•CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE•

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"Perdóname pequeño"

Tras recuperar algo del escaseado aire  entre nuestros sudorosos cuerpos, se recuesta a mi lado y procedo a limpiarnos, de inmediato, con la sabana a mí alcance.

Y cuando rozo sus delicadas partes durante el aseo, su suavidad es tal, que lo siento una pequeña pieza de museo para adorarlo con parsimonia y deidad.

Su rostro me regala una hermosa sonrisa plasmada como el más bello amanecer de un nuevo día, pero mis ojos resguardan cierto deje de melancolía que -aparentemente- no pasa nada desapercibido por los suyos.

Y tomando el toro por las astas, me anuncia: —Cariño, no es culpa tuya mi despido. Es más, perdona por recriminar el exponer tus pensamientos. Sé que me amas y que  no pudiste evitarlo.

Lo observo expuesto y nervioso, gesticulando con mi rostro como tantas veces ha captado que algo no sucede como lo había planeado.

Entonces en un arrebato de valía le digo: —Pequeño... Sobre eso del despido... —mi cuerpo tembloroso me expone nuevamente cual cordero ofrendado al matadero y él perspicaz, con su ceño fruncido me apura severo.

—Jeon... Habla de una buena vez —dictamina cortante y seco frenando de repente sus caricias a mi cuerpo.

—Cariño, no eres "ex" parte de mi equipo porque no vas a trabajar más en el hospital... —entre susurros le digo.

Su cuerpo se tensa ante mi comentario mientras me observa perplejo. Se ha revelado como un pequeño niño dictaminando que no se movería de la UTI, salvando el momento actual en el cual se encuentra en bolas y en un cuarto contiguo al nombrado sector de terapia conmigo.

—¿Entonces? —nuevamente, me apura, dejando sin relevancia mis nervios ante su reclamo.

—Es que soy el nuevo y flamante gerente del hospital... ¡Sorpresa! —desembucho.

Sus ojos, desencajados en el momento, asimilan por un lado que no hay despido alguno y por lo tanto actuó como un chiquillo empedernido con juguete nuevo. Y por el otro, re calculando el porqué no le aclaró antes de lo sucedido.

Lo observo moverse inquieto, como si mis palabras revuelven algo dentro de sus entrañas, enervando su carácter combatido. Y en un arrebato parecido al del principio me grita: —¿Pero es qué tú estás demente cariño?¿Cómo se te ocurre no decirme que estaba equivocado? ¿O se te quemó la maldita cabeza? Y no justamente la de abajo...

Nos observamos por un instante, eterno, fríos y callados, y estallamos finalmente en risas cuando comento que la de abajo se me ha quemado tanto como la de arriba.

—Eres un tarado Jeon —me comenta —¿Eso era lo que tanto lamentabas al principio? Pensé que era la distancia que impuse al despedirme de tus brazos en un arrebato mío.

—Lo lamento... En serio amor... —comento atrayendo su cuerpo al mío en un firme abrazo connotado —. Pero le aviso, doctor Park, que el gerente general del nosocomio se enterará de sus redadas en los pasillos bien entrada la noche en el hospital.

—Por suerte, al gerente general me lo follo, así que no será problema mamarlo con tal de pactar silencio —sentencia entre mis brazos que lo acunan como tanto ama y amo —. ¡Ah! ¡Y felicitaciones por el ascenso amor mío! Aunque quiera rebanar tus bolas en pedazos y repartirlas entre medio de pancitos —finaliza.

—No sé si agradecerte o salir corriendo ante tu amenaza mi sexi y atrevido residente... —le comento —A todo esto, ¿No piensas volver al trabajo o regresar a descansar a tu casa o la mía en su defecto? Sabes cariño, que personal capacitado hay de sobra para estar con el pequeño.

Él, me observa por unos instantes eternos antes de dictaminar: —A trabajar volveré, ya que no fui despedido, pero pasaré mis ratos libres o momentos que pueda junto a él. Le prometí estar a su lado y no dejarlo solito, amor.

Nuevamente, me pierdo en la amplitud de sus ojos que se perciben sorprendidos ante mi porte pensativo hasta que digo: —Dormir, debes hacerlo cariño. Y bien en lo posible. Si no vas a casa, duerme en mí oficina. Y por el trabajo, toma tu tiempo, si sientes que tu lugar está aquí, con él, yo puedo darte ese lugar sin problemas. Solo te pido que te alimentes y duermas para estar fuerte y así poder luchar, codo a codo, junto al pequeñito. 

Sus orbes se nublan ante mi dictamen, ya que por más que me ame, ésto es externo a lo nuestro y rebasa el nivel de confianza que tenemos.

Porque él merece todo el entendimiento del mundo... Y si el mundo está a mí alcance, se lo daré eternamente...

—Te amo mi jefecito... —me dice aferrándose a mi torso al percibir mis palabras o tal vez, mis pensamientos.

—Yo también te amo mi pequeño... ¿Pero es necesario llamarme jefecito? —consulto depositando un suave beso en la coronilla de su cabeza.

—Si te molesta lo que eres, lo lamento jefecito doctor Jeon, mi adonis personal y el hacedor de mis sueños —finaliza.

—Ahora, parezco a la alta sociedad — emito entre risas.

—Bueno alta sociedad, debo ver a mi pequeño y comer mi refrigerio que está pateado en algún rincón del pasillo. Y tú, debes ir a descansar —me recuerda.

Sin meditar -realmente- lo que brotó desde sus labios (inconscientemente) o eso creo, comienza a vestirse perdido en sus designios e ignorando al flamante jefe que se acomoda a sus espaldas, mientras reparto suaves besos en sus contracturados hombros.

—Estoy orgulloso de ti mi pequeño, de tu impronta, de tu pasión y de tu inmensurable bondad —siento el martillar de mi pecho llenándose de emociones y a punto de desbordar.

—Gracias cariño... A veces siento que lo hago mal aunque me aferre a mí verdad, y sea fiel a mí mismo.

—Nada de eso, doctor Park, usted recibe lo que da, y eso se percibe alrededor nuestro... Sin ir más lejos, hasta el del bufet te preparó un porción extra cuando la que había pedido yo ya era para ti.

Él, se sonríe levemente diciendo: —Eso, es porque no fui a rellenar mi cuerpo con ensaladas varias al bufet.

—Seguro comes ensaladas varias ¿Variedad de panificados? De eso sí que no tengo dudas...

Y entre pequeñas risillas de burla ante su organismo que asimila todo tipo de alimentos sin necesidad del bendito verdeo mío, según él, se deja cobijar y proteger bajo el cálido manto de mis brazos.

Ni siquiera soy capaz de pensar en mis palabras... Palabras que alertan a mi pecho, elevando a mil mis pulsaciones, ante el solo pensamiento de atreverme siquiera a soñar con lo averiguado hace unas horas.

Repito en mi cabeza que es mucho, quizás demasiado para mí gusto. Pero para él, lo suficiente es limitado...

Entonces, quizás me animo a preguntar lo que tanto me cuesta idearme entre pensamientos.






























Gracias por estar♥️






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