Capitulo 18

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𝐄𝐬𝐭𝐞 𝐜𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐢𝐞𝐧𝐞 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐞𝐧𝐢𝐝𝐨 𝐧𝐨 𝐚𝐩𝐭𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐭𝐨𝐝𝐨 𝐩𝐮́𝐛𝐥𝐢𝐜𝐨, 𝐨́𝐬𝐞𝐚 𝐭𝐢𝐞𝐧𝐞 𝐬𝐦𝐮t (coito), 𝐬𝐢 𝐧𝐨 𝐭𝐞 𝐠𝐮𝐬𝐭𝐚 𝐥𝐞𝐞𝐫 𝐞𝐬𝐭𝐞 𝐭𝐢𝐩𝐨 𝐝𝐞 𝐜𝐨𝐬𝐚𝐬 𝐭𝐞 𝐬𝐮𝐠𝐢𝐞𝐫𝐨 𝐬𝐚𝐥𝐭𝐚𝐫𝐭𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐞 𝐜𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨.

—Claro que no, pasa, ¿y qué llevas ahí?―preguntó Anne confundida por la visita de su vecina.

―Es un cuaderno de dibujo, Sasha quería aprender a dibujar y, en agradecimiento a lo que hizo, he decidido enseñarle.

―Me parece algo muy noble por tu parte, no os molestaré. A ver si aprende a hacer algo bonito con el lápiz además de morderlo cuando está nerviosa.

―No se preocupe, soy muy buena maestra.

―Bueno, pues sube. Su habitación está todo recto y a la izquierda.

Cuando Anne se halló frente a la puerta del cuarto de Sasha no llamó: simplemente entró, cerró y echó el pestillo.

Sasha, que estaba tumbada en la cama, soltó su libro y le preguntó extrañada:

―¿Qué haces aquí, Anne?―tras lo que quedó muda, ya que Anne se despojó de su abrigo dejándolo caer lentamente al suelo y mostrándole que no llevaba nada puesto.

Bueno, sí que llevaba algo: un lazo rojo estratégicamente colocado que le cubría ambos pechos, se perdía en su cintura y volvía a aparecer en su entrepierna formando un bonito lazo que ocultaba el triángulo de su entrepierna.

―¡Dios Anne, me vas a matar!―gimió Sasha mientras la veía acercarse hacia su cama.

―Esto es lo que querías por Navidad, ¿no?―preguntó decidida mientras se acercaba a su cama.

―Sí―confesó seriamente Sasha― A ti, sólo a ti.

A continuación se puso en pie y se dispuso a desenvolver su regalo.

Sasha tiró despacio del lazo y lo apartó con delicadeza de la zona más íntima de la chica con una de sus manos. Siguió desprendiendo el lazo de su cuerpo por su trasero, que acarició lentamente, al igual que los costados de su espalda, y subió hasta sus pechos, cuyos pezones ya estaban erectos.

Quitó el lazo de ellos haciéndola gemir por el contacto de sus manos y lo desprendió de su cuello, dejándolo caer al suelo.

Observó su cuerpo desnudo preguntándose por dónde empezar mientras ella reaccionaba excitándose ante su escrutinio. Sus pezones se endurecieron más aún, su entrepierna se humedeció ante la espera y ella, nerviosa, mordió sus labios preguntándose por qué no hacía nada, ¿es que no le gustaba lo que veía?

Sus preguntas no tardaron mucho en ser respondidas cuando Sasha se colocó tras ella, pegando sus nalgas desnudas junto a su erecto miembro, sólo separados por la tela del pantalón de Sasha. Mientras sus manos la sujetaban por la cintura, la castaña le susurró al oído:

―Verás, tengo un problema con los regalos de Navidad. Me gusta desenvolverlos poco a poco y, una vez les he quitado el envoltorio, me encanta jugar con ellos hasta hartarme.

―No... podemos... hacer... mucho ruido―señaló entrecortadamente Anne por culpa de una de las manos de la castaña que acariciaba tortuosamente uno de sus senos.

―Tendrás que controlarte―apuntó un sonriente Sasha junto a su oído mientras deslizaba la otra mano por su sexo y la oía gemir.

―Tu madre nos puede oír―gimió Anne al sentir cómo un dedo se introducía dentro de ella― Será mejor dejarlo para otro día―dijo entre grititos al sentir cómo su dedo entraba y salía de su húmedo interior y acariciaba lentamente su clítoris en el proceso.

―¿Creías que por tener a mi madre y a mi abuela en casa te librarías de mí?―se burló Sasha― Lo siento cielo, pero tú desnuda y en mi habitación es algo que nunca dejaría escapar―sonrió satisfecha frotando su miembro contra su trasero.

Las piernas de Anne temblaron cuando su mano comenzó a pellizcar sus pezones, acariciar sus senos, jugando con ellos despacio sin dejar en ningún momento de estimular su clítoris con la otra mano, cuyo travieso dedo entraba y salía de su humedad imitando el movimiento de sus embestidas.

Cuando Sasha introdujo dos dedos, fue Anne la que comenzó a mover sus nalgas impacientemente contra su duro miembro. La rubia continuó jugando con su cuerpo mientras besaba su dulce cuello y le arrebataba sollozos de placer una y otra vez.

Sasha, excitada, comenzó a relatarle todas las cosas que le haría a su apetitosa amante, y la castaña se humedeció más, haciendo que los dedos de ella profundizaran en su interior.

Sasha los sacó lentamente acariciando de nuevo su clítoris y haciéndole mover las caderas violentamente sobre su mano en busca de la liberación.

Cercana al orgasmo, Anne miró a Sasha asustada sin saber cómo acallar sus gemidos de placer. Sasha subió la mano que cubría sus pechos y tapó su boca con ella, luego le susurró al oído:

―Tócate los pechos para mí, date placer mientras te acaricio...

Anne se sonrojó y la miró confusa, pero cuando ella alejó sus dedos de su interior, protestó contra su mano y comenzó a acariciarse como le había enseñado. Se acarició despacio uno de sus pezones con la mano y luego lo pellizcó retorciéndose de placer; la castaña volvió a mover sus dedos en su húmedo interior llevándola al límite.

Ella se arqueó inquieta contra su cuerpo sin poder dejar de moverse contra su mano y acariciándose cada vez más apasionadamente, próxima al orgasmo.

Su otra mano agarraba el fuerte antebrazo de Sasha para no caer sobre sus piernas temblorosas, y el brazo de la castaña acariciaba sin proponérselo su otro pecho, estimulando su pezón y haciéndola estremecer.

La castaña aumento el ritmo de sus caricias y la castaña estimuló más hábilmente sus pechos moviéndose desesperada contra la mano de Sasha, sin dejar de notar en sus nalgas desnudas la potente erección.

El orgasmo hubiera sido escandaloso si su boca no hubiera estado acallada por una decidida mano que apagó sus gritos. Su cuerpo se retorció entre los brazos de Sasha durante un rato hasta que finalmente, entre gemidos, terminó.

Anne se desplomó entre los brazos de Sasha, exhausta, y la castaña la llevó a su cama. Se desnudó y rebuscó entre sus cosas hasta dar con su regalo.

―Toma, es para ti―dijo Sasha tendiéndole una bonita caja blanca envuelta con un lazo rojo.

Anne la miró sorprendida y mientras abría la caja comentó:

―¿Qué es? ¿Algún juguete pervertido?

Luego contempló los hermosos zapatos de ante, rojos, con el pequeño adorno de un falso rubí en la punta, y corrió extasiada a probárselos ante el espejo sin importarle estar desnuda.

Cuando le preguntó a Sasha como le quedaban, ésta estaba tumbada boca arriba en la cama con su erección expectante, devorándola con los ojos a la vez que se ponía un condón y le señalaba:

―Arriba.

Anne se acercó excitada hacia su enorme erección, decidida a montarla.

―Deja que me quite los zapatos, no quiero estropearlos.

Sasha negó con la cabeza y le volvió a indicar que se sentara sobre ella.

Anne se aproximó, provocadora, menando sus caderas, se subió lentamente encima y poco a poco la introdujo en su húmedo interior, haciéndole gemir mientras descendía por su firme miembro.

―Después de todo, sí era un juguete pervertido―susurró Anne en su oído mientras marcaba un ritmo a su cabalgada.

―Contigo cualquier cosa puede llegar a ser un juguete pervertido―gruñó Sasha apremiándola a ir más rápido cogiéndola de las caderas; inclinó su cuerpo hasta poder deleitarse con su sensibles pechos, chupándolos, acariciándolos, mordiéndolos.

La oyó gemir desesperada y la vio moverse descontrolada encima de su cuerpo, pero eso no le bastaba, así que una de sus manos se dirigió a su sensible clítoris y lo acarició mientras ella la montaba cada vez con más pasión, hasta que finalmente fue Anne la que tapó la boca de ambas acallando los gritos de éxtasis mientras arqueaba su cuerpo a la vez que se convulsionaba teniendo un segundo orgasmo de lo más memorable.

Sasha embistió con fuerza al sentir como ella se contraía contra su miembro haciéndola derramarse en su interior.

Sasha disfrutó unas buenas horas de su regalo hasta que éste se fue y la abandonó.

Cuando despertó después de haberse quedado dormida con ella entre sus brazos, únicamente encontró una nota, pero ésta le sacó una sonrisa. En ella venían anotados dos puntos de la famosa lista:

5. Que me defienda de todos los matones del mundo.

8. Que siempre sepa cuál es el regalo perfecto y cuando debe dármelo.

Al final de la misma, ponía como advertencia:

«¿Estás segura de que quieres seguir intentándolo?»

Sasha llena de felicidad, tachó de su copia de la lista lo que había conseguido y guardó la nota de Anne ante posibles reclamaciones.

Luego bajó a ver a su madre y a su abuela dispuesta a mantener la pésima coartada de Anne.

―Qué quieres que te diga, hija, a mí esta rana me parece una vaca. ¡Pobrecita! Con lo ilusionada que bajó comentándome las mejoras que habías hecho.

―Bueno, mamá, he mejorado mucho.

―Pues entonces no quiero saber a lo que se asemejaba antes esta rana―bromeó Anne tirando el dibujo―. Definitivamente, hija mía, el dibujo no es lo tuyo.

―Pero lo será mamá, lo será―comentó Sasha alegremente a la vez que besaba y abrazaba a su madre antes de marcharse de la cocina.

Cuando las vacaciones de Navidad terminaron, Anne volvió a huir de ella afirmando que sólo había cumplido con su apuesta, pero la castaña simplemente sonrió.

Había podido llegar a parecerse un poco al hombre de su lista y ella siempre se rendía entre sus brazos, la vida era maravillosa y ella lograría ser todo lo que la morena deseara y más.

Al final de ese año Sasha recibió la propiedad de una casa destartalada en un terreno apartado del pueblo junto al lago, de parte del señor Boonchuy. Intentó rechazarlo, pero, tras varios intentos fallidos, finalmente con sus ahorros comenzó a realizar las reformas de lo que según ella sería el futuro hogar de Doña Perfecta.

Antes de marcharse de nuevo a la universidad recibió una carta de Anne en la que ella le preguntaba si quería continuar aspirando a cumplir con la lista, recordándole jocosamente que a lo largo de un año sólo había conseguido dos cualidades.

Anne, por su parte, recibió un misterioso paquete de parte de Sasha. Cuando estuvo a solas en su habitación, lo abrió y observó confusa su interior, donde había un gran lazo azul y una nota que decía:

«Sólo me quedan ocho.»

«PD: Ya sabes lo que quiero para mi cumpleaños.»

Anne miró la nota con enfado y la hizo trizas junto con el lazo.

Sasha estaba loca si creía que eso se iba a volver a repetir: todo había sido un error, un grave error.

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