Chapter 11 | Un metro de recuerdos.

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Estuve todo este tiempo contigo…

Yoongi sintió las preguntas estancarse en su garganta y se ahogó con una angustia tan espesa que lo enterró bajo tierra, dejando que la naturaleza lo tragase hasta hacerlo desaparecer, hasta volverse uno. Diría que todo cobró sentido… Lo que pensaba era todo un antónimo, nada tenía coherencia. Jimin no pudo estar con él, todo este tiempo lo creyó perdido o que finalmente su cerebro reaccionó y se dio cuenta que todo era una maldita ilusión, que estaba personificando su culpa en esos celestes y vacíos ojos, que eran una manta de nubes en invierno.

—No puede ser… No te vi —aclaró tratando de convencerse a sí mismo de aquello, se aferraba a la posibilidad de que Jimin estuviera mintiendo, pero la forma en la que lo observaba a un lado de la borrosa ventana le gritaba en toda la cara que estaba diciendo la verdad, además de aquellos penetrantes ojos que no se desviaban hacia ninguna dirección que no fuera él. Quería, no, deseaba que fuera una equivocación porque estaba a punto de perder la cabeza con tantas incógnitas y ninguna respuesta.

Sus propias emociones se vieron opacadas por el rostro delicado del castaño que se fue derrumbando en una fina lluvia. Quedó pasmado al ver las gruesas gotas saladas deslizarse por las curvas de sus mejillas, acariciando y dejando un húmedo rastro. Retrocedió siendo la primera vez que veía a Park Jimin derramando lágrimas. Antes de su desaparición no pudo presenciar esa expresión de tristeza… Y ahora lo veía y se quedaba estático. Era algo perturbador ver las raíces de un creciente río en ese rostro que hasta ahora no había mostrado sentimientos, ver el agua sobre su pálida piel y sus apagados ojos… Y a la vez era hermoso.

Sus manos vacilaron y tragó saliva.

No sabía qué hacer, ¿sería imprudente tratar de consolarlo? ¿Él querrá ser consolado? No entendía por qué lloraba, pero si tendría que adivinar, iría por la opción de que aquellas lágrimas representaban miedo.

—Creí que jamás me volverías a ver —susurró y algo en su pecho se removió inquieto, por primera vez quiso interferir con algunas palabras, solo que al abrir la boca salían balbuceos.

—Pero te estoy viendo… ¿Eso no es bueno? —Buscó alguna forma de reconfortarlo y se ganó una mirada molesta por parte de castaño que lo obligó a dar un paso atrás. Eso fue una señal para Yoongi. "Nunca más voy a intentar reconfortarlo. Soy un asco para esto".

—Eras el único que podría verme y… Temía que te hayas vuelto como los demás… Que, que no me veas —soltó deslizando a duras penas sus palabras, secando los rastros en sus mejillas y bajando el rostro avergonzado. Yoongi parpadeó y encajó piezas, su teoría era acertada.

—Oh… —Fue lo único que podía decir. Posiblemente si comprendía todo… Esto, tendría más palabras que decir y- no, ni aunque lo comprendiera sabría qué decir. Sin embargo, pudo sentir el miedo de Jimin, su terror a no ser visto por nadie y que su puente con el resto casi desaparecía de sus manos. Él era el puente que conectaba a Jimin con el mundo.

—¿Iras a dormir? —preguntó el castaño, así apartando lejos el anterior escenario y Yoongi lo agradeció porque no tenía nada que decir al respecto. Su mente estaba en blanco.

—Umh… Tengo que averiguar un par de cosas —murmuró. Jimin ladeó la cabeza sin entender.

—¿Qué cosas? —interrogó viendo caminar a Yoongi hasta su ropero y sacar un gran abrigo.

Sus nudillos se estrellaron contra la madera de robel de la señora Jun, era una reconocida vecina del pueblo, quien habitaba en una rústica casa que limitaba con el camino principal a un par de metros de la colina, precisamente de las escaleras de donde descendían los estudiantes para irse a sus casas luego de una frívola jornada en la escuela. Yoongi esperó con sus manos congeladas dentro de sus felpudos bolsillos, estando en el porche de la casa donde en su techo titilaba una tenue luz que resaltaba las sombras de su rostro. El cielo intercaló entre el celeste y naranja, dejando detrás lentamente al sol, dejando el camino abierto al ocaso.

A su lado estaba Jimin, quien con los pétalos de una viola x wittrockiana, o más general, una flor del pensamiento de un dulce color morado. Parecía disfrutar acariciar sus extensiones aterciopeladas y fue gratificante para su vista el escenario del chico de piel pálida rodeado de flores de los pensamientos. Sus sentidos se habían adormecido y vuelto cuando la puerta se abrió, dejando ver a una mujer de unos cincuenta años con arrugas en los costados de sus marrones ojos caídos y cabello que se iba tornando descolorido, que era recogido mechón por mechón por una coleta.

—Oh, Yoongi. Buenas tardes, ¿a qué se debe tu visita?

—Buenas tardes, señora Jun. ¿Puedo hablar con usted? —preguntó con paciencia a la mujer que había abierto en su totalidad la puerta, se apartó a un lado y dejó un espacio de invitación. Yoongi se inclinó en respeto y entró a la casa con Jimin pisándole los talones.

—¿Qué te trae aquí, muchacho? ¿Quieres té? —ofreció con amabilidad y con sus manos lo invitó a sentarse en los viejos sillones de la impecable sala.

—Por favor —contestó a la última pregunta mientras se quedaba rígido en su lugar, sin atreverse a toquetear mucho los muebles y es más, iba a rechazar el té sino fuera por la reputación de la señora Jun y su exquisito té de hierbas de menta. Miró su alrededor algo nervioso ya que era raro verlo a él tocando una puerta –por voluntad propia– y pasar el tiempo con los vecinos, así que suponía que la señora Jun ya sospechaba que su visita no era solo para desearle las buenas tardes o tomar el té juntos.

Estuvo largos minutos observando los cuadros que poseía la señora Jun en su estancia, eran lindas flores y paisajes campesinos que traían tranquilidad a cualquiera que se sentara allí a apreciarlas. Justo como Jimin. Él estaba sentado en el brazo del sillón individual, manteniendo el equilibrio con sus manos entre sus piernas separadas y con sus orbes claros clavados en los trazos de pintura sutiles y a la vez rudos. Los mechones castaños sucumbieron al ambiente hogareño y Yoongi lo observó, sintiendo una especie de nostalgia desconocida; de alguna forma la tristeza abordó su corazón y lo apretó entre sus garras. Esperaba encontrar respuestas.

—Ten —sirvió el té la señora Lee moviendo sus caderas y dejando flotar el borde de la tela de su largo vestido. Yoongi tomó la pequeña taza con agradecimiento y avergonzado, avergonzado porque siempre se le hizo complicado hablar con personas mayores y no sentirse cohibido. Una cosa era hablar con sus compañeros al ser el delegado, también era cómodo hablar con sus sus padres, y otra cosa era intentar sacar información a adultos sobre lo que pudieron escuchar o ver la noche de la desaparición de Park Jimin sin verse implicado bajo sospechas nuevamente.

—Quería hablarle sobre algo, señora Jun —comenzó apretando sus largos dedos alrededor de la vajilla, nervioso por la suave mirada sobre él a la espera de que prosiguiera y nervioso de ver a Jimin tocando unos platos de porcelana en la cocina rezando para que no las rompiera por accidente—. Usted… Usted está enterada de la noticia de Park Jimin, ¿no es así?

La mujer mayor pareció sorprendida pero luego cambió su semblante a uno decaído.

—Es tan joven… Espero que logren encontrarlo pronto y que la familia Park quede reunida de nuevo —habló con pesar llevando una de sus arrugadas manos a sus clavícula. Parecía consternada al recordar el caso y Yoongi no pudo evitar bajar la mirada, la culpa invadiendo su mente como un veneno mortal. Estaba asustado de lo que pudiera pasar, estaba asustado de vivir por el resto de su vida con esa culpa, pensando que prácticamente él pudo evitar todo esto si solo hubiera dejado de lado su creencia de no meterse en donde no lo llamaban—. ¿Por qué la pregunta? —Volvió a la realidad tras su pregunta y parpadeó.

Ambos eran separados por una mesita de luz y Jimin se perdió en algún rincón de la casa, seguramente siguiendo los cuadros que desaparecían por el pasillo a su izquierda.

—Yo… Quería saber si usted ha escuchado o visto algo aquella noche. —No estaba confiado de sí mismo, creía que sus palabras no eran las correctas y por la mirada que le regaló la señora Jun, acertó— Se lo pregunto porque usted vive- usted desde su casa puede ver el camino principal y quería… Quería saber si vio a Park Jimin… Yo en serio quiero saber dónde está. —Y aquello último lo dijo con tanta súplica que su voz descendió a un cristal quebrado que hasta atrajo a Jimin a su lugar, quien apareció por el umbral del pasillo para mirarlo con su cuerpo oculto casi en su totalidad por la pared y con ese sentimiento inefable en su rostro.

La señora Jun pareció conmovida y, convencida, accedió a decirle lo que sabía.

—Hablé con el agente Lee después de que se hiciera oficial la desaparición de Park Jimin —comenzó remarcando con las yemas de sus dedos el contorno de su taza de porcelana—. Yo… Yo lo vi, lo vi caminando con su ropa inusual para esta estación y con una caminata tan silenciosa como los copos de nieve que ni el vuelo del búho se le podía comparar. —Su sabia y grácil voz apaciguó su mente para llevarlo a ese lugar, el momento exacto donde Park Jimin bajó por las escaleras de la colina y pasó frente a las hileras de casas donde, entre ellas, se encontraba la casa de la señora Jun.

»—Aunque su vuelo era inusual, parecía como si una de sus alas se hubiera roto —aclaró con un suspenso morbido, abriendo sus ojos espantando el corazón de Yoongi y dejando absorto a Jimin—. Cojeaba, talón, talón, talón. Pisadas pesadas, algo que no caracteriza a Park. —Era cierto, la forma de caminar de Jimin siempre fue elegante y delicada— ¿Pero sabes qué era lo más raro?

Yoongi ni siquiera se había dado cuenta que había inclinado su torso, siendo absorbido por la historia y como lentamente el escenario en su cabeza fue tomando una dirección más retorcida… Más oscura.

—No… ¿Qué era? —preguntó tambaleando en un hilo y con una mirada digna de los ojos de cristal de los muñecos. El sentimiento le recordó a su niñez, cuando su padre le contaba historias de miedo para hacerlo dormir, aunque no era muy efectivo. Nunca sus cuentos lograron asustarlo tanto como la realidad misma.

Jimin estaba a su lado, apoyando su mano en el respaldo del mueble con algo de inestabilidad.

—Él jamás apartó la mirada del cielo…

—¿Qué sucede? —preguntó Jimin mientras regresaban a la casa de Min. El susodicho mantuvo su boca sellada desde que abandonaron la casa de la señora Jun, no era de extrañar, solo que esta vez el aura no era igual… Sino más oscuro.

—Nada… —dijo dirigiendo sus filosos ojos a la nieve bajo sus pies, viendo como esta no desaparecía con cada pisada que daba, dándose cuenta que hace unos días atrás, en ese mismo lugar fue la última vez en la que se lo avistó a Jimin.

Su mentira no fue muy convincente al parecer, ya que Jimin se interpuso en su camino con sus cejas arqueadas y destruyendo su cómoda posición recta de siempre. Escucharon la melodía del invierno, con los silbidos de las brisas siendo el estelar y los choques contra las maderas el final, ambos se observaron buscando respuestas y Yoongi no supo qué decir al toparse con esos vacíos ojos celestes que traían incontables martirios. Estaba cansado, quería dormir y dejar de pensar en ese rostro aquella noche que lo llamó por su nombre, en ese chico que le comentó que escuchaba voces y en los posteriores días en donde todo fue una tormenta de nieve imparable. Quería llorar, quería que alguien tomase su lugar por más egoísta que sonase. Quería estar entre las mantas de su cama y quería disfrutar de los panqueques de su madre bañados en miel de maple… Quería volver a su vida normal y ni siquiera sabía por qué esto le sucedía a él.

»—¿Por qué…? —preguntó sin miedo, en el vacío de aquella calle deshabitada con poca iluminación, apenas siendo alcanzados por la clara de la luna.

Jimin se acercó paulatinamente.

—¿Por qué…? —repitió, solo que sus voces marcaron la diferencia.

—¿Por qué a mí? —cuestionó derramando una lágrima, apretando sus puños por la impotencia que sentía de no poder borrar de su cabeza aquella mirada perdida.

—Yo tampoco lo sé —respondió con el mismo nivel de ignorancia que él pero a la vez ambos se entendieron.

Un metro de distancia los separaba a ambos.

Un metro que tanto anhelaban acortar.

Un metro de recuerdos.































©mysverse

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