04.

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― JongJong, préstame la tareaaaaaaaaaaaaaa.

―...

―Te estoy hablando, JongJoooooooooong.

―...

― ¿Por qué me ignoras, JongJong?

― ¿Me estás hablando a mí? ― Jay levantó la vista, chocando con la sonriente mirada de JungWon ―. ¿Por qué me llamas JongJong? Mi nombre es Park JongSeong.

JungWon sacudió la cabeza, sin dejar de sonreír.

―Suena más bonito JongJong, ¿no lo crees? Ahora te diré así.

―Mi nombre es Park JongSeong o Park Jay, ¿por qué me llamarás de otra forma?

―Porque JongJong es un diminutivo, ¿no te parece tierno?

―No lo entiendo.

―Es como que me llames a mí Wonn o a Ni-Ki, Nini.

Jay arrugó el ceño, confundido, sin poder comprender un poco el porqué de esa situación, y trató de recordar las palabras de su mamá varios días atrás, cuando se enteró de que tenía gente a la que podía considerar como amigos.

―Pero te llamas JungWon, y Ni-Ki se llama Ni-Ki ―insistió Jay con voz vacilante.

JungWon tuvo que contener las ganas de pellizcarle la mejilla, sabiendo que eso a Jay no le agradaba mucho. A Jay no le gustaba mucho que lo tocaran, decía que se sentía extraño e incómodo.

―Los diminutivos son para la gente que quieres, Jay ―volvió a insistir JungWon con voz más suave―, a la gente a la que consideras tus amigos. ¿No somos amigos?

Jay lo miró, parpadeando, pensando que llevaba asistiendo a ese colegio desde hace ya unas tres semanas y que JungWon y Ni-Ki lo invitaban a todas partes con él, le hablaban de cualquier cosa y lo dejaban divagar en su mundo sin mirarle feo o callarlo.

Cuando le contó eso a su mamá, ella casi se puso a llorar de la emoción.

― ¿Estás haciendo amigos, Jay? ―le preguntó ella llena de felicidad.

― ¿Son amigos? ―preguntó él extrañado―. No lo sé. Me agradan. JungWon habla muchas tonterías y la sonrisa de Ni-Ki es bonita. Hasta podría dejar que me pellizquen la mejilla, como haces tú, mami.

― ¡Son tus amigos, Jay-shi! ―dijo ella abrazándolo―. ¡Estoy muy orgullosa de ti, cariño!

Jay no entendía muy bien qué quería decir con lo último, pero le gustaba que su mamá le sonriera así, entonces suponía que conversar con JungWon y Ni-Ki estaba bien. Incluso había empezado a leer algo sobre el lenguaje de señas, sin embargo, se aburrió rápido y decidió que ver vídeos era mucho mejor.

¿Tienes la tarea, Jay? ―preguntó Ni-Ki al lado de JungWon, mirándole con esa sonrisa torpe y cuadrada que tenía.

―Sí, la tengo ―dijo en voz alta para luego ver otra vez la mirada inocente de Ni-Ki, y repitió ahora con sus manos―. Sí, la tengo.

JungWon le miró, expectante, y Ni-Ki le imitó.

Los minutos pasaron.

―Oh ― JungWon se rió, divertido―. ¿Nos pasas la tarea?

Jay asintió.

― ¡Eres el mejor, JongJong! ―dijo JungWon antes de pellizcarle la mejilla sorpresivamente, pero contrario a varias veces, no se echó hacia atrás.

Jay decidió que JongJong sonaba agradable junto al toque de JungWon y Ni-Ki, que imitó a su amigo con los ojitos brillando por la felicidad.

¿Recuerdan ese día en el que SungHoon se prometió alejarse de Ni-Ki? ¿Sí?

Bueno, digamos que SungHoon fracasó estrepitosamente.

Dura y estrepitosamente.

Ni-Ki, a pesar de no poder hablar, a pesar de forzarse a querer pasar desapercibido y encontrarse en lo profundo dentro de los escalones sociales de la escuela, tenía, según SungHoon, una personalidad que parecía brillar donde quiera que fuera. Y a pesar de que ambos no compartieran cursos, que él fuera mayor y, por lo tanto, debiera verlo menos, resultaba de alguna forma imposible: cada vez que salía a los pasillos, estaba el menor caminando al lado de JungWon, sonriéndole de forma rectangular, sus ojos brillando por la emoción; cuando entraba al comedor, lo veía sentado en la mesa de una esquina, almorzando junto a Jay y JungWon, contento y sonriente; cuando salía, los observaba irse todos juntos si es que SuNoo no solía llevarlos en su auto; incluso en la casa de RyuJin, cuando estaba con ella, solía encontrárselo porque iba a pasar su tiempo junto a su mejor amigo.

Pero a pesar de verlo, eso no significaba que fuera a hablarle, y SungHoon se negaba a dirigirle la palabra (por muy irónico que eso resultara).

Aun así, podía notar de vez en cuando, si se lo encontraba frente a frente, la mirada de Ni-Ki sobre él, como parecía pedirle con los ojos que lo observara.

SungHoon no quería observarlo.

Y se insistía a sí mismo, miles de veces, que pronto se pasaría esa curiosidad caprichosa que sentía por Ni-Ki y que lo mejor era permanecer alejado.

Pero, ¿cómo iba a ignorarlo cuando vio como dos chicos de su clase lo empujaron al suelo?

Sus ojos buscaron a JungWon, pero el menor no estaba cerca, y se fijó entonces que estaban sosteniendo a Jay contra el casillero otros dos chicos, sonriendo con macabra diversión. El pobre de Jay parecía aturdido, sin reaccionar, balbuceando palabras en voz baja, mientras Ni-Ki trataba de ponerse de pie pero uno de los agresores volvía a empujarlo contra el suelo con su pie.

― ¿Por qué no te defiendes, Ni-Ki? ―se burló JeongWoo con tono divertido―. ¡Anda, llama a tu amigo el maricón para que te defienda! ¿Me entiendes o tengo que mover mis manos como idiota?

Ni-Ki levantó la vista, con el ceño fruncido, limpiando la comisura de su boca, y antes de que SungHoon pudiera decir algo, les levantó el dedo del medio con una sonrisa enorme aunque carente de diversión.

Los agresores se molestaron aún más.

― ¡Ya vas a ver, maricón, cuando te rompa los dientes! ―gruñó Haruto agarrando al muchacho de la camisa de su uniforme y estampándolo contra el casillero.

Jay rompió a llorar, asustado.

―Hey ―dijo en voz alta, llamando la atención del grupo―, ¿qué están haciendo? ―frunció el ceño―. Las clases ya terminaron y siguen aquí ―miró a JeongWoo con firmeza―. ¿Tú no estás condicional, JeongWoo? ―preguntó fingiendo dulzura.

El chico lo miró con el ceño fruncido, enojado, y Haruto soltó a Ni-Ki. Los otros dos chicos, Yoshi y JunKyu, hicieron lo mismo con Jay, que se dejó caer al suelo sin dejar de llorar. Ni-Ki no tardó en correr hacia su amigo, alarmado.

JeongWoo le devolvió la mirada, apretando su mandíbula.

― ¿Qué? ¿Ahora vas a rescatar a los retrasados de este colegio? ―se burló JeongWoo rodando los ojos―. Al parecer estar tanto tiempo con el hermanito de la perra de RyuJin te está volviendo un maricón, SungHoon.

SungHoon observó a JeongWoo con una mirada en blanco, conteniéndose para no lanzarse a golpearlo por la ofensa hacia su novia.

― ¿Por qué no te vas, JeongWoo? ―preguntó seriamente―. Todavía soy presidente estudiantil, y el director no dudará en creerme si le digo que la ventana rota del baño fue culpa tuya. Veremos cuánto tiempo sigues permaneciendo en el colegio luego de eso y tu condicionalidad.

JeongWoo lo miró con ira, escupiendo a sus pies, y no tardó en desaparecer por el pasillo seguido de sus amigos.

SungHoon se volteó hacia Ni-Ki, que estaba haciendo sonar la nariz de Jay mientras limpiaba sus lágrimas, y deseo irse de allí cuando el menor se volteó a verlo.

Pero sabía que si se iba y los dejaba en ese lugar, JeongWoo podía volver.

― ¿Dónde está JungWon? ―preguntó.

Ni-Ki lo miró, atónito, mientras Jay se acurrucaba contra su amigo, ya más tranquilo.

SungHoon no miró a Ni-Ki.

― ¿Jay? ―volvió a insistir, mordiendo su labio inferior.

WonYoung no estaba en el colegio porque salió con sus amigas y RyuJin se quedó estudiando en la biblioteca. Él sólo había ido a buscar unas cosas que se quedaron en su casillero, nada más, y si no hubiera sido por eso, no se habría encontrado con ese escenario.

Jay lo ignoró, todavía asustado y desconfiado.

Antes de darse cuenta, Ni-Ki le tendió su libreta con un lápiz, diciéndole con la mirada que escribiera.

SungHoon dudó un momento, pero no se consideraba tan mala persona como para ignorarlo de forma descarada.

Suspiró, agarrando la libreta.

¿Dónde está JungWon?

Ni-Ki miró la pregunta, arrugando el ceño.

Tenía una cita con Sunnie.

SungHoon frunció los labios, incrédulo, y al notarlo, el menor se apresuró a escribir más.

No quería dejarnos solos, pero nosotros insistimos en que fuera con su novio. No han tenido tiempo para ellos dos.

Suspiró, frotando su frente.

Vamos. Los llevaré a casa en mi auto.

Ni-Ki lo observó, vacilante, para luego mirar a Jay que no lo soltaba por ningún motivo. Si hubiera sido por él, no habría aceptado ir con SungHoon porque sentía que el mayor lo odiaba, pero si pensaba en su amigo, en lo vulnerable y alterado que estaba, tal vez sería lo mejor.

Rascó su nuca, volteándose hacia Jay, haciéndole un gesto con la mano para llamar su atención.

¿Vamos con SungHoon hyung, JongJong? ―preguntó tratando de sonreírle.

Jay hipó.

―Pero mamá dice que no debo irme con extraños ―balbuceó Jay. Ni-Ki parpadeó y su amigo repitió―: Mamá dice que no debo irme con extraños.

Ni-Ki asintió.

Irás conmigo ―le sonrió―. Si nos secuestran a los dos, entonces no será culpa tuya.

¿Nos van a secuestrar? ―gimoteó Jay.

SungHoon estaba poniéndose más nervioso porque no podía entender un poco lo que le estaba diciendo Ni-Ki.

―No, no, claro que no los secuestraré ―farfulló torpemente.

Ni-Ki se puso de pie, guiando a su amigo para que le siguiera, y caminaron detrás de SungHoon, aunque Ni-Ki estaba tirando a Jay que seguía balbuceando palabras sin sentido alguno.

Minutos después estaban fuera del auto de SungHoon, el mayor buscando las llaves mientras los dos chicos parecían sostenerse entre ellos con Jay algo más calmado ahora.

― ¡Hey, Hoon!

SungHoon se volteó, poniendo una expresión de alivio cuando vio a HeeSeung acercándose con una caminata relajada, llevando un cigarrillo en su mano. Adivinó que su amigo tuvo que quedarse fumando un momento al salir del colegio, sin tener mucho apuro en llegar a casa, y agradeció aquella casualidad en su mente.

―Hey ―dijo sonriendo levemente.

HeeSeung miró a los dos chicos detrás de él, un poco confundido.

― ¿Pasó algo? ―preguntó viendo los ojos hinchados de Jay.

Se removió, sin saber si contarle o no a HeeSeung lo que acababa de ocurrir.

―Después te digo ―dijo abriendo la puerta del copiloto―. ¿No quieres que te vaya a dejar a casa? ―ofreció mirándolo intencionalmente.

HeeSeung le observó unos segundos en silencio, terminando de consumir el cigarrillo, y se encogió de hombros, caminando hacia la puerta trasera.

―Si me lo ofreces, está bien ―dijo abriendo la puerta―. Anda, entra Jay.

SungHoon se quedó quieto, con la puerta abierta, mientras Jay parpadeaba, levantando la vista unos segundos para apresurarla a bajarla, pegándose un poco más a Ni-Ki.

Ni-Ki no entendía lo que estaba ocurriendo, por lo que sólo le revolvió el cabello a Jay para llamar su atención.

Sube, iré contigo ―dijo sonriendo.

Jay asintió, aturdido, y subió al auto por la puerta abierta que le ofrecía HeeSeung en tanto Ni-Ki subía adelante. Pronto los cuatro estaban metidos dentro del coche y hubo silencio en el interior luego de que Jay hubiera dado su dirección.

― ¿Y cómo te está yendo, Jay? ―preguntó HeeSeung.

El menor se pegó más hacia la ventana, nervioso.

―Bien ―dijo en voz baja―, me gusta el colegio pero no me gusta que los niños me peguen ― SungHoon estuvo a punto de frenar por la sorpresa mientras HeeSeung abría la boca, incrédulo, pero Jay agregó―: No me gusta como hueles. Hueles mal.

HeeSeung observó a Jay, sorprendido, para luego dirigir su vista hacia SungHoon que no sabía qué decir en tanto Ni-Ki estaba con la boca cerrada, como tratando de adivinar lo que estaba ocurriendo allí.

― ¿Quiénes te pegan? ―preguntó HeeSeung arrugando el ceño.

Jay rascó su nariz, haciendo un gesto de desagrado.

―No, que hueles mal ―insistió―. Tu aliento apesta.

―Bueno, acabo de fumar, por supuesto que huelo a cigarro ―dijo HeeSeung con un poco de indignación.

El menor se cruzó de brazos.

― ¿Por qué fumas si sabes que olerás mal? ―preguntó Jay ―. No me agrada ―ahora arrugó la nariz, sus labios curvándose hacia abajo―. Tú no me agradas.

HeeSeung, en lugar de sentirse ofendido, sonrió ampliamente, mostrando sus dientes y encías, como si las palabras de Jay le divirtieran.

― ¿Ah sí? ¿Y eso por qué? ―preguntó con interés.

―Haces que mis manos suden ―dijo Jay como si fuera obvio―, eso me molesta.

― ¿Hago que tus manos suden ahora?

―Sí.

― ¿Puedo tomarlas?

― ¡Bueno, Jay, hemos llegado a tu casa! ―se apresuró a decir SungHoon en voz alta, estacionándose fuera de un edificio.

¿Acaso Lee HeeSeung, su mejor amigo, aquel chico que no estaba interesado en tener relaciones amorosas para dedicarse por completo a la música y al canto, acababa de coquetear en su auto?

Jay pestañeó, repentinamente perdido, y asintió para abrir la puerta del auto mientras HeeSeung parecía desilusionado ahora.

SungHoon iba a tener que conversar seriamente con su amigo cuando estuvieran a solas porque HeeSeung no podía hacer esas cosas. Bueno, sí podía hacerlo, si HeeSeung gustaba de alguien entonces tenía todo el derecho de coquetear con la chica que le gustara, pero no con un chico.

No, no podía hacerlo con un chico.

¿Acaso HeeSeung no sabía que... dos chicos no podían enamorarse si querían tener una vida tranquila en esa ciudad?

Sólo había que mirar al pobre de JungWon para saber lo complicado que era ser feliz con esas relaciones allí.

Y SungHoon realmente no quería que su mejor amigo la pasara mal.

Antes de salir, Jay se volteó hacia SungHoon.

―Gracias ―dijo con tono monótono para después mirar a Ni-Ki―. Nos vemos mañana, Ni-Ki ―se despidió en el lenguaje de señas.

¡Nos vemos, JongJong! ―respondió Ni-Ki sonriendo al notar que lucía más tranquilo que antes.

Jay salió del auto, caminando con rapidez hacia el interior del edificio.

SungHoon se puso en dirección hacia la casa de Ni-Ki, pero no había avanzado ni dos cuadras cuando HeeSeung habló:

―Déjame aquí ―le dijo como si nada.

SungHoon lo miró por el espejo retrovisor.

― ¿Qué? ―preguntó.

―Necesito ir a comprar algo a la tienda de discos de la esquina ―dijo HeeSeung ―, te agradecería que me dejaras aquí.

Tragó saliva, sintiéndose repentinamente nervioso porque iba a quedarse en el auto, a solas, con Nishimura Riki, el chico sordomudo al que había agredido el primer día de clases y estuvo evitando todas esas semanas.

Ay, señor...

Se estacionó.

― ¿No quieres que te esperemos? ―preguntó con la voz ahogada.

HeeSeung le miró como si fuera tonto.

―Sabes cuánto tardo si voy a tiendas de música ―dijo bufando―. Nos vemos ―miró hacia Ni-Ki y le hizo un gesto de despedida con la mano a lo que el menor respondió.

Cuando la puerta se cerró, SungHoon sintió como si la tensión invadiera el ambiente.

Ni-Ki miraba al frente con expresión tranquila, aunque pudo notar la forma en la que apretaba sus manos en puños, y SungHoon comenzó a conducir hacia la casa del menor fingiendo estar concentrado en eso.

Quince minutos más tarde se detuvo fuera de la casa de Ni-Ki y el chico se removió, incómodo, para luego tenderle la libreta.

Gracias por defendernos y por traernos a pesar de que yo no te agrade.

Se quedó mirando la última palabra, sintiendo su garganta seca, y escribió una respuesta rápida.

No fue nada.

¿De dónde sacaste eso último?

Ni-Ki arrugó los labios, un poco confundido, pero aun así respondió.

Es obvio. Pero no te preocupes, no muchas personas se sienten cómodas a mi lado por mi discapacidad.

SungHoon mordió su labio inferior.

Si me agradas. No te ves como un mal chico.

Ni-Ki leyó varias veces la respuesta.

No es necesario que mienta, hyung.

SungHoon no supo qué responder y Ni-Ki le sonrió tristemente, quitándole la libreta para hacerle una pequeña reverencia con la cabeza, saliendo del auto sin dirigirle otra mirada, y lo observó dirigirse hacia su casa.

Se maldijo por ser un idiota sin remedio, sintiéndose enfermo por ser incapaz de ordenar sus propios pensamientos sobre Ni-Ki, pero si era sincero, cuando se trataba de ese chico, su mente parecía volverse de gelatina y en lo único que podía pensar era en observarlo todo el día.

Todo el maldito día.

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