•CAPÍTULO SESENTA Y OCHO•

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

"Lo siento pequeño..."

¿Cómo pude ser tan idiota y no percatarme de que nuestro hijo podría estar enfermo..? Yo velando como un estúpido porque todo saliera a la perfección para que mi pequeño rubio disfrutara al máximo de la boda de ensueño que se merece, por ser tan único, tan bondadoso, tan etéreo, que no me percaté del apuro que implicaba toda esta cuestión...

Desde provocar su contínuo malestar por tratar de cumplir con todo, generando un estrés totalmente innecesario, hasta dejar de lado el posible cuadro en el que recayó nuestro retoño.

¡Con un demonio! ¡Y maldigo por ser tan ciego! Por no ver entre líneas dejándome llevar por mis aceleradas emociones.

Es que... ¿Desde cuándo me he convertido en esto? Pasando de ser un previsor de cada detalle a un hormonal encubierto, siendo yo ya un adulto...

¿Pero en qué demonios estaba pensando? ¡Maldición! Debería haber situado toda la cuestión de la boda encima de la mesa y sin tanto apuro por mi decisión del ahora, haberlo meditado mejor.

Y no porque no me quiera casar con el hombre que amo y puso mi vida de cabeza... Sino porque "hay más tiempo que vida..."

Y no lo digo de manera sarcástica a esto, sino en un modo esperanzador...

¿De qué sirve estresarse si no disfrutas de cada momento, del día a día, de cada detalle y de cada problema sin solución?

Así que alejaré uno a uno a mis demonios, porque debo ser fuerte por él, por ambos. Ya que al fin y al cabo, aunque no nos una un papel, ya somos una verdadera familia...

El sonido del pitido del control del corazón de su amado retoño, hace estragos en el pecho del atribulado residente.

Que observando a su hijo tan frágil y tan pequeño (aunque sea un gran valiente) drogado en una pequeña camilla para poder calmar su tempestad, no deja de taladrar su mente con los escenarios de los posibles ¿por qué? Si todo le indicaba que a esta batalla la iba a librar...

"¡Maldita ironía de la vida que lo deban drogar en pequeñas dosis para poder soportar!" cavila Jimin sumido en su desesperación... Desasosiego de ver a su niño así, con la intravenosa en aquella vena que hasta hace poco ya no le daba más.

¡Es que sus análisis le mostraban parámetros relativamente bien dentro del rango de su normalidad! Así que no le encuentra sentido, o mejor dicho... no le quiere encontrar, porque muy adentro de su ser y en base a sus conocimientos; él sabía que ésto le podría acontecer.

Así que tomando coraje de esos que te hacen grandes y sacan fuerzas desde donde no sabes que tienes, prefiere apostar al rememoro esperanzador de: "¡Qué suerte que nos tenemos bebé!"

Y así, apostado a su costado mientras se seca cada una de sus lágrimas, velará por ésta y cada una de las batallas que le acontezcan... Así deba arrastrar su cuerpo por un campo minado de batalla y morir en el intento.

Las horas transcurren eternas en los pasillos del hospital. Y a pesar de conocer cada ritmo, cada espacio y cada manera de funcionar, estar aquí esperando por cada segundo de avance que mi pequeño pueda poseer; es como morir queriendo respirar en el agua para no ahogarte.

Me acerco a la puerta de acceso en donde se encuentra mis dos pequeños, y golpeo levemente. No quiero incomodar a mi amor en su estado... Él está igual o peor que yo, de consternado.

Se vira mientras me observa con una pequeña sonrisa enmarcada en la comisura de sus labios sorprendiéndome -gratamente- ante su cambio.

Así que ingreso despacio y al llegar a su lado, lo abrazo por su espalda con todas las fuerzas del universo que creo dada su cercanía.

—Me hace feliz verte con mejor ánimo a pesar de todo, mi pequeño —susurro sobre su oído mientras deposito un efímero roce sobre la base de su cuello.

Él, solo aprieta con firmeza mis brazos como reteniendo el momento. De repente, mi visión se sitúa directo a mi retoño. Y ahogando un suspiro, observo a mi niño: catéter, cables e intravenosa rodean su pequeño cuerpecito...
¡Y maldición! Que quiero gritarle al de arriba, a aquél que le agradecí por lo dado, que cambio cada maldito segundo si pudiera, por verlo en mejor estado.

—Él va a estar bien cariño, ya vas a ver, digamos que... Es un mal necesario. Medicar para controlar su estado —anuncia mi amado entre mis brazos.

—¿Y eso, por cuánto tiempo sería? —pregunto como si no supiera la manera en que se dará. Como buscando el modo de evitar lo inevitable. Y aún así, con conocimiento de causa y todo, le cuestiono.

—Eso lo determinará el tiempo que deba llevar el tratamiento. Va a depender de él, de como vaya reaccionando a controlar sus espasmos. Y de ahí, tendremos una base para disminuir -paulatinamente- sus drogas.
Ahora, debe quedar internado porque tiene riesgo de deshidratación a causa de su diarrea y de los constantes vómitos.

Finaliza con las palabras que yo ya conocía de ante mano. Y al percatarse de que no le respondo nada, a parte de haber aflojado el agarre de su cuerpo, me suelta para girarse a enfrentar cada uno de mis miedos —. Acá lo importante es que estamos juntos en esto, cariño. Y que debemos ser fuertes por él, por nuestro niño, que lucha desde el primer momento -con todas sus fuerzas- para poder seguir eligiendonos.

Susurra sobre mis labios, sosteniendo mis mejillas mientras observo pequeños caminos salados perderse por el filo de su barbilla.

Su genuino confieso trae espasmos de sollozos a mi cuerpo, quebrando como más de una vez en el día lo he estado haciendo... Así que me dejo arrullar como un indefenso niño que necesita calmar su tempestad en los brazos de su amado.

—Solo lamento el gasto innecesario cariño ¡No quiero ni imaginar todo lo que tuviste que gastar por mi capricho! —anuncia mi bello rubio mientras acaricia mi cuerpo.

—¡Pero qué dices! No digas cosas que no son —le retruco.

—Pero si yo no me hubiera embalado, emocionado, enloquecido y muchos ados e idos más, lo habríamos tomado con más calma y a su debido tiempo —finaliza con un deje de nostalgia que no pasa para nada desapercibido por mi persona.

Pero así mismo, no tiene razón, entonces opto por sacar su pesada mochila de la espalda y tirarla bien lejos.

—Pequeño... —es mi turno de consolar su cuerpo, alma y corazón —. Tú tienes todo el derecho de gritar a los cuatro vientos que nos vamos a casar. Y emocionarte, embalarte, enloquecerte y demás. Yo soy el que debería haber estado a la altura de las circunstancias. Y darme cuenta de que a la velocidad a la que iba, me podía estrellar en cualquier momento.

Lo abrazo con firmeza rodeando su tembloroso cuerpo con cada terminación nerviosa de mi ser. Rogando porque pueda interpretar mis palabras y saque esa maldita carga de sus espaldas...

—Pequeño, no debes cargar con ese peso sobre tus espaldas, como el Ángel etéreo que eres, necesitas un lugar para tus alas...

Entonces, me regala un asentimiento de cabeza junto a su más bella sonrisa. Y aunque sus ojos brillen por la angustia contenida, sé que sus lágrimas mutaron a lágrimas de felicidad absoluta.

Porque más allá de lo que le está pasando a nuestro pequeño, estamos aquí como la familia que elegimos ser para apoyarnos y contenernos...

Tanto en la salud, como en la adversidad... Aunque no haya un papel de por medio.



























































🙏De antemano por hacerlos sufrir con el retoño de este par, pero son cosas que realmente pueden pasar dada la situación de como nació nuestro pequeño🥺

Pero no se preocupen, que como el impresionante guerrero que es, saldrá adelante siempre🥰

Muchas gracias por leer, valorar y comentar🥰

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro