Dos.❜

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"Si él es un asesino serial, entonces
¿Qué es lo peor que le puede pasar a alguien que ya está lastimado? "
- Happiness is a butterfly.
- Lana Del Rey.

- Si había algo que sacara de sus casillas a SungHoon más que el aguacate en sus emparedados, era la gente ingenua. Bien, admitía que no era mucho de preocuparse por las desgracias o las dichas ajenas, mientras no lo afectaran a él, podía mantener un semblante serio. Aunque era imposible no impacientarse cada que salía de compras y se enfrentaba a decenas de ingenuos y exasperantes omegas. Que si podía ayudarles a bajar los cereales del estante, que si podía ayudarles a cargar sus bolsas, que si no tenía un dólar que le sobrara de casualidad porque no alcanzaban a completar su pago. ¡Maldición!

Tenía que tragarse los gruñidos para evitar gritarles en sus patéticas caras con intentos de expresiones tiernas o seductoras. Simplemente no soportaba a la gente que intentaba tomarle el pelo, como si no supiera él que fingían todos esos escenarios de ayuda mientras imaginaban el perfecto momento para soltar sus feromonas y lograr un buen polvo. Claro que no era ningún tipo de alfista o algo por el estilo, consideraba que la liberación de los omegas en la ciudad era clave para que las regiones más alejadas se adaptaran a los nuevos estilos de vida. Sin embargo, podían ser liberales sin involucrarlo a él.

El chico frente suyo, sin embargo, superaba con creces a todos esos omegas que habían intentado algo en su contra antes de que se volteara directamente e ignorara cualquier reproche. Era más complicado y grave esta vez, porque no podía simplemente dar la vuelta e ignorar a no ser que quisiera a un completo y extraño desconocido merodeando en su casa.

Había estado encerando las puertas de su adorado Jeep, que se pavoneaba en la ciudad con ese brillo reluciente en la negra superficie, llamando la atención de la gente y logrando que todos los valet parkings inmediatamente tuvieran un mejor trato hacia él. Era un día tranquilo con las copas de los árboles meciéndose, justo como debería de ser, y tenía ya la lista de quehaceres para el día. Después de encerar su automóvil, iría a podar el césped de la cabaña trasera para mantener a los perros lejos de su territorio con sus fisgonas patas y sus detestables heces.

Pero entonces percibió algo que lo desconcentró en cuestión de segundos, le pareció escuchar sonidos extraños incluso cuando la bodega (ocupación asignada por él al no encontrar otro uso para esa extensión de su casa) se encontraba a una cuadra. Había pasado mucho tiempo en completa soledad como para reconocer a la intrusa compañía en cualquier momento, al fin y al cabo, era su trabajo como cuidador de un viñedo.

Fue a tomar su escopeta y rezó a los cielos para que no se tratara más que de un venado o algún animal cuadrúpedo al que pudiera ahuyentar con su descargada arma. Necesitaba conseguir nuevas municiones pronto. Sigiloso salió por su puerta trasera y se dirigió a la bodega con cuidado de no provocar algún ruido, pero su guardia se relajó cuando un dulce olor galletas de avena y chispas de chocolate inundó sus fosas. Gruñó.

Un maldito omega.

Caminó más apresurado dispuesto a dirigir al intruso de nuevo a la salida por dónde había entrado. Pero tan siquiera ¿Cómo y por qué había entrado? Todos sabían que aunque el viñedo no mantenía ningún tipo de delimitaciones con vallas o algo por el estilo, era propiedad privada. Era casi obvio puesto que todos en la ciudad se dirigían al viñedo cuando éste abría sus puertas al público. ¿Quién mierda había caminado tanto sobre la carretera como para intentar irrumpir en su propiedad? Y sobre todo ¿Un omega?

Cuando sorprendió a un muchacho intentando forjar la cerradura de la puerta a la bodega, gruñó. Cargaba consigo una maleta y se veía realmente desesperado.

—¿Qué demonios estás haciendo?—Espetó al instante.

Vio como saltó en su lugar y las feromonas cargadas de miedo no tardaron en llegar. El chico había volteado con ese semblante que lo asemejaba a un gatito perdido y sus ojos hinchados, una mueca tan miserable que hubiera conmovido a cualquiera.

Pero no a SungHoon, a él no le importaba desde luego.

—¿Qué haces aquí?—Interrogó con desprecio una vez más.

—Uhum...—Carraspeó antes de limpiar sus lágrimas del rostro.—Tal vez usted me pueda ayudar, he comprado la casa hace un tiempo y me dieron estas llaves per–

—¿Comprar?

—Ehh... ¿Sí?—Estaba nervioso y lo podía notar bajo sus espasmos no controlados. Christopher en serio quiso reír en ese momento.

—Te equivocas, esta casa y esa—Apuntó con su dedo.—Ambas son de mi propiedad y tengo los papeles para comprobarlo, estoy a cargo de estas tierras.—Ahí estaban otra vez, esos ojos llorosos que tanto lo hostigaban. Rodó los suyos y continuó.—Mira, odio decirte esto pero creo que te han estafado o alguna mierda así. Si fuera tú iría a la policía y-

Ahogó un grito cuando lo vio desplomarse sobre la entrada.

Caminaba en círculo como si fuera un pulgoso perro persiguiendo su cola, el chico fuera de su casa era tremendamente ligero que incluso se cuestionó si no era un exiliado de algún otro país en guerra o algo por el estilo. Bueno, si bien el chico no estaba en los huesos (todavía), era demasiado ligero para alguien de su edad. Lo había cargado hasta su casa y lo depositó en el sillón.

Al principio pensó en aprovechar la gran oportunidad y arrastrar su cuerpo fuera de su propiedad, pero si alguien le veía, lo acusarían de haber matado a alguien y entonces iría a la cárcel. No, no quería lidiar con policias ni con chismes de la gente. Tampoco podía dejarlo ahí, sería poco ético abandonar a alguien que lucía como al borde de la locura mientras se retiraba a limpiar las ventanas de su auto. Si el chico despertaba no se iría por cuenta sola, entonces SungHoon decidió que cortaría todo el problema de raíz.

Algunos dólares tenían que ser suficientes, que se fuera a un asilo por lo menos esa noche, para no sentir remordimiento de haberlo echado tan despiadadamente. Lo admitía, era mal educado y enojón, pero nunca mala persona. Cincuenta dólares eran más que suficientes para un intruso.

Lo observó una vez que tomó asiento a un lado del sillón, tratando de adivinar la edad correcta para esas delicadas facciones, pero había algo en ese omega. Su olor era muy dulce, casi empalagoso, era como un viejo amigo al que reconocía vaganente, como si él estuviera...

—¿D-dónde estoy?—En un momento el cuerpo antes inmóvil había recobrado el sentido, y se inclinó sobre el sillón. Sonaba igual de asustado.

—Te desmayaste. Estás en mi casa, pero no te preocupes, porque ya te vas.—Espetó mientras buscaba su billetera en el mueble de la entrada. El menor se removió ansioso.

—¡N-no!— Gritó de repente llamando su atención.— ¡Por favor, escúcheme! Y-yo sé que no debí venir señor, pero-

—Pero no tienes a dónde ir.—Completó mientras devolvía su atención a contar el dinero.—Espero que al menos no hayas pagado una cantidad tan grande por esa vieja bodega, pero no te puedo ayudar con eso. Toma este dinero, busca dónde quedarte esta noche y usa ese cerebro. ¿Qué clase de compra es si no te entregan los papeles?

Ni-Ki sostuvo sus manos enlazadas sobre sus piernas. Encogió sus brazos y se permitió llorar aunque tuviera pena, pero no podía controlarse. Había sido tan estúpido y desesperado haber comprado una casa por Internet, aún cuando su corazón palpitaba en desesperación para advertirle que no debería hacerlo.

—¡Mi maldita casa está en venta!—Soltó de la nada el alfa.—Tengo que ir a denunciar esto, así que mi solución es ir a la ciudad, me ayudes a testificar y después te llevaré a un lugar para que puedas quedarte. Toma esto.—Le extendió un fajo de billetes.

Ni-Ki negó y apartó el fajo con delicadeza.

—Muchas gracias, pero no puedo aceptarlo.

SungHoon se convertiría en una tetera si suspiraba una vez más. Contó hasta diez, y carraspeó ante la incómoda y deprimente situación.

—Niño, no seas así. Toma lo que te estoy dando y ayúdate. Honestamente desconozco tu situación y tampoco quiero saberla, pero no necesito ser adivino para saber que no es muy favorable.

El toque del timbre rompió la nube gris bajo la que Ni-Ki estaba decidiendo si hacer caso al hombre frente a él sería o no correcto.

—¡Hoon, somos nosotros!—Anunció una aguda y chillona voz. El hombre pareció descifrar en seguida la identidad de sus visitas, y parecía que no encontraba gracia alguna si enterró sus dedos tan profundo en su cuero cabelludo.

—Ahora no puedo, regresen otro día. Estoy ocupado.—Habló en voz alta sin despegar la vista de Riki.

—¡Oye, imbécil! No queme una masa de brownies antes de venir para que tú nos eches, señor soledad. Abre en este instante y engorda con nosotros o si no-

SungHoon había acudido a la mitad de la rabieta del omega para abrir la puerta, encarándolo con su ceño fruncido. Vio al alfa que acompañana al berrinchudo omega con una charola en las manos.

—No me mires así, viejo.—El alfa alzó las manos anunciándose inocente.—A Jake le dio por hacer repostería y pensó que algo de azúcar te vendría bien. ¿Verdad, Jakey?—Éste asintió contento.

Su amigo estaba dispuesto a pasar, pero le prohibió la entrada con el cuerpo, sorprendiéndolo. JongSeong lo miró mal.

—Vamos SungHoon, si me haces regresar a nuestra casa y comerme las piedras de Jake yo sólo, soy capaz de infectarte los viñedos con plagas. —Le susurró como un secreto, desesperado, con su amenaza sonando más a petición de ayuda. El omega detrás sólo chilló en disgusto.

—No pueden pasar, en serio no es un buen momento. Tengo un asunto que necesito resolver. —Argumentó aún con su cuerpo como barrera, impidiendo que el alfa pudiera ver a pesar de sus intentos de espionaje.

Riki escuchaba todo hecho bolita en un rincón del sillón, sosteniendo con miedo su vientre. Intentó hacer el menor ruido posible y controlar sus feromonas para no desatar ningún olor, pero nada pudo hacer cuando un agresivo estornudo lo atacó sin previo aviso.

Vio el cuerpo del alfa tensarse en la puerta y rápidamente escuchó la voz omega acusar al hombre.

—¡Tienes visitas!

—¿Qué dices, Jake? No tengo a nadie. —Se defendió Singh.

—¿Ah, sí? Y de seguro ese estornudo fue de tu perro. ¡Oh! No tienes perro. Si fuera tú estaría en pánico si en mi gran y solitaria casa se escuchan estornudos, así que a menos que ese asunto pendiente tuyo no sea una bendición a la casa, voy a entrar. —No sabe si quiera como alguien tenía la fuerza para empujar a tan alto y fornido alfa con una charola en manos, pero ahí estaba. Un chico con bonitos y grandes ojos, duplicados en tamaño por verle ahí, sus labios en un círculo perfecto. Era algo musculoso y tenía su pelo platinado, muy hermoso.

—¡Jay, tienes que ver esto! —Él tampoco le despegó la vista mientras llamaba al que suponía era su alfa. Victorioso vio entrar a un segundo cuerpo, éste siendo un poco más alto que su omega, y con las facciones demasiado finas. Estaba confundido. Replicó la misma expresión que el omega.

—¡Santo cielo! Esperaba ver a la niña fantasma antes que a un omega. —Confesó interrogando a su amigo con la mirada, éste sólo negó con la cabeza en desaprobación.

Jake se acercaba como depredador a su presa, con sigilo y en pasos lentos hasta situarse frente a él, para nada discreto mientras examinaba su rostro. Riki rehuyó su mirada y se refugió en la vista de sus rodillas. Una mano se posó en ella y se sobresaltó.

—¡Hey! Perdón si te asusté. —Puchereó. Se escuchó la advertencia de uno de los alfas por detrás 'Espacio personal, Jakey.' Pero el chico pareció ignorarla. —Me llamo JaeYoon, y ese de ahí es JongSeong. Somos amigos de SungHoon ¿Y tú?

Riki no pudo contestar, tan sólo murmuró un par de sílabas que no conformaban ninguna palabra. Se sintió muy estúpido pero los nervios viajaban en él como un barco de papel sobre un salvaje río.

Cuando SungHoon quiso contestar aquella pregunta para que su insufrible amigo dejara en paz al menor, reparó en el hecho de que desconocía su nombre por completo.

— R-riki. —No lo escuchó a la primera vez, pues respondió tan bajo que sólo hasta que JaeYoon lo repitió en voz alta, descifró la incógnita de su identidad.

Los dos alfas estaba petrificados en la entrada, observando a los omegas en la sala. Jake notablemente preocupado.

—Bien, Riki. Dime ¿Qué te dijo ese cretino de SungHoon, eh? ¿Se va a hacer cargo de tí?

Riki amplió tanto sus ojos que incluso pudieron haberse salido de sus cuencas, SungHoon dejó de respirar un momento tras escuchar la pregunta. ¿Cómo carajos es que Jake sabía sí acababa de llegar? El omega siempre había poseído un sexto sentido, lo sabía, sin embargo leer mentes era otro nível.

—¿Hacerse cargo? ¿De qué hablas, JaeYoon? —Preguntó Jay, el más confundido de todos.

—Este omega está embarazado, Kinnie. —Señaló como si fuera lo más obvio del mundo.

Aquello parecía obra de teatro de alguna preparatoria por lo desastrosa que era la situación.

SungHoon se había desmayado tan sólo escuchar el verdedicto, Ni-Ki no había parado de llorar desde entonces mientras que Jake lo abrazaba como un koala. Jay, después de despertar a su amigo y mientras todos escuchaban la historia del omega acerca de como había llegado hasta allí, se había acabado la charola de brownies de mera anticipación.

Inquieto y profundamente disgustado, la necesidad de proteger al pequeño entre sus brazos había brotado en ese pequeño periodo de tiempo. JaeYoon enojado imponía tanto sobre JongSeong, que éste no tenía ninguna fuerza para contradecirlo.

La historia era escalofriante con ese relato desesperanzador de su embarazo no deseado, la precaria necesidad de irse de su pueblo, y su compra por Internet de la casa. Se reservó muchas cosas importantes, mas nadie insistió más allá de sus límites. Pero fue de hecho, la confesión final, la que inmovilizó a los tres mayores.

SungHoon quiso erguirse altanero para alegar la barbaridad que planeaba hacer, pero vencido por el sentimiento de verlo tan roto y asustado en los brazos de su amigo, sintió que las estructuras de su cuerpo flaqueaban al recibir tan agria memoria de su pasado. Lanzando una lánguida mirada, entre reproches se dejó caer nuevamente en el sillón. Ahora que sabía el estado del omega, los engranajes dentro de él se movían por completo. El recuerdo de ese oscuro momento en su vida fue como una fugaz visión que le llenó de amargura el alma.

— Riki, préstame atención. —Demandó el omega. —Vendrás con nosotros mientras encontramos una solución para todo esto ¿De acuerdo?— Le secó las lágrimas. —Y respecto a tu bebé, nadie puede decirte qué hacer más que tú. Cuándo llegue el momento, encontraremos a alguien que esté dispuesto a cuidar de tu bebé sí para ese entonces sigues firme con ésta decisión.

Fue un momento de lucidez donde no pensó en ninguna consecuencia, su cuerpo se movió sólo e intentó pescar la oportunidad que tenía frente suyo. Era su más crudo instinto el que lo obligó a hablar y hacerse cargo.

─ Yo me quedaré con el bebé.

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