Chapter O5 | La escarcha del crudo invierno... Pareció crujir.

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Capítulo dedicado a: IronicallyMurderer, espero que disfrutes del capítulo. 🐥

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Los suspiros de un pesado invierno acariciaban las heladas mejillas blanquecinas de Yoongi, llevándolo a un relajo que se sobrepuso con la confusión de no saber si toda esa situación era un ilusión que pronto estallaría para darle una fuerte bofetada. No sabía si golpear su cabeza para sacudir su cerebro o aceptar que la figura de Park Jimin estaba delante suyo, mirándolo con dos pozos de agua en plena noche, tan profundos y negros, sin identificar su final pero sí su comienzo en esos bordes esfumosos y espesos.

—Espera que tome mi abrigo y… —Sus ojos se arrastraron discretamente para ver pequeños detalles que pasó por alto en su primer encuentro. Desde su ropa que… ¿Era el uniforme de educación física? ¿Por qué traía el uniforme de educación física y no el regular? Su extrañeza alcanzó a Jimin que desvió su atención de las fotos para fijarse en la curiosidad que atacaba a Yoongi de repente.

El pálido estuvo a punto de preguntarle por qué traía esa ropa encima, se detuvo al recordar que no recibiría una respuesta coherente: porque los recuerdos de Park Jimin eran tan solo una lágrima en el vasto océano que se perdieron en el lejano horizonte.

»—¿No quieres que te dé un abrigo? Tienes ropa muy li-

—Descuida… No siento frío —cortó su hablar con un murmuro igual de soso que la pintura que cubría las casas de ese pueblo: sin brillo o emoción.

No dijo nada al respecto y tomó un gran saco de color pardo que tenía en su armario. Cuando llegó a la sala vacía, agarró sus llaves y un gorro negro que colgaba en el respaldo de una de las sillas. La casa por ahora quedaría vacía porque sus padres solían trabajar hasta la declinación del sol, y es que, sus padres mantenían en pie una funeraria; su padre se encargaba de la administración de los ingresos y su madre de tratar con los pedidos de los clientes. A él realmente no le gustaban esas cosas, no le avergonzaba en lo absoluto la profesión de ellos, aunque no lo andaba vociferando como noticia de último momento.

Al abrir la puerta, un copo de nieve se deslizó entre sus mechones, dándole un toque frío en su cuero cabelludo al derretirse. Se colocó su gorra de lana tejida a mano por su buena madre y dio un paso. Jimin no parecía inmutarse ante el frío y eso en cierta parte, desconcertaba por completo a Min.

—¿Recuerdas dónde despertaste? Empezaremos por allí. —Su entrecejo se arrugó levemente al ver a Jimin mirando fijamente el cielo. Recordó todos esos momentos donde pillaba a Park perdiéndose en el inmenso cielo. El joven se balanceó sobre sus pies y sus pestañas vacilaron antes de inmovilizarse: estaba recordando.

—Umh… No recuerdo cómo llegué aquí, solo caminé. Sí recuerdo que había un edificio muy grande y varios estudiantes con… ¿Uniforme? —Yoongi ladeó su boca, uniendo las pistas para localizar el lugar— También recuerdo haber bajado por unas escaleras en una colina.

Y con ese dato, Yoongi encontró la respuesta para dirigirse a ella.

—Creo saber de qué lugar hablas, sígueme —ordenó suavemente sin sonar a una obligación, más bien a un permiso amable. 

La presencia detrás suya era muy pesada, hasta supondría que todo era normal y hasta la fecha, Park Jimin no estaba desaparecido. Sin embargo el escenario no era así y estaban dirigiéndose a una de las posibles respuestas a todo ese misterio. Si es que fuera tan fácil. De todas formas, se seguía preguntando: "¿por qué lo estoy ayudando?" y su consciencia seguía repitiendo lo mismo; que fue su irresponsabilidad no haberse quedado con Park o llevarlo a casa. Las cosas hubieran sido muy diferentes en ese caso… ¿No es así? Quería creer que sí.

Pudo ver como Jimin paseaba sus cortos dedos sobre los barandales congelados, sumido en su propio viaje y perdiéndose en las sombras de tonos fríos que creaban las casas. Los escalones eran resbaladizos por ello, debían subir con sumo cuidado si no querían abrirse la cabeza con un movimiento erróneo. Mas, casi se le va la respiración al ver a Jimin despegándose del suelo a saltos hasta llegar a la cima. La escasa luz del invierno envolvió al chico, quien se proclamaba dueño de ese lugar con su inusual belleza que anteriormente no se había tomado el atrevimiento de apreciar: voluptuosos labios cerezas que resaltaban sobre su pálida piel, ojos celestes que contrastaban con su aura oscura; figura pequeña y frágil pero con mirada glaciar e inerte, tal como la de una muñeca.

—Puedes lastimarte —regañó suavemente. Jimin no pareció prestarle atención, sujetando sus manos detrás de su espalda y sosteniendo una batalla de miradas con un cuervo que graznó y voló perdiéndose entre los blancos tejados. Aquella escena dejó pasmado a Yoongi, no por lo extrañeza que le produciría a cualquiera; sino el latido que le arrebató la etérea belleza delante de él. El pálido sacudió su cabellera confundido, ¿por qué de repente su mente tenía esos enredados pensamientos?

Se adelantó al ver a Jimin absorto y este lo siguió de inmediato al darse cuenta que se alejaba. La secundaria ya no quedaba tan lejos, faltaban unos metros y llegaban, hasta podía ver el nacimiento del camino de tierra –ahora cubierta de nieve– y los árboles pelados a sus costados.

Yoongi intentó esconder su rostro bajando la cabeza, porque a pesar de que todos los estudiantes seguían dentro de la escuela, estaba la posibilidad de que alguno esté husmeando los alrededores al asomarse por la ventana. No tomaría tal riesgo para que lo bombardeen de preguntas. Suspiró cansado, nuevamente preguntándose por qué corría tales riesgos por alguien que casi no conocía: siempre su cerebro le contestaba lo mismo. Todo pensamiento se esfumó cuando Jimin abarcó todo su campo visual y caminó hacia un punto desconocido para él; lo siguió bajo esa constante interrogante.

La nieve comenzó a tragarse sus pies cuando se detuvo detrás de la figura de Jimin, moviendo un poco la vista, se encontraba con un árbol grande y viejo sin hojas, solo poseía una sola flor que apenas sobrevivía al crudo invierno. No entendió qué hacían ahí y con acercarse, supo que había un sentimiento extraño pegado a ese árbol. No podía describir con exactitud esa inexplicable atmósfera: era tan vertiginoso, que con asomarse a ese acantilado se podía oler el peligro y los gritos; un pasado tormentoso lleno de dolor, una sombra acechadora que estuvo siempre allí y que nunca fue capaz de salir por completo; llamados de ayuda que jamás fueron escuchadas y... El susurro de una voz que se extinguía en la lejanía.

Sujetó su cabeza con fuerza, sin entender qué era ese poder que abarcó su existencia y le trajo profundas punzadas a sus sienes. Tan acechadora que soltó un jadeo y se sorprendió que el efecto se repetía en Jimin. Se alejaron del viejo árbol como si llamas provinieran de él, aunque sí se sentía como si llamas recorrieran su cuerpo, pulverizando cada una de sus células, reduciéndolas a cenizas.

Su mano se posó en su caliente frente, su aspecto daba la sensación de que corrió un maratón a lo largo de la carretera a la ciudad. Los cristales de sus ojos se empañaron por el calor y la parte inferior de su nariz ardió, siendo una total molestia pasar su mano y no poder desaparecer ese sentimiento. Parpadeó y su respiración sufrió un abrupto cambio: costándole mantener el aire estable dentro de sus pulmones sin que estas dolieran tanto. Sus palmas se posaron en sus rodillas y le dio un vistazo a Jimin, quien se encontraba de cuclillas con una de sus manos aferrada a su pecho.

¿Qué fue eso?

—¿Estás… Bien? —interrogó con dificultad.

Los pasos entre ellos se acortaron y Yoongi –involuntariamente– se dejó llevar por sus impulsos: posó una de sus manos en el hombro del chico, tocando la superficie fría por el clima y sintiéndose tan real.

Miró su piel con su vista desenfocada y orbes temblorosos. ¿Por qué de repente un chispa causó una corriente de electricidad por todo su brazo?

Él pudo tocarlo.

—Sí, estoy bien… —contestó después de mucho tiempo. Jimin se levantó, recuperando esa expresión que no decía nada más que pulcritud aburrida… O en otro aspecto: igual de pulcra que la belleza de la nieve.

—Umh… ¿Po… Podemos regresar? No me siento muy bien —mencionó, tocando su frente a punto de explotar y Jimin aceptó, dándole un último vistazo a ese gigantesco árbol antiguo—. Por cierto, ¿lograste recordar algo? —añadió mientras se encogía debajo de su abrigo y acomodaba mejor el gorro de lana.

—Nada… Como te dije antes: desperté y escuché un susurro, solo eso sucedió antes de encontrarte —explicó y Yoongi asintio cansado. Era obvio de que no sería tan fácil.

—Sigo sosteniendo la idea de que fuera obra de una bruja. —Encogió sus hombros.

—Umh… Probablemente.

Yoongi desvió su mirada discreta del rostro pensativo de Jimin y la deslizó al frente. Bajaron con cuidado por las escaleras y estuvieron luego de una corta caminata, en el camino principal donde las tiendas se abrían y las personas recorrían el lugar con bolsas encima. Le devolvió la sonrisa a la señora de la panadería: era común allí ese tipo de gestos, todos conocían a todos y era notable cuando había un rostro desconocido en el pueblo. Es por eso que se impresionó tanto cuando nadie podía ver que Park Jimin estaba con él, justo como ahora.

El ambiente entre ellos era raramente tranquilo, no incómodo. Probablemente esto se debía a que él disfrutaba mucho de la tranquilidad y paz, a pesar de pertenecer al centro estudiantil donde los días como delegado eran ajetreados pero sus compañeros siempre le comentaban que, su presencia era un sedante para ellos. Por el lado de Jimin, por lo poco que conoce de él y sus vagas observaciones, creía que este era alguien tranquilo: siempre callado y hablando cuando creía necesario, prefiriendo escuchar antes que hablar o perderse en los paisajes de la vida real o los que contaban los libros.

Aunque… Ahora no sabía qué pensar de Jimin. Era una nueva persona, solamente que lo único que compartía con su versión pasada era su mudez. El anterior Park Jimin se esfumó junto a todos sus recuerdos, sin dejar pista de su rastro.

—Sigo pensando que fue una bruja —soltó sin pensar y cerró la boca tras regañarse. Al ver que Park lo observaba extrañado, levantó su mano haciendo un movimiento repetitivo para que lo olvidara.

Yoongi detuvo su caminar y escuchó que Jimin a su lado también lo hizo. Estaba a pocos pasos de su casa y pudo ver perfectamente al Sheriff Kang hablando con sus padres, quienes se detuvieron al divisarlo entre la nieve. Se acercó con los párpados adoloridos de tanto que estuvieron separadas. Una vez estuvo junto a sus padres y echarle un vistazo a Jimin, quien se mantuvo a una distancia considerable: fue que notó a los otros hombres junto al conocido hombre del pueblo. Alto, fornido y con su singular gorra que tapaba su penetrante mirada y su placa resplandeciente sobre su uniforme café.

—Yoongi... —llamó temerosa su madre, tomándolo de los hombros acercando su cuerpo al suyo. Fue ahí donde temió, cuando todas las miradas estaban sobre él y sentía que –a excepción de sus padres– lo condenaban a algo incierto, algo de lo que aún no se enteró y esperaba una explicación.

—Hola, ¿usted es Min Yoongi? —De repente una voz nació entre los hombres, revelando a un alto hombre vestido de traje que sacó una placa de policía— Soy agente del Departamento Policíaco, precisamente del sector de búsqueda y estoy a cargo del caso de Park Jimin. —El pálido miró por el rabillo de su ojo, como repentinamente el cuerpo de Jimin se tensó ante su mención.

—Mamá… Papá… —los nombró un poco asustado por las palabras del hombre. Su madre le entregó una mirada que no supo interpretar y su padre aplastó sus labios en una fina línea preocupada.

—Solo escucha al hombre, hijo.

Haciendo caso a las palabras de su padre, mantuvo la mirada del agente de ojos caídos.

Las brisas rugieron y los copos de nieve caían tal como una hoja naranja en pleno otoño. El movimiento constante de su pecho se hizo más visible gracias a los poderosos latidos de su agitado corazón y el calor incrementó hasta ser insoportable a pesar de ser invierno. El silencio parecía materializarse en un tenso hilo que se rasgaba con una lentitud de un caracol. El tacto de su madre en sus hombros, la figura de su padre siendo un fragmento reconfortante y… La oscura y opaca mirada de Jimin sobre él: quien a pesar de tener ojos azules, parecían hundiste en las fosas marítimas más profundas de los océanos, sin tener acceso a la luz de la superficie.

El hilo se rompió.

—Necesitamos que nos acompañes a la comisaría para un interrogatorio.

La escarcha del crudo invierno… Pareció crujir.


































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