Chapter O1 | Calles azules, rojas y... muchas preguntas.

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Capítulo dedicado a: Divali_ym

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La nevada se hizo más ligera, ya no tan brusca sin nadie en las calles y solo faltando horas para que el sol saliera de su escondite, jugando con las espesas nubes grises, llorando copos blancos que cubrían todos los tejados del pueblo y formando una gruesa capa que debía ser removida diariamente por lo molesto que llegaba a ser. Esa mañana específicamente se sintió incómodo, tomando de su café con las cejas arrugadas y facciones contraídas por el frío, raro teniendo en cuenta que las ventanas se encontraban cerradas y la chimenea aún tenía leña para entregar calor. Apretó sus dedos alrededor de la taza, ejerciendo más fuerza sin querer hacerlo.

—Yoongi. —Sus ojos se abrieron sorprendidos ante el llamado. ¿Tanto tiempo estuvo en su mundo que ya se encontraba en clases? Miró a su amigo con una mirada interrogante—. ¿Me estás escuchando? —Parpadeó incomprendido, balbuceó y asintio tontamente. Sangyoon rodó los ojos— Te estaba diciendo que con los chicos acordamos un encuentro, ¿te parece? —Estuvo por asentir pero a la mitad de la ejecución un recordatorio hizo que retroceda.

—No puedo, hoy debo quedarme para los preparativos con el centro estudiantil, lo siento. —Le hubiera gustado poder acompañarlos pero ya tenía un compromiso. Exhaló luego de ver los ojos decepcionados. Su alrededor era un completo caos: bullicio, guerra de papeles y gente de pie sin saber qué hacer con su tiempo; hasta que se cruzó con una escena excéntrica que involucraba a Park Jimin mirando la pared plana delante de él, con los ojos totalmente abiertos formando arrugas en sus párpados, actuaba como si viera un fantasma aunque su sombría expresión repleta de miedo y confusión hizo que se replantee su bienestar. Podría haberse levantado para preguntarle amablemente si estaba todo bien y se acobardó al ver a los amigos del chico traerlo a la realidad con bromas que fueron respondidas con una débil sonrisa.

Era extraño.

Pospuso esa pequeña meta para mañana y dejó sus apuntes sobre la mesa una vez el tutor entró a la clase, elegante y joven, tanto que muchos creían que era un estudiante y no era sorpresa de nadie que muchas alumnas tengan los ojos fijos en el hombre. Fue hasta después del discurso diario de buenos días que notó al tutor acercarse a Park Jimin. No era alguien chismoso y que regara todo lo que sepa a los oídos de cualquier viajero, simplemente le dio curiosidad saber si Park le comentaría sobre su estado al adulto, o este notó el cambio en él.

—¿Hoy tampoco iras a las clases de apoyo? —Jimin negó mirando sus pies, encogiendo sus hombros –probablemente de la vergüenza– y apretó sus regordetes labios. El hombre ladeó la cabeza confundido y exhaló para iniciar formalmente la clase de matemáticas.

No había nada nuevo.

Ningún cambio...

De nuevo.

—Nos vemos mañana —se despidió Sangyoon dejándolo solo en el salón... O eso creyó él antes de colgar su mochila en su hombro y cuando estuvo a punto de cerrar la puerta, vio a Park Jimin mirando el cielo de una matiz anaranjada totalmente tieso y sin perturbarse por su sola presencia. Abrió los labios sin soltar una sola vocal, no reuniendo el valor necesario que lo hizo desistir y abandonar la clase para caminar a su destino del otro lado de la escuela.

Los demás miembros y profesores hacían los preparativos y decoraciones para el gran salón, todos reunidos con una tarea en especial. Él se encargaba de la organización junto a su equipo pero hoy era turno de acomodar las sillas para que quede todo totalmente bonito y bien alineado para evitar disturbios el día del evento. La nieve creaba un nuevo muro delgado en las ventanas y cada cierto tiempo se debía limpiar para poder tener consciencia del ambiente a las afueras del colegio. Soltó aire formando una pequeña nube de frío que se perdió en las penumbras de las vértices de la estructura, no le puso atención a su alrededor estando lo suficiente ocupado consigo mismo y mantener una expresión neutra. Arrastró bancas cuando decidía que estaba lo suficiente cansado para no pedirle ayuda a sus compañeros y que estaba mejor solo, tampoco deseaba escuchar intentos inútiles para instalar una conversación que no llegaba a nada más que algo meramente superficial y aburrido.

No le gustaba hablar cuando no era necesario. Tampoco le niega la palabra a nadie y siempre interactúa con su clase al ser el delegado, por ello no tiene problemas a la hora de hablar... A excepción en días como hoy que era fácil de irritar.

Masculló unas maldiciones por su dolor de cabeza, "¿qué demonios me sucede?", chocó sus dientes comenzando a enfadarse con su cuerpo enfermizo. Acarició sus mechones notando una figura pasar por la puerta entreabierta del lugar junto a un distintivo aura apagado e hilos canelas contrastando con el frío de la estación, desprendiendo calor y derritiendo su alrededor, así fue que se perdió por unos minutos. Se quedó tenso, mirando con los ojos abiertos de la impresión la escena al creer que se estaba volviendo loco.

Su pecho vibró. Unos cascabeles sumbaron detrás de sus oídos, por un segundo vio un lazo en su inconsciencia y se quedó pasmado. "¿Qué fue eso?", parpadeó reiteradas veces buscando alguna respuesta a su incógnita fantasiosa y cuando quiso buscar nuevamente esa cabellera al abrir la puerta de la entrada al salón, solo se encontró con un cuadro viejo de la escuela en el pasillo y un recuerdo efímero que fue lentamente olvidado por su raciocinio.

"Probablemente lo imaginé".

Un escozor en su dedo lo trajo a la vida real fuera de las dudas, entonces dándose cuenta de la sangre que plantaba su libertad en la estrecha abertura de su dedo. Exhaló cansado, dejando el mueble en el suelo y soplando el falange para disminuir el dolor.

La primera gota rojiza se desplomó en una pequeña catarata bajo sus pies. Esa gota roja se volvió una bufanda del mismo color.

Un fuerte impacto en la ventana del pasillo lo sobresaltó, ocultó su nariz bajo su bufanda roja al percibir que solo fue obra de la nieve. Ya se retiraba a su casa, su meta era quedarse más tiempo, mas su malhumor y dolor de cabeza crecían con cada minuto allí adentro. "Yoongi, has esto", "Yoongi, ayúdame en esto" y la acumulación de órdenes hizo que su molestia se hiciera insoportable. Y ahora se encontraba dirigiéndose a la salida; sus pasos no eran pesados, sino ligeros, percatándose de no llamar la atención y viendo que no posarían sus miradas sobre él porque... No había nadie.

Todo estaba tan desolado, los docentes y estudiantes probablemente estaban lo suficiente ocupados en el gran salón que dejaron abandonado el resto de la escuela.

Se le hizo cómodo el silencio y se permitió relajar su espalda tensa del dolor.

El eco de sus zapatos chocaron contra la espalda de una silueta que fácilmente reconoció.

Yoongi arrugó sus cejas confundido al ver a Park Jimin mirando los copos de nieve que caían del otro lado de las puertas totalmente abiertas. Sus labios se partían constantemente dejando pasar leves suspiros que quedaban en la nada misma. El chico soltaba pequeños balbuceos que sólo él oía.

Le extrañó que el chico aún no se hubiera ido a su casa.

Por fin reunió valor para hablarle, nunca supo por qué tenía conflictos para hacerlo, ¿será porque sabía que Jimin era de pocas palabras? ¿O que era alguien difícil de comprender?

Carraspeó buscando explotar la burbuja que mantenía prisionero al castaño. Sus latidos se aceleraron cuando unos ojos opacos se voltearon tan lentamente hacia él, piel pálida, labios inyectados de sangre y un brillo deambulante que se perdió en su mirada. Ya no supo qué decirle, quedándose inmediatamente sin palabras. Vio un atisbo en las comisuras de su boca y lo que siguió no fue mejor, aún con una mirada perturbada y guardando más de una frase, su expresión no revelaba nada... contrario a su boca.

Yoongi... Oigo voces.

"¿Qué?", fue lo primero que pensó al escucharlo, intentando buscarle el sentido y notando que el chico ni se inmutó, su mirada permanente sobre él sin intenciones de disculparse o explicarse, simplemente soltando una oración incoherente que –creía– no tenía forma. No se quejó por lo irrespetuoso que fue al llamarlo por su nombre cuando no existía lazo de confianza entre ellos, sino, la extrañeza y turbación fue tanta, que decidió ignorar lo obvio.

   Dijo aquella frase con tanta seriedad que no pudo reírse.

Dejó pasar saliva y pasó a un lado del bajo, rozando sus hombros, los orbes azules seguían sus movimientos minuciosamente. Yoongi se sintió incómodo, se limitó a colocarse su gorro y acomodarse la mochila antes de voltearse al alma gris y responderle:

—Solo ve a casa, nos vemos luego.

Le hubiera gustado responder otra cosa si hubiera estado consciente del peso de sus palabras. Recibiendo un silencio que no se pausó a escuchar.

Siendo sus huellas en la nieve lo que marcaría algo fundamental... Abandonando su cordura ese día con solo unas palabras...

Porque luego todo sería calles azules, rojas y... muchas preguntas.










































©mysverse

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