15.

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- Riki apenas le había dirigido la mirada en todo el camino de regreso.

SungHoon tamborileó sus dedos alrededor del manubrio, incómodo porque no sabía qué decirle al muchacho para preguntarle el porqué de su comportamiento. Ni-Ki había estado más... apagado esa noche, su cambio de actitud fue repentino, y varias veces le preguntó si se sentía bien, si quería regresar a casa.

Pero Ni-Ki se había limitado a negar con la cabeza, tirando de él para darle besos en la boca, cortos y seguidos, llenos de necesidad, y SungHoon se había limitado a hacerlo feliz. Luego Jay y HeeSeung habían aparecido, poniéndose a hablar entre los cuatro, y las cosas parecieron mejorar un poco.

Sin embargo, acababa de dejar a Jay y HeeSeung en la casa del menor, y una vez solos, la incomodidad volvió a aparecer.

SungHoon se detuvo fuera de la casa de Ni-Ki, pidiéndole el cuaderno. El menor se lo tendió.

Si hice algo que te haya desagradado, lo siento, Ni-Ki.

Ni-Ki leyó las palabras, sintiendo ahora ganas de llorar, y sacudió la cabeza en una torpe negativa.

No ha pasado nada, hyung. Es sólo que...

El papel en su bolsillo pesó como un ladrillo, pero no sabía cómo expresarse bien porque no entendía tampoco esos sentimientos en su interior. ¿Celos? ¿Rencor?

¿Odio?

Es sólo que me puse triste porque he recordado a JungWon. Triste y culpable.

SungHoon suspiró al leer el mensaje, entendiendo la postura en la que estaba el chico porque a nadie le gustaba mentirles a sus mejores amigos. Sobre todo Ni-Ki, que parecía tan apegado a JungWon.

Si no estás seguro de esto, Nini, podemos dejarlo hasta aquí.

No quiso sonar tan categórico e incluso frío, pero sentía que necesitaba decírselo para saber qué tan seguro estaba Riki de lo que ellos podían tener, en especial porque SungHoon necesitaba un pequeño (gran) impulso para poder terminar con RyuJin pronto.

Riki leyó las palabras, sus labios frunciéndose en disgusto.

Estoy seguro.

El chico lo miró un instante.

Te quiero. Te quiero para mí, como mi novio.

La mano de Ni-Ki tembló.

Te quiero, te quiero, te quiero, te qui-

SungHoon detuvo el movimiento errático de la mano de Riki, repentinamente asustado por su forma de actuar, y al voltear a verlo notó su llanto silencioso, sus ojos lagrimosos, mordiendo su labio inferior con fuerza.

─Oh, Nini... ─susurró SungHoon, abrazándolo de golpe porque no sabía qué otra cosa hacer en ese instante, porque su corazón se rompió al ver a Ni-Ki llorar así.

SungHoon no quería verlo llorar nunca en la vida.

Lo meció, sintiendo como los hombros del chico se sacudían por los sollozos, y le revolvió el cabello, murmurándole palabras tranquilizadoras para que así se calmara, para que volviera a sonreírle con esa bonita sonrisa que poseía.

Al sentirlo más calmado se alejó, limpiando sus mejillas con los dedos, y dándole pequeños besos seguidos.

Te quiero ─dijo SungHoon en lenguaje de señas.

Te quiero ─respondió Ni-Ki.

El mayor volvió a agarrar el cuaderno.

Nini, yo también te quiero mucho y quiero estar contigo, ¿bien?

Te quiero tanto que a veces temo que te des cuenta de que no valgo la pena para ti, y eso me asusta mucho porque me gustas demasiado.

Riki leyó sus palabras, pero negó con la cabeza, acurrucándose contra él, queriendo que el aroma de SungHoon lo envolviera, lo hiciera sentir feliz y amado. Los brazos del mayor se sentían muy bien para él porque parecían encajar perfectamente.

No, tú eres importante, muy importante para mí.

¿A ti no te molesta... que yo no pueda hablar o escuchar?

¿No te molesta que sea defectuoso?

SungHoon leyó aquellas palabras con su garganta apretada: notaba algo extraño y perturbador en ellas, como si tuvieran un doble sentido. Como si Ni-Ki se refiriera a otra cosa.

Trató de no darle muchas vueltas al asunto.

Me encantas así como eres, Nishi.

Y no eres defectuoso. Eres perfecto para mí.

Podía ver la duda en los ojos de Riki, pero el chico volvió a sonreír aunque sus mejillas seguían un poco ásperas por las lágrimas, y SungHoon decidió que darle besos era una buena forma de hacer que estuvieran suavecitas otra vez.

Minutos después el chico se estaba bajando del auto, más feliz que nunca en la noche, y se despidió de SungHoon para luego correr a su casa, entrando con el corazón acelerado.

Se sobresaltó cuando vio a su papá en el living.

¿Riki? Pensé que te quedarías con JungWon -dijo su papá algo confundido.

No, salimos pero decidí venir a dormir a casa -contestó tratando de lucir despreocupado.

¿Te vinieron a dejar en auto? ─preguntó su papá─. Vi uno afuera.

Salimos con la hermana de JungWon y el novio de ella ─respondió─, él tiene un auto así que se ofreció a traernos.

JeongIn frunció el ceño, sin embargo, no dijo otra cosa así que Ni-Ki subió hacia su cuarto, sabiendo que su mamá y abuela debían estar durmiendo. Al abrir la puerta, Bisco saltó de su cama, corriendo y saltando para recibirlo, y Ni-Ki lo agarró en brazos, sonriendo.

Segundos después se recostó sobre la cama, Bisco lamiendo su rostro, y Ni-Ki sacó un papel.

La letra de Geonu envió un escalofrío por su espina dorsal.

Salí con SungHoon por casi un año, así que lo conozco bastante.

No te enamores de él, porque va a romperte el corazón. Park SungHoon sólo está jugando contigo.

Él realmente no te quiere.

Ni-Ki arrugó el papel, furioso y enojado, lanzándolo a su basurero, y se maldijo por ser tan débil, por no estar preparado para esas cosas, por creer que todo el mundo era bueno.

Geonu estaba mintiendo. Geonu estaba celoso y era malo, porque SungHoon nunca jugaría con él. SungHoon realmente le quería.

SungHoon realmente podía querer a ese muñequito sucio y defectuoso.

♡❜

Byul-Yi terminó de preparar el almuerzo de Jay, y se volteó a mirarlo, sonriendo cuando lo vio comer con cuidado de no derramar su leche de la taza.

─Te eché unas galletitas, Seonggie ─le dijo ella llamando su atención ─, sólo dos de colación, ¿entendido?

─Sí, mami ─contestó Jay para luego arrugar las cejas ─. Pero echaste muchas galletas.

─Sí, el resto son para tu novio ─respondió Byul-Yi─, son las que tú hiciste, así que tienes que decirle eso.

Jay puso una expresión extraña en su rostro, media duda, media tristeza.

─Pero son las galletas más feas ─dijo desganado, entendiendo poco el por qué se sentía así si eran sólo galletas.

Byul-Yi le revolvió el cabello.

─A él no le van a importar si le dices que las hiciste pensando en él ─contestó con voz dulce─. Y si te dice algo, entonces significa que no es tu novio, ¿entendido?

─Bueno, mami.

Byul-Yi sonrió, satisfecha de que Jay pudiera entender bien lo que ella le decía, sin embargo, su sonrisa desapareció con rapidez cuando un pensamiento fugaz recorrió su mente.

─ Seonggie ─dijo llamando su atención otra vez ─, ¿HeeSeung te ha besado en los labios?

Jay puso otra vez una expresión extraña, aunque si Byul-Yi lo pensaba un poco, no era tan extraña, sólo que no estaba acostumbrada a verla en el rostro de su hijo. Gran parte de su vida Jay no se expresaba mucho, en especial en los colegios donde estuvo, porque no tenía amigos. Ni siquiera se llevaba bien con sus primos, con quienes se veía poco porque como su hijo tenía asperger, sus hermanos solían tratar a su bebé como si fuera un monstruo.

La gota que había rebasado el vaso fue cuando una de sus hermanas le dijo que tuvo que haber botado a JongSeong al basurero apenas se enteró de su condición, y desde ese día, Byul-Yi decidió cortar relaciones con esas personas.

Así que ahora sólo eran ellos dos contra el mundo, y Byul-Yi lo prefería así. Por muy difícil que fueran las cosas, por muchos turnos que tuviera que hacer en el hospital, jamás se arrepentiría de tener a Jay en sus brazos, porque su niño era el niño más maravilloso del mundo.

Por lo que pudo adivinar, la expresión de Jay era una mezcla entre vergüenza y contradicción.

─ Perrito dijo que no podía decirte esto ─respondió Jay.

Byul-Yi enarcó una ceja, sabiendo que HeeSeung le estaba haciendo competencia por la atención de Jay.

─ JongSeong, ¿me estás mintiendo? ─ preguntó ella.

─No es mentir, es no decirte las cosas ─replicó Jay, y Byul-Yi supo que sólo estaba repitiendo las palabras de otra persona. De HeeSeung, con toda probabilidad.

Decidió cambiar de estrategia.

─Yo pensaba comprarte un nuevo dinosaurio ─ dijo ella con fingida tristeza, viendo como los ojos de Jay se iluminaban─ . ¿Cuál es el último que estás estudiando? ¿El dinosaurio amargado?

─El amargasaurus -farfulló JongSeong.

─Ese mismo ─ Byul-Yi suspiró ─, pero no te lo compraré porque me estás ocultando cosas, JongSeonggie. Eres un mal chico.

─No, no ─balbuceó Jay ─, te lo diré, pero ¿prometes comprarme el dinosaurio, mami?

Byul-Yi sonrió.

─Claro que sí, cariño.

JongSeong comenzó a juguetear con sus manos, sus labios temblando, como si todavía estuviera indeciso.

─ Perrito me da besitos en los labios ─ confesó, sus mejillas tornándose rojas, y Jay no entendía por qué sentía de pronto calor ─, como piquitos, muy rápidos y seguidos.

La mujer ladeó la cabeza, aunque por dentro se sentía muy feliz de que Jay estuviera conociendo a alguien tan bueno y amable como HeeSeung. También estaba un poco asustada, pero sabía que a su niño le haría bien relacionarse con otras personas.

─ ¿Puedes hablarme de cómo fue su primer beso, Seonggie? ─insistió con voz suave.

Jay bajó la vista.

─Fue luego de que HeeSeung me rapeara una canción ─contestó─, y me llevó a un pasillo algo oscuro, donde no había nadie...

Jay podía recordar muy bien ese momento, aunque no entendía por qué lo consideraba tan importante cuando fueron sólo unos minutos. Tampoco podía entender los sentimientos que le invadían, el por qué sus manos sudaban cuando HeeSeung le decía algo bonito, o por qué su estómago se contraía como si se sintiera enfermo.

Me siento enfermo ─le había dicho a HeeSeung entonces.

HeeSeung le miró con preocupación, tocándole la frente, pero sin sentir fiebre.

¿Qué sientes, Jay-Ah? ─preguntó HeeSeung.

Jay tragó saliva.

Mi estómago se mueve ─trató de explicar─, se sacude mucho cuando estás tú cerca, perrito.

HeeSeung sonrió.

Se te pasará ─aseguró─, será mucho más rápido si cierras los ojos, bebé.

Jay obedeció, aunque no estaba seguro de las razones por las que confiaba en HeeSeung.

Sintió de pronto otro aliento contra su boca, pero antes procesar lo qué ocurría, los labios de HeeSeung estuvieron sobre los suyos en un beso tranquilo, dulce y amable, su boca moviéndose contra la suya, y Jay sintió sus piernas temblar cuando la mano del mayor acarició su cintura.

No entendía esas sensaciones, pero no eran malas. No eran... no eran dañinas.

HeeSeung se alejó.

Eso fue un beso ─le explicó con calma─, ¿te gustó, Seonggie?

Jay lo pensó un instante, viendo sus pros y sus contras.

Contras:

○Compartieron saliva, lo que era malo porque podían pegarse enfermedades.

○HeeSeung cruzó la línea que consideraba su espacio personal.

○Sentía abejas asesinas en su estómago que podían matarlo si seguían zumbando tan fuerte.

Pros:

○HeeSeung cruzó la línea que consideraba su espacio personal, pero no entró en pánico como ocurría con otras personas.

○Las abejas no eran tan malas, tal vez no eran abejas, sino mariposas, aunque ¿cómo podían llegar abejas y mariposas a su estómago? ¿Era posible? Jay lo iba a averiguar.

○HeeSeung no tenía ninguna enfermedad, así que no le contagió nada.

○Se sintió bonito.

Sí me gustó —aseguró—. ¿Los novios se besan siempre?

HeeSeung sonrió, y Jay decidió que su sonrisa igual era bonita.

Sí, aunque si tú no quieres un beso, sólo debes decirme —contestó HeeSeung—. Si hay algo que no te guste, tienes que decírmelo, Seonggie— HeeSeung le dio otro beso—. Por ahora, nos besaremos cada vez que nos veamos.

Pero esos son muchos gérmenes...

No pasa nada mientras no me enferme —un beso más—. Cuando me enferme, te avisaré, ¿está bien?

Jay asintió.

Su mamá lo observó cuando terminó de hablar, y le revolvió el pelo.

—Está bien, Seonggie —dijo, algo aliviada de que esos besos hubieran sido inocentes—, pero si alguna vez HeeSeung llega a hacerte algo que no te gusta, si actúa de una forma que te desagrada, debes decírmelo, ¿está bien? No importa si él te dice que no lo hagas, tienes que decírmelo igual, ¿lo entiendes?

Su hijo frunció el ceño, confundido, pero terminó asintiendo.

—Mami, ya vamos tarde al colegio —le dijo, apuntando al reloj.

Byul-Yi lo mandó a lavarse los dientes, pensando que Jay estaba feliz. Y si él era feliz, ella también lo era.

Lo único que ella deseaba era eso: que JongSeong pudiera ser feliz.

♡❜

RyuJin le sonrió con timidez, sus ojos brillando cuando se acercó a él, creyendo por fin que podría tener un tiempo a solas con SungHoon luego de tantas semanas de tensión. Ya estaban a mitades de noviembre, así que pronto deberían empezar a hablar qué harían para las vacaciones de navidad.

—Hola, oppa —saludó RyuJin, poniéndose de puntillas para darle un beso.

SungHoon ladeó la cabeza, recibiendo el beso en la mejilla, y suspiró con algo de cansancio. Observó el patio del colegio, observando que ya no quedaban personas, para luego voltearse hacia RyuJin, que lucía algo ansiosa.

—Tengo que hablar contigo —le dijo, su voz seria y llamando la atención de la muchacha.

— ¿Qué ocurre, SungHoon? —preguntó RyuJin.

SungHoon la observó.

Ellos llevaban siendo amigos desde los catorce años, cuando RyuJin se volvió la tutora de WonYoung para ayudarla en sus clases, y congeniaron de forma inevitable. Ella era inteligente y divertida gran parte del tiempo, pero desde que se habían vuelto novios, desde que ella se volvió la presidenta de su clase y él el presidente del Centro de Estudiantes, las cosas parecían haberse tornado raras y tensas.

La seguía queriendo, era inevitable, pero no como una novia. No como algo más que una amiga.

No, en ese instante, su corazón se aceleraba sólo por Ni-Ki.

Y recordar la imagen de Ni-Ki, dándole besos pequeños, sus ojos tristes, fue el único impulso que necesitaba para poder hablar:

—Quiero terminar contigo.

RyuJin abrió su boca.

Pasaron unos segundos en silencio.

— ¿Qué? —murmuró RyuJin, sin perder la expresión atónita en su rostro, pálida, perdida.

SungHoon rascó su nuca.

—Esto no está funcionando —prosiguió, tratando de que su voz saliera fuerte—, lo mejor es terminar, RyuJin. Yo no... —humedeció sus labios—, no te quiero de esa forma.

RyuJin soltó una risa débil, sacudiendo su cabeza.

— ¿Qué estás diciendo, SungHoon? —preguntó—. Eres mi novio, claro que me quieres así —agarró con más fuerza su bolso—. Anda, llévame a casa, podemos...

— RyuJin, basta —le interrumpió SungHoon con voz amable—, no estoy bromeando. Ya no quiero seguir con esto.

La chica parpadeó, y acto seguido, sus ojos se llenaron de lágrimas.

— ¿Pero qué dices? —insistió sorbiendo por su nariz—. Tú y yo hacemos una pareja bonita, SungHoon —su voz se quebró—. Yo te quiero, ¿por qué...?

—Porque no te quiero de esa forma —repitió—, te quiero sólo como amiga. Yo no... De verdad lo intenté, RyuJin, pero es mejor que esto quede hasta aquí.

RyuJin se estremeció, sin embargo, permaneció en su lugar, sin moverse, lágrimas cayendo por sus mejillas.

—No lo entiendo —murmuró RyuJin—, nosotros estamos bien juntos. Nos íbamos a casar, SungHoon —la chica hipó—. Mis papás, ¿qué van a decir de esto? ¿Y tus padres, SungHoon? ¡Ellos me quieren!

SungHoon frunció el ceño cuando ella lo agarró del brazo, apretándoselo, y trató de mantener la calma, de no perder la paciencia.

—Ellos no tienen por qué meterse en esto —dijo SungHoon—, la relación es nuestra, RyuJin, así que la opinión de nuestros padres importa una mierda.

— ¡SungHoon! —ella lucía espantada—. ¿Cómo puedes hablar así? Dios, ¿qué te pasa? Desde hace días andas muy extraño, ¿necesitas que pasemos más tiempo juntos? Por favor, si me lo dices...

— RyuJin —quitó la mano de la chica de su muñeca—, ¿es que no me estás escuchando? Esto se acabó, ya no quiero que seas mi novia.

—Pero nuestro matrimonio...

— ¡No quiero casarme contigo, RyuJin!

La chica comenzó a llorar ahora con fuerza, y SungHoon quería sentirse mal, quería sentirse culpable, pero dios, ¿por qué ella no podía entenderlo? Estaba bien, comprendía que no quisiera que eso acabara, pero seguir insistiendo, seguir comportándose así...

SungHoon estaba siendo claro, no estaba dándole vueltas al asunto, ¿por qué no se daba cuenta de lo que ocurría?

—O-oppa, por... por favor... —gimió RyuJin.

—Es lo mejor — SungHoon se giró, abriendo la puerta del auto—, nos vemos, RyuJin.

— ¡No! ¡SungHoon!

Entró y cerró inmediatamente, la chica comenzando a tocar la ventana con una expresión de desesperación, pero SungHoon se vio obligado a mirar hacia el frente, a ignorarla, a fingir que RyuJin no estaba llamando su atención, y salió del estacionamiento unos segundos después.

SungHoon sintió el alivio recorrer su cuerpo cuando se dio cuenta de lo que había hecho. Cuando se dio cuenta de que no tendría que seguir fingiendo en una relación que no le interesaba, el peso quitándose de sus hombros, y aunque trataba de no sentirse demasiado alegre porque era a costa del dolor de RyuJin, la tranquilidad que sentía era real.

Era lo que necesitaba, sabiendo ahora que RyuJin no estaría detrás de él en todo momento, que no la estaba engañando.

Que Ni-Ki se pondría feliz ahora que había terminado con ella, y SungHoon quería hacerlo feliz.

Incluso pensaba en enviarle un mensaje para contarle sobre lo ocurrido, así que mientras subía hacia su cuarto, casi saltando por la emoción, sacó su celular.

No esperaba que al abrir la puerta, Ni-Ki ya le estuviera esperando, el chico lanzándose a sus brazos con una enorme sonrisa pintando su rostro.

—Wow, wow —balbuceó agarrando a Riki para que no se cayera, cerrando la puerta detrás de él y poniéndole el seguro—. ¿Cómo...?

Ni-Ki apuntó a la ventana de su cuarto, abierta, el color coloreando sus mejillas porque había entrado sin avisarle a SungHoon. En cualquier otra situación, el mayor se habría molestado, se habría enojado, pero en ese momento estaba demasiado contento por la repentina sorpresa de Ni-Ki frente a él.

Antes de que Ni-Ki pudiera hacer otro gesto, SungHoon lo besó repetidas veces en la boca, riéndose en voz baja, el menor recibiendo los besos con total gusto.

Media hora después, los dos estaban acostados en la cama, Ni-Ki acurrucado a su lado, sin dejar de sonreír por la felicidad del momento, olvidando por completo lo que había ocurrido el fin de semana, su corazón latiendo de forma descontrolada por el dulce toque de SungHoon.

El mayor agarró la libreta de Ni-Ki, escribiéndole algo:

Acabo de terminar con RyuJin, Ni-Ki.

Riki abrió sus ojos como platos, sorprendido por lo que había dicho, y se enderezó para mirarlo, observando la seriedad en los ojos de SungHoon.

Sin poder evitarlo, otra enorme sonrisa se extendió por su rostro.

¡¿De verdad, hyung?! ¡¿No está bromeando?!

SungHoon iba a responderle, pero decidió que darle besos era mejor que perder el tiempo escribiendo.

Ni-Ki se había ido unas horas después con las mejillas doliendo debido a la sonrisa que no podía ser eliminada de su rostro, e incluso SungHoon parecía a punto de lanzar flores a todo el mundo. Ambos se habían prometido encontrarse en el colegio a escondidas para compartir algunos momentos a solas, y Ni-Ki llegó a prometer que le acompañaría a D-Town cada vez que quisiera.

SungHoon se sentía en una nube.

Una nube que pareció reventarse demasiado rápido cuando la puerta de su cuarto fue tocada.

Abrió, encontrándose con el rostro de su hermana.

— ¿WonYoung? —le preguntó frunciendo el ceño—. ¿Qué ocurre?

—Oppa —la chica entró, cerrando la puerta, suspirando de forma soñadora—. Necesito hablar contigo para que me aconsejes porque eres un chico.

SungHoon ladeó la cabeza.

— ¿Bueno?

—Es que voy a necesitar tu ayuda — WonYoung puso una expresión triste—, porque tú sabes cómo son papá y mamá, y ellos no van a estar de acuerdo si tengo algo con éste chico.

Su hermano mayor se encogió de hombros, echándose sobre la cama.

—Si puedo ayudarte en algo, pues lo haré —contestó.

WonYoung se acostó a su lado, volviendo a sonreír.

—Me gusta Ni-Ki —dijo ella—, y lo voy a invitar a salir.

SungHoon sintió que iba a vomitar de pronto.

♡❜

JungWon cerró sus ojos cuando SeonWoo le besó el cuello, gimoteando en voz baja al sentir las manos del mayor tocando la piel de su cintura, y tuvo que morder su labio inferior para aguantar los siguientes jadeos que luchaban por escapar de su boca.

—Silencio —susurró SuNoo, sus ojos brillando por la excitación—, no queremos que...

—Mis papás nos van a pillar —siseó JungWon, sus manos empujando débilmente a SeonWoo para quitárselo de encima—, y van a matarme...

—Tú no quisiste ir a mi casa —regañó SuNoo, aunque había diversión en su rostro—, allí podría hacerte gritar todo lo que quisiera.

— ¡Eres un idiota! —gimió JungWon antes de recibir un beso en los labios.

Se sentía volar cuando SuNoo le besaba, una sensación de éxtasis recorriendo su cuerpo, sus pensamientos volviéndose algodón de azúcar.

Eso le gustaba, le gustaba demasiado, porque le ayudaba a distraerse de todo lo que estaba ocurriendo a su alrededor. De Ni-Ki alejado, de Jay haciendo más amigos, de la constante soledad que parecía aplastarlo un poquito más cada día.

SuNoo le gustaba, era bueno, le hacía sentir amado y para nada reemplazable.

Se sobresaltó cuando un repentino portazo resonó en la casa.

SeonWoo se alejó, su rostro colorado, e hizo un gesto de mantenerse en silencio.

JungWon subió sus pantalones (¿cuándo ese idiota se los había bajado?), y le susurró a SuNoo que permaneciera en silencio. Su papá estaba trabajando, mamá había ido a ver a la abuela y RyuJin le dijo que llegaría tarde porque saldría con SungHoon, ¿quién...?

Caminó hacia los escalones, sobresaltándose cuando de pronto su hermana apareció.

Llorando como desquiciada.

— ¿Jin? —preguntó con preocupación.

RyuJin lo miró, sin dejar de llorar.

— ¿Qué... qui-quieres? —balbuceó ella, su voz quebrada.

JungWon dio un paso hacia su media hermana.

— ¿Qué ocurre? ¿Pasó algo malo? —inquirió, queriendo abrazarla.

Sin embargo, la expresión lastimada de RyuJin cambió de pronto, furia y rabia pintando su rostro.

La chica lo empujó.

— ¡¿Pasó algo malo?! —gritó ella—. ¡Claro que sí! ¡SungHoon acaba de terminar conmigo!

JungWon se encogió ante los repentinos gritos de su hermana, y retrocedió unos pasos, tragando saliva.

— ¿Cómo? —preguntó aturdido—. ¿Hyung y tú...?

— ¡Dice que no me quiere! — RyuJin lucía histérica—. ¡Dice que no quiere casarse conmigo!

El chico tragó sus palabras de consuelo, aquellas que decían que SungHoon no valía la pena, que no llorara por él, porque en realidad nunca le había gustado la pareja que hacían. Ambos lucían tan... tan falsos y perfectos, que daba incluso un poco de asco.

JungWon estaba algo aliviado de que terminaran, porque tenía la impresión de que no serían felices.

Pero otra parte se sentía culpable porque RyuJin realmente quería a SungHoon, sus lágrimas en ese instante la delataban.

— RyuJin, ¿quieres que te traiga un vaso con agua? —preguntó tratando de lucir dulce.

Pero RyuJin volvió a empujarlo.

— ¡No quiero nada de ti! —ella lucía enfurecida con él, con todo el mundo—. ¡Debes estar contento, ¿no es así, JungWon?!

Parpadeó, confundido, su estómago apretándose.

— ¿Qué estás...?

— ¡Claro, ahora que SungHoon terminó conmigo yo voy a ser la decepción de mamá y papá, y no tú! —acusó con ira, su dedo índice tocándole el pecho de forma brusca—. ¡Quieres que yo sea la vergüenza de la familia y no tú, ¿cierto?!

— RyuJin, eso no es... —su propia voz se quebró ante las acusaciones.

— ¡Pues sabes qué, JungWon, siempre serás la basura de papá y mamá porque eres un bastardo! ¡SungHoon volverá conmigo y tú seguirás siendo un pedazo de mierda!

— ¡RyuJin!

La chica se sobresaltó cuando una enfurecida voz habló, y JungWon miró al suelo, llorando en silencio, temblando por las palabras crueles, inhumanas, que su media hermana le había dicho.

SuNoo empujó a RyuJin, haciéndola a un lado, y abrazó a JungWon contra su pecho, importándole poco si era más bajo, si era más pequeño, porque en ese instante, el menor parecía un niño desorientado y herido.

—Estoy aquí, estoy aquí, bebé... —arrulló SuNoo mientras JungWon sollozaba en voz baja.

RyuJin soltó un ruido de disgusto.

— ¿De verdad estabas con SeonWoo, maricón asqueroso? —gruñó RyuJin—. Eres una basura.

JungWon lloriqueó y SuNoo lo apretó más contra él.

—Le dices a papá y mamá que SungHoon terminó conmigo, y prometo decirles que eres la puta del colegio —espetó RyuJin, girándose y caminando a su cuarto.

Un nuevo portazo resonó en la casa.

JungWon se aferró al abrazo de SuNoo, que seguía meciéndolo mientras le murmuraba palabras dulces a su oído, y trató de no pensar en todas las horribles palabras que RyuJin soltó.

JungWon habría preferido que lo golpeara. Tal vez un golpe habría dolido menos que todas esas cuchillas que RyuJin parecía haber enterrado sólo con unas simples frases que dijo en segundos.

Muñequito había despertado en medio de la oscuridad.

Había ciertas cosas que Muñequito no recordaba bien, como por ejemplo, cómo había llegado allí. Para él, siempre había estado allí. No tenía recuerdos de otro lugar, de otras personas, de papá, de mamá, y pensaba que muy probablemente, papá y mamá le habían abandonado.

El primer recuerdo que tenía era de un hombre al que había que llamar como "Señor Shin", de pie frente a él, dándole una paleta por haber sido un buen niño.

Muñequito quería ser un buen niño, el mejor niño del mundo, porque eso significaba que no iba a ser castigado.

Du-duele... —gimió Perrito a su lado, y Muñequito se sobresaltó al escucharlo hablar.

Inmediatamente se arrepintió de su acción, así que tan rápido como había despertado, se acostó otra vez en la fría tabla, acurrucándose bajo la manta cuando pudo ver movimiento en la oscuridad.

El Señor Shin había estado dentro del cuarto.

— ¿Perrito? —gruñó el Señor Shin—. ¿Acabas de hablar, Perrito desagradecido?

Perrito lloró, gimoteó, sollozó, pero no volvió a hablar.

—Te escuché —espetó el Señor Shin—. ¿Qué es lo que te duele? Hoy fueron amables contigo, ¿así es como me pagas, Perrito?

—Pe-pero duele mucho... —lloriqueó Perrito, y Muñequito quiso golpearlo porque Perrito era tonto.

El cuarto estaba en tensión, por lo que Muñequito adivinó que no era el único escuchando. Conejitos, Gatitos, otros Perritos, todos debían estar escuchando.

Él no debía estar escuchando, pero a veces se le olvidaba porque era el único Muñequito.

Señor Shin le había dicho que era especial, que por eso sería Muñequito, que debía sentirse orgulloso de ello, porque era un Muñequito especial. Había otros Muñequitos en otro cuarto, pero esos eran normales, no eran especiales como él.

— ¿Duele mucho, Perrito? —gruñó el Señor Shin—. ¿Esto te duele?

Trató de no sobresaltarse cuando escuchó un golpe seco y luego un gemido.

— ¿Cómo hacen los perritos, Perrito?

—Guau. Guau.

Muñequito se forzó a respirar para mantener la calma.

— ¿Muñequito?

Su primer instinto era responder, era contestar, pero apretó los labios ante la presencia desconocida frente a él, unos callosos dedos quitándole la manta.

Miró al techo, su rostro sin expresión alguna.

— ¿Estás despierto, Muñequito?

El Señor Shin lo tomó en brazos, una horrible sonrisa pintando su rostro, pero mantuvo su cara tranquila.

Desde que tenía memoria que era Muñequito, así que sería Muñequito para siempre.

—Eres el mejor Muñequito del mundo, precioso —alabó el Señor Shin, acostándolo otra vez—, tan obediente y bueno. Pronto irás con tu nuevo dueño, a él le fascinan los muñequitos. ¿Sabes cuáles son sus favoritos? Los muñequitos de porcelana. ¿Tú serás el muñequito de porcelana perfecto para él?

No hizo gesto alguno.

Señor Shin se rió, contento.

—Claro que lo eres.

Riki despertó empapado en sudor, las manos callosas acariciando su rostro, y olisqueó el aire.

No. No...

Muñequito se había orinado.

No. No Muñequito. Riki. Ni-Ki. Nishi. Ki.

Ni-Ki, Riki.

RIKI.

Salió de la cama, llorando, sus pantalones mojados, y corrió al cuarto de mamá y papá.

Mamá y papá le protegerían, le cuidarían, le dirían que no era Muñequito. Que se llamaba Riki, tenía dieciséis años, tenía una familia que lo amaba, tenía amigos que se preocupaban por él.

Entró al cuarto estrepitosamente, sus padres despertando de golpe, pero poco le importó cuando subió a la cama, sus manos envolviéndose alrededor del cuerpo de papá, aferrándose a él con una desesperación casi dolorosa.

—Oh, bebé, no llores, no llores —susurró YuNa con los ojos lagrimosos al darse cuenta de lo que ocurría.

Riki berreó, ocultando su rostro contra el pecho de JeongIn, y quería quedarse allí para siempre, en los brazos de papá y mamá, porque allí no era Muñequito.

Riki no quería ser nunca más Muñequito.

Riki sólo quería ser Riki.

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