twelve

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Oh. Dios. Mío. Sus palabras dispararon una emoción caliente que bajó por mi columna. Una sensación que sólo aumentó cuando sus labios sofocaron los míos. Situó su cuerpo entre mis muslos y me maravilló la forma en que encajaba allí, tan natural, tan correcto. Sus manos seguían por debajo de mis boxers. Por mucho que el toque envió una sacudida de chisporroteante conciencia a través de mí, también creció un escalofrío de pánico en mi interior. Gimiendo contra su boca, mis dedos se cerraron alrededor de su muñeca y tiraron.

Él obedeció, deslizando su mano fuera de mi ropa interior, e instantáneamente me invadió una sensación de calma. Quiso decir lo que había dicho antes. No haría nada que yo no quisiera. Este conocimiento me dio una mayor sensación de poder. Podía hacer cualquier cosa. Besarlo. Tocarlo. Explorarlo como deseaba, sin miedo a que pudiera exigirme más de lo que quería dar.

La última de mis reservas se desvaneció. Pasé mis manos por su cabello. Era como seda contra mis palmas. Sentí la forma de su cráneo, la delicada piel de su nuca. Profundicé nuestro beso, empujando mis labios más duro contra él, saboreándolo con mi lengua. Gimió en aprobación, murmurando—: Me gustan tus manos sobre mí.

Y a mí me gustaba sentirlo, también, deleitándome con la libertad de hacerlo, sintiendo toda esa piel lisa sobre los duros músculos y los tendones. Mis palmas patinaron sobre sus anchos hombros, bajando y subiendo por la pendiente de su espalda, amando la textura de su cabello.

—Mierda, eres dulce. —Se apretó contra mis labios toscamente, su mandíbula flexionada bajo mis dedos.

Deslizó sus manos debajo de mí, agarrando mi trasero y restregándose contra mí. Sentí su erección. Su dureza, su forma excitada. La necesidad se apretó profundamente dentro de mí. Comenzó un lento balanceo y yo liberé mis labios, respirando entrecortadamente. Su aliento llenó mi oreja, tan áspero como el mío.

Sacó una mano y la colocó entre nosotros, frotando entre mis piernas. Grité, deslizando mis caderas hacia arriba contra la presión de sus hábiles golpes. Deslizó su palma sobre la tela de los boxers, aumentando la presión con cada deslizamiento. Comencé a temblar. Agarrando sus brazos, sacudí las caderas contra él.

—Oh, Dios. —OhDiosOhDiosOhDios. Cerré los ojos y me mordí el labio para evitar ser muy ruidoso. Estaba haciéndome venir. Solo así. Tan fácilmente.

—Déjate ir. Está bien —dijo con voz rasposa—. Quiero escucharte.

Solté mi labio y dejé escapar el sonido. Grité fuertemente, arqueándome debajo de él, empujando mis caderas hacia arriba y hacia abajo frotando más rápido mi miembro contra su mano. Ni siquiera soné como yo. Cerré los ojos ante el insoportable dolor. Mi letanía interna brotó de mis labios.

—¡OhDiosOhDiosOhDios!

Una baja y áspera risita salió de él, rozando mi cuello desnudo. Su cabeza se inclinó y su boca se cerró sobre un pezón. Puntos brillantes explotaron detrás de mis párpados. Grité, mis uñas clavadas en sus hombros. Me sacudí en sus brazos, recorrido por temblores. Me quedé flojo, mi cuerpo sin huesos.

Me bajó y se acurrucó a mí alrededor, abrazándome por detrás con su cuerpo más grande. Su erección aún seguía ahí, pinchando mi trasero, recordándome que él no había alcanzado su propia liberación.

Cuando las deliciosas sensaciones desaparecieron de mi cuerpo, aumentó la incomodidad. Me mantuve inmóvil por un momento, pensando, preguntándome qué decir.

¿Qué dice alguien después de su primer orgasmo? ¿Puedo tener otro, por favor? Volví mi cara hacia la cama, amortiguando el resoplido de mi propia broma.

Él se levantó, y yo me quedé quieto en la cama, jugueteando nerviosamente con la tela de la almohada, debatiendo cómo debería manejar este momento. Hubo un suave chasquido y la habitación se sumió en una oscuridad palpitante. Oí un crujido y luego sentí una manta suave sobre mí. Él regresó, deslizándose debajo de la manta, su fuerte brazo envolviéndose alrededor de mi cintura, tirándome contra su pecho. Los minutos pasaban mientras esperaba que ocurriera algo. ¿Esa era la parte en la que trataba de empujarme a tener sexo? Su erección aún seguía allí, recta detrás de mí, distrayendo y emocionando, devolviendo de nuevo a la vida mi erección. Apreté los muslos, presionándolos firmemente en un esfuerzo por evitar que volviera aparecer, era doloroso pero tenía que controlarme.

Nada. Ni una palabra. Ni un movimiento.

Su erección se volvió menos insistente y finalmente su pecho se pasó a moverse con un ritmo constante contra mi espalda. Increíble. Realmente se había dormido.

Me mantuve tenso como una tabla en sus brazos. Dudaba que alguna vez pudiera dormir.

Ese fue mi último pensamiento antes de que la oscuridad me envolviera.

Me desperté con mis piernas enredadas con otras un poco más largas. Una definitiva primera vez.

Mi cara ardió, y varias otras partes de mi cuerpo, mientras los recuerdos de la noche anterior me inundaban. Me tensé al instante, todos mis sentidos en alerta, elevándose, escuchando, sintiendo mí entorno. Aspiré y atrapé el aroma almizclado de la cama de cedro, y algo más. Algo ya familiar. Era él. Conocía su olor. El jabón, el almizcle y la sal de su piel. Nunca había conocido el olor de otra persona antes. Bueno, salvo por mamá y la abuela. Abuela era una combinación de detergente y Bengay. No un olor desagradable. Mamá era humo de cigarrillo y alcohol barato.

Giré la cabeza en la almohada y eché un vistazo hacia mi derecha. Un azul turbio inundaba la sala, filtrándose por las persianas. Lo estudié a la pálida luz del amanecer. Dormía con un brazo por encima de su cabeza, el otro tirado descuidadamente hacia un lado. Por lo menos no me abrazaba como si fuera su almohada favorita. Era libre.

Con la guardia baja parecía aun más joven. Mi palma picaba por tocar su rostro, por sentir el roce de su piel contra la palma de mi mano. Tenía una vista sin restricciones de la tinta que se deslizaba a lo largo de su torso, moviéndose sobre sus músculos y tendones finamente cortados, deteniéndose solo un par de centímetros por debajo de su axila. Miré las palabras a la tenue luz. Llévame a la roca que es más alta que yo. ¿Era bíblico? Mi frente se arrugó, más confundido que nunca porque esas palabras tuvieran de alguna manera un significado especial para él. Lo suficiente como para grabarlo permanentemente en su piel. Eso reveló una nueva faceta de él, más suave, más profunda, que nunca sospeché que existiera.

Suprimiendo la necesidad de tocarlo, desenredé mis piernas de las suyas y me bajé de la cama, escaneando rápidamente el suelo y encontrando mi camiseta y pantalón en una bola a varios metros de distancia.

Mientras me vestía, lo miré, seguro de que se despertaría y fijaría esos ojos ahumados en mí en cualquier momento. Mi corazón latía a un ritmo salvaje en mi pecho mientras me ponía mi último zapato, rebotando ligeramente sobre mi otro pie.

De pie, saqué cuidadosamente mi teléfono de la cama y retrocedí, haciendo una pausa en la parte superior de las escaleras. Mi mirada recorrió cada centímetro de él, enrollado en las sábanas como si fuera el sexy sujeto de algún tipo de campaña de colonia. Tomé una respiración con mi pecho demasiado apretado.

Con una mano apoyada en la pared para no caerme, me atravesó un intenso alivio porque él no hubiera despertado. Pero eso no fue todo lo que sentí. La inquietud se deslizó a través de mí, anidándose en la boca de mi estómago, como ácido burbujeante. De algún modo, se sentía mal escapar de esa manera. Sin decir ni una palabra. Como un ladrón en la noche. Una traición. Lo que era una tontería. Los ligues de una noche pasaban todo el tiempo. Sin condiciones. Sin compromisos. Y no era como si hubiéramos tenido sexo. No necesitábamos mirarnos fijamente el uno al otro y sufrir una conversación incómoda llena de mentiras y promesas de llamar. No se trataba de eso. Él sabía por qué le seguí hasta aquí anoche. Por qué bajé la guardia y me dejé hacer todas esas cosas increíbles por él. Ambos lo sabíamos. No era un chico por el que tuviera que preocuparse porque se quedara y se convirtiera en una molestia, encaprichado y desesperadamente convencido de que él sería el amor de su vida.

Aun así, permanecí inmóvil, discutiendo conmigo mismo, convenciéndome de que estaba bien irme. No me podía imaginar despertar a la luz brillante de la mañana con la noche anterior entre nosotros. ¿Qué podría decir? Tenía todo por lo que había venido. Y él... fruncí el ceño, repentinamente inseguro de lo que había obtenido de esta experiencia. No había dormido con él. Ni siquiera había...

Mis mejillas ardieron, lo que sólo demostraba lo inexperto y torpe que era todavía. Ni siquiera podía completar el pensamiento. No debería sonrojarme ante mis propios pensamientos, y sin embargo, ahí estaba yo, mi cara ardiendo simplemente por pensar en lo que él me había hecho y que luego tuviera que devolverle el favor.

Aparté la mirada de él y bajé tranquilamente las escaleras, enviándole a Jisung un mensaje para que viniera a recogerme. Necesitaba ir a casa, de todos modos. Tenía trabajo hoy. Y tenía que estudiar.

Hice una mueca. ¿En verdad me encontraba alimentando mis excusas? ¿Como si no supiera la verdad?

Como si no estuviera corriendo asustado.

Al instante en que me metí en el coche de Jisung, comenzó la inquisición y continuó todo el camino de regreso al dormitorio. Aparentemente, no iba a tener ninguna tregua. No es que esperara que pudiera mantener algo de la noche pasada para mí.

Jisung cayó sobre mi cama cuando entramos en la habitación No se había molestado en cambiar sus pantalones de pijama y su camiseta rosa. Pateó sus pantuflas y metió los pies debajo de la cama.. Su rostro se encontraba reluciente y limpio.. Se veía adorable y más cerca de los quince que de los veintitrés.

Negó con la cabeza hacia mí, y había un toque de temor en el movimiento.

—Nunca pensé que te vería venir a través de esa puerta a las siete de la mañana después de enrollarte con alguien. Quiero decir, he hecho un montón de paseos de la vergüenza, ¿pero tú? Nuh-uh.

Agité una mano. —Por favor.

Levantó la cara y gritó hacia la habitación de al lado—: ¡Jeongin! ¡Ha vuelto! —Sus ojos brillaban intensamente con aprobación—. Siento que tenemos que ir a comer panqueques o algo para celebrar.

—No es mi cumpleaños, Jisung

—Uh. —Una de sus oscuras cejas se elevó—. De algún modo lo es.

Jeongin se arrastró en la habitación, con aspecto de que había estado despierto por un rato. Siempre fue un madrugador. Me miró de arriba abajo como si estuviera buscando signos de lesión.

—¿Estás bien?

—Sí. Bien. —Asentí.

—Te dije que se encontraba bien —dijo Jisung. Su mirada volvió a mí—. Él se sentía preocupado. Ese mensaje... lo mandó él, ¿cierto?

Asentí de nuevo.

Él sonrió. —Dios. Eso fue tan caliente.

Sonreí débilmente, dejándome caer en la silla. Jeongin se sentó en la cama, empujando a Jisung.

—Bueno. Diablos —exigió Jisung—. ¿Cómo fue? ¿Cómo estuvo él?

—Fue... —Mi voz se desvaneció, incómodo de repente de compartir, y eso me dejó un poco confundido. Fue sólo una conexión. No se suponía que fuera algo especial. De acuerdo, cubrí las bases uno, dos y tres en mi experiencia libre de bases. Eso fue especial. Cierto. Pero Christopher... nosotros... bueno, no hubo nosotros.

Mis amigos me miraban, expectantes.

—Fue agradable —terminé—. Él estuvo... estuvo agradable.

Jisung se estremeció. —¿Agradable?

—Hmm. —Asentí de nuevo.

—¿Así de malo? —chasqueó la lengua—. Lo siento.

Parpadeé. —¿Qué? No. No. Estuvo fantástico. Él... —Fracasé de nuevo.

Jeongin me estudió cuidadosamente.

Jisung me lanzó una pequeña almohada. —Agradable es un código para una mierda. ¡Ahora ya, dinos!

—Jisung, no quiere.

Jisung miró a Jeongin con una expresión desconcertada. —Oh, vamos. Esta fue su primera conexión. Y él es sexy. —Su mirada se volvió de nuevo hacia mí—. No puedes guardártelo. —Sus ojos se abrieron como platos. Se inclinó hacia delante, su voz decayendo a un susurro—. Ohhh. ¿Lo hicieron? —sus dedos hicieron un pequeño y divertido baile que terminó con ellos entrelazándose.

—¡No! —Le tiré la almohada de regreso.

La atrapó con una sonrisa. —Bueno, danos algo, entonces.

—Basta decir que delante de ti se sienta un chico mucho más experimentado.

Él dejó escapar un suspiro pesado. —Está bien. No vas a darnos nada jugoso. ¿Puedes al menos decirnos si vas a verlo de nuevo, o te sientes adecuadamente educado ahora?

Fue como si su pregunta desencadenara mi necesidad de correr. Me levanté de la silla y me moví para recoger algo de ropa limpia. Tenía que estar en el trabajo en una hora.

—Um. No estoy seguro. —Repasé mi selección de pantalones de trabajo color caqui, apartando los ojos.

—¿No lo sabes? —Un toque de preocupación tiñó la voz de Jeongin—. No me digas que te rechazó esta mañana. Qué idiota.

Alcé los hombros en un gesto incómodo. —Ah, él podría haber estado durmiendo todavía cuando me escapé.

—¿Qué? —La voz de Jisung salió como un chillido—. De ninguna manera. ¿Va a despertarse en una cama vacía?

Enfrenté a mis amigos de nuevo, con mi ropa y lo necesario para una ducha en la mano.

—Sí. —Incluso yo detecté la incertidumbre en mi voz.

Jeongin y Jisung se miraron.

—¿Estuvo tan mal? —susurré.

—Un poco duro, Seungmin. —Esto vino de un chico que nunca pasaba la noche con alguien más al menos que el quisiera.

—¿Por qué? —Los miré inquisitivamente, mi estómago revolviéndose incómodamente.

—¿Ni siquiera un adiós? —preguntó Jeongin.

—Guau —murmuró Jisung—. No te tomé por el tipo de chico de "úsalos y déjalos".

Mi cara enrojeció. —No fue así.

Jeongin me miró con simpatía. —Eso es lo que él va a pensar cuando se despierte.

Me mordí el labio, la agitación hirviendo en mi estómago. —No quería enfrentarme a él. Y no —mi mirada saltó hacia Jisung—, no porque hubiera estado mal. Sólo me sentía avergonzado, supongo.

—Estará bien. Probablemente no lo pensará dos veces —me aseguró Jisung, y realmente me molestó un poco. Yo era una contradicción andante. No quería que él se sintiera menospreciado, pero tampoco me gustaba la idea de que no le importara que hubiera desaparecido de su cama. Agh. Esto era confuso como el infierno.

Sacudiendo la cabeza, me dirigí a la puerta. —Tengo que ducharme para ir al trabajo.

—Oye, incluso si se siente ofendido, es un buen cambio. Deja que e se sienta abusado por una vez —gritó Jisung.

—Gracias —agregué por encima de mi hombro, preguntándome en qué me había convertido. ¿Cuándo me había vuelto un chico que se enrollaba con un camarero caliente y luego lo abandonaba antes de que despertara? Se sentía de mal gusto. Demasiado como el pasado del que huía.

(...)

Era casi la una de la madrugada cuando los Shin llegaron y me pagaron la noche. Al conducir por esa solitaria carretera rural no pude evitar pensar en Christopher. Sobre todo mientras pasaba por el punto en el que mi coche se había ahogado y muerto. Donde nos conocimos.

Mi teléfono sonó, el cual estaba en mi portavasos. Una rápida mirada reveló que era Jisung. Contesté, manteniendo una mano cuidadosamente en el volante.

Inmediatamente, el fuerte ruido de las voces y la música a todo volumen me saludó.

—¿Hola? —dije en voz alta.

—¿Has terminado ya? —Su voz llegó de nuevo fuerte en mi oído, con un tono exasperado—. Trabajas demasiado, chico.

Esto viniendo de él chico que nunca tuvo que trabajar. Rodé los ojos. —Sí. Estoy de camino a casa.

—¡Encontrémonos! Estoy con Jinwoo.

—No, está bien. Me dirijo a casa.

—¡Hay una mierda de fiesta! Quien-tú-sabes está aquí.

Mi pecho se apretó con burla cantarina. —Está bien. Estoy cansado.

—¡Poco convincente! Vamos. ¿No quieres ir a por otra ronda con él? Se ve realmente caliente... y deberías ver a esta perra poniéndose en evidencia para conseguir su atención en este momento. ¡Tienes que estar aquí y reclamar a tu chico!

No me molesté en explicar que él no era mió. Claramente, Jisung se había lanzado un poco demasiado esta noche. Dudaba que registrara las palabras, siquiera. —¿Conducirá Jinwoo?

—Sí, mamá. Y él está seco como un silbato. Su identificación fue confiscada la semana pasada por un guardia de seguridad. —Se echó a reír. Oí a Jinwoo en el fondo insultarlo.

—Sé bueno —dije—. Voy a colgar ahora.

Jisung comenzó a hacer sonidos de abucheos. Sonriendo, colgué. Todavía sonreía cuando entré en los límites de la ciudad. La sonrisa se me escapaba mientras las palabras de Jisung se reprodujeron otra vez en mi cabeza. Todo lo que podía ver en mi mente era a Christopher sirviendo bebidas mientras lo adulaban. De repente, ya no conducía hacia casa.

Sin un objetivo claro en mente, me dirigí hacia Mulvaney's.

Mulvaney's estaba lleno como de costumbre, pero había una gran cantidad de personas que ya se marchaban, dirigiéndose por las puertas hacia la noche oscura y fría. Eché un vistazo a mi teléfono, confirmando que faltaban tan sólo treinta minutos hasta el cierre. Probablemente habían anunciado la última llamada. Sabía que era una especie de sin sentido llegar tan tarde, pero aquí estaba yo. Fuera de lugar en mi enorme sudadera de la universidad, pantalones color caqui y zapatillas de deporte. Muy lejos de lo que se vestía cuando sales de fiesta. Pero no me importaba. No estaba aquí para ser recogido ni impresionar a nadie. Y aun así tampoco pretendía estar aquí por Jisung. Amaba al chico, pero no estaba de fiesta con él y Jinwoo. Yo sólo quería verlo. No necesitaba que me viera. En realidad, no quería que él se fijara en mí en absoluto. Verlo era una especie de deseo profundo y obligatorio que tenía que alimentar.

Me mantuve alejado de la barra y localicé a Jisung, justo en el medio de un grupo de chicos. Naturalmente. Él alzó las manos en el aire y gritó cuando me vio. Arrojó sus brazos alrededor de mi cuello y me abrazó como si no me hubiera visto en una semana y no sólo esta tarde.

—Eres un borracho cursi —murmuré en su oído, incómodo con la atención que atraía hacia mí.

Se echó hacia atrás y agitó un dedo hacia mí. —No estoy borracho.

Miré a Jinwoo, que se encontraba claramente sobrio y pareció molesto sobre ese hecho. —Sí, él ha bebido un poco de más.

—Bien, bien, bien, bien. Este es el trato. Este es el trato. —Oh, sí. Definitivamente borracho. Siempre se repetía a sí mismo cuando había bebido mucho. Agitó ambas manos en el aire—. Lo acabo de ver en la barra. —Hice una mueca por su volumen. Incluso por más fuerte que la habitación sonara, su voz se elevó por encima del estruendo.

—Shhh. —Arrastré sus dos manos hacia abajo, pero continuó hablando con esa voz demasiado alta.

—He estado manteniendo un ojo sobre él, sin embargo. ¿Y esa perra en el top rojo? Quería cuidarlo de ella por ti, pero Jinwoo aquí no me dejó.

Disparé a Jinwoo una mirada de agradecimiento. —Creo que es hora de que vayamos a casa.

Jinwoo hizo un solo gesto de acuerdo. Los chicos cercanos gimieron con decepción. Jisung se unió con sus gemidos y señaló ampliamente.

—Oww. Ellos quieren que me quede.

—Estoy seguro de que lo hacen. Lo siento, chicos. —Deslicé un brazo por la cintura de Jisung.

A medida que avanzábamos a través de la planta principal, no podía detenerme. Mi mirada saltó al extremo de la derecha, explorando la barra. No vi a Christopher. Un vozarrón gritó la última llamada, y más cuerpos comenzaron a moverse hacia la puerta trasera. Nos movimos lentamente, atrapados en la corriente.

La voz de Jisung me sacudió, demasiado ruido en mis oídos. —¡Oh! ¡Oye! Hola, Christopher. Mira, Seungmin. Es Christopher.

Mi mirada fue hacia adelante. Christopher se paró frente a nosotros, mirándome con una expresión vacía.

—Hola —le dije en voz baja.

Su mirada me recorrió y me recordó la forma en que me veía. Pelo desordenado. Sudadera manchada con puré de manzana. Impresionante.

—¿Qué estás haciendo aquí? —No era el saludo más cordial. ¿Tenía prohibida la entraba al bar ahora?

Un incómodo silencio cayó entre nosotros, que solo fue más evidente porque no había tanto ruido rodeándonos. Pero allí estábamos, sin decir nada. Moví los pies, muy consciente de las miradas ávidas de Jisung y de Jinwoo balanceándose entre nosotros como si estuvieran viendo un partido de tenis.

—Yo... ¿No debería estar aquí? —Al instante me arrepentí de la pregunta. Realmente no quería oírle proclamar que no era bienvenido aquí, y la decidida falta de calidez en su mirada me dijo que eso es lo que iba a hacer.

Cruzó los brazos sobre el pecho. Las mangas de su camisa se tensaron contra su piel. Algo se agitó dentro de mí mientras recordaba cómo se sentían de apretados esos brazos bajo mis dedos.

Me miró de nuevo y mis mejillas se calentaron aún más, recordando que él sabía exactamente cómo me veía por bajo de mi ropa.

—Por lo último que recuerdo, tenías prisa por salir de aquí. —Inclinó la cabeza hacia un lado y continuó—: ¿O era sólo de mi cama de donde tenías prisa por escapar?

Aspiré una respiración sibilante.

—Ohhh. ¡Maldita sea, Seungmin! —Miré a Jisung. Él se encogió de hombros y me miró como disculpándose—. Te dije que fue duro.

¿De verdad acababa de hacer eso? Mi mirada volvió de nuevo hacia él. Y ¿en serio acaba de decir eso?

—Oye. Está bien. —Levantó una mano, con la palma hacia fuera—. Quiero decir, sabía que estaba siendo utilizado, pero no me di cuenta de que no era digno de una despedida.

Habiendo aparentemente terminado conmigo, empujó hacia atrás a través de la multitud hacia la barra.

—Tu boca está colgando abierta —dijo Jinwoo a mi lado.

La cerré con un chasquido.

—Amigo. —Jisung se le quedó mirando. Él giró la cabeza para mirarme. Esperé, pensando que iba a ofrecer alguna pieza profunda a modo de consejo.

Todo lo que conseguí fue—: Él es tan sexy.

Solté un bufido. —Sí, ya lo has dicho antes.

—¿Y jugaste con él? Vaya. Yo sólo quería arrastrarte fuera de tu burbuja. He creado un monstruo. ¿Cómo llegaste a ser así de vagabundo? —Se cubrió la boca con los dedos en un intento de reprimir una risita.

Poniendo los ojos en blanco, apreté mi brazo alrededor de su cintura. —Estás jodidamente borracho. Vamos. Vamos a llevarte al coche.

Apoyó la cabeza en mi hombro mientras salíamos del bar. —Los amo, chicos —gorjeó—. Son como las mejores personas en mi vida. Ustedes dos y Jeongin.

Le envié una larga mirada, preguntándome si la borrachera de esta noche tenía algo que ver con la conversación telefónica que había tenido hoy con su madre. Había entrado en la habitación cuando él colgaba. La tez de Jisung era generalmente como porcelana. Pero en ese momento, banderas rojas brillantes teñían sus mejillas.

No sabía de qué habían hablado, sólo que los labios de Jisung se habían apretado en las esquinas. Cuando le pregunté si estaba bien, repentinamente se mostró alegre y rápidamente cambió de tema.

Jisung cayó como un peso muerto en el asiento del pasajero del coche de Jinwoo. Miré a Jinwoo por encima del techo. —¿Puedes llevarlo bien a casa?

Asintió mientras se movía al interior de auto. —Vamos a estar bien.

Jisung se animó en su asiento. —¿Adónde vas?

—Sólo voy a hablar con Christopher.

—Oh, hablar —dijo él, su voz cargada de exageración—. ¿Así es como lo llaman en estos días?

Suspirando, pero con una sonrisa, me volví a mirar a Jinwoo. —¿Seguro que puedes manejarlo?

—No te preocupes. Lo meteré en casa y lo arroparé. Y si eso no funciona siempre puedo asfixiarlo con una almohada.

—¿Escuchaste eso? ¡Quiere matarme! ¡No me dejes con él!

Rodando los ojos, cerré la puerta en su cara con Jisung sin dejar de hablar.

Los vi salir del estacionamiento antes de volver al bar, empujando contra la avalancha de personas. Esquivé a una temblorosa rubia en su minifalda demasiado corta.

Para el momento en que llegué a la habitación principal de nuevo, el lugar estaba casi vacío, los pasos de las personas que permanecían latía pesadamente sobre el suelo de tablones. Christopher era fácil de localizar. Se encontraba de pie en el bar, hablando con otros dos camareros. Ellos asintieron, escuchándolo mientras los instruía en algo.

Observé este nuevo lado suyo, viéndolo ahora. Apreciándolo. El borde autoritario que siempre había estado allí y no había reconocido. Que había visto, pero no había pensado que en realidad pudiera ser el encargado del lugar. ¿Cómo un joven de veintiún años llega a estar a cargo de un bar? Me parecía una gran responsabilidad. Él dijo que había estado en su familia desde hace tres generaciones, pero ¿dónde estaba su padre? ¿O su madre? ¿Por qué no estaban ellos encargándose?

Me crucé de brazos. Sobre todo porque no sabía qué otra cosa hacer con ellos, pero tal vez porque pensé que con eso también podría disimular mi sudadera manchada. Realmente debí de haber considerado mi vestimenta para esta noche. Una parte de mí debió de haber sabido que podía terminar aquí.

Me sentía incómodo parado allí, así que cambie de pie, esperando a que el me viera. Uno de los camareros, un hombre mayor con bigote, se fijó en mí mirándolos a ellos tres. Él asintió en mi dirección. Christopher giró y me miró. Al instante, su expresión se endureció, la facilidad con la que había estado allí desapareció. Y eso me dolió un poco, sabiendo que yo había hecho eso.

¿Fue solo la otra noche cuando él me había besado y dicho esas cosas que me hicieron sentir especial? No como un chico que no está acostumbrado a los besos. Lo hizo natural... Estar con él. Me hizo sentir atractivo.

Su boca se apretó en una delgada línea. Dio un paso hacia mí, deteniéndose un momento para hablar con los otros dos camareros antes de levantar la barra superior y cruzar hacia donde yo estaba.

—Has vuelto.

—Lo siento.

Lo que fuera que esperaba que dijera, no creo que fuera eso. Él parpadeó. —¿Por qué te disculpas?

—Debería de haber dicho adiós. Eso fue grosero. —Me encogí de hombros, incómodo bajo su mirada intensa y decidido a ir por la honestidad, sin importar que tan patético me hiciera sonar—. No estoy familiarizado con las reglas que van con estar con alguien. Lo siento. Lo estropeé. —Lo miré, esperando.

Continuó estudiándome. La dureza de su expresión decayó. Su boca se relajó un poco. Parecía más desconcertado que cualquier otra cosa mientras estaba allí mirándome como si fuera algún tipo de una especie extraña de humano en la tierra.

—Bueno. Solo quería que lo supieras. Buenas noches. —Dando la vuelta, me alejé.

No camine ni cinco pasos antes de que su mano se posara en mi hombro. Me di la vuelta.

—No lo estropeaste. Me gusta que no sepas cuáles son las reglas cuando se trata de estar con alguien.

—¿En serio?

—Sí. Tú no eres... —Se detuvo, y se pasó una mano por su cuero cabelludo, rozando su cabello. Mis palmas se estremecieron, recordando lo suave que se sentía su cabello contra mis palmas—. Tú eres diferente. No me gustó despertarme y encontrarme con que te fuiste.

No me moví. No hablé mientras su admisión se hundía y hacía que mi rostro se calentara.

—Oh. —Finalmente logré sacar el nudo de mi garganta. No podía dejar de preguntarme qué habría pasado si me hubiera quedado. Si hubiera estado allí cuando se despertara. ¿Qué habría dicho? ¿Qué habríamos hecho? ¿Lo habríamos retomado desde donde lo dejamos antes de que nos quedáramos dormidos?

Alargó la mano y acarició la parte inferior de mi sudadera. —Me gusta esto.

—¿Mi sudadera? —Reí con nerviosismo—. Llevo puré de manzana. —Hice un gesto hacia la mancha en mi pecho.

—Te queda bien.

—Ahora sé que estás mintiendo.

—No. —Le dio a mi sudadera un pequeño tirón, atrayéndome inexorablemente hacia él, poco a poco, y fue como la otra noche otra vez. Su presencia era abrumadora, el calor que emanaba de él. Sus ojos parecían convertirse en humo cuando me miraba. Estaba bajo su hechizo. Tal vez nunca había dejado de estarlo. Había estado fascinado desde nuestro primer beso, y especialmente desde la noche que pasé en su apartamento. Tal vez esto era lo que me había traído de vuelta aquí, en medio de la noche. Tal vez tenía la esperanza de repetir la experiencia.

—Nunca voy a mentirte, Seungmin. —Esa expresión suave voló a través de mí como una explosión sónica. Loco, pero oí más que su voto, para ser honesto. Las palabras estaban llenas de expectativas de que habría un él y yo, un nosotros. En verdad íbamos a hacer esto. Lo que sea esto fuera.

—¡Oye, hermano! ¿Aún voy a irme contigo esta noche? —La cabeza de Christopher se giró en dirección a la voz. Seguí su mirada y vi a su hermano cargando una caja con vasos vacíos. Sus ojos se iluminaron cuando me vio—. Oh, hola. Seungmin, ¿no? ¿Cómo va todo? —Su mirada se deslizó entre su hermano y yo, y de repente se veía muy contento—. Veo que encontraste al hermano tras el que ibas realmente. Demasiado malo para mí.

Avergonzado, murmuré un saludo y me separé un paso de Christopher. Su mano cayó de mi sudadera.

Christopher le frunció el ceño a su hermano. —Sí, después de que termines de transportar todo a la cocina.

—Genial. Nos vemos, Seungmin. —Con un guiño, él se dirigió a la cocina.

—Ya es tarde. —Mis dedos se dirigieron a mi cabello para moverlo un poco—. Me tengo que ir.

—Caminaré contigo hasta tu auto.

—¿Acompañas a cada chico que sale de esta bar hasta su coche?

Se detuvo a mi lado. —En primer lugar, la mayoría de los chicos no se van solos. Ellos están con un grupo. En segundo lugar, tú no eres cualquier chico para mí. —Hizo una pausa y mi pecho se apretó cuando esas palabras se hundieron en mí como la tinta manchando mi piel—. Y creo que ya lo sabes.

El aire salió de mis pulmones. No podía pensar en una sola cosa que decir. Salimos hacia el frío de la noche y empezamos a caminar a través de la gran cantidad de piedrecillas. Cuanto más nos movíamos hacia mi auto, más pensaba en la última vez en que él me acompañó hasta mi coche. Nuestro primer beso. Y luego eso me llevó a pensamientos de la noche en su apartamento, que consistían en un montón más de besos. Y toques. De repente me froté las palmas de mis sudorosas manos contra mis muslos.

En mi coche, abrí la puerta. Con una sonrisa que se sentía extraña y demasiado apretada en mi cara, le enfrenté. —Gracias.

Me examinó durante un largo instante bajo las luces del estacionamiento.

—¿Así que tú solo viniste hasta aquí para pedirme disculpas, Seungmin? ¿Eso es todo?

Tragué saliva. —¿Sí?

¿Por qué la palabra salió como una pregunta? ¿Y por qué me miraba como si no me creyera?

—Pensé que podrías haber querido continuar donde lo dejamos. —Deslizó la mano dentro de su bolsillo y se balanceó sobre sus talones—. Aprender unos cuantos consejos, tal vez.

Allí estaba. El elefante en la habitación. Pretendiendo que no estaba allí.

—Creo que lo que hicimos fue... —No llegue a decir "suficiente". Porque ¿de verdad quería que lo fuera? ¿Por qué no estirar esto un poco más? Sólo mejoraría mi forma de besar y todas las otras cosas, ¿no? Los juegos previos. Era eso lo que yo buscaba. Además, faltaban semanas hasta las vacaciones y el tiempo ininterrumpido con Changbin. A pesar de que una voz susurró en mi cabeza que esto podría complicarse, la ignoré. Quería más. Simple y llanamente.

—Bueno, ¿qué queda por aprender? —le pregunté, sobre todo porque no quería parecer un perrito ansioso y desesperado por placer. Incluso si eso es lo que era.

Se echó a reír. El sonido era bajo y profundo, y se arremolinó en mi vientre como sidra caliente.

Defendiéndome del delicioso efecto de su risa sobre mí, pregunté—: ¿Qué?

—Oh, hay mucho aún por aprender. Esa pregunta solo muestra lo mucho que aún no sabes. —Se quedó en silencio y me examinó de nuevo—. ¿Supongo que la cuestión es hasta qué punto estás dispuesto a ir conmigo? —Su boca se curvó en una sonrisa lenta—. Todavía no estás listo para eso, ¿verdad?

Parpadeé. —Yo n-no puedo. No es que...

Se rio en voz baja. —No estés tan asustado. Sólo lo comprobaba.

Mi cara se sentía como si estuviera en llamas. Me moví sobre mis pies y clavé la punta de la llave del auto en la carnosa almohadilla de mi pulgar. Moví la mirada hacia algún lugar por encima de su hombro, con la vista perdida en la noche oscura. Era demasiado humillante. No podía mirarle a los ojos mientras discutíamos si quería o no más lecciones en sus juegos previos y hasta qué punto estaba dispuesto a ir.

En lugar de contestarle directamente, le pregunté—: ¿Tu hermano no está esperando por ti esta noche?

Sí, quería más. Sí, estaba dispuesto a ir más lejos, pero no me pareció que fuera a suceder esta noche.

—Sí. Lo está. Supongo que nuestro tiempo se ha terminado.

Asentí, mojando mis labios mientras pasaba mi mirada a su pecho, a la escritura curvilínea que enunciaba MULVANEY'S en su camisa. Era más fácil que estar mirando esos ojos brillantes que parecían tener el poder de hipnotizarme.

Las piedrecillas crujieron mientras él se acercaba más. Bajó una mano a la puerta de mi auto, enjaulándome parcialmente. Seguí su largo brazo extendido, explorando la piel, hasta que le miré de nuevo a los ojos.

—A menos —empezó a decir—. ¿Me estás invitando a tu dormitorio?

Santo infierno. ¿Quiere venir a mi dormitorio conmigo?

—¿Quieres ir a mi dormitorio?

—A menos que tengas un compañero de cuarto. —Sus labios se torcieron en esa media sonrisa sexy—. Eso podría dificultar las cosas

—Um, de hecho no lo hago. Comparto zonas comunes. Estoy en una individual. Tengo la habitación para mí solo.

Mis palabras se quedaron flotando entre nosotros. El aire crujía, lleno de tensión y algo indefinible. Y sin embargo, lo reconocí. Sucedía mucho a su alrededor, zumbando sobre mi piel como una carga eléctrica.

—Eso es conveniente —murmuró.

Me lamí los labios. Se sentía como si nos hubiéramos estado mirando el uno al otro desde siempre. Otro segundo y podría estallar por toda la tensión.

—Entonces. —Arqueó una ceja—. ¿Me estás invitando?

—Oh. —Una risita nerviosa escapó de mis labios—. Sí. Sí. Supongo que lo hago.

Sonrió y me derritió allí. Agarré el borde de la puerta para evitar que mis rodillas se doblaran.

Se inclinó hacia adelante, un brazo todavía cerca, enjaulándome. —De acuerdo. Te seguiré.

—De acuerdo —repetí, sonriendo como un tonto.

Bajó el brazo de mi auto y caminó hacia atrás, sin dejar de mirarme mientras se movía. —Espera aquí. Voy a traer mi Jeep.

—De acuerdo —le dije de nuevo, deseando poder encontrar algo mejor que decir. Algo inteligente y coqueto.

Solté un suspiro tembloroso cuando se giró y se alejó corriendo.  

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