personas que se merecen mi cariño pueden llamarme por el apodo que me puso Carlos.

—Nos vemos otro día, Alex— Finaliza William pasando junto a mí con una sonrisa.

Finalmente, Carlos y yo nos vamos de los establos, tras una leve conversación sobre como aún sé dominar un caballo. El trayecto es tranquilo, pero una vez hemos llegado a casa del Español, esa tranquilidad acaba por completo...

Estoy acabando de apuntar unas cuantas cosas sobre unas reuniones de Carlos en unos papeles que he encontrado por mi mochila, cuando el piloto llega por detrás y me quita el bolígrafo de las manos, para poder cogerme en brazos y soltarme en la cama.

—Mucho papeleo por hoy— Dice el Español situándose sobre mí para poder unir mis labios con los suyos.

Noto como sus manos bajan hasta mis caderas suavemente, hasta que un ruido de la mesita de noche hace que nos separemos.

Carlos se quita de encima de mí y me da mi teléfono de mala gana. Río ante su reacción y miro la pantalla del móvil para ver quien me llama.

—Número desconocido— Digo enseñándole la pantalla al Español. —Tal vez sea alguna reunión contigo—

Me levanto de la cama una vez he atendido la llamada y me quedo rondado por la habitación.

—¿Hola?— Pregunto poniendo el teléfono en mi oreja. —¿Quién llama?—

—Hola, buenas tardes, ¿Hablo con Alexis Hernandez?— Pregunta una mujer desde la otra línea.

—Ahora es Wolff, pero sí, habla con Alexis, ¿Qué necesita?— Le pregunto a la mujer intentando sonar lo menos confundida posible.

—Ah... Es algo complicado de decir, no sé como empezar a decirlo— Responde la mujer algo nerviosa. —Antes de informarle de todo, soy una vecina de su padre, Esther Sanchez—

—Es un placer, señora Sanchez, pero no entiendo el motivo de su llamada— Digo sentándome en la misma silla en la cual estaba escribiendo en los papeles minutos antes.

—Seré lo más breve posible... Su padre, el señor Hernandez, está en el hospital en estado crítico a base de todo el alcohol que ha estado tomando estos últimos años— Noto como mi corazón empieza a acelerarse y me empieza a faltar el aire.

—Gracias por avisarme— Digo después de unos segundos sin poder decir ni una palabra.

Al escuchar una despedida de la señora Sanchez y la llamada finalizada, mi teléfono se resbala de mi mano, haciendo que caiga al suelo.

Intento controlar mi respiración por todos los medios, pero se me hace imposible. Mi vista se empieza a nublar, no sé si por las lágrimas o por el ataque que estoy teniendo.

—Alex, Alex— La voz de Carlos se escucha cada vez más lejana, hasta que noto unas manos apoyarse en mis rodillas. —Alex, estoy aquí, respira conmigo—

El Español intenta ayudarme a respirar con calma durante unos minutos, pero nada hace efecto.

—No... Puedo respirar— Digo entrando cada vez más en pánico.

—Alex, sigue mi respiración, haz lo mismo que yo— Carlos agarra mis manos y me ayuda a respirar profundamente.

Nos quedamos unos minutos así, hasta que por fin, logro respirar con normalidad y sin pensarlo mucho, me lanzo a los brazos del piloto, quedando los dos de rodillas en el suelo.

—Casi me da un infarto al verte así— Dice Carlos abrazándome con fuerza.

—Lo siento, lo siento— Repito varias veces al ver el susto que le he podido dar a mi pareja.

—No te disculpes, ya ha pasado todo... ¿Qué ha dicho esa señora para que te pusieras así?— Pregunta el Español situando sus manos en mis mejillas para poder mirarme.

—Mi padre— Rápidamente me doy cuenta de lo que he dicho e intento corregirme de inmediato. —Victor Hernandez está en estado crítico en el hospital por todo el alcohol que bebe—

Me vuelvo a abrazar a Carlos con fuerza al imaginarme a aquel hombre en una camilla de hospital.

—Todo esto es mi culpa— Digo separándome del Español. —Sí no me hubiera ido esto no estaría pasando—

—¿Qué? Claro que no, nada de esto es tu culpa. Ese hombre tomó una decisión y mira hasta donde le ha llevado, no dejes que la culpa te consuma a ti también—

Noto como sus brazos pasan por debajo de mis piernas y de mi espalda para llevarme hasta su cama y tumbarme en ella con cuidado. El Español pasa la manta sobre mi cuerpo y baja un poco la persiana para que no entre tanta luz.

—Descansa un poco, te vendrá bien... Yo voy a hacer unas llamadas, cualquier cosa, estoy en el comedor— El piloto deja un beso en mi cabeza y otro en mis labios para poder dejarme a solas en su habitación...

Abro los ojos lentamente al escuchar unas voces provenientes del piso de abajo. Me siento en la cama frotándome los ojos y rápidamente miro mi teléfono para ver cuanto tiempo llevo durmiendo.

—Tres horas...— Digo para mi misma. Me levanto de la cama con cuidado y me pongo la capucha de mi pijama de oso, con el cual salía en la última publicación de Carlos.

Bajo las escaleras lentamente, ya que, aún estoy bastante cansada y con los ojos bastante hinchados después de tanto llorar.

Al llegar a la sala de estar, me encuentro a Carlos, junto a... ¿Toto?

—¿Qué haces aquí?— Le pregunto una vez él ha notado mi presencia y rápidamente noto como mis ojos se vuelven a cristalizar.

—Mi niña...— Dice este levantándose del sofá para venir a abrazarme.

Sus brazos me rodean por los hombros y los míos lo rodean por la cintura, haciendo que Toto me estreche más contra él.

Me intento contener, pero se me hace imposible, vuelvo a llorar a mares, esta vez, en el pecho de Toto.

—Tranquila, estoy aquí contigo— Murmura varias veces él dejando varios besos en mi pelo.

Los dos nos quedamos varios minutos abrazados, pero finalmente, dejo de llorar y regulo mi respiración para poder estar más tranquila.

—Gracias... Papá— La última palabra la intento decir en un susurro, pero no acaba saliendo de esa manera.

Apoyada en el pecho de Toto escucho como su corazón se acelera y no me hace falta levantar la mirada para saber que tiene una sonrisa plasmada en su rostro.

—Te quiero, pequeña— Dice Toto una vez me he separado de él para poder quedar cara a cara.

—Yo también te quiero— Le digo volviéndolo a abrazar con fuerza.

Me separo de él y voy directamente hacia Carlos para atrapar sus labios con los míos. El Español me corresponde al beso bajando sus manos hasta mis caderas para poder acercarme más a él.

—Gracias, mi amor— Le digo por fin sonriendo de una manera sincera.

—Lo que sea por verte sonreír de esa manera, preciosa— Dice él envolviéndome en sus brazos. —Te
amo—

—Te amo, Carlos— Le respondo rápidamente con una sonrisa.

Y todo esto es a lo que se le pude llamar familia, no la que llevas en la sangre, sino la que te cuida y protege ante todo...

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