16.

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—La prueba de ADN ha confirmado que el niño encontrado la noche del tres de noviembre es su hijo, señores Nishimura.

YuNa comenzó a sollozar sin control alguno en ese momento, sintiendo mil emociones que no podía explicar bien. Alivio. Dolor. Alegría. Sufrimiento.

JeongIn también se puso a llorar en silencio, abrazando a su esposa, que se apoyó en su marido para poder sostenerse.

—La policía insiste en hablar con él —prosiguió el doctor—, pero Riki... Debemos hacerle exámenes, al parecer su hijo perdió la capacidad del habla, y tampoco escucha lo que le decimos.

Ambos se congelaron por lo que dijo el doctor, mirándose en shock porque lo que estaba diciendo el doctor, eso último...

—Pero... pero Kiki... —balbuceó JeongIn—, él podía hablar...

El doctor hizo una pequeña pausa, arrugando sus cejas.

—Cuando terminen de ver al muchacho, hablaremos sobre ello —dijo con voz profunda.

Los padres asintieron, sus estómagos apretándose cuando el hombre abrió la puerta donde estaba el niño que encontraron.

El cuarto era blanco, limpio, impecable, la ventana dando hacia el patio interior de la clínica donde estaba interno el niño. Una enfermera los recibió con una sonrisa suave, haciéndose a un lado, y sobre la cama...

YuNa rompió a llorar una vez más, en tanto JeongIn sentía su garganta apretada.

El niño estaba delgado, casi desnutrido, su cabello largo y desordenado, su piel pálida y enfermiza. Pero sus ojos...

Sus ojos estaban vacíos, sin expresión alguna en su rostro, su boca cerrada, posados en la pared, ajeno a todo el mundo.

—Ha comido —susurró la enfermera—, no ha cambiado su mirada, pero cuando le di el postre, pareció animarse un poquito más.

— Riki... —susurró YuNa dando un paso—. Nishi, soy yo, soy mami...

Ni-Ki no reaccionó, pero cuando la mujer lo agarró del brazo, pareció actuar: tembló sin control, sobresaltándose, y salió de la cama con rapidez, sus ojos abiertos y llenos de terror. Antes de que alguien pudiera decir algo, el niño se metió bajo la cama.

YuNa estaba congelada, sorprendida, y JeongIn se movió a sostenerla cuando vio que se pondría a llorar otra vez.

—No le gusta que desconocidos lo toquen —explicó el doctor con rapidez.

— ¡No soy una desconocida! —gritó YuNa, destrozada—. ¡Soy su... su mamá! ¡Es mi bebé!

YuNa se arrodilló para sacar a Ni-Ki debajo de la cama, quedándose quieta cuando lo vio hecho una bolita, apegado en la esquina, un charco de orina a su alrededor. Estaba llorando sin hacer ruido alguno, sus manos moviéndose sin control, como si... como si...

JeongIn tuvo que sacarla de allí a la fuerza, el doctor pidiéndoles que era lo mejor, pero YuNa nunca pudo sacarse esa imagen de la cabeza: su pequeño Ni-Ki parecía estar pidiendo perdón.

Perdón como si hubiera cometido un terrible, horrible crimen que merecía un castigo.

Ni-Ki estaba dejando que mamá lo meciera como un bebé, ambos sentados en el sofá, y sonrió por la felicidad.

Mamá era protección, era calidez. Mamá jamás dejaría que nada malo le pasara.

JeongIn entró cargando un paquete de galletas, que no dudó en entregarle a su hijo, y el hombre los abrazó también. A Ni-Ki no parecía importarle que tuviera dieciséis años, que ya estuviera grande: él quería mucho esos abrazos porque eran lo mejor en el mundo.

Eso, y los besos de SungHoon.

YuNa le quitó el pelo de los ojos.

¿Mejor, bebé? —preguntó, sonriendo con amor.

Ni-Ki asintió, dándoles un beso en la mejilla. Ese día estaban solo los tres, pues YeoSang acompañó a la abuela a comprar, y volverían más tarde.

Se puso de pie, contento, olvidando todo el miedo, todas las pesadillas.

Iré donde JungWonnie —dijo Ni-Ki—, me quedaré a dormir en la noche, ha estado algo desanimado estos días.

YuNa hizo un gesto extraño, pero JeongIn habló:

¿No crees que has estado mucho tiempo fuera de casa, Riki? —preguntó JeongIn—. . Casi todos los fines de semana vas a casa de JungWon o Jay.

Riki hizo un gesto tratando de restarle importancia, aunque sabía que tenían algo de razón. Estaban terminando noviembre, y cada fin de semana solía mentir diciendo que se quedaría con JungWon o Jay (aunque el último era verdad), en una noche de amigos, saliendo en realidad con SungHoon, HeeSeung y Jay a D-Town.

Amaba mucho esas noches, porque en el club podía tomarle la mano, abrazar y llenar de besos a SungHoon sin que nadie le mirara mal. Excepto Geonu, a quien vio sólo una vez más, lejos de él.

Se sentía muy feliz, porque SungHoon ahora era sólo suyo, el chico torpe y tierno con él. Cada día que pasaba, Ni-Ki sentía que lo quería un poquito más.

SungHoon era demasiado dulce con él.

¿Puedo ir, o no? —preguntó, poniendo una expresión tímida.

Sus padres se miraron, algo indecisos, y terminaron suspirando.

El próximo fin de semana te quedas aquí —señaló YuNa.

El muchacho asintió, feliz, dándole un beso a cada uno, corriendo a ordenar su mochila. Se quedaría unas horas donde JungWon para después ir con Jay. SungHoon le había dicho que esa noche no irían a D-Town, sino que a otro lado, y estaba entusiasmado por ello.

Quince minutos después tocó la puerta de la casa de JungWon, su amigo abriéndole, y en silencio fueron al cuarto del muchacho. La madre de JungWon le dio un frío saludo en tanto RyuJin le ignoraba, pero ya se acostumbró a ello.

Desde que SungHoon y RyuJin habían terminado, que la chica tenía una actitud más hosca y antipática con todos. En especial con JungWon.

Ni-Ki cerró la puerta de la habitación, corriendo a abrazar a su mejor amigo para levantarle algo el ánimo.

JungWon se rió.

Ya, ya, Ni-Ki, ¿qué pasa? —preguntó con tranquilidad, acariciándole el cabello.

Estás desanimado, y no me gusta verte así —habló Riki en lenguaje de señas—. ¿Estás bien, JungWonnie?

El chico hizo una mueca.

La verdad era que su relación con RyuJin se había roto definitivamente luego del término con SungHoon gracias a las palabras que ella le dijo, semanas atrás. JungWon trató de que no le afectaran demasiado, sin embargo, habían sido muy crueles, y aunque SuNoo le llenó de besos, le abrazó e hizo el amor, seguían marcándole como fuego vivo.

RyuJin ahora le hacía el quite, no quería irse con él, le trataba como si tuviera una enfermedad, pero por sobre todo... por sobre todo, le ignoraba en el colegio, en especial ahora que MinHee se estaba vengando por ya no querer ser su juguete personal. SuNoo estaba a su lado en gran parte de los momentos, sin embargo, MinHee ya no le protegía de todo el mundo que quería dañarlo a él y a sus amigos.

Jay, afortunadamente, tenía a HeeSeung, que se le pegaba como una sanguijuela al chico, pero Ni-Ki...

A Ni-Ki le molestaban, pero al chico no parecía importarle, seguía tan feliz, o más, como nunca.

Noona ha estado muy pesada —dijo, algo afectado—, pero está bien, sólo espero que se dé cuenta pronto de su actitud.

Ni-Ki puso una mala expresión, sin querer decirle a su amigo que muy probablemente RyuJin seguiría así, en especial porque nada de lo que estaba haciendo la chica funcionaba. Sabía, porque SungHoon se lo mencionó de forma superficial, que ella seguía empeñada en que volvieran, sin asumir que la relación se había acabado.

Incluso, en el colegio ella decía que sólo se tomaron un tiempo, preocupados por la época de estudios, y ni siquiera les había dicho la verdad a sus padres. Ellos todavía creían que su hija salía con SungHoon.

Eso le irritaba un montón, queriendo acercarse a RyuJin a decirle (escribirle) que dejara en paz a su chico.

SungHoon era su chico, no de ella.

Estoy seguro de que asumirá la realidad en algún momento —dijo en cambio, volviendo a sonreír—. ¿Vemos una película, JungWonnie?

Los ojos del chico brillaron por la emoción.

¿Te quedarás a dormir? ¡Podríamos llamar a Jay para que venga! —dijo animado, porque hace mucho que no hacían eso.

Ni-Ki se sintió culpable.

No, no puedo —contestó—, tío YeoSang está de cumpleaños y haremos una cena con él.

La expresión de JungWon decayó, asintiendo, entonces Ni-Ki pensó que la próxima semana, como no le dejarían salir, podría invitar a sus amigos a su casa. Todo para levantarle el ánimo a JungWon, a quién volvió a abrazar.

Ni-Ki era un muy mal amigo, lo sabía, pero no sabía qué hacer. Moría por contarle la verdad a JungWon, pero... pero... ¿qué pasaría si se enteraba que SungHoon terminó con su hermana, debido a él? ¿Qué quizás la actitud de su hermana con él se debía a lo que provocó Ni-Ki?

No quería perder a su mejor amigo. No quería que pelearan.

Más adelante. En otro momento.

Veamos una película, entonces —suspiró JungWon, encendiendo su portátil.

Ni-Ki llamó su atención.

Te quiero, JungWonnie —dijo.

Su mejor amigo sonrió.

Yo también te quiero, Nini —contestó.

Sí, más adelante, cuando las cosas estuvieran mejor.

♡❜

SungHoon suspiró al ver la llamada de RyuJin, pero sólo cortó, considerando seriamente bloquear su número.

La chica le llamaba cada día, con la esperanza de que contestara, con la esperanza de que pudieran verse para hablar sobre su relación, pero SungHoon siempre le decía que no, y ya no sabía cómo hacerlo para evitarla.

En especial ahora que sus padres sabían de lo ocurrido, sus expresiones volviéndose heladas al enterarse de que ya no salía con la perfecta hija de los Yang. Insistieron unos días en saber el porqué, aunque no quedaron conformes con las palabras de ya no la quiero, que dijo SungHoon.

WonYoung, por otro lado, le apoyó en todo, pero se sentía algo incómodo a su alrededor ahora que buscaba formas de declarársele a Riki. SungHoon no sabía cómo hablar de aquello con el chico tampoco, sin querer verse celoso aunque por dentro moría por eso.

Volvió a suspirar.

—Si sigues teniendo esa cara de idiota, voy a golpearte —dijo HeeSeung, sentado en el asiento trasero del auto. Ambos estaban esperando a JongSeong y Riki.

El único que parecía realmente feliz era HeeSeung y Jay, aunque el último poco lo demostraba.

Pero dejaba que HeeSeung le diera besitos sin reclamar, y le abrazara de pronto. Incluso permitía que su novio le tomara la mano en todo momento.

—Eres un imbécil —se quejó SungHoon.

Antes de que HeeSeung pudiera contestar, las puertas del auto fueron abiertas. Ni-Ki se sentó en el asiento del copiloto en tanto Jay ingresaba atrás, junto a HeeSeung.

Una nueva rutina fue establecida: cada vez que Jay veía a HeeSeung, debía darle un beso donde quisiera. Ese día, Jay se inclinó, presionando sus labios contra los de HeeSeung, y el chico se alejó con una sonrisa boba.

Ni-Ki besó a SungHoon en la mejilla, feliz.

¿Todo bien? —preguntó SungHoon con algo de torpeza, aprendiendo el lenguaje de señas.

¡Todo perfecto! —respondió Riki poniéndose el cinturón de seguridad—. ¿A dónde iremos? —dijo a continuación.

SungHoon encendió el auto, pidiéndole la libreta a Ni-Ki, y el chico se la entregó. SungHoon se la dio a HeeSeung, que la recibió para responderle porque su amigo estaba conduciendo.

Iremos cerca de D-Town, a una carrera de autos. De vez en cuando se juntan distintos grupos a interactuar.

Jay leyó la respuesta, frunciendo el ceño.

— ¿Carreras de auto? ¿Cómo las que se ven en televisión?

HeeSeung pareció un poco indeciso, porque no le había dicho de eso a la mamá de Jay, que le vigilaba más que nunca ya que ahora su hijo tenía un novio. De forma oficial. Además, ya habían tenido la conversación.

—Nada de sexo, HeeSeung —le dijo Byul-Yi, mientras esperaba a Jay para salir a comer helado—. Nada de propasarte con él. Jay está recién aprendiendo a relacionarse con otras personas, así que no entiende bien todas esas sensaciones, ¿está claro? Sé que ustedes, los adolescentes, experimentan más temprano ciertas cosas, pero...

—Se lo prometo —balbuceó HeeSeung con las mejillas coloradas—. Yo no... Yo sé que JongSeonggie es especial y sólo quiero hacerlo feliz.

—Por otro lado — Byul-Yi no parecía satisfecha, lo que hizo que HeeSeung sudara más—, Jay me ha dicho que aprendió que no decirme las cosas no es mentirme, sino omitir información.

—Yo... Um...

—Si mi hijo vuelve a decirme eso, no le compraré más dinosaurios, y te echaré la culpa a ti.

Esa mujer era el diablo.

Pensó un instante qué decirle a Jay. No quería mentirle, pero sabía también que si Byul-Yi se enteraba, no estaría feliz por ello.

—Son carreras distintas, con otros autos —contestó, para luego rebuscar en su mochila—. Mira, te traje un regalito, Seonggie —agregó para desviar la atención.

—Pero no es navidad, ni mi cumpleaños —balbuceó Jay , algo descolocado de pronto.

—No, es un regalito de novios —se apresuró a decir HeeSeung.

—Pero yo no tengo nada para ti —la expresión de Jay decayó, sin saber por qué se sentía triste repentinamente.

—Si me das un besito, es suficiente regalo para mí, bebé.

— ¿Seguro, perrito?

—Cinco besitos, ¿es más justo? —le entregó el regalo—. Míralo mejor, y me dices cuantos besos vale.

SungHoon parecía a punto de vomitar porque esos dos eran demasiado empalagosos, e incluso Ni-Ki parecía algo incómodo. Buscó relajarlo dándole la mano, y pensó que quizás debería darle también un regalo. Lo que le recordó que dentro de poco Ni-Ki iba a cumplir años, así que debería buscarle un bonito regalo.

Jay terminó de abrir el regalo, sus ojos brillando por la emoción.

— ¡Es un yingshanosaurus! —balbuceó—. ¿Dónde lo conseguiste, perito? ¡Mamá no ha podido encontrarlo!

—E-bay, bebé —contestó HeeSeung, satisfecho—. ¿Merezco cinco besitos?

Jay parpadeó, enfocando sus ojos en el dinosaurio para luego mirar a HeeSeung, su expresión tornándose extraña.

—Esto vale para como... uh... —farfulló, algo indeciso—, como cincuenta besos, pero de esos besos que incluyen tu... tu lengua en mi boca...

HeeSeung se atragantó con su saliva.

SungHoon se rió por la diversión, tomándole la mano a Ni-Ki, que le sonrió ampliamente, y ambos trataron de ignorar los repentinos ruidos de besuqueo que resonaron en la parte trasera del auto.

Quince minutos después, SungHoon estacionó el auto en una calle, todos bajándose (aunque Jay estaba colorado y sus labios hinchados junto a los de HeeSeung), y SungHoon le tomó la mano a Ni-Ki, tirando de él para que caminaran juntos.

Le gustaba mucho la mano de Ni-Ki, se acoplaba tan bien a él, y en todo ese casi mes que llevaban viéndose, se sentía más feliz que nunca. Ni-Ki parecía comprenderle mejor que nadie, siendo un apoyo constante cuando no se sentía demasiado bien (sobre todo ahora que sus padres parecían enojados con él por la situación de RyuJin), y sonriéndole siempre con esa preciosa sonrisa que tenía.

Darle besos, abrazarlo, todo se sentía hermoso para él.

Se alejaron bastante de las casas y bares que había, llegando a una enorme bodega que ocupaba toda la siguiente cuadra, donde un chico conocido estaba apoyado en la puerta.

— ¿Te tocó cuidar esta noche, Loco? —preguntó SungHoon.

El aludido levantó la cabeza, mirándolos con una sonrisa de resignación.

—Me engañaron —dijo con pesar, haciéndose a un lado para hacerlos pasar—. No pensé que vendrían. Las carreras no son lo suyo.

HeeSeung se encogió de hombros, pagando la entrada de los cuatro.

—Queríamos cambiar de aires —contestó Lee—, además, no vamos a participar.

—Diviértanse —les dijo Loco—, saben cuáles son las entretenciones de aquí.

Se despidieron de su amigo, Ni-Ki parpadeando un poco por el pasillo oscuro que dio paso a...

Abrió la boca, sorprendido, porque los primeros metros de la bodega eran una fachada. No tenía un techo, las pocas latas estaban sueltas, y sólo había focos en las paredes. No tenía puerta ni pared trasera, sólo paredes laterales con amplias ventanas que daban al exterior, donde además había unas gradas construidas torpemente en donde ya varias personas estaban ubicadas. Había un segundo piso que consistía sólo en dos pasillos pegados a la pared con una escalera de metal que permitía subir. La carencia de pared daba a otra cuadra que servía como basural, que luego se desviaba a una carretera de tierra. Cinco autos ya estaban en el centro, encendidos.

Jay parecía sorprendido también.

— ¿Sprite, Seonggie? —preguntó HeeSeung, tirando de él hacia un pequeño bar construido en una esquina.

Ni-Ki se pegó más a SungHoon, maravillado, y escribió torpemente en su libreta, rápido por la excitación.

¡Es muy genial! ¿Vamos a ver las carreras?

SungHoon sonrió, llevándolo a sentarse a una de las gradas.

Veremos la primera. Luego, los dos haremos otra cosa.

Ni-Ki le dio un beso, emocionado, y SungHoon respondió entre risas.

Mientras esperaban a que la carrera comenzara, SungHoon le fue señalando a todos los competidores porque Ni-Ki reconoció a varios chicos y chicas que estaban en D-Town allí también: Hyuna, por ejemplo, estaba besando a uno de los competidores, a quien SungHoon nombró como E-Dawn. Otro competidor era SeungMin, que estaba conversando con su grupo de amigos. A un lado estaba YunHo, también con su novia, Somi. Sentado ya en su auto se hallaba SunWon, riéndose por algo que había dicho uno de sus amigos. La única mujer que iba a competir era YiRen, que se estaba pintando los labios en ese momento.

A pesar de que Ni-Ki no los conociera mucho, le gustó demasiado el ambiente que se generó en el lugar. Todos iban a competir, pero... pero...

Pero no era una competencia tóxica, todos se hablaban entre sí y se reían como hermanos.

Se preguntó, entonces, por qué SungHoon lo había dejado. Él se veía muy feliz allí también, saludando a todo el mundo, presentándolo al resto, bromeando y riendo. A Riki le gustaba mucho verlo feliz.

¿No quieres apostar?

Observó la pregunta de SungHoon, algo divertido, y sacudió la cabeza en una negativa.

¿Quién crees que ganaría?

Hoy la competencia es fuerte. YiRen, con toda probabilidad. Es buenísima conduciendo, además de que los chicos creen que, al ser mujer, es intocable. YiRen suele patear culos por eso.

¡Apostemos por ella!

—Pero si pierde...

No pudo negarse, no cuando Ni-Ki le miró con ojos grandes y amplios, rogando que apostaran.

Terminó acercándose a Iron, que dirigía las apuestas ese día, pero sólo apostó dieciocho mil wons.

Al volver, vio a HeeSeung sentado con Jay y Ni-Ki.

—Me gusta el lugar porque se ve el cielo —balbuceó Jay—, mira, HeeSeung, allí están Alnitak, Alnilam y Mintaka, las estrellas que forman el Cinturón de Orión, se conocen más como las Tres Marías o Tres Reyes Magos. No se ve muy bien la figura de Orión, eso me disgusta mucho, Orión es una constelación muy bonita, aunque no tanto como la Osa Mayor, esa es una de mis favoritas —tomó aire para luego beber de su lata de bebida mientras HeeSeung le acariciaba el cabello, fascinado.

—La única que conozco es la Cruz del Sur —dijo HeeSeung.

Jay lo miró con reprobación, frunciendo sus labios.

—Es porque eres idiota, pero no importa, yo voy a enseñarte —contestó antes de voltearse a Ni-Ki para decirle algo.

HeeSeung sonrió con más fuerza, inclinándose hacia SungHoon.

—Es su forma de decir que me quiere mucho —le confesó.

SungHoon creía que HeeSeung era estúpido.

Pero no dijo nada, sentándose cuando Iron habló de pronto:

— ¡Son las once, comencemos con esto, competidores a sus autos! —dijo Iron, ganándose muchos aplausos—. ¡Primera ronda, con estas cinco maravillosas personas que nos deleitaran con una rápida carrera! —agregó mientras los cuatro chicos y la chica se acomodaban en sus autos—. ¡Nada de violencia, saben las reglas! ¡YeEun, cariño, ¿quieres hacer los honores?!

Una hermosa chica caminó al centro de la pista con una bandera roja, vistiendo sólo unos shorts cortos y una playera a pesar del frío, ganándose silbidos y gritos de ánimo.

— ¡El ganador tendrá un beso de nuestra diosa! —agregó Iron, entusiasmando más a la gente.

YeEun le sacó el dedo del medio antes de girarse, dándoles la espalda a los competidores, y agitar la bandera con un grito de partida.

Los cinco autos partieron, el ruido del motor resonando en todo el lugar.

Ni-Ki parecía estar rebotando en su asiento por la emoción mientras Jay abrazaba a HeeSeung, algo disgustado por todo el ruido.

Los autos salieron de la bodega, y todo el mundo corrió hacia las ventanas o la salida para ver qué ocurría. SungHoon llevó a Ni-Ki al segundo piso, pegándose al vidrio, viendo los autos en la oscuridad gracias a las luces.

¡Va primero YunHo... no, lo acaba de pasar SunWon...! —balbuceó con velocidad Ni-Ki, tanta que SungHoon se perdió un poco—. ¡Ahora YiRen... E-Dawn... SeungMin...!

SungHoon se desorientó en sus gestos, pero no le importó, no cuando podía ver la felicidad en sus ojos.

Diez minutos después volvieron a sus lugares cuando vieron todos los autos acercándose, el público ansioso por el resultado.

SunWon en primer lugar. YiRen segunda.

Ni-Ki pateó el suelo, berreando, pero SungHoon sólo se rió, dándole un abrazo.

—Vamos a ver las estrellas —pidió Jay de pronto a HeeSeung—, vamos, vamos perrito...

—Te dará frío, Jay—contestó HeeSeung.

—No, no, quiero verlas —insistió Jay—, por favor, por favor... Quiero mostrarte Orión...

—Un instante —cedió HeeSeung, que no podía negarle nada a Jay. Se volteó a SungHoon—. Nos juntamos en tu auto a la una, ¿no?

—Sí —respondió SungHoon—, si ocurre algo, me llamas.

HeeSeung le hizo un gesto de aprobación.

SungHoon tomó la mano de Ni-Ki, tirando de él hacia la salida por la puerta trasera mientras volvían a prepararse los nuevos competidores.

¿A dónde vamos? —preguntó Riki, dejando que SungHoon le guiara por entre la multitud de personas.

Afuera —fue su respuesta—, vamos.

Ni-Ki parecía querer insistir, pero dejó que su novio (¡su novio!) le llevara hacia el exterior, el chico pasando un brazo por sus hombros para atraerlo, dándole un beso en la frente.

Caminaron por la abandonada calle a esa hora, los gritos de todo el mundo dentro de la bodega escuchándose de fondo. Dieron vuelta a la cuadra, observando las latas que servían como pared, y al cruzar al otro lado, donde había fábricas abandonadas, se encontraron con otro grupo de chicos.

— ¡SungHoon! —saludó uno de ellos—. ¡Viejo, hace mucho no te pasas por aquí!

—Hey, Lee Know—respondió SungHoon, sonriendo al verlo—. Hace mucho no te veo en las batallas de rap.

—Estoy yendo los viernes, los sábados trabajo —contestó Lee Know, mirando con curiosidad a Ni-Ki—. ¿Un amigo?

—Es Ki —dijo SungHoon—, es mi novio —el chico tomó la libreta de Ni-Ki—. Es sordomudo.

Ni-Ki, él es Lee Know, uno de mis viejos amigos.

— ¡Woh, eso suena genial! —dijo Lee Know sin borrar su sonrisa—. ¿Lo traes aquí para divertirse un rato? ¡Hey, chicos, Hoonnie tiene nooooooooooooooooovio!

Las mejillas de SungHoon se colorearon de rojo, y Ni-Ki pareció adivinar lo que había ocurrido al ver las expresiones divertidas de todo el mundo, ampliando su sonrisa también, acercándose para saludar a todos con una inclinación.

SungHoon tuvo que escribir apresuradamente el nombre de todas las personas que se acercaron.

Él es ChenLe.

Él es Bain.

Ella es Bahiyyih.

Él es DY.

Ella es Aisha.

— ¡Tú chico es adorable! —dijo Bahiyyih agarrándole las mejillas a Ni-Ki, que sólo se rió—. Es una cosita muy linda.

—Hey, hey, no lo toquen —se quejó SungHoon, tirando del chico a su lado—. Me lo asustan.

—Qué dices —respondió DY—, te pones celoso, nada más —se acercó, agitando una lata de pintura—. ¿Vienes a colaborar con nuestro arte, Hoon?

—A Ki le gusta el arte —comentó SungHoon, quitándose la mochila—, así que quiero que pinte algo.

Ni-Ki le miró, expectante, y abrió la mochila, mostrándole todos los aerosoles que trajo para esa ocasión. Los ojos de Ni-Ki brillaron por la emoción, casi saltando, causando que todo el mundo volviera a reírse por lo bonito que se veía.

—Hay una pared libre por allí —dijo ChenLe, señalando a unos metros—, ¡pueden hacer lo que quieran!

SungHoon les dio las gracias, llevando a Riki que abría y cerraba la boca, observando todavía las latas con admiración.

¿Vamos a pintar? ¡Nunca lo he hecho!

¿Qué quieres dibujar? Podemos hacer el diseño que quieras, bebé.

El bebé salió tan natural que no se dio cuenta hasta que terminó, y Riki lo leyó, su rostro iluminándose.

Dibujemos... ¡un león Ryan! A ti te gusta mucho Ryan, hyung, ¡hagamos uno!

¿Era posible que ese chico dejara de ser tan tierno? SungHoon quería llenar su rostro de besos en todo momento.

Sacó la pintura en lata naranja, negra y blanca, agitándola. Se le había ocurrido llevar a Ni-Ki a ese lugar cuando, una de las tardes en las que estaban juntos, el chico le mostró sus dibujos. El arte que el muchacho hacía era algo... abstracto, pero Ni-Ki era feliz con eso, así que ¿por qué no llevarlo allí?

Le enseñó al chico cómo usar la lata, sabiendo que Riki captaría con rapidez porque era bastante inteligente, y pronto el menor estuvo pintando las paredes, haciendo líneas sin orden alguno, sólo rayando, su sonrisa ampliándose.

Ni-Ki se veía demasiado feliz en tanto SungHoon también rayaba, a su lado, tarareando un nuevo rap que estaba haciendo, y de pronto el chico le tomó la mano, llamando su atención.

¿Esto es ilegal, hyung?,

Preguntó Ni-Ki con inocencia.

SungHoon puso una expresión pensativa.

Esto es tan legal como las carreras, Ni-Ki.

Riki frunció el ceño, algo confundido al inicio, y luego su expresión cambió.

¡ES MUY ILEGAL, HYUNG!

SungHoon se rió. Meses antes se habría sentido mal y culpable por hacer eso, pensando siempre en las expresiones reprobatorias de sus padres y RyuJin, pero en ese instante, con Riki algo escandalizado a su lado, sólo se rió.

Y Ni-Ki también se rió segundos después, sin hacer ruido, y SungHoon deseó entrañablemente poder escuchar su voz. Poder escucharlo alguna vez.

Sin pensarlo, escribió en la libreta.

Ni-Ki, ¿tú naciste sordomudo?

Se arrepintió enseguida de preguntar aquello cuando vio la expresión del chico cambiar, la risa desapareciendo, el dolor cubriendo su mirada.

Hubo un instante de vacilación en el que ambos se miraron, ignorando las conversaciones y gritos a su alrededor.

Mamá y papá decían que sí. Que yo podía hablar. Pero yo no lo recuerdo, SungHoon. Pienso que sólo lo dicen porque tienen la esperanza de que pueda hablar a futuro, pero no es así. Yo no hablo. Yo no escucho.

Un instante de vacilación.

Yo tampoco debería ver.

SungHoon no entendió eso último, confundido por sus palabras.

¿Por qué no deberías ver?

Ni-Ki parecía desorientado en ese instante, su rostro pálido, sus ojos perdidos.

Porque los muñecos no ven.

SungHoon frunció el ceño.

— ¡LA POLICÍA!

Se sobresaltó ante el grito de Aisha, girándose y viendo a lo lejos las luces azules y rojas, escuchando la sirena, y supo que las carreras se habían acabado por esa noche.

Sus amigos agarraron sus cosas.

— ¡Que no los atrapen! —gritó Bain riéndose.

Ni-Ki volvió en sí, confundido, y SungHoon agarró su mano, tirando de él, botando los aerosoles, olvidando momentáneamente lo que le había escrito Riki.

¿Qué ocurre? —preguntó Ni-Ki, perdido.

SungHoon señaló hacia todos los adolescentes que estaban corriendo, los autos que salían de la bodega, los repentinos policías que aparecieron, y Riki pareció entender por qué se aferró más a su mano, comenzando a correr a su lado.

No era la primera vez que perseguían a SungHoon (ni tampoco a HeeSeung, que debía estar corriendo en ese instante junto al pobre de Jay), porque antes de terminar con Geonu, cuando frecuentaba casi todos los fines de semana D-Town y sus alrededores, las redadas de los policías para clausurar las carreras clandestinas eran pan de cada día. Así que SungHoon conocía bien esos barrios por lo que no dudó en doblar en una esquina, subiendo unas escaleras que dieron a una pasarela.

— ¡Eh, mocosos, deténganse! —gritó un policía.

Ni-Ki se giró, sacándole el dedo corazón, riéndose en silencio mientras SungHoon estallaba en carcajadas, volviendo a tomarle la mano.

La adrenalina en ese instante estaba en su punto alto, escapando de aquellos adultos que estaban cansados de su vida, evitando ir presos. Riki nunca había estado tan excitado en ese punto, contento, feliz, dejando que SungHoon le guiara por esas abandonadas calles, alejándose de todo el mundo.

SungHoon podría llevarlo al fin del mundo, y Ni-Ki lo seguiría, se dio cuenta en ese instante.

Media hora después se apoyaron en una pared, metidos en un callejón, detrás de un basurero, buscando recuperar el aire.

— ¡Fue increíble! ¡Fue lo mejor, hyung! ¡Esos policías...!

Ni-Ki no pudo seguir hablando porque SungHoon lo besó en ese instante, también emocionado y alegre, sus labios juntándose en un beso torpe, sus narices chocando.

SungHoon se alejó con un quejido, pero Ni-Ki volvió a besarlo, pasando sus brazos por el cuello del mayor, sintiendo la lengua de su novio entrando en su boca, pero no le importó. No le importaba, porque los besos de SungHoon eran lo mejor de la vida, y eran sólo de él.

De él, de nadie más.

Quince minutos después estaban saliendo del callejón, el silencio del barrio relajándolos, y comenzaron a caminar en dirección al auto. En eso, su móvil vibró.

HeeSeung:

¿Dónde estás?

¡Tuve que abrir el auto a la fuerza porque Jay empezó a tener frío!

No me digas que te atraparon.

Oh dios, ¿tendré que encender el auto también?

SungHoon:

Voy para allá, idiota.

Espera.

¿Rompiste una ventana?

Por favor, no me digas que lo hiciste.

HeeSeung:

Claro que no, imbécil.

La mamá de Jay no me dice delincuente por nada.

SungHoon rodó los ojos, sintiendo a Ni-Ki temblar por el frío, y tiró de él en un abrazo de oso, volviendo a besarse. Comerse la boca, en realidad.

Pensó que al llegar al auto vería a Jay quejándose por la situación, pero HeeSeung era un mentiroso de primera, porque los vidrios estaban empañados. En el interior, en los asientos traseros, HeeSeung estaba sobre Jay, besándolo (o chupando su alma, SungHoon no sabía y no quería averiguarlo).

Frunciendo el ceño, sacó el segundo de las puertas delanteras, sobresaltando a los dos chicos.

—Me dejaste lleno de babas... —murmuraba Jay cuando entraron.

—Te las quito con mis labios si quieres —ofreció HeeSeung.

— ¿Eso es posible?

—Sí, mira...

Volvieron a resonar más ruidos asquerosos que SungHoon ignoró en tanto Ni-Ki trataba de no mirar hacia atrás, sus mejillas coloradas por la situación.

Los mayores fueron a dejar a Jay y Ni-Ki a la casa del chico de cabello rosa, y antes de salir, Ni-Ki volvió a besar a SungHoon.

Te quiero —dijo SungHoon en lenguaje de señas, sonriendo.

Te quiero —respondió Ni-Ki, feliz.

Feliz, feliz, muy feliz, viviendo en una nube que no parecía notar que se acercaba a una inevitable tormenta.

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