03.

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- Yang JungWon era gay.

Se había dado cuenta de que le gustaban los chicos cuando tenía once años y un chico de su clase, Daniel, le había dado un beso a escondidas de todo el mundo, diciendo que ellos dos se verían muy lindos juntos. JungWon no había entendido muy bien ese beso inocente, ni los posteriores abrazos ni caricias que Daniel le daba, sólo sabía que estar junto a Dani se sentía muy bonito.

Pero al año siguiente, los padres de Daniel se mudaron y por supuesto su hijo se fue con ellos.

Sin embargo, eso no se lo dijo a sus padres hasta una tarde en la que una de sus vecinas, YeJi, dijo que él le gustaba mucho y le dio un beso en la mejilla frente a su media hermana mayor.

RyuJin lo estuvo molestando todo el día por eso, y a la hora de la cena, harto de aquella situación, le gritó que él no estaría con la tonta de YeJi porque a él no le gustaban las chicas sino los chicos guapos como Mark, que era dos años mayor.

Sus padres no reaccionaron violentamente. JungWon no tenía una historia de violencia in­trafamiliar ni palabras crueles, pero tampoco encontró comprensión en sus padres: su mamá creía que sólo era una etapa, que se le pasaría cuando conociera a una chica de su gusto, y debido a ello, le presentaba a las hijas de sus amigas y lo obligaba a pasar tiempo con ellas; su papá se limitaba a ignorarlo, hablándole sólo lo necesario; y su hermana...

Bueno, la relación con RyuJin se rompió definitivamente porque también insistía en presentarle a chicas y hacerle citas a ciegas para que así volviera al buen camino.

Aunque la situación había empeorado en casa desde que JungWon conoció a Kim SeonWoo, el compañero de clases de RyuJin.

Kim SeonWoo era un dolor en el culo.

Aunque un dolor en el culo algo agradable, pero jamás se lo diría para no subirle el tonto ego que tenía.

Se conocieron el día en que SuNoo fue a hacer un trabajo a la casa de RyuJin y vio a JungWon jugando videojuegos en el comedor, gritándole a la pantalla, ignorando a su hermana mayor con su amigo, y cuando RyuJin fue al baño, SuNoo se le acercó.

JungWon lo vio y supo que había conocido al amor de su vida... hasta que SuNoo habló, por supuesto.

— ¡Eres muy bonito! —le dijo sonriendo—. ¡Eres como un pequeño gatito!

SuNoo terminó empapado cuando JungWon le lanzó el jugo, pero no fue suficiente para que se alejara.

Ni-Ki se bajó del auto de SuNoo luego de despedirse y JungWon le hizo un gesto de que luego iría a su casa, quedando los dos chicos a solas en el lugar, y cuando el menor notó que no había ningún vecino fuera, se permitió recostarse contra SeonWoo que no dudó en rodearlo con sus brazos, dándole un beso en la frente.

—No fue un mal día —comentó SuNoo contra su cabello.

—Cállate —murmuró JungWon —, te he dicho varias veces que...

—Que no me acerque a ti en el instituto —terminó de decir SuNoo con voz triste—. Lo sé. Lo siento, bebé. Es que me gusta estar a tu lado.

JungWon sintió como sus ojos se llenaban con lágrimas porque, tal vez, si toda la gente no lo mirara con malos ojos, se permitiría ser abrazado y besado por SuNoo frente al mundo.

Pero no podía hacerlo, porque a SuNoo no le harían nada, sin embargo, a él...

Las burlas habían comenzado el año pasado junto a los golpes, y JungWon tenía que ocultar eso de SuNoo, de su hermana, porque SeonWoo no dudaría en protegerlo y RyuJin se apresuraría a decirle "te lo dije" para seguir insistiendo en que saliera con alguna chica.

Y ahora Ni-Ki estaría con él (y Jay, había notado que Jay permanecería con ellos), y tenía que protegerlos. Tenía que cuidarlos, porque así se lo había prometido a los papás de su amigo.

—A mí también me gusta estar a tu lado —le dijo JungWon levantando la vista, viendo como la expresión de SuNoo se iluminaba—, pero no te creas tanto, sólo te soporto cinco mi­nutos.

SuNoo se rió, sin soltarlo.

—No mientas, tardo al menos media hora en follarte —le murmuró al oído.

JungWon se puso colorado y trató de alejarse, escuchando la risa de SeonWoo.

— ¡Ves! ¡Todo lo arruinas, pervertido! —gritó JungWon abriendo la puerta del auto.

— ¡Despídete bien de tu novio, mi amor! —regañó SuNoo sin dejar de reírse.

— ¡Que no eres mi novio! —le gritó JungWon.

La risa de SuNoo le persiguió en todo momento, y no pudo evitar sonreír por la felicidad.

♡❜

WonYoung se había acercado a él una vez las clases acabaron, siendo seguida de sus amigas que permanecieron alejadas, y SungHoon le besó la mejilla a RyuJin.

— ¿Vamos? ¿O te quedarás con tus amigas? —preguntó SungHoon mirando a su hermana menor.

La chica asintió, sonriendo.

— ¡Tenemos mucho de qué hablar! —dijo WonYoung como si estuviera hablando de algo in­teresantísimo—. Tenemos dos chicos nuevos y raritos que son amigos del fenómeno de JungWon.

Pudo notar como RyuJin se tensaba a su lado ante la mención de su hermano menor.

— Park WonYoung... —llamó la atención SungHoon.

La chica dirigió una mirada de disculpa a RyuJin.

—No quise decirlo así, unnie —pidió perdón—, pero a todo el mundo le da risa eso. Si hasta ya les llaman como trío de enfermitos...

— JungWon no está enfermo —se apresuró a decir RyuJin—, es sólo una etapa.

WonYoung no parecía convencida, pero no dijo nada, alejándose para volver con sus amigas.

SungHoon le abrió la puerta a RyuJin, que lucía triste y apenada, y una vez se sentó a su lado, le tomó la mano.

—Ya verás que se le pasará a JungWon —le dijo, aunque en el fondo, SungHoon sabía que eso no ocurriría.

—Si SeonWoo no lo molestara ya podría haberle conseguido una cita con alguna de sus compañeras —dijo en voz baja RyuJin—. ¿Por qué no puede ver que es por su bien? Todo el mundo lo considera como un fenómeno, ¿cómo no se da cuenta de lo mal que está?

—Hey, RyuJin, tranquila —le dijo comenzando a conducir—, debes dejar que se dé cuenta solo. JungWon ya está grande, pronto notará que es todo un capricho.

RyuJin asintió, sin perder la expresión preocupada, y el viaje hacia la casa de la chica fue hecho en silencio, apenas intercambiando palabra alguna porque cada uno pare­cía perdido en su propio mundo.

Sólo cuando se detuvo frente a la casa se volteó a mirarla, notando de reojo como Yang JungWon se bajaba del auto de Kim SeonWoo pero sin ir a su hogar, caminando hacia otra casa más lejos de allí. Afortunadamente RyuJin no se había dado cuenta, metida dema­siado en su mundo.

―Oye, RyuJin... ―llamó su atención en voz baja y la chica se volteó a mirarlo―, ¿de dónde conoce tu hermano a ese chico, Ni-Ki? ―preguntó tratando de sonar ca­sual―. No recuerdo haberlo visto antes.

La muchacha permaneció en silencio unos segundos que se le hicieron eternos, tra­tando de no lucir urgido a pesar de que la curiosidad lo estuviera carcomiendo por dentro.

Finalmente, RyuJin suspiró.

―Bueno... Ni-Ki es un vecino nuestro ―dijo con tono indeciso.

Asintió como si no estuviera impaciente, tratando de lucir torpe y adorable para conse­guir lo que quería.

Aunque, según HeeSeung, no era necesario esforzarse demasiado porque siempre lucía así.

Pendejo.

― ¿De verdad? No recuerdo haberlo visto antes ―comentó como si nada.

Y SungHoon lo recordaría, porque antes de ser novio de RyuJin había sido su amigo durante tres años, y jamás había visto que Yang JungWon tuviera un compañero tan cercano porque todos en el colegio le hacían el quite desde que no se molestaba en ocultar su gusto por los chicos.

A SungHoon en realidad no le interesaba si JungWon gustaba de los chicos, pero no quería pelear con RyuJin sobre eso, así que se limitaba a callar y asentir porque le gustaba tener todo perfectamente controlado.

Era algo así como un maniático del orden, como decía HeeSeung, pero SungHoon prefería llamarse a sí mismo alguien ordenado.

―Sí, él... um...

SungHoon no presionó.

RyuJin se rindió luego de varios segundos de indecisión.

―Mira, se supone que no debemos hablar de estas cosas, ¿bien? En realidad, todos sabemos de esto, pero no lo hablamos en voz alta porque es delicado y no tengo muchos detalles, pero... ― RyuJin mordió su labio inferior―. ¿Recuerdas a Nishimura JeongIn y a Park YuNa?

Si SungHoon hubiera estado bebiendo algo de seguro lo habría escupido.

Su novia asintió cuando notó su expresión de sorpresa e incomodidad.

Entonces, SungHoon unió los puntos.

―Debes estar de joda ―balbuceó incrédulo―. ¿Es...? ¿Ni-Ki es acaso...?

―El niño desaparecido ―completó RyuJin ―. Sí. O, bueno, eso es lo que dicen los informes...

SungHoon sintió como un escalofrío recorría toda su espina dorsal ante las palabras de RyuJin.

Él no sabía la historia completa, sólo algunos detalles que había oído por ahí, porque a nadie le gustaba hablar de lo ocurrido hace mucho tiempo en la tranquila ciudad de Suwon, pero según la información que poseía, el matrimonio Nishimura compuesto por JeongIn y YuNa tuvo un hijo dieciséis años atrás, el primer hijo de su joven matrimonio, que a la edad de tres años, por un descuido de su padre cuando estaban en un parque en el centro de la ciudad, había desaparecido.

Evaporado. Sin ningún rastro. Sin ninguna pista.

Al inicio, por supuesto, fue un revuelo enorme, un caos en la ciudad, todo el mundo ayudando de alguna forma al joven matrimonio a buscar al pequeño niño que había desa­parecido pero sin resultado alguno. Incluso la policía de otras ciudades se involucró en el caso, sin embargo, nunca se llegó a ninguna conclusión sobre el paradero del niño, y con el pasar de los años todo el mundo se fue olvidando (a propósito) de lo ocurrido.

Los únicos que seguían buscando a su pequeño niño eran el matrimonio, que nunca perdió la esperanza de encontrarlo, y muchas SungHoon vio, cuando era más joven, carteles con reconstrucciones faciales de cómo podía lucir el niño de ocho, nueve, diez años...

Los últimos años no vio más de esos carteles y había asumido que sus padres se rin­dieron por fin, pero tal vez–

― ¿Y dónde estaba? ―preguntó con tono todavía incrédulo.

RyuJin se encogió de hombros.

―Sus padres no... Supongo que la policía y ellos saben, pero han decidido no decir nada por el bien de Ni-Ki...

Recordó el rostro de Ni-Ki esa mañana, a la hora de almuerzo, sus ojos mirándolo, siguiendo sus movimientos, y volvió a estremecerse sin motivo alguno.

Decidió que lo mejor sería mantenerse alejado de Ni-Ki.

―Según lo que sé, encontraron a Ni-Ki cuando tenía diez años y lo han educado en casa por su discapacidad ―siguió RyuJin―, JungWon lo conoció cuando tenía doce, un día lo vio jugando en el patio y JungWon no tenía amigos así que decidió que Ni-Ki sería su mejor amigo y... ―rascó su brazo, nerviosa―. JungWon le llevaba todos sus juguetes y Ni-Ki era muy tímido al inicio según lo que me contaba él, pero pareció ganárselo cuando co­menzó a estudiar el lenguaje de señas...

SungHoon creía que iba a obtener más respuesta si RyuJin le contaba de dónde co­nocía a Ni-Ki, sin embargo, sólo consiguió más preguntas y dudas por toda la verdad que implicaba la historia del chico.

Pero lo mejor era permanecer lejos. No sabía porqué, pero Nishimura Riki lucía como un chico que podía desestabilizar su perfecto mundo, y SungHoon no quería eso por nada del mundo.

♡❜

La puerta se cerró detrás de él y Ni-Ki dejó su mochila en el suelo, pensativo.

― ¿Nini? ―preguntó su mamá en voz alta, asomándose al pasillo.

Ni-Ki la miró y sonrió ampliamente, feliz, corriendo a abrazarla por la emoción. Cada vez que la veía, Ni-Ki sentía muchas ganas de abrazarla y no soltarla nunca porque temía despertar y que todo lo que había vivido esos años fuera una mentira.

YuNa se rió, encantada, revolviéndole el cabello a su hijo, y por dentro suspiró aliviada de que estuviera allí, a su lado. Todo el día había temido que algo malo llegara a ocurrir, que la llamaran del colegio o de la policía y le dijeran que su hijo había desaparecido otra vez.

YuNa no creía poder soportarlo una vez más, volver a ese infierno donde la habitación de Ni-Ki estaba vacía y no había ningún niño a su lado.

¿Cómo te fue? ―le preguntó YuNa hablando en voz alta pero sin olvidar el lenguaje de señas.

Ni-Ki la acompañó hasta la cocina, sin dejar de sonreír.

Muy bien. ¡JungWonnie estuvo a mi lado todo el día! ¡El colegio es enorme! ¡Había muchos niños! ¡Y Jay tiene el cabello rosa!

Más lento, más lento, me estoy perdiendo, bebé.

¡Lo siento mamá!

YuNa no pudo decir algo más porque en ese momento la puerta de la cocina se abrió y JeongIn entró lleno de tierra.

― ¿Hola? ¿No vas a saludar a tu papá, Nini? ―preguntó JeongIn con una ceja enar­cada.

YuNa reclamó al verlo sucio, pero a Ni-Ki realmente no le importó porque corrió hacia JeongIn con una sonrisa enorme y saltó a sus brazos, siendo agarrado por su papá que se reía por la diversión. Ni-Ki frotó su cabeza contra la sucia mejilla de JeongIn sin preocu­parse si quedaba sucio, como un gatito en busca de cariño.

Para Ni-Ki, su mamá era calidez y comodidad; en cambio, su papá era protección y tranquilidad.

Ni-Ki realmente se sentía feliz con ellos, cuando se colaba en su habitación en la noche y lo dejaban dormir entremedio de los dos como si tuviera cinco años y no dieciséis.

Sabía que lo permitían, en el fondo, por todos esos años perdidos, pero a él no le im­portaba. Le gustaba ser su niño mimado.

Fue dejado en el suelo, volteándose hacia su mamá con una sonrisa de disculpa, pero ella sólo sacudió su cabeza con el rostro brillando por la felicidad.

Ve a saludar a tu abuela, Nini, está afuera ―le dijo su papá revolviéndole el cabello.

Asintió, saliendo al patio trasero, y vio a su abuelita sentada en su mecedora, obser­vando críticamente el trabajo que había hecho su hijo en el jardín para después voltearse y sonreírle.

Ni-Ki realmente se podía considerar afortunado de tener una familia que lo quisiera a pesar de todos sus defectos.

A pesar de ser un muñequito sucio y grosero.

Sus uñas rascaron su brazo nerviosamente cuando el leve pensamiento cruzó su mente y se obligó a concentrarse en el rostro dulce y amoroso de su abuela. No había tenido una recaída desde hace meses (y bueno, lo de la mañana fue sólo un accidente, pudo superarlo con rapidez), así que no podía permitirse volver a sentirse mal por algo que no era su culpa, como decía su psicólogo.

Ni-Ki se merecía todas esas cosas buenas que tenía.

¿Cómo te fue hoy, príncipe? ―le preguntó su abuelita Solar.

¡Muy bien! ―dijo sentándose a su lado―. ¡Hice un nuevo amigo que tiene el cabello rosa y se llama Jay!

¿A ti te gustaría también pintarte el cabello?

― ¡De morado, de morado!

Su abuelita se rió y Ni-Ki se sentía feliz, muy feliz, a pesar de ser un muñequito desobediente y roto.

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