•CAPÍTULO TREINTA Y DOS•

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

"Librar del porvenir"

Durante el transcurso de la jornada entre mensajes con mi hermoso novio, también me comuniqué con mi padre ya que hoy da comienzo a la fisioterapia de rehabilitación.

No me gusta la idea de que se maneje solo, pero de otra manera no podíamos coordinar, así que organizamos que se venga en un taxi sobre el final de mi horario laboral así lo acompaño a su sesión de kinesiología.

Pero, lamentablemente, el horario pactado ya comenzó y yo sigo aquí en la guardia atendiendo unos pequeños que por luchar entre ellos, derivó a que uno golpee al otro con un juguete provocando un leve traumatismo en su cabeza Y leve a simple vista, ya que le dejó como consecuencia una herida abierta que debemos limpiar y posiblemente suturar.

Generalmente, el 80-90% de los traumatismos en niños son leves, la mayoría sólo producen lesiones en la superficie como hematomas, heridas abiertas como en este caso y dolor en la zona del golpe.

—Mamá, si no se calma tendrá que esperar afuera del cubículo —le comento observando al pequeño que, lentamente, va cerrando sus ojos como ingresando en un estado de somnolencia. Y eso, automáticamente me coloca en alerta ante otros síntomas que deriven a un golpe más grave o alguna otra afección escondida.

Aunque no está mal que duerma por otro lado dado que la conmoción cerebral provoca, en parte, esa reacción.

Mientras el enfermero me indica sus parámetros de presión arterial y saturación de oxígeno, empiezo a llamar al niño, pero noto que pequeños espasmos comienzan a sucederse en todo su cuerpo para luego observar sus pupilas más dilatadas de lo normal.

Su madre, comienza a los gritos pidiendo que no le toque nada más de lo necesario a su hijo, entonces exijo que la retiren porque debemos concentrarnos en el cuadro del pequeño paciente para tratarlo. Y ella en ese estado, solo impide nuestra concentración. Aparte, solo queremos darle la mejor atención a su hijo. No veo lo malo de revisarlo de ser necesario, al contrario, me resulta absurda y sospechosa su actitud.

Y a medida que los minutos transcurren, logramos estabilizar su cuadro convulsivo con la correspondiente medicación. Pero durante el examen físico, encuentro un sospechoso hundimiento de su corteza cerebral, disimuladamente escondido entre sus cabellos, y algunos extraños moretones que asoman entre sus ropas.

Y aunque la madre dictaminó que sus hematomas eran por el juego rudo entre los pequeños, mi instinto me cuestiona si hay algo peor detrás de todo esto.

"El abuso "no" es un accidente" se me cruza en mí cabeza.

—Interno ¿No te parecen extraños estos moretones? Su color deriva a varios días y no a hematomas recientes —le consulto al interino a mi lado.

—Sí, Doctor Park ¿Cree qué estamos ante un posible caso de abuso? —me cuestiona.

—Necesito realizarle una sutura urgente y solicitar una tomografía computada de inmediato, debemos ver si hay más lesiones en la zona.

Observo que el pequeño recupera paulatinamente la conciencia al cabo de unos minutos, aunque todavía conserva cierto grado de confusión, aprovecho y me aproximo hasta su rostro.

—Hola pequeño, soy el doctor Park, necesito que me digas tu nombre, si puedes —compruebo que me sigue con su vista y aunque su habla es algo difusa, logra articular su nombre.

Entonces, aprovecho a suturar a medida que el pequeño vocaliza y solicito que mantengan un ojo sobre su progenitora. A ella se la observa demasiado nerviosa para mí total agrado.

—Necesito un exámen completo de sangre y de orina también. Así que coloquen un sondaje —artículo al enfermero —Y...¿podrías consultar si mi padre llegó a su consulta con el fisiatra? Me quedé sin batería en el móvil y quiero ir a la sala de tomografía con el niño.

—Ya le averiguo, doctor. Puede llevarlo a realizar el estudio luego del sondeo —me dice el interno.

Le agradezco al médico interino y me dirijo a servirme un café para luego regresar con el paciente, de solo meditar que podríamos estar ante un caso de abuso infantil mi cuerpo se estremece de bronca y de dolor.

Regreso directo al salón de tomografía e ingreso con el técnico radiólogo para observar en la pantalla los diferentes cortes que aparecen de su cerebro.

—Aquí se observan lesiones que datan de tiempo atrás —le comento al radiólogo, el cual asienta con su cabeza —. Hay signos de un pequeño derrame cerebral y una pequeña fractura del cráneo pero no en la zona de sutura.

Mi tensión se eleva de manera apresurada al darme cuenta de que mis sospechas eran ciertas, y salgo en dirección a la mesa de entradas para solicitar que se deje acentuada la denuncia policial. Estamos ante un posible caso de abuso infantil y no pienso dejar pasar un minuto más sin tomar las medidas necesarias para evitar nuevos traumas del pequeño a futuro.

De camino, me cruzo con el médico interino que me pone en conocimiento de que mi padre ya terminó con su sesión regresando hacia nuestro hogar. Entonces, le indico que ingrese al pequeño a un cuarto del pabellón para luego seguir mi camino.

Rebuscando entre la gente, localizo a su madre al ingresar a la sala de espera, y acercándome hasta ella, la increpo con la poca paciencia que me dicta la razón—Señora, tenemos que hablar...

En la casa del neurocirujano, la música suave resuena por todo el ambiente. El sonido de la ducha incesante se mezcla con la melódica canción a medida que su cuerpo se relaja del entrenamiento otorgado.

Fue una buena decisión no dormir demasiado y aprovechar las horas de descanso. Aunque no poder comunicarse con su pequeño lo mantuvo en alerta. Pero, aún así, no quiso llamar a su padre para no poner en alerta, innecesariamente, por si su novio no había regresado (todavía) a su hogar.

En eso, retumba el timbre de su hogar, llamándole la atención. Pero con la clara certeza de saber quién podría ser a esta hora, apaga la ducha mientras se envuelve en su albornoz y direcciona su cuerpo hacia la entrada, amoldando una pícara sonrisa para recibirlo. Sonrisa que luego se transformará de inmediato.

—¡Pequeño! Pero... ¿Qué sucede? —consulta el neurocirujano al abrir el acceso y ver el rostro abatido del joven médico residente.

—Abrázame... ¿quieres? —le dice con suma congoja en su voz, ingresando a su residencia y dejando su bolso arrojado hacia un costado.

Jeon, que no duda ni un segundo ante su pedido, envuelve entre sus fuertes brazos a su pequeño doctor, acariciando sus cabellos y repartiendo tiernos besos sobre el dorso de sus manos.

—¿Mejor pequeño? —consulta luego de unos minutos mientras éste, se retuerce sobre su cuerpo en busca de más contacto y calor.

—Solo bésame cariño... Y hazme olvidar el mal día... por favor.

Y tomando su delicado rostro entre sus grandes manos, el neurocirujano se aboca a reemplazar cada uno de sus pesares entre roces amorosos con un toque de pasión.

Luego de una tanda de besos cariñosos, el ambiente cambia de inmediato a húmedos roces desesperados que extraen más de un jadeo a ambos cuerpos entregados al ardor del momento. Y dejándose llevar, se abocan a ofrendar, mutuamente, con el sofá como único testigo de su vehemencia y su necesidad.

































OJALÁ TODOS LOS NIÑOS TUVIERAN LA POSIBILIDAD DE LIBRARSE DEL ABUSO🥺😭

QUE BONITO QUE SE TENGAN PARA APOYARSE LUEGO DE UN MAL DIA🥺

GRACIAS POR LEER,VOTAR Y COMENTAR🥰

LOS AMITO MUCHO❤

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro