11.

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- JeongIn recordaba bien el día en que su mundo se había derrumbado por completo.

Había ocurrido trece años atrás, el quince de enero, luego de una nevada. Su Ni-Ki de tan sólo tres años lo había despertado esa mañana, riéndose y apuntando hacia fuera, diciendo que quería ir a la plaza para jugar con la nieve. JeongIn recordaba estar un poco fastidiado porque no le gustaba el frío y no quería salir, pero Riki le puso esos ojitos de ciervo y no pudo negarse.

Ojalá se hubiera negado.

—Pero irás bien abrigado —le dijo mientras lo envolvía en capas y capas de ropa, picoteando sus mejillas coloradas—, no te vas a resfriar, Nishi.

— ¡No achu! —concedió Ni-Ki riendo—. ¿Amos con ma'? —preguntó poniéndose de pie algo tambaleante por el enorme abrigo que lo envolvía.

—No, príncipe, sólo los dos —le contestó tomándolo en brazos para bajar las escaleras. Una vez abajo, lo dejó en el suelo otra vez—. Venga, ve a despedirte de ella. Cuando volvamos, la comida ya estará lista.

Ni-Ki corrió a la cocina, feliz, y volvió segundos después, tomándole la mano con firmeza.

La manito de su bebé era pequeñita, suave, fácil de llevar. JeongIn se arrepentía de no haberlo sostenido con más firmeza. De no haber sido un mejor padre.

Llegaron al parque quince minutos después, repleto de niños jugando en los columpios, los toboganes, el lugar lleno de gritos y risas, y Ni-Ki no tardó en correr hacia uno de los juegos, tratando de hacerse paso entre la multitud de niños y la nieve.

JeongIn, por otro lado, fue a una de las bancas, sentándose y tratando de cerrar con más firmeza el abrigo alrededor de su delgado cuerpo.

— ¡Paaaaa! —gritaba Ni-Ki desde el tobogán, queriendo llamar su atención—. ¡Ven, paaaaaa!

JeongIn se arrepentía un montón de no haberlo tomado en cuenta. De haberlo ignorado. De prestar más atención a la conversación que inició con un amigo suyo que también llevó a sus hijos a jugar.

— ¡Paaaaaaa! —la voz de Ni-Ki sonaba ahora enojada—. ¡Jueya conmigo, pa!

JeongIn había sido el peor padre del mundo, y no era necesario que se lo dijeran para tenerlo claro. YuNa jamás se lo había dicho, pero él sabía que todo eso había sido sólo su culpa. Su negligencia.

Los siguientes siete años habían sido un infierno para JeongIn.

Sólo se había dado cuenta de que la vocecita chillona de Ni-Ki no se oía cuando los hijos de su amigo lo llamaron luego de que uno se cayera en un juego, y JeongIn se había girado hacia la multitud de niños, sus ojos escaneando en busca de su pequeño bebé.

Sin encontrarlo.

Pero había pensado que debía estar en la parte de los toboganes, esperando su turno para lanzarse a uno, y mientras se acercaba a ellos, su corazón latiendo a mil por hora, esperaba que el cuerpo de Riki apareciera. JeongIn lo tomaría en brazos, lo elevaría en el aire y le llenaría el rostro de besos.

Riki no apareció.

Se había volteado, sudor en sus manos, sus ojos posándose en cada niño, como si por arte de magia uno de ellos se transformara en su Ni-Ki, pero no ocurrió nada. Ni-Ki no estaba.

Riki no apareció por siete años más. No hasta que recibieron el llamado de la policía, una noche de verano, mientras ambos veían televisión.

—La policía allanó una casa hace dos noches —dijo Eric, el detective que habían contratado y que constantemente estaba bajo la pista de su hijo—, encontraron a un niño de diez años según lo que estimaron los doctores. No quiero ilusionarlos, pero...

— ¿Dónde? —había preguntado JeongIn con voz entrecortada, llamando la atención de YuNa—. ¿Dónde está?

—En el Hospital de Seúl —contestó Eric—, lo internaron allí. Señor Nishimura, le advierto que las condiciones en las que encontraron al niño...

Cortó la llamada, su respiración entrecortada, sus ojos llenos de lágrimas.

Una semana después lo había visto por primera vez, luego de hacerse los exámenes de ADN. El niño era Nishimura Riki.

Delgadito, con el cabello desordenado, ojos vacíos de emoción, incapaz de decir una palabra alguna, incapaz de escuchar. Escondiéndose de todo el mundo.

Su Nishi había regresado, pero nunca iba a ser el mismo.

Así como él nunca iba a serlo.

No podía evitar pensar en eso mientras veía a Ni-Ki en el patio de su casa, jugando con Bisco, corriendo en tanto el cachorro le seguía ladrando, haciendo al chico sonreír. YeoSang estaba sentado al lado de la abuela, ambos animando a Ni-Ki entre risas. YuNa apareció segundos después, abrazándolo por el costado.

— Ni-Ki estará bien —le susurró su esposa—, no dejaremos que nunca más le pase nada, cariño.

Asintió, su garganta apretada.

Ni-Ki iba a estar bien.

♡❜

RyuJin estaba tecleando algo en el móvil, ajena a él, y JungWon la miró de reojo mientras iba en silencio, ambos en el bus hacia el colegio.

Su media hermana era hermosa: su cabello negro, su piel pálida, su mirada inteligente. JungWon sabía que la chica tenía el futuro casi asegurado, siendo una de las mejores estudiantes de la generación y con unos padres que la adoraban. JungWon realmente quería que ella estuviera bien, aunque ellos no tuvieran la mejor relación, pero RyuJin jamás le había hecho algo malo.

Tal vez, sí, era homofóbica y trató de quitarle esos... gustos de forma dura y grosera, sin embargo, JungWon sabía que no tenía malas intenciones. Después de todo, el noventa por ciento de esa sociedad rechazaba las relaciones de personas del mismo sexo, ¿cómo podía pedirle que cambiara ese pensamiento?

JungWon la quería mucho aunque no se lo demostrara.

—Noona —le preguntó llamando su atención—, ¿está todo bien con SungHoon hyung?

Su hermana frunció el ceño, confundida por la pregunta.

—Por supuesto que sí —contestó, y su expresión cambió—. ¿Por qué? ¿Él te dijo algo?

Recordó el abrazo de SungHoon hacia Ni-Ki en la fiesta de SeonWoo. Recordó el encontrarlos juntos, uno al lado del otro, durmiendo con tranquilidad.

—No —dijo suavizando su voz—, es sólo que SungHoon hyung ya no va para la casa y tampoco los veo juntos.

—Ambos estamos ocupados por los estudios —replicó la chica impasible—. Tú también deberías preocuparte un poco más. Tus notas son deficientes, JungWon.

Asintió, bajando la vista.

RyuJin era la querida. La inteligente. La hermosa. La correcta.

Él era el bastardo. El idiota. El feo. El error.

Se recordaba con cinco años, yendo detrás de RyuJin, abrazándola y diciéndole que la quería mucho. Que era la mejor hermana del mundo. RyuJin le sonreía, revolviéndole el cabello, y las cosas parecían ir bien.

Se bajaron del bus, caminando en silencio hacia el instituto.

JungWon distinguió a Jay, apoyado en una de las paredes mientras HeeSeung revoloteaba a su alrededor, e hizo el amago de dirigirse hacia ellos. RyuJin lo detuvo, sosteniéndolo del hombro.

La miró, desconcertado, viendo la forma en la que apretaba sus labios.

— ¿Tu amigo está saliendo con HeeSeung? —preguntó la chica en voz baja.

Observó la situación.

—No —contestó a la defensiva.

— JungWon —le dijo RyuJin con poca paciencia—, si tú quieres tener esos... gustos, está bien, es tu vida. Pero no se lo pegues a las otras personas — RyuJin lo soltó—. HeeSeung nunca pareció interesado en otro chico, y ahora tu amigo... —hizo una pausa, fastidiada—. ¿Por qué no eres un mejor chico, JungWon?

Mordió su labio inferior.

—Lo siento, noona —respondió.

RyuJin hizo un ruido de desdén.

—Nos vemos por ahí.

JungWon volvió a caminar hacia Jay, queriendo borrar de su mente lo recién ocurrido. Al estar a pocos metros logró escuchar la conversación:

—Jay-Ah —decía HeeSeung con voz solemne—, necesito preguntarte algo y no aceptaré un no por respuesta.

Jay lo miró.

—Qué —dijo sin expresión alguna.

HeeSeung humedeció sus labios.

— ¿Quieres ir a verme rapear, bebé? —preguntó con la voz temblando—. ¡Si me dices que no, me pondré a llorar!

—Rapear —repitió Jay.

— ¿Eso es un sí?

—No quiero ir —dijo Jay encogiéndose de hombros—, pero le preguntaré a mi mamá si me deja acompañarte. Ella dice que debo hacer amigos.

Jay pestañeó.

—Pero tú y yo no somos amigos —replicó HeeSeung.

Jay frunció el ceño.

—Entonces no iré —dijo.

— ¡Porque somos novios, Jay-Ah! —se apresuró a decir HeeSeung.

— ¿Y desde cuándo? — Jay parecía realmente confundido.

— HeeSeung hyung, de verdad, estás diciendo estupideces —dijo JungWon, decidiendo intervenir al ver que Jay lucía ahora desorientado por la situación.

HeeSeung puso una expresión ofendida, cruzándose de brazos.

—Llévalo a que me vea rapear —le pidió a JungWon —, por favor, Won.

JungWon suspiró.

—Lo pensaré —contestó tomándole la mano a Jay para tirar de él e ingresar al colegio.

Ni-Ki apareció segundos después, corriendo por el pasillo y haciéndoles un gesto con la mano. JungWon trató de poner su mejor expresión, fingiendo olvidar lo visto en la casa de WonYoung: decidió no moverlos de la siesta, pero le envió un mensaje a Ni-Ki preguntándole dónde estaba.

Segundos después su amigo había regresado al cuarto, mintiéndoles al decirles que tardó porque su estómago le dolía. JungWon no se atrevía a decirle que lo había visto durmiendo con SungHoon.

¿Estudiaron para la prueba? —preguntó Ni-Ki moviendo sus manos.

—Odio la química —barboteó Jay caminando al lado de ellos—, y mamá también la odia. No podíamos resolver los ejercicios y luego me llevó a comer helado porque los dos nos enojamos.

Félix sonrió, sacudiendo su cabeza, pero antes de poder decir algo observó el ceño repentinamente fruncido de Ni-Ki. Observó a dónde se dirigía su mirada.

RyuJin estaba dándole un beso a SungHoon.

Ni-Ki apretó sus manos en puños, pareciendo contener las ganas de ir a morder a la chica (era su primer instinto, se dijo, porque cuando era más pequeño era la única forma que tenía para defenderse), y desvió los ojos cuando SungHoon pareció mirarlo unos breves segundos.

Ellos hacían una bonita pareja, eso era obvio, pero Ni-Ki encontraba que... Que todo era una falsa relación sólo para aparentar.

SungHoon se lo había demostrado: bajo esa capa de chico cerrado e inteligente había un muchacho torpe, triste y silencioso, que ansiaba estar rodeado de amor.

Ni-Ki quería llenarlo de amor, y eso le asustaba demasiado.

— ¿Por qué nos detuvimos? —preguntó Jay—. ¿No iremos a clase?

Ni-Ki parpadeó, sacudiendo su cabeza, volteándose hacia sus amigos.

Había furia en los ojos de JungWon, pero su expresión permanecía calmada, disimulando por Jay.

Vamos a clases —dijo JungWon haciéndole un gesto con las manos.

Ni-Ki miró por sobre su hombro una vez más a SungHoon, pero el chico ahora sólo hablaba con RyuJin tranquilamente, dándole la mano, y el chico la envidió.

♡❜

— ¿Tú hiciste qué?

HeeSeung observó para ambos lados del patio, esperando que no hubiera ningún profesor o inspector cerca, y sacó un cigarrillo para encenderlo y llevárselo a su boca.

—Invité a Jay a D-Town —contestó HeeSeung dando una calada—. Si Jay me dice algo, diré que fuiste tú.

SungHoon soltó un bufido, cruzándose de brazos.

— ¿No que estás dejando el cigarro? —regañó.

— ¡No puedo! —se quejó HeeSeung—. Soy adicto a él. Pero voy de a poco por JayJay, le fastidia un montón el olor.

Su mejor amigo se recostó en un árbol, su mano moviéndose nerviosamente al querer pedirle el cigarrillo para también fumar un poco. A RyuJin le irritaba aquel olor y le había dicho que debía dejarlo, así que por supuesto obedeció. No era un buen ejemplo para el alumnado que él fumara.

Por eso RyuJin detestaba un poco a HeeSeung. Muy bien lo aceptaba frente a todo el mundo, pero SungHoon sabía que la chica no podía llevarse bien con su mejor amigo. Ambos convivían en paz por él, sin embargo, solían tener cualquier roce porque ambos no callaban su opinión.

RyuJin creía que HeeSeung era mala influencia. HeeSeung decía que RyuJin era una mojigata.

Los dos le sacaban un dolor de cabeza.

—No creo que D-Town sea un buen lugar para Jay —le dijo SungHoon.

—Qué dices, los chicos tendrán aspecto de delincuentes pero sabes que son unos bebés —bufó HeeSeung —. Además, quiero rapearle una letra a Jay.

SungHoon parpadeó.

—Oh dios, dime que no es esa letra de que se deje de hacer el difícil o le patearás el trasero —murmuró SungHoon afligido.

HeeSeung frunció el ceño.

—Si crees que no debería confesarme así porque Jay tiene Asperger y una relación con él no es buena, te juro que...

SungHoon le dio un golpe en la frente.

—No estoy diciendo eso —regañó ignorando sus quejidos—. Pero tú mismo lo dijiste. Jay tiene Asperger. ¿No crees que él realmente creerá que le patearás el trasero si te sigue diciendo que no?

HeeSeung se quejó quieto, el cigarrillo entre sus labios.

—Oh —dijo HeeSeung estúpidamente.

SungHoon rodó los ojos.

—Tal vez si le rapeo sobre mi gran pene gordo...

— ¡Oh, dios, dime que estás bromeando!

Su mejor amigo puso una expresión apenada, quitando el cigarro de su boca y aplastándolo contra el suelo para apagarlo.

— ¿Por qué no me ayudas? —le preguntó HeeSeung a SungHoon—. No sé cómo hacer esto. Jay es el primer chico que me gusta. Mis instintos dicen que debería escribirle una nota diciéndole que se vaya de la escuela para que deje de afectarme, pero bueno, no creo que eso sea muy romántico.

—Ve tutoriales en Youtube —contestó SungHoon.

— ¡Soy tu mejor amigo!

— HeeSeung, no tengo habilidades de conquista.

—Claro que no — HeeSeung soltó un bufido—. Sólo pones esa cara de idiota que tienes y Ni-Ki ya anda detrás de ti.

SungHoon lo miró en silencio, su sonrisa juguetona desapareciendo al escuchar a su amigo hablar con tanta tranquilidad.

— RyuJin es mi novia —dijo.

— RyuJin puede irse al infierno —replicó su mejor amigo—. Ni-Ki me cae mejor.

—No le gusto a Ni-Ki —gruñó SungHoon—. A mí no me gusta Riki.

—Y yo no tengo el pene gordo.

— ¿Sabías que hay estudios que dicen que cuando un hombre habla mucho de su pene es porque éste es pequeño? —dijo SungHoon.

—Te lo muestro ahora si quieres —dijo HeeSeung llevando sus manos a su pantalón.

—No puedo creer que estemos manteniendo esta conversación.

HeeSeung soltó otro bufido, escuchando el timbre para volver a clases y tomando su mochila que había dejado en el suelo.

—Deberías verlo —dijo HeeSeung—, la forma en la que Ni-Ki te mira.

—Me gustan las chicas —murmuró SungHoon.

HeeSeung frunció el ceño.

—No, te gustan las personas.

SungHoon lo sabía. Sabía eso desde hace mucho.

♡❜

Jay se había despedido de ellos luego de caminar unas cuadras juntos, desviándose hacia su casa con un murmullo de adiós, y los dos quedaron solos, en un incómodo silencio pesado que apretaba sus estómagos, hacía doler sus gargantas.

Ni-Ki quería voltearse hacia JungWon para decirle algo, preguntarle qué ocurría, por qué parecía tan lejano, sin embargo, no fue necesario que diera el primer paso porque cuando estaban ya cerca de sus casas, su mejor amigo le hizo un gesto.

Te vi con el novio de mi hermana.

SungHoon. El novio de RyuJin.

Se lo dijo recalcando quién era.

Ni-Ki desvió la vista, queriendo evitar los ojos acusadores de JungWon, su boca apretada en un rictus de molestia.

No sé de qué hablas, Wonnie...

No te hagas el idiota —los movimientos de JungWon eran erráticos, incluso torpes, como si le costara expresarse por la rabia—. En la fiesta de disfraces. El sábado pasado. ¿Te gusta?

Sacudió su cabeza en una negativa feroz, aunque su boca tenía un sabor amargo porque no le gustaba mentir. Pero no estaba mintiendo.

SungHoon no le gustaba. SungHoon no era honesto con sus propios sentimientos, Ni-Ki no podía quererlo por eso. SungHoon era lejano y demasiado perfecto para él.

Para ese muñequito desechado.

Su estómago comenzó a doler.

Tengo una muñeca vestida de azul...

¡Lo estabas abrazando! —acusó JungWon—. ¡Es el novio de mi hermana, Riki!

Casi podía escuchar esa voz contra su oído. Esas manos callosas tocándolo.

Él mirando el techo sin expresión alguna.

Wonnie...

¡Te gusta el novio de mi hermana! —insistió JungWon, y el chico estaba tan enojado, tan descontrolado, que lo empujó por los hombros haciéndolo retroceder—. ¡Eres el peor amigo del mundo!

— ¡No me gusta! —insistió con los ojos llenos de lágrimas.

Zapatitos blancos, delantal de tul...

Volvió a estremecerse, forzándose a respirar.

Un muñequito sin vida. Un muñeco para ser usado y desechado.

Un muñequito perfecto para no hablar, porque las muñecas no decían cosa alguna. Perfecto para no escuchar, porque las muñecas no oían sonidos. Incluso para no ver, porque...

— ¡Vete al diablo, Riki!

JungWon volvió a empujarlo, sollozando también, y se dio vuelta para marcharse a paso apresurado hacia su casa, dejándolo de pie en la vereda, mejillas húmedas por el llanto silencioso que tenía.

SungHoon no iba a quererlo jamás porque era un muñeco usado, sucio, desgarrado.

A él no le gustaba SungHoon. No podía gustarle SungHoon.

Caminó a paso titubeante hacia su casa, desorientado y perdido, sus manos temblando cuando buscó la llave en su bolsillo.

¿Cómo iba a querer a SungHoon? El chico estaba saliendo con una chica. Con la hermana de JungWon. A SungHoon le gustaban las mujeres, ¿cómo iba a enamorarse de él? Era imposible, lo viera por donde lo viera.

Pero una parte de él lo ansiaba. Lo deseaba. Lo buscaba.

Eso no significaba amor. Eso no significaba nada.

Entró, sorbiendo por su nariz, y tío YeoSang se asomó.

— ¿Nini? —preguntó sorprendido al verlo llorar, caminando para acercarse.

Ni-Ki se vio con ese vestido de tul ensangrentado, su cuerpo doliendo, la sonrisa en su rostro quebrada.

Siempre sonriendo porque los muñecos siempre sonreían.

Sacudió su cabeza con ferocidad en una negativa, y YeoSang se detuvo porque sabía que de vez en cuando su sobrino sufría de esos episodios y era mejor permanecer alejado unos metros.

Cada cierto tiempo Ni-Ki parecía colapsar, pero los últimos años casi no actuaba así. Jake decía que estaba mejorando de a poco, que era probable que en unos años las cosas fueran cuesta arriba, pero al verlo así, llorando en silencio mientras sus manos se movían de forma descontrolada, YeoSang sintió su corazón romperse por todo lo que implicaba que Ni-Ki se comportara así.

Recordó al niño de once años, cuando lo conoció, detrás de YuNa siempre, sin acercarse a nadie, aferrado a la mano de su madre de forma desesperada.

Sólo actuó cuando vio a YeoSang golpeándose a sí mismo con la palma de su mano en el rostro, auto-castigándose por quién sabe qué, sin dejar de llorar.

—No, no, Nishi... —murmuró acercándose, tomándole de las muñecas.

Ese día estaban solos, porque JeongIn salió a trabajar y YuNa salió con la abuela al médico. Sabía que si llamaba a uno de los dos, no dudarían en dejar sus cosas y volver a casa para envolver a Ni-Ki en un abrazo, pero YeoSang no sabía si era lo correcto.

Soltó un jadeo de dolor cuando Ni-Ki lo mordió en el brazo, el chico descontrolado, como queriendo protegerse.

—No te haré daño, Nini... —susurró luchando contra el menor.

Riki se derrumbó en sus brazos, llorando sin control alguno, y se permitió ser abrazado aunque temblaba de forma descontrolada.

A Riki no le gustaba SungHoon porque SungHoon estaba prohibido.

4/6

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