02.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

- SungHoon apoyó su frente contra la pared, suspirando por los nervios y el dolor en su estó­mago al recordar los ojos asustadizos del chico frente a él, su mirada llena de pánico, y se maldijo a sí mismo por haber sido tan inconsecuente, tan torpe, tan susceptible, sólo por una tonta mancha en su camisa escolar.

Pero en ese momento sólo vio que su día estaba horrible, que tenía que dar un discurso con la camisa manchada, que se había quemado el pecho, y no pudo reaccionar de otra forma aunque eso no fuera un justificativo como para haber intimidado a un pobre estu­diante nuevo que no tuvo la culpa de nada.

—Me conseguí otra camiseta, SungHoon oppa —dijo RyuJin entrando al camarín de los hombres con esa mirada de reproche todavía—, tienes suerte de que JungWon no haya cambiado la clave de su casillero.

SungHoon asintió, distraído, tomando la camisa entre sus manos, y suspiró con cansancio otra vez.

—Vamos, dilo —murmuró SungHoon con pesar.

RyuJin se sentó a su lado, aunque no hizo amago de consolarlo.

—Te he dicho miles de veces que no te lleves por tu rabia, SungHoon —regañó con tono serio—. Imagina si lo hubieras golpeado, ¿qué imagen es esa? —la chica le tomó la mano—. Eres un buen chico, eres inteligente y gracioso, pero SungHoonnie, ponerte así sólo por un accidente...

—Sé que lo arruiné —admitió SungHoon—, pero... pero no fue adrede, no pude controlarlo y no sabía qué hacer...

La media hermana mayor de JungWon asintió, acariciándole el cabello.

—Vas a tener que pedirle perdón un millón de veces —dijo ella.

—Lo sé, pero...

SungHoon no sabía cómo explicarle a RyuJin que ese chico no sólo le causaba inco­modidad, sino que también su expresión, sus pequeños ojos, profundos y oscuros, enviaban una ola de electricidad por todo su cuerpo que lo alteraba un montón.

Qué había algo extraño en él y no quería tenerlo cerca suyo.

Pero RyuJin se molestaría, más aún porque al parecer JungWon era amigo de ese chico, y aunque JungWon y RyuJin no se llevaran bien, ella lo iba a cuidar igual a su forma.

El timbre de receso tocó, por lo que ambos se pusieron de pie, y SungHoon comenzó a quitarse la manchada camisa mientras RyuJin recogía sus cosas.

—Nos vemos en el discurso —le dijo ella dándole un beso en la mejilla.

SungHoon asintió, distraído, observando a la chica salir mientras un rostro conocido se asomaba.

—Hola y adiós, HeeSeung oppa —dijo RyuJin cruzando la puerta.

HeeSeung le hizo un gesto vago de reconocimiento, entrando con el ceño algo arrugado por el sueño.

—Tu novia siempre rescatándote —se burló HeeSeung.

SungHoon asintió con expresión de pena.

— ¿Crees que lo arruiné? —preguntó SungHoon, más apenado porque sentía como si hubiera roto algo como siempre solía ocurrir.

HeeSeung se encogió de hombros.

—No tanto como yo —dijo HeeSeung con pesar—, sin querer me pasé a burlar de un chico con Asperger.

Ambos se miraron para luego reírse con nervios.

—Mierda, somos lo peor, HeeSeung —dijo SungHoon.

HeeSeung asintió, sin poder evitar darle la razón, recordando al chiquillo de cabello rubio con un leve color rosa en sus puntas que estaba de pie frente a la máquina de refrescos, balanceándose en sus pies mientras sus ojos se movían por los botones para elegir la bebida que deseaba tomar. HeeSeung se paró detrás de él, medio dormido porque era demasiado temprano para estar en clases, pen­sando en lo que iba a tomar, cuando lo escuchó:

—... treinta y cinco pasos desde el salón hasta la máquina... —murmuraba el chico en voz baja sin dejar de mover su dedo desde el botón de Coca-Cola hasta el de Fanta y luego a Sprite—. Cincuenta pasos desde la entrada hasta el salón... Setecientos veintisiete pasos desde casa hasta el colegio...

HeeSeung se removió, incómodo, el chico sin darse cuenta de que había alguien esperando mientras su dedo seguía moviéndose por el tablero.

—... Treinta y cinco, cincuenta, setecientos veintisiete... Treinta y cinco, cincuenta, se­tecientos veintisiete... Treinta... Tres como los anillos de Saturno...

— ¿Vas a pedir algo o no, idiota? —preguntó HeeSeung ya molesto porque el chico parecía no tener apuro, poniéndose más nervioso por el hablar errático del muchacho.

El muchacho se tensó, pero no se volteó, murmurando más bajo, y por los nervios, Park Jay presionó el botón de Coca-Cola.

Hubo un ruido y la lata cayó por la rampa.

Jay no la tomó.

HeeSeung ya estaba en un punto crítico de paciencia.

— ¿La vas a tomar? —preguntó bruscamente—. ¿Eres idiota o qué?

El chico se inclinó, haciendo amago de tomarla, pero luego se enderezó y se hizo a un lado.

—Mamá dice que Coca-Cola en la mañana no... —murmuró Jay.

HeeSeung le miró de reojo con expresión de burla, tomando la lata para poder ingresar sus billetes a la máquina, y se la tendió.

— ¿Cuántos años tienes, estúpido? —se burló—. ¿Tienes un retraso acaso?

Jay levantó la vista unos segundos para luego volver a bajarla.

—Mamá dice que el Asperger no es un retraso... —balbuceó para luego girarse, mar­chándose con pasos torpes, ignorando la lata tendida de HeeSeung.

El mayor quería que la tierra se lo tragara, sin poder reaccionar a las palabras del chico que seguía caminando como si no lo hubieran ofendido, y pensó un breve segundo en ir a disculparse, pero al final la cobardía fue mayor.

HeeSeung y SungHoon volvieron a mirarse, torpes y nerviosos.

—No hablaremos de esto con nadie —dijo SungHoon suspirando.

Su amigo hizo un gesto vago de aprobación, sin embargo, ambos sabían que esos episodios personales no serían fáciles de superar.

El timbre para el almuerzo tocó en el edificio, y JungWon se puso de pie, haciéndole un gesto a Ni-Ki para que ordenara sus cosas y así ir al comedor. El muchacho obedeció, sintiéndose algo aliviado de que su mañana hubiera pasado sin problemas además del accidente con ese otro chico que parecía ser el presidente del Consejo Estudiantil y que además había dado un discurso en la tercera hora.

Tal vez no debería preocuparse tanto, quizás podría estar rodeado de gente y no entrar en pánico.

Levantó la vista, notando entonces que el chico nuevo, de cabello rubio con sus puntas rosas, Park JongSeong, seguía sentado, mirando la pizarra con las fórmulas matemáticas, sin hacer amago de pa­recer moverse.

Tiró de la mano de JungWon, llamando su atención, y con su mano señaló a Jay que parecía ajenos a ellos.

JungWon miró al chico.

¿Quieres que lo invite a comer con nosotros? —preguntó ladeando la cabeza con curiosidad.

Ni-Ki mordió su labio.

¿No te molestaría? —contestó con una sonrisa nerviosa.

JungWon hizo un gesto despreocupado, tomándole la mano, y Ni-Ki se puso de pie aga­rrando su mochila mientras su amigo se acercaba al chico de cabello rubio extravagante.

Se ubicaron delante de Jay, que bajó la vista mientras ocultaba sus manos en su regazo.

—Hola —saludó amablemente JungWon—, soy JungWon y él es mi amigo Ni-Ki. Tú eres Jay, ¿no es así?

Jay levantó sus ojos unos segundos para romper el contacto visual inmediatamente.

— Park Jay —aclaró en tono bajo.

JungWon asintió, sin dejar de sonreír.

— ¿Te gustaría ir a comer con nosotros? Ya es la hora de almuerzo —prosiguió JungWon mientras Ni-Ki jugueteaba con sus dedos, adivinando lo que debía estar diciendo su amigo por el movimiento de sus labios.

— ¿Cuántos pasos son hacia allá? —preguntó Jay con brusquedad, balanceándose en su lugar.

JungWon enmudeció.

Ni-Ki le hizo un gesto de impaciencia.

Su amigo repitió la pregunta que le hizo el chico y Ni-Ki miró a Jay con inocen­cia, haciéndole señas a JungWon.

— Nikie dice que puedes contar los pasos hacia allá con nosotros —dijo JungWon.

Jay volvió a levantar su vista, chocando con la mirada de Ni-Ki unos segundos, des­viándola una vez más.

— ¿Tu amigo no habla? —volvió a preguntar sin dejar el tono brusco.

JungWon mordió su labio inferior.

— Ni-Ki es sordomudo —explicó con tono suave.

Jay se quedó unos segundos en silencio, y JungWon ya estaba pensando en qué decirle a Ni-Ki cuando el chico de cabello rubio extravagante comenzó a guardar sus cosas en su mochila, poniéndose de pie todavía con la vista baja.

—Entonces, ¿tú hablas el idioma de las señas? —preguntó Jay sin moverse cuando terminó de guardar todo.

JungWon asintió, sin soltar la mano de Ni-Ki, que parecía feliz de haber hecho otro amigo.

— Ni-Ki y yo somos amigos desde los doce años —dijo con orgullo en su voz.

Jay no dijo cosa alguna, y tal como había dicho Ni-Ki, contaron todos los pasos desde el salón de clases hasta el comedor, ya atiborrado de gente: en total fueron sesenta y tres.

JungWon dejó a Jay sentado junto a Ni-Ki para ir a buscar algo para comer debido a que los dos chicos llevaron sus almuerzos desde casa, y Ni-Ki miró de reojo a Jay, que estaba sacando un contenedor de plástico con diseño de Snoopy.

Ni-Ki sacó una libreta con la que siempre cargaba para esas situaciones, y escribió con letra torpe:

¿Tu cabello es teñido? Me gusta mucho el rosa.

Le tendió la libreta a Jay sin tocarle las manos, que la miró con los labios un poco fruncidos.

—El rosa y el verde son mis colores favoritos —dijo en voz alta sin voltearse.

Ni-Ki arrugó el ceño, inconforme, y golpeó la libreta con la punta del lápiz para llamar su atención otra vez.

Jay miró la pregunta una vez más.

—Mamá dejó que me lo tiñera si aceptaba venir al colegio —agregó a regañadientes.

Ni-Ki insistió, sin dejar de golpear la libreta, y Jay se estaba fastidiando, lo podía notar en su expresión.

—Pero si te estoy respondiendo —dijo medio enfadado.

Jay levantó la vista, chocando con los ojos pequeños de Ni-Ki, y se estremeció por algún extraño motivo.

Entonces, tomó el lápiz y escribió lentamente; Ni-Ki notó que a Jay le costaba escribir un montón.

Mamá dejó que me lo tiñera si aceptaba venir al colegio. El rosa y el verde son mis colores favoritos.

Ni-Ki asintió, complacido, y volvió a escribir:

Te queda muy bonito. ¿También te gusta Snoopy?

Jay leyó la pregunta.

—Esto es tonto —refunfuñó Jay, que no le gustaba escribir porque tenía que esfor­zarse el doble—. ¿Por qué no puedes hablar? Toda la gente puede hablar.

Ni-Ki le miró con inocencia, pero Jay sólo suspiró, contestando.

Minutos después llegó JungWon, dejando la bandeja sobre la mesa y sentándose frente a ellos.

—Estoy seguro de que esto debe ser rata al horno —dijo suspirando, pellizcando el trozo de carne con el tenedor.

El rostro de Jay era un poema.

— ¿Rata? ¿Y te lo vas a comer? —preguntó con horror.

JungWon se atoró con su saliva mientras Ni-Ki los miraba sin entender la conver­sación.

— ¡Era una broma! —se apresuró a decir para calmar a Jay.

El chico no parecía muy convencido, mirando el trozo de carne con ojos desconfiados, sin embargo, antes de poder decir algo, alguien chilló.

— ¡Juuuuuuuuuuuuuuuunggggwooooooooon!

JungWon palideció y su primera reacción fue echarse al suelo, escondiéndose bajo la mesa, sobresaltando a los dos chicos.

Pero su huida se vio hecha un fracaso cuando la persona que gritó, un chico de cabello negro y sonrisa encantadora lo agarró de las piernas, sin importarle si estaban haciendo un escándalo, y tiró de él.

— ¡Suéltame! ¡Suéltaaaaaaaaaaaaaame! —chilló JungWon.

—No seas así, bebito —regañó SuNoo agarrándolo ahora de la cintura—, llevamos dos semanas sin vernos, ¿no has echado de menos a tu novio?

— ¡No eres mi novio, SeonWoo! —Lloró JungWon cuando SuNoo se sentó en el lugar donde estaba antes, tirando de él para su regazo, ignorando los reclamos del menor—. ¡SeonWoo!

—Me rompes el corazón —dijo SuNoo sin soltarlo y JungWon frunció los labios en un puchero—. ¡Hola! Soy Kim SeonWoo, el novio de JungWonnie —dijo mirando a los dos chicos que le contemplaban con expresiones de sorpresa.

JungWon le dio un codazo, llamando su atención.

— SuNoo, él es Ni-Ki, te hablé de él antes, ¿no es así? —preguntó señalando a su amigo, y el rostro de SuNoo se iluminó.

— ¡Claro que sí! —Dijo, y antes de que JungWon pudiera decirle algo más, sus manos se movieron en el lenguaje de señas aunque también habló en voz alta—. Me llamo SuNoo y soy el novio de JungWon, ¿cómo estás, Ni-Ki?

La expresión de Ni-Ki no cabía en sí por la felicidad mientras JungWon observaba a SuNoo con incredulidad.

— ¿Cuándo aprendiste eso? —preguntó JungWon conmocionado.

SuNoo le miró con evidente cariño.

—Desde que me dijiste que KiKi te acompañaría en clases —le pellizcó la oreja con reproche—. ¿No crees que tu novio debería intentar llevarse bien con tus amigos?

— ¡No eres mi novio! —repitió JungWon enrojeciendo.

SuNoo lo ignoró, volteándose hacia el otro chico que bajó la vista.

—Hola, ¿cómo te llamas? —preguntó con educación.

Jay jugueteó con la tapa del contenedor.

— Jay Park —dijo con tono monótono.

JungWon se inclinó un poco hacia SuNoo.

— Jay tiene Asperger —le explicó ante su mirada interrogante.

La expresión de SuNoo se tornó comprensiva, pero seguía sonriendo como si nada.

Bueno, ustedes estarán con JungWon en clases, ¿no es así? —preguntó, hablando tanto en voz alta como en lenguaje de señas para ambos chicos—. Entonces espero que lo vigilen mucho, no quiero que ningún idiota le coquetee a mi novio, ya saben, confío en JungWon pero no en esos otros idiotas.

— ¡SeonWoo! ¡Qué no somos novios!

— JungWonnie, me sigues rompiendo el corazón.

— ¡Eres un–!

— JungWon.

El chico se tensó mientras la sonrisa del rostro de SuNoo desapareció.

Ni-Ki levantó la vista, observando a una chica bonita de pie detrás de JungWon, sosteniendo la mano de...

Desvió sus ojos cuando chocó con la mirada del chico mayor con el que tuvo ese tonto accidente en la mañana, que le había gritado y empujado contra el casillero. Ni-Ki sólo quería olvidar ese episodio como quería olvidar gran parte de las cosas de su vida, pero las cosas no eran así de simples.

Mordió su labio inferior.

Jay también miró hacia delante ante el repentino silencio, mirando a la pareja recién llegada junto a otro chico que parecía querer desaparecer de allí, alguien que se le hacía levemente conocido.

— ¿Qué ocurre, RyuJin noona? —preguntó JungWon.

RyuJin le miró sin poder ocultar el desagrado en su rostro.

— ¿Tienes que hacer estas cosas en el colegio? —preguntó apuntando hacia SuNoo—. ¿Y tú SeonWoo? ¡Te he pedido varias veces que dejes de confundir a JungWon!

Ambos chicos se miraron, pero JungWon, en lugar de salirse del regazo de SuNoo, lo abrazó por el cuello para sorpresa de todo el mundo.

—No estoy confundido —dijo JungWon—, te lo he dicho varias veces. No es una etapa.

— JungWonnie... —comenzó a decir SuNoo con paciencia.

RyuJin apretó sus labios en una mueca, girándose hacia SungHoon y HeeSeung.

— ¿Algo qué decir, chicos? —preguntó en tono serio, y ambos bajaron la vista, compun­gidos.

— ¿JungWon? —preguntó SungHoon en voz baja, tratando de no mirar hacia el evidente poco espacio que tenía con SuNoo y lo incómodo que se sentía por ese toque—, ¿puedes... uh... ayudarme?

JungWon arrugó el ceño, pero no dijo nada.

SungHoon dio un paso, inclinándose hacia Ni-Ki, y sin levantar la vista dijo:

—Quería disculparme por mi actuar en la mañana. No debí empujarte ni gritarte. Lo siento mucho. Si hay alguna forma de reparar mi error, puedes pedirlo.

JungWon se apresuró a hacerle señas a Ni-Ki, que le miraba con interrogación, y la expresión de Nishimura asintió en comprensión cuando entendió la inclinación de SungHoon. El chico miró unos segundos al mayor, que seguía con la vista baja, para luego responderle a JungWon.

— KiKi dice que no importa. Está bien, no quiere que te sientas mal, hyung —fue lo que dijo JungWon.

SungHoon asintió, retrocediendo, y ahora HeeSeung se adelantó, inclinándose también ante Jay, que jugueteaba con sus manos.

—Quería pedir perdón también por mi actuar esta mañana contigo. No quise reírme de ti.

Los ojos de JongSeong revolotearon, posándose unos segundos en la vista de HeeSeung, que se encogió por los nervios.

— ¿Está bien? —preguntó Jay inseguro.

RyuJin asintió con aprobación, tomando la mano de SungHoon, y miró a JungWon una vez más.

— JungWonnie, sólo quiero protegerte...

—Nos vemos, noona —dijo con tono amargo su hermano menor.

La pareja se retiró con rapidez allí, pero HeeSeung permaneció un momento.

Antes de que alguien pudiera decirle algo, HeeSeung sacó una lata de Sprite de su bolsillo y la dejó frente a Jay.

—Tienes cara de que la Sprite te gusta más —dijo a modo de explicación antes de marcharse rápido de allí, con las mejillas coloradas.

Todos miraron con expresión interrogante hacia Jay, que luego de varios segundos de lucha interna, agarró la Sprite y esbozó su primera sonrisa vacilante en el día.

—Mamá dice que la Sprite es mejor para el almuerzo —fue lo único que dijo antes de abrir la lata y darle un sorbo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro