•CAPÍTULO TREINTA Y SEIS•

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"Lo mejor de mí"

Todavía no puedo creerlo. Yo como un idolatrado lo observaba y el otro, de mala, jugando una ficha de una partida que solo él mueve la jugada.

—Maldito impoluto —susurro entre rezongos mientras me acerco al pabellón de los pequeños neonatos, me toca la siguiente ronda antes del cambio de guardia.

—¡Doctor Park! —me detengo ante mi desesperado llamado concentrando mi accionar para lo que venga y liberando, automáticamente, mis pensamientos.

Y al girar, me encuentro con el jefe de enfermeros que inspirando profundamente, solicita un segundo realizando ademanes con sus dedos para luego proceder al habla.

—Doctor... lo solicitan con urgencia en quirófano uno, cesárea de un pequeño prematuro de riesgo —comenta el licenciado Jin al recuperar su aliento ante el esfuerzo de correr como loco por los pasillos.

"Cesárea, prematuro y riesgo" son palabras que no me gustan como combinan entre ellas. Y tomando cartas en el asunto, le indico que se recupere tranquilo que de inmediato me dirijo a la sala donde se realizará el procedimiento.

—¡Ah! Y avisa al doctor Jeon de la ronda con los internos de pediatría. Para que designe algún otro médico o proceda él, en su defecto —comunico mientras me retiro velozmente de su lado.

Al ingresar al sector de cirugía doy comienzo a mi proceso de lavado y desinfección, entre tanto observo por el gran ventanal frente mío, a una joven mujer en un estado completamente demacrado.

Y mientras una auxiliar comienza a colocarme las prendas correspondientes para el ingreso al quirófano, atisbo su pálido rostro que me provoca escalofríos. Parece más un muerto vivo que un ser humano con latido.

—Listo doctor Park, están por proceder de inmediato —me comenta la auxiliar ante el ingreso del anestesista, al cuál saludo.

—La dormimos, pero no sé si la recuperaremos, doctor Park. Su nivel de toxicidad está al límite de la falla orgánica —me comenta el anestesista, con semblante abatido. Y solo le toco el hombro para transmitirle confianza. En estos casos, hacemos lo mejor que sabemos hacer y después, queda todo en manos del Supremo.

—Tranquilo colega, ponemos lo mejor de nosotros, siempre, eso es más que suficiente —le digo ingresando al quirófano luego de terminar de lavar -nuevamente- mis manos y colocarme los guantes.

—¿Tienen todo preparado para el recibimiento del neonato? —consulto al enfermero que procede a detallar lo que pregunto mientras me adentro a donde se lleva a cabo el procedimiento.

—Buenas tardes cirujanos y equipo, —comento al ingresar a la sala —¿qué tenemos?

—¡Doctor Park! ¡Qué gusto verlo! ¡Edith, bájale a la música! —solicita a una de las auxiliares.

Esa bendita costumbre de operar con música que más que de fondo, es por sobre las cosas de tanto que retumba. ¡Es como si estuviéramos en un antro! No sé como se perciben sus pensamientos sin confundirse con la letra de lo que entona.

—Adicta con 23 semanas de gestación (comienzo del 6to.mes) con una fuerte sobredosis que entró en paro, tenemos pulso débil, aunque satura bien por ahora —comenta uno de los enfermeros asistentes.

La toxicomanía materna genera (en estos casos) que cualquiera sea la sustancia consumida pueda pasar al feto como parte de los nutrientes. Generando posibles daños a los órganos fetales en desarrollo. Y con un alto porcentaje de que el pequeño nazca droga dependiente de lo que consumía su madre.

En eso, se observa como se mueve su panza en un fuerte desplazamiento —. ¡Necesito monitoreo! Para ver la ubicación exacta antes de que procedan —exijo a las auxiliares a mi lado y alcanzando -de inmediato- su tripa para sentir al tacto su ubicación y discernir que tipo de urgencia es.

—Tome doctor —uno del equipo de trabajo me alcanza el ecógrafo y situando gel en la cabeza del aparato, lo ubico sobre su bajo vientre.

—Sus latidos disminuyeron notablemente, aparente ahorcamiento del cordón umbilical sobre su cuello ¡Debemos abrir ya! —indico al cirujano que abre automáticamente teniendo todo el espacio de trabajo ya desinfectado.

El obstetra de turno me observa, pero al ver que tenemos controlada la situación, solo se queda asistiendo. Solicitando tener la incubadora lista y también preparada la unidad de cuidados intensivos.

Consulto a una parte del equipo, de qué droga hablamos y me comenta que alcaloide tropano cristalino (positivo en consumo de cocaína) y un dejo de tristeza se apodera de mi cuerpo.

Más de la mitad de los recién nacidos, hijos de madres con droga dependencia, padecen del síndrome de abstinencia neonatal. Eso sin contar, si sobreviven a las horas posteriores al nacimiento.

Dejo de pensar en negativo y me concentro para recibirlo... Y sobre que lo sacan del útero, desenredando el cordón umbilical que apenas había comenzado a comprimir su pequeño cuello, la enfermera lo envuelve y lo lleva a la cabina. 

Entonces, procedo a aspirarlo y luego a controlar su escasa respiración colocando una asistencia mecánica junto al personal a mi lado.

Su talla y peso es más baja del promedio de un recién nacido extremadamente prematuro, como es su caso, por las semanas de gestación en condiciones no adictivas.

—Vamos cariño, se fuerte, que debes salir de ésta —emito mientras coloco la sonda y tapamos su visión. Debemos disminuir aún más la luz a causa del posible síndrome de abstinencia que padezca.

A mis espaldas, los intentos por traer de regreso a su progenitora, son inagotables. Pero, lamentablemente, ingresa en paro -nuevamente- y no pueden obtener pulso, ya que su débil corazón está intoxicado y junto a la falla del hígado parecen no contribuir con el suceso.

Entonces, me dirijo a la enfermera solicitando leche pasteurizada del banco del hospital para administrarle por sonda, previendo lo peor, no tener calostro de su progenitora para posteriormente administrarle, solo en las primeras horas.

El pitido llano de la máquina a mis espaldas, más el semblante fatigado del cirujano y del obstetra. Crean un ambiente siniestro...

Ironías de la vida si las hay, traer viveza a este mundo, a la vez que otra se esfuma.

Mientras declaran la hora de su muerte, yo procedo a terminar con el acomodo del huerfanito paciente entre enfermeras que extraen sangre de su pequeño frío y frágil cuerpo. Y me sorprendo, al notar sus pequeños deditos enredados en mi dedo.

Y sin poder contenerme, mis ojos se empañan en lágrimas al percibir su escasa fuerza pero implacable convicción de no soltarme. Es como si supiera que ha quedado solo en este mundo... Huérfano sin siquiera merecerlo.

—¡Doctor! ¡Lo está agarrando de su dedo!

La enfermera a mi lado se sorprende ante el acto del pequeño. Acto que de inmediato, estremece al resto del personal, provocando que aquellos médicos que desde sus manos vieron partir a su madre, ahora achinen sus ojos en conmoción. Esbozando una amplia sonrisa debajo de sus barbijos quirúrgicos.

—Me quedaré con él, en la unidad de cuidados intensivos —declaro firme y decidido —. Debemos llevarlo ¡ahora!

Y cuando procedo a dejar que trasladen al pequeño que rehúsa a soltar mi dedo, me acerco y le digo en un suave susurro: —Estaré ahí para tí, cariño. No estarás solo, eso te lo prometo.

Pensando dentro mío "que mal por bien se ha hecho" ya que mi trabajo depende de un hilo, a nadie le importará que me dedique a velar por la recuperación del pequeñito. Así que lucharé con todas mis fuerzas por mantenerlo con vida mientras espero, pacientemente, mi despido.

























































MUERO DE AMOR POR SUS REACCIONES😭😍

GRACIAS POR LEER, VOTAR Y COMENTAR🥰

LOS AMITO MUCHO❤



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