Él recordaba como de pequeño Yoongi, su mejor amigo, le había mostrado la forma en la que se debían hacer los aviones de papel.

—Nunca uses una hoja gruesa, porque se puede caer y no podrá volar, y asegúrate de hacer los dobleces firmes para que no se rompa.

Aún lo recordaba como si fuera ayer.

Porque él todavía recordaba que, Yoon, a su forma, lo había hecho reconocer los colores y poder verlos.

Porque él era así, era como un ciego viendo, un adulto sin saber caminar, o incluso, sin saber hablar.

Jungkook podía ver, aunque no podía reconocer los colores.

A pesar de sus veinticuatro años, se sentía pequeño; recordaba perfectamente las tonalidades de gris de cada color, pero había uno especial, aquel que, no cambiaba, tampoco se hacía oscuro ni claro, pero era un color uniforme.

Y por eso, ese color era su preferido.

Negro.

Recordaba también como adoraba en demasía a Yoongi, ya que él siempre lo cuidaba, lo guiaba y lo protegía, y eso le hacía sentir un gran aprecio.

Era tan parecido a...

Aquel chico con el que había tropezado en el aeropuerto hace dos días.

Se le había hecho tan extraño, no había dormido en esas noches, ya que se seguía cuestionando cómo era que un completo desconocido podía hacer y tener un efecto tan grande en Jungkook.

Tampoco podía dejar de pensar en él, le parecía tan increíble e irreal, casi como un sueño, en donde Jungkook solo podía imaginarse que veía a color y no a blanco y negro.

Y por primera vez en muchos años, había decidido volver verse con aquel chico.

Los siguientes tres días se había dedicado a investigar sobre él, aunque en un principio no sabía por dónde empezar, porque ciertamente le era difícil investigar sobre alguien que no conocía.

Pero esa pequeña chispa de esperanza seguirá viva.

Los otros dos días, Jungkook, había regresado a la ciudad; y aunque no lo haya vuelto a encontrar, siguió con la esperanza de algún día volver a encontrarlo y responderse a sus preguntas: ¿Por qué él? ¿Tan especial era?