Capitulo uno.

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─ ¿De verdad no es una broma? ─ preguntó riendo nerviosamente el azabache moviendo su pierna rápidamente.

─ señor Park ¿Usted me ve con cara de que estoy hecho para hacer bromas? ─ respondió con otra pregunta el abogado.

─ debe haber algún error, nosotros no podemos cuidarla estando juntos, ni siquiera somos pareja. ─ agrego el castaño.

─ bueno, eso no tiene porqué ser un problema. El testamento está hecho y por respeto a mis clientes fallecidos deben acatarlos así como están escritos. Ambos debe vivir bajo el mismo techo, para cuidar de la pequeña. Los papeles que tendrán que firmar para hacerse cargo de Park YiRen están preparados para que ambos los firmes bajo estas condiciones.

Los dos se miraron entre sí, aterrados de tener que afrontar esta nueva etapa en sus vidas.

Nunca habían pensado en criar a una pequeña bebé, es que nunca se les había pasado por la cabeza que algo así podría suceder.

HeeSeung era productor de una importante disquera, un joven soltero de veinticinco años jamás de hubiese puesto en el papel de ser padre, por esa razón estaba solo y sin compromiso alguno.

Mientras tanto, Jay, era un excelente pintor y escritor, también tenía su vida hecha a pesar de los pocos años que tenía de vida, ya era considerado como uno de los mejores en su rubro.

Pero ahora, no tenían opción alguna. Habían jurado amar y proteger a la hermosa princesa que los necesitaba, no podían dejarla sola, no solo por ella, sino también por los padres, que habían confiado ciegamente en ellos y dejado en sus manos a su hija.

─ creo que HeeSeung y yo no podemos rechazar esto, no podemos dejar a YiRen sola. Ella necesita de nosotros y estoy más que seguro que nosotros también a ella.

─ Jay dijo todo lo que debía decir. ─ siguió el castaño.

─ ¿Estan completamente seguros? Hacerse cargo de una niña no es un juego, esto será para siempre ¿Entienden la magnitud de la situación, verdad?

─ no somos estúpidos. ─ respondió JongSeong. ─ solo debía los papeles para firmar.

El abogado no dijo nada más y de su portafolios saco los papeles pedidos para los dos hombres frente a él.

HeeSeung y Jay debian dejar de lado sus "desacuerdos y falsos rencores" y demostrar que ellos si podían hacerse cargo del bienestar de la niña.

Estacionando frente a la casa tan conocida para ellos, ambos suspiraron nostálgicos, la casa de sus mejores amigos no había sido pisada desde que los chicos habían estado allí hace 12 días, si, doce dias, porque luego de haber hecho todos los trámites para tener la tenencia de YiRen, no habían estado preparados para ir y asentarse en la casa de SungHoon y Ni-Ki.

Pero, como ambos vivían en pequeños departamentos, no tenían las comodidades para criar a su niña, así que no les quedó más remedio que tomar sus pertenencias y mudarse a dónde debían estar.

─ ...¿Estás listo? ─ preguntó HeeSeung viendo por el parabrisas.

─ ¿Que más da si estoy listo o no? ─ respondió el azabache, antes de salir del auto.

La relación entre ellos no había cambiado, no, para nada. Se detestaban, o eso querían hacerse ver.

HeeSeung había pasado los primeros seis días con YiRen en su departamento y luego fue el turno de Jay.

─ ya deja de ser tan idiota, muñeco. ─ aconsejó el castaño caminando detrás suyo con las maletas en sus manos -las de Jay y las de el. - mientras el azabache llevaba a la niña en brazos.

─ sigue diciéndome muñeco, idiota y lo único que obtendrás es una patada tan fuerte en las bolas que hará que tus testículos se conviertan en ovarios. ─ habló entre dientes sin mirarlo.

─ ouch.. ¿Acaso podrías siquiera llegar a intentarlo? ─ dijo burlándose. ─ dejate de tonterías muñeco.─ hizo énfasis en la última palabra.

─ nunca cambiarás, siempre serás el mismo estúpido de siempre. ─ respondió para luego meter las llaves en la cerradura y abrir la puerta.

El silencio y aroma que aún conservaba la casa los golpeó a ambos, el olor a canela que producía el aparato, el cual Ni-Ki había comprado en una de sus compras con su esposo los embriagó.

El nudo en sus gargantas se formó sin aviso.

Todo estaba igual a como la pareja lo había dejado.

Un swetear de Ni-Ki -el cual Jay le había regalado- estaba sobre el sofá, los tontos patinesde SungHoon - que HeeSeung le había regalado como broma pero que al rizado le encantaron - estaban a un lado de las escaleras. Juguetes de YiRen esparcidos por toda la sala.

La pequeña se removió en los brazos de JongSeong, abriendo sus ojitos y observando todo a su alrededor, una sonrisa se formó en su rostro.

─ Appa Ki.. Appa Ki ─ gritó, haciendo que los corazones de los mayores se apretaran con dolor.

La niña había estado llamando a sus padres todos estos días, ¿Quien podría culparla? Ellos solo omitian sus nombres, ya que sabían que si los nombraban era imposible retener el llanto, pero ahora, estando en su hogar y con la pequeña llamando por su papi, no pudieron ocultar las lágrimas que bajaron por sus ojos. - pa, Hoon.. ¡Pa, Hoon! ─ siguió gritando la hermosa castañita.

─ Papi Ki y p-papá Hoonnie no e-están, amor.. ─ dijo con dificultad el azabache, abrazándola con más fuerza a la niña.

─ ¿One estan? ─ su pequeño ceño se frunció y un puchero se creó en sus labios..

─ e-ellos... Ellos no...

─ damela, pequeño. ─ habló HeeSeung a su lado, extendiendo sus brazos, el azabache no dio quejas y se la entregó. ─ ¿Quieres mostrarme en donde estan tus juguetes, cariño? ¿Si? ─ fingió una sonrisa elevando a la bebé haciendo que está riera.

─ ¡Ti! ¡Fubetes!

─ estaremos arriba, JongSeong, intenta relajarte ¿Bien?

─ s-si... ─ hipó mientras tapaba su boca con su mano, Jay era el más sensible de ambos y no podía ocultarlo.

─ si me necesitas, solo grita...

El azabache solo asintió e intento secar sus lágrimas. Lee solo lo observó por unos segundos para después dirigirse piso arriba, hacia la habitación de YiRen. Mentiría si dijera que el no estaba exactamente igual que el muchacho, pero debía mostrarse fuerte por YiRen, por él y obviamente, por Jay.

En cuanto ambos desaparecieron en el piso de arriba, el azabache cayó sobre el sofá, largando todo el llanto acumulado, tomando el sweater de su mejor amigo y abrazándolo a el, aún tenía el aroma de Ni-Ki, toda la casa olía a él y a SungHoon. No sabía cómo aguantaría pasar los días aquí sin la presencia de ambos, sin la risa de Ni-Ki, sin los chistes malos de SungHoon, sin las reprimendas del rubio, sin los tontos juegos del rizado, sin las tontas anécdotas que el japonés siempre recordaba de la nada y lo hacían reír, sin los cantos -que aunque el siempre le decía que cantaba horrible, en secreto los admiraba- del pelinegro menor, sin ellos, esto sería el infierno para Jay. Su mejor amigo era todo lo que tenía y se lo habían quitado de la noche a la mañana.

─ ...¿Cómo haré esto sin tí, Riki? ─ Dijo entre sollozos.

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