Capitulo 19

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Con veintidós años, apenas faltaba uno para que Sasha finalizara sus estudios en la universidad. Los ojeadores cazatalentos ya llamaban a su puerta para posibles fichajes profesionales y tenía ante sí un futuro brillante lleno de fama y fortuna haciendo lo que más le gustaba, jugar al fútbol. Sus calificaciones no eran espectaculares en la simple carrera de Ciencias Audiovisuales que estaba cursando, pero los profesores pasaban mucho la mano a los deportistas

Su futuro se anunciaba maravilloso hasta que en un partido todo terminó repentinamente con el violento placaje de una rival que la llevó a sufrir una terrible lesión en la rodilla. La sacaron del campo en camilla y la llevaron al hospital, donde la sedaron, por lo que apenas se enteró de nada hasta que volvió a abrir los ojos y el dolor comenzó a atormentarle.

La fría habitación blanca la agobiaba, la asfixiaba.

Mientras intentaba respirar entre esas cuatro paredes, Sasha fijó su vista en su vendada e inmóvil pierna. Tocó el timbre desesperado preguntándose cuál era su lesión y cuánto tardaría en volver al campo. A cada segundo que pasaba sin recibir respuesta, se temía lo peor.

Unos minutos después, que le parecieron horas, entró una enfermera y Sasha le preguntó por su médico: quería hablar con él sobre cuándo volvería a jugar. Al percatarse de como la enfermera esquivaba su mirada y sus preguntas, lo supo sin lugar a dudas: su brillante futuro había desaparecido ante sus ojos a tan sólo unos días de la gloria.

Pasó varios días en el hospital, donde recibió las visitas de sus familiares y amigos. Como una autómata, debido a su estado de postración y a no poder ir a ningún sitio, su mente se retraía evitando la realidad.

Únicamente podía rememorar una y otra vez la conversación que había mantenido con el médico.

En unos meses y con dura rehabilitación podrás volver a caminar, incluso a correr―anunció un doctor de mediana edad que cargaba con su expediente.

―¿Podré volver a jugar profesionalmente?―planteó emocionada ante la buena noticia.

Lo siento, pero has sufrido una lesión muy grave para un deportista profesional: rotura total de los tres ligamentos de la rodilla, la llamada tríada. Los tres ligamentos se han roto por completo, y la operación de reconstrucción no los deja perfectos. Si vuelves a jugar, no será profesionalmente.

Pero tengo muchos equipos profesionales interesados en mí, ¡no puede pasarme esto ahora! ―se quejó―. Seguro que en un año volveré al campo, ¡necesito poder jugar!

Puedes intentarlo―declaró el médico―, pero esto lo he visto ya muchas veces. En cuanto vuelvas al campo, se te puede reproducir la lesión. Tienes alta probabilidad de que eso ocurra, pues la zona ya está dañada y, por otra parte, no hay muchos equipos que se arriesguen a contratar a una novata con esa carga. Si ya fueses profesional, tal vez habría posibilidades, pero en tu caso...

Entonces, ¿qué hago? ¿Me rindo? ¿Tiro todo mi futuro por la borda por una estúpida rodilla? ―exclamó al médico una enfurecida Sasha.

Alégrate de que la lesión no haya sido más grave de lo que es, lucha por recuperarte y más adelante ya veremos si puedes intentar volver al mundo profesional.

Tras estas palabras, el doctor la dejó sola, sumida en sus pensamientos.

Para qué luchar...―susurró en voz baja mientras derramaba en silencio lágrimas de dolor por lo perdido.

Cuando Anne volvió ese año de la universidad se extrañó al no ver a Sasha en casa de su abuela. Preocupada, preguntó a sus hermanos, quienes, a pesar de no ir a la misma universidad que ella, eran amigos inseparables de la vecina.

Después de los abrazos y besos que recibía todos los años al retornar a casa, se sentó en el porche con una deliciosa limonada junto a Sprig y Polly.

Ellos permanecían tensos, a la espera de sus preguntas, parecían no querer contarle lo que sucedía, ya que evitaban continuamente su mirada.

¿Dónde está Sasha?―inquirió finalmente Anne, sus hermanos se miraron entre ellos, decidiendo quién sería el que daría la mala noticia, y fue Sprig el que comenzó a contestar a sus cuestiones.

Sasha tuvo una lesión a principios de verano. Está bien―añadió Sprig al ver como su hermana se disponía a levantarse para ir en su busca―, pero no creen que pueda volver a jugar profesionalmente.

¿Y eso qué más da? Lo importante es que esté bien y se esté recuperando, porque se está recuperando, ¿verdad?

Físicamente puede, pero...

Pero psicológicamente está hecha una mierda―acabó Polly por su hermano.

¿Por qué? No lo comprendo; no tendrá una carrera brillante pero aún puede terminar la universidad y centrarse en su futuro.

No lo entiendes, Anne: ése era su futuro, las notas de Sasha son pésimas y sin la perspectiva de contar con una buena futbolista, la universidad pronto se deshará de ella.

¡Pero eso no es justo! Ella es muy inteligente, seguro que puede finalizar su carrera y hacer algo.

No quiere hacer nada, se ha rendido―comentó Sprig apenado.

¡Tengo que ir a verla!―exclamó Anne decidida mientras se incorporaba, pero las apesadumbradas palabras de su hermano Polly la detuvieron.

No nos permitió entrar, Anne. Sprig y yo cogimos dos autobuses para poder ir a verla. Cuando llegamos al fin, la enfermera nos negó la entrada. Después de discutir con medio hospital supimos que ella no deseaba ver a nadie, eso también nos incluía a nosotros.

Si quieres saber más de ella, tal vez deberías ir a hablar con la señora Waybright. Está muy sola desde que su hija se marchó para cuidar de su nieta, y parece ser que las 112 noticias que le dan no la animan demasiado―indicó Sprig, abatido por el destino de su amiga.

Anne se levantó dispuesta a ir en busca de Angelica cuando la mano de Polly la detuvo.

Si averiguas algo, cuéntanoslo. Estamos muy preocupados por nuestra amiga.

Note preocupes, averiguaré algo―prometió ella sonriente mientras se dirigíacon decisión a casa de los Waybright. Emma vio a la joven de los Bonnchuy desdela silla de su viejo porche. La saludó alegremente con la mano mientrasesperaba su visita, porque ella sabía que esa jovencita iría a preguntar por sunieta, una nieta a la que ya apenas reconocía. La vida la había golpeado, peroella no parecía sacar fuerzas para seguir luchando. Según la ojiazul, no teníaninguna razón para levantarse de esa cama de hospital que, a cada día quepasaba, parecía tragarse un poco más su vitalidad

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