"Difusa jornada"

<Mi noche sin ti es tremendamente aburrida😥 No sé como pude subsistir sin tenerte, anteriormente, a mí lado🥺 mi sexi pequeño😏>. Tecleo en el móvil entré emoticones dulces y otros con un toque de perversión.

Recibo a los pocos minutos su respuesta, reclamando que debo estar trabajando y no perdiendo el tiempo con él.

—¡Ay! Pequeño rubio malcriado, me tienes a tu merced —me confieso a mí mismo, recordando cada uno de sus gestos, sus palabras, los acordes que generan su sonrisa; perdiendo sus ojitos en dos líneas finas cuando algo lo sobrepasa de felicidad.

Me tienes tan ensimismado en ti, que creo imposible percibir como me siento, todo un puberto hormonal y enamorado a mis 33 años de edad.

Tantos años de luchar por conservar un status, una estirpe, una imagen de completo impoluto, que aterriza -de repente- entre mis brazos, un pequeño cuerpo todo seductor con apasionante carisma; y tiro todo por la borda hasta el límite de mostrar mis partes a quién las ose mirar.

Y no puedo dejar de sonreír recordando el fatídico momento con mis pantalones bajos y un jefe de enfermeros con ojos de rayos X, buscando -detalladamente- la imperfección entre los poros de la piel de mis cachetes.

En eso, resuena el timbre de mi móvil que tiene por destinatario "Mi pequeño y sexi rubio". Y la pantalla se ilumina con su mensaje acelerando mi corazón hasta el punto de sentir el latir de las venas de mi cuello <Mentira cariño😍 trabaja mucho pero piensa más en mí 🥺 Te extraño mi impoluto, aunque andes desnudo por ahí mostrando tus atributos😏>.

Y solo puedo sonreír con cara de enamorado ante sus palabras, es más, creo que hasta babeo. Él, es tan fresco y natural, que mi corazón da un vuelco -saltando dos latidos- al recordar la mirada que profiere cuando me observa con cierto brillo especial haciéndome sentir el hombre más afortunado del planeta...

Atontado en su recuerdo, tomo mi móvil para escribir la declaración que corta mi respiración <¿Te dije que te amo, pequeño?>.

Y siento el latir de mi pecho como maratonista en acción mientras -expectante- espero por su respuesta.

<Pero, yo te amo más>Recibo como respuesta en cuanto escucho por el altoparlante que se requiere de mi presencia en urgencias.

—Y aquí vamos... —me digo a mí mismo, exhalando un fuerte suspiro de valía en preparación para la jornada nocturna. Jornada que por lo visto, viene bastante movidita. Así que tecleo un rápido <Mentira pequeño, yo te amo más, pero debo trabajar, me llaman en urgencias> para luego bloquear la pantalla y acomodar mi vestimenta, saliendo rumbo a la sala de guardia y emergencias.

Al ingresar, me topo de lleno con el interno Kim Tae y enseguida activo mis defensas. No quisiera tener que ser más cortante de lo que soy, pero me genera una situación estresante acatarlo observando mis labios más de la cuenta o sentir -como quién no quiere la cosa- sus manos rozando mi cuerpo mientras se desentiende.

—¿Qué tenemos? —consulto en general. Pillando en mi mano la ficha de ingreso del paciente para luego dejarla y proceder a observar los ojos dilatados del mismo. Ojos que tienen una mirada desorientada —. ¿Señor? Soy el doctor Jeon ¿me escucha? —recibiendo -apenas- una reacción ante mis palabras para luego observar que direcciona su visión hacia mi persona. Pero cuando intenta hablar, no se le entiende nada ya que lo que emiten sus labios con confusos murmullos.

—Paciente de 44 años con un "aparente" accidente cerebro vascular isquémico. Presentó pérdida repentina de la sensibilidad de un lado del cuerpo, confusión, y mareo repentino, no había hablado hasta ahora —comenta el interno Kim a mi lado.

—Primero, necesito análisis completos de sangre para descartar anemia o colesterol —comento observando que -paulatinamente- disminuye su estado de desorientación.

—Enseguida doctor —dice el enfermero de turno.

—Pareciera un accidente isquémico transitorio más que uno cerebro vascular, ya que su desorientación está mejorando... ¿Señor, puede decirme cómo se llama? —el hombre me observa mientras trata de pronunciar su nombre con algo de dificultad —. Quédese tranquilo que lo vamos a tratar y va a mejorar, pero debemos hacerle unos estudios ¿Sí?

Aparentando un menor grado de desorientación, el hombre asienta con su cabeza. Entonces, me dirijo hacia mi equipo de turno par dar las nuevas directrices a seguir.

—Vamos a hacerle una tomografía computada, debemos encontrar el origen y la causa de sus síntomas. Y si mis sospechas son ciertas -y es un ataque isquémico transitorio- debemos tener especial cuidado éstas 48 horas posteriores porque puede tener una ataque isquémico inminente. Le daremos un anticoagulante para evitar la formación de los mismos y también quiero, un electrocardiograma.

—Enseguida doctor Jeon, presión arterial estable por el momento —comunica el enfermero.

Entonces, observo al médico interino Kim, quedando a mi lado y detallando mi cuerpo mientras firmo las autorizaciones. Y dándome la vuelta, lo enfrento y se las entrego —¡Atento a ésto, interno! Necesito que lo lleve a realizarse el estudio ¡ahora! —exijo con  elevada voz. Y entregando los pedidos de los estudios contra su pecho, anuncio —. Y le repito -una vez más- que deje de observarme de esa manera... O tomaré otras medidas —finalizo ésto último, en un susurro solo para que él lo escuche.

—¿Hay algún familiar del paciente por aquí? —consulto al enfermero que me indica que en la sala de estar, se encuentra un señor que arribó junto al enfermo.

—Jeon... —escucho mi llamado cuando estoy por direccionar mi cuerpo junto a una leve toma de mi brazo. Y me regreso demasiado impaciente para mí total agrado.

—A ver si nos entendemos, interno —comento sacando -nada sutil- su brazo de mi toma —. Para usted, soy el doctor Jeon, su superior. Pero déjeme aclararle otro asunto de paso, le exijo que no siga intentando seducir o coquetearme porque no estoy interesado. Y me imagino que a estas alturas, ya debe estar al tanto de mi actual relación con el doctor Park.   

Lo observo inhibirse en su espacio y le solicito que se ocupe de lo que debe. Luego, doy la vuelta en dirección al pasillo para así poder respirar mientras tecleo un <Te extraño pequeño, duerme bien> con mi celular.

Me arrimo a la sala de estar y pregunto por familiares del paciente según su apellido. Y observo que se acerca un joven hacia mí, completamente angustiado mientras limpia sus lágrimas y me consulta si el paciente se encuentra bien.

—Primero, debo saber que tipo de relación tiene usted con el paciente ¿Es amigo o familiar? Disculpe la intromisión, pero es por protocolo la pregunta.

Su angustia y su forma de cuestionar la recuperación, se asemejan a una desesperación amorosa...

—Somos amigos... Y justo estaba conmigo cuando le sucedió eso... —comenta, inclinando su cabeza mientras su lágrimas no dejan de cesar.

—Disculpe, pero debo avisar a un familiar directo, ¿usted se puede comunicar para avisarles del ingreso? —cuestiono algo dubitativo ante sus gestos. Y me acerco a su cuerpo, apoyando mi mano sobre su hombro para generarle calidez —. Estamos haciendo estudios en este momento, pero -por suerte- está estable. Ya recuperó parte del habla y su desorientación mejoró.

Él, me observa con su mirada llorosa. Y -repentinamente- me abraza agradeciendo mi accionar e implorando porque haga todo a mi alcance para salvar a su amor.

Y retirándose de mi cuerpo, le solicito que por favor se comunique con algún familiar directo. Pero que se quede tranquilo, que su amor está en buenas manos y haremos, todo lo que tengamos que hacer, para favorecer su mejoría.

Regresando a la guardia, me imagino la terrible situación de sentarte afuera urgencias esperando por saber que le pasa al amor de tu vida... Y de solo meditarlo, me estremezco hasta los huesos. Si le llegara a pasar algo a mí pequeño, creo que moriría...

En eso, tomo mi móvil leyendo la respuesta del hombre que puso mi vida de cabeza... <Me dices eso, y te extraño aún más cariño, necesito tus mimos para dormirme bien, así que no prometo eso... Te amo❤>

AMO ESTE PAR DE TÓRTOLOS😍

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LOS AMITO MUCHO❤