𝐭𝐫𝐞𝐢𝐧𝐭𝐚

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Ese día.
Ainara Smith.

Respire hondo. La pesadez de mi cuerpo parecía desvanecerse poco a poco, devolviéndome la energía, al punto de poder estar sentada en el borde de esta cama, cabizbaja. Mi cabello estaba suelto, cubriendo todo mi rostro, pero podía ver mis descalzos pies. Había descansado lo suficiente para poder estar de pie, pero no podía levantarme. Gruesamente suspire. Ya estábamos bastante lejos, podía saberlo y sentirlo, estábamos lejos de lo que verdaderamente era nuestro hogar. Aunque, lo único que me inquietaba era el no saber si podríamos llegar a tiempo para salvar el hogar de alguien más. Apreté mis labios, negando. No había manera de que tantas personas vivieran, y tampoco había manera de que no pudiera justificar las acciones que llevaron a Eren hasta aquí. Su imagen, su rostro deteriorándose con su sonrisa durante los años, me hizo saberlo, también entenderlo. Eren fue consumido por este mundo, por sus injusticias y su falta de desigualdad. Este mundo, no era el que quería para la niña que había traído a mediados de un nuevo amanecer. Levante la mirada ante escuchar la puerta abrirse, mis ojos cruzaron automáticamente con los grisáceos de Mikasa, quien tenía un semblante serio. Había tristeza en su mirada, la conocía como ella a mi.

—Despertaste.—afirmó, examinándome mientras dejaba la puerta media abierta.—Estamos en Odiha, la gente de los Azumabito están haciéndole unos arreglos técnicos a la aeronave.—contó, mirándome detenidamente por lo cual asentí.

—Mikasa, si nos encontráramos en la situación de que tuviésemos que matar a Eren, ¿serías capaz?—pregunté, mirándola detenidamente a los ojos, para ver cómo sus ojos se achicaron, delatando la punzada que mi pregunta ocasionó en su corazón de manera sorpresiva.

—No lo sabré, a menos que llegue el momento.—musitó, con pesadez en sus palabras.

—Creo que eres la única que puede matar a Eren, Mikasa.—esclarecí, bajando la cabeza para nuevamente mirar mis pies.

—Te necesitaré conmigo.—levante la mirada para ver cómo ella se acercaba a mi, quedándose recostada de la pared para verla cruzarse de brazos.—Siempre te he necesitado y es por eso que, no estoy lista para verte morir.—afirmó con vagues.

—Se que fuiste tú la que creyó haberme encontrado muerta hace años en el muro María, Mikasa.—musité, inclinándome para recoger mis equipos de maniobras tridimensionales.—Si esta ves moriré, quiero que sigas avanzando. No quiero que estés ahí.—expresé, viéndola cabizbaja, para acercarse a mi en cuanto me levante y perdí el balance.

—Siéntate.—pidió sutilmente, pero sujetándome de ella pude ver como por la puerta abierta se adentraban aquellas dos mujeres, tan distintas, pero tan iguales a su ves.

—Igual de terca que su padre.—opinó Hange, por lo cual sonreí de lado ante la comparación.—Déjame ayudarte.—dijo, acercándose a mi junto con Laia quien se sentó en la cama para ver cómo está, empezaba a estirar mi camiseta.

—¿Es necesario? Aún estoy viva.—indique sonriendo, mirando con detenimiento a Hange mientras que Mikasa me sostenía aún lado.

—Te vi crecer durante un largo periodo de tiempo, al menos, déjame tener unos últimos momentos contigo. Quien sabe, quizás las cosas sean de otra manera y seas tú quien se lleve este recuerdo.—sentí una fuerte presión en el pecho, viendo como Hange amarraba fuertemente mis correas, un gran silencio se esclareció, envuelto de un vacío por su comentario.

—No digas eso. Te necesitamos, Hange.—afirme.—Sin ti, sin el capitán Levi y sin Laia, yo no sería lo que soy. Es por eso que mi padre confió en ustedes para que me cuidaran, desde el principio él lo supo, ustedes eran mi esperanza.—añadí, viéndola mirarme de una manera muy afligida.—Es gracias a ti, que nosotros también hemos podido llegar hasta donde estamos, incluso Eren. Porque tú le enseñaste después de todo, que siempre tendremos que respaldarnos, como el equipo que somos.—dije, llevando mi mano a su hombro, desvaneciendo el peso de culpa que había ahí.

—Eso fue, muy profundo.—expresó Laia, con ese tono de seriedad y burla que la distinguía, aunque sin duda, pareció reflejarme a Jana.

—Si, muy bonito, solo espero que no le estés dando aliento para que le enseñe a tu hija esas extrañas manías sobre titanes que tiene.—miramos a la puerta, observando cómo Pieck nos miraba recostada del margen, haciéndome sonreír como a Hange, quien se sonrojó pasmada, pero un silencio se extendió en cuanto tosí sin aire, volviendo a ver leves manchas de sangre en mi mano.

—Está bien, lo tengo.—dije cuando me miraron con preocupación, más Mikasa, a quien sentí apretar mi brazo fuertemente.—Debo ir. Tengo que llegar hasta allá. Y, que todas estén aquí, me dan la confianza de que pueda hacerlo.—expresé para ver cómo en el margen de la puerta, el capitán Levi pasaba, hasta quedarse inmóvil.

—Pensé que ya había que enterrarte.—comentó con burla, por lo cual baje la cabeza, obligando a sentarme para que la mujer de cabello cobrizo empezara a peinarme en una alta coleta.

¿Estaba preparada para morir? En este punto, donde solamente estaban la mitad de las personas que estimaba, me hacía ese cuestionamiento a mi misma, porque verdaderamente no había una imagen en mi cabeza donde mostrara mi muerte. He visto a tantas personas morir con el paso de los años, que olvidaba el simple hecho de que mi día también llegaría. Estaba en aquel pequeño tocador, mirándome en el espejo, donde mis manos se aferraban al lavado. Esta imagen era una que podía recordar, donde mi peso dependía de ahí para sostenerme en medio de mis pensamientos. La diferencia de mirarme ahora a unos años atrás, es que un sin duda alguna había crecido. Soy una mujer, pese a que no viví de una manera normal, viví. Sonreí cabizbaja, apretando el lavado temblorosa. Tenía miedo, tenía tanto miedo de morir que mi corazón se me saldría por un momento. No quería morir, no quería dejar todo aquí e irme. ¿A donde iría? Maldita pregunta que vive conmigo. Porque cuando estás aquí, solo ves a los demás morir y la peor parte, es que tú te quedaste aquí y ellos se fueron, ¿pero a donde? Me levante, mirándome nuevamente en el espejo. Era fuerte, era una gran mujer y eso, era lo que al menos dejaría aquí si me iba. Que fue grandiosa.

Salí del tocador. Ya nadie estaba aquí conmigo, todos se preparaban, porque realmente iríamos a salvar un mundo que a penas conocíamos. Tenía mis equipos de maniobras tridimensionales, no portaba la verdosa capa de la legión de exploración, pero no tenía que hacerlo, mi corazón estaba consagrado para llevarla siempre. Camine por aquellos pasillos fuera de los camerinos, tan solitarios y en silencio, para así, salir plenamente fuera del barco, donde veía a varios mecánicos de los Azumabito trabajar arduamente en la aeronave dentro de aquel gran almacén. En ese barco, sentados en el borde del final y recibiendo la brisa fresca, pude ver a Falco y Gaby, uno al lado otro, en silencio. Ellos, eran un reflejo de la pequeña guerra que tuvimos que haber visto cuando éramos unos niños, pero a diferencia de nosotros, ellos volverían a renacer con una nueva ideología. Todos somos humanos y merecemos un hogar. Mire alrededor, notando como la pequeña fracción de personas que estimaba, yacían juntos alrededor de un círculo. Bajando las escaleras, no se habían topado de mi presencia, a excepción de aquel joven de cabello castaño claro. Reiner se acercaba a mi, él portaba sus equipos de maniobras tridimensionales como los demás.

—Floja.—una presión en el pecho se sintió de mi parte cuando me nombró de esa manera, parado delante de mi, no evite sonreír.

—Nunca entendí porque me llamaste de esa manera, Reiner.—le dije, para ambos quedarnos en la orilla del puerto, viendo el extenso mar.

—Creo que solo fue una manera de buscar tu fuerza interior.—musitó, sin mirarme.

—No sé que hubiera hecho sin ti en esos tres años que estuvimos en la base de reclutas, incluso después, no tengo idea de que hubiera hecho sin ti.—le dije, mirándolo de reojo para ver su expresión sin palabras.—Agradezco que mi amigo aún esté aquí conmigo, dispuesto a pelear por un gran propósito.—expresé, para ver cómo Reiner me miró.

—Tú me diste la fuerza para resistir este mundo cruel. Cuando despertaste en Marley, no solo tenias una oportunidad de volver a vivir, yo tuve una oportunidad de volver hacer las cosas bien.—expresó, mientras que la brisa removía su cabello.—Tú, eres y siempre serás, la persona más importante para mi.—me volteé, abrazándolo fuertemente, para ver como los demás conversaban entre sí.

—Reiner, tengo tanto miedo.—expresé, apretándolo para evitar que mis manos temblaran, sintiendo como me apretó más contra él.

—Yo también.—afirmó, distanciándose de mí, para verme directamente a los ojos, hasta que el vuelo de un ave en el cielo, nos dejó perplejos.

—Puedo jurar que esa ave nos ha seguido todo el viaje.—me giré, viendo detenidamente cómo Annie caminaba hasta nosotros.

—Entonces, no irás?—le pregunté, visualizando la ausencia de su equipo de maniobras tridimensionales.

—¿Soy egoísta?—me preguntó, pero negué, por lo cual lleve mi mano a su hombro para apretarlo fuertemente.

—Ahora puedo marcharme en paz al saber que estás aquí, con nosotros nuevamente, al menos por un tiempo.—musité, notando como ella me miraba afligida.

—¿Reunión?—la levantó, para ver a Pieck, quien yacía también preparada para unirse a nosotros, los que marcharíamos a la guerra.

—¿Soy la única que huirá?—se preguntó Annie, resentida mientras nos miraba.

—Tú nunca has obedecido a Marley. No hay nada de lo que tengas que sentirte culpable.—expresó Pieck, mirándola con detenimiento.

—Reiner.—Annie se dirigió a este, creando un largo silencio entre ambos, mientras que mirábamos.—Quiero disculparme por lo qué pasó hace años, contigo y Berthold.—expresó, mirándolo, como él a ella.

—Ese día, todo comenzó porque yo insistí en que debíamos continuar con la misión. Si tan solo hubiéramos regresado un momento, tanto tú como Berthold estarían con sus familias. No creo que merezca disculparme con ustedes.—respondió Reiner, en un tono penoso y apenado.

—Estoy de acuerdo. No puedo ni siquiera contar todas esas veces que pensé en asesinarte.—comentó ella, creando que sonriera de lado.

—Mereces un premio por contenerte, aunque yo también.—comentó Reiner para ver, cómo estos dos por primera ves en mi vista, se abrazaron fuertemente.

—Cuida de Gaby y Falco.—pidió Reiner, separándose de ella, para así, Annie y yo, mirarnos directamente a los ojos.

—Aquí nos despedimos.—dijo ella, de una manera amarga y fría, que me hizo asentir.—Quizás, no nos volvamos a ver, pero creo que es mejor.—expresó, por lo cual pude ver sus ojos humedecidos, Annie iba a llorar.

—Adiós, Annie.—musité, acercándome a ella, para abrazarla fuertemente, en medio de la brisa fresca que nos refrescaba.—Es mejor así.—afirme, viéndola asentir.

—¿Y si nos volvemos a ver?—me preguntó, alejándose de mi, mientras que intentaba de evadir el hecho de que mis ojos se humedecían.

—Entonces podremos volver a empezar.—indique, ella asintió, distanciándose de mi.

Annie se iba con un semblante decaído. Pero, quizás ella hacía lo correcto. Huir era una opción que todos habíamos pensado, porque mientras se iba despidiéndose de todos, yo también pensaba en el hecho de que hace años, solo quería huir. Una lágrima se me escapó, la cual limpié inmediatamente, ella se subía al barco, donde se iría con esos niños que creían no tener esperanza, pero la tendrían, ellos tendrían una nueva oportunidad. Sonreí, viendo cómo Falco extendía su mano en despedida, mirándome. Era una sensación amarga, una amarga sensación que me hizo girar para darles la espalda y ver directamente los azulados ojos de Armin mirarme. No se acercó a mi, yo tampoco a él, pero nos miramos como si deseáramos todo para el uno y el otro. Sonreí, mirando a otro lado. Armin tenía el poder de hacerme sentir la luna a mis pies, con solo mirarme o rozarme. ¿Olvidaría sus besos? No, si no pude olvidar sus caricias, jamás podré olvidar su manera tan genuina de amarme como lo hizo. Podía decir, que estaba tan ansiosa por verlo a él sostener a nuestra hija, que eso me impulsaba a estar aquí. Aún parada en el puerto, observe cómo aquella ave se detenía ahí, encima de la madera. Curiosamente la miré, ¿nos había seguido hasta acá?

—¿Crees que podremos ganar?—me giré, mirando a Laia, a quien miré detenidamente.

—Lo importante es que estamos todos juntos.—afirmé, mirándola.—Incluso Jana.—dije, viendo como ella suspiro hondo, asintiendo para así, llevar su mano con la mía, entrelazándola.

—Puedo sentirla. A todos, se que están aquí.—indicó ella, apretando fuertemente su mano contra la mía, hasta que escuchamos una ráfaga de disparos.

—¡¡Armin!!—automáticamente me giré para ver a Armin, en una manera subliminal de que entendiera que debía ir a ver qué sucedía, con precaución, pero tanto él como los demás, se adelantaron a nuestro paso.

—¡¡Quédense ahí!!—pidió el capitán Levi en cuanto noto como ella y yo nos removimos, pero Laia apretó mi brazo fuertemente, evitando que me moviera.

—No, no puede ser.—mire a Laia, quien tenía sus ojos abiertos de una manera gigante, expresando temor.—Mira.—levantó su mano, para señalar con su dedo índice, el caos al que tanto le huíamos, dejándome complementándote ida.

—Nos han alcanzado.—susurré, viendo la gran bruma de vapor que venía de la montaña.—El retumbar, está aquí.—anuncie, viéndolo.

—Armin, ¿esto fue todo?—me giré, notando como los chicos yacían en una fila aún lado de mi, pero Armin al igual que Mikasa, estaban anonadados.

—Ahora, no hay otra forma, deberé quedarme y ganar algo de tiempo.—abrí mis ojos grandemente, girándome para llevar mis manos fuertemente a la camiseta de Armin.

—¡¡No!!—denegué en una fuerte exclamación, donde mis piernas temblaron ante la visualización de Armin quedándose aquí.—¡¡No voy a dejarte aquí!!—volví a exclamar.—¡¡Me quedó, me quedo entonces, Armin!!—afirme, para él negar, apretando mis brazos fuertemente.

—¡Ninguno de los dos hará eso, son la última esperanza para detener a Eren, yo me encargaré!—expresó Reiner, interponiéndose entre medio de ambos, creando una gran tensión.

—¡Ninguno de ustedes debe estar usando sus poderes titánicos, yo soy quien los trajo aquí, he matado a mis compañeros para poder hacerlo, tomaré la responsabilidad por esto!—anunció Hange, llegando amargamente hasta nosotros.—Ainara Smith, te nombró la 15ºvo comandante de la legión de exploración. Las tropas necesitan esas habilidades que tú posees, tomar decisiones bajo fuertes presiones y nunca desistir. En este momento, no hay nadie que sea más apta que tú para esto, la hija de un gran comandante.—indicó, mirándome directamente a los ojos, mientras que me dejo sumamente aturdida.

—¿Es un chiste?—fue lo único que pregunté, en medio del amargo silencio que se esclareció.

—Así son las cosas. Entonces, adiós a todos.—expresó ella, pero impulsivamente me abalancé, apretando fuertemente su brazo.—Ahora puedes darle órdenes a Levi.—me aviso, pero fríamente la miré, deteniendo su paso, no quería que se fuera, no quería que me dejara aquí también.—Tienes que dejarme ir. Nadie puede hacer esto, nada más que yo.—comentó, mientras que me quede cabizbaja.—Te lo dije, tú te irás con el recuerdo, aunque quizás nos veamos pronto, no estoy preparada para verte morir, ni a ti, ni a Eren. Después de todo, me dieron un propósito.—musitó, mientras que mi mano temblaba.—No tengas miedo. Déjame ir, por favor.—me pidió, mientras que mis rodillas temblaban.

—No puedo hacerlo sin ti, Hange.—dije, apretando mis dientes para evitar mis labios temblorosos.—Por favor, déjame hacerlo.—pedí.

—Siempre podrás hacerlo. Por eso, se que podrás llegar hasta tu hija y contarle quien fui.—musitó.—Gracias, por siempre darme un propósito.—fue lo que me dijo, dejándome anonadada.

Ahí me quede. Detenida, analizando el hecho de que Hange se me había ido de las manos. Me giré, con un amargo nudo en mi garganta, el cual se hizo tan grande, que no podía ni respirar. Aunque, tuve la fuerza y determinación para seguir avanzando, no la tuve para verla a ella en acción. Mire el extenso mar, donde el ave subía de altitud. Se iba, ¿pero por qué? Mis ojos se humedecían, en medio de mi pecho apretado, donde mi corazón se quería escapar por mi boca, solo veía como el barco donde los demás se habían ido, avanzaba lejos. Lejos de esta pesadilla, apreté mis labios, con la brisa del viento me giré, los azulados ojos de Armin me miraron lagrimosos, demostrándome su dolor. Pero, todos estábamos igual de impotentes. Solté una bocanada de aire, cayendo arrodillada al suelo. Quería gritar, quería llorar, pero no podía. El suelo retumbaba, mi cuerpo se tambaleaba, pero solo Armin fue el único posible en levantarme para sujetarme a pesar de que ambos cargáramos tanto dolor. Me giré, para ver como sus camaradas, quienes yacían entrelazados con sus manos, miraban valientemente su partida, pero yo no pude. Y es que, a esta altura. Ya yo no podía más. Ahí lo entendí, ese día llegaría, pero jamás creí que hoy, fuera su día. Temblorosamente, cubrí mi rostro, para sollozar mientras que mi corazón agonizaba de dolor.

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