𝐭𝐫𝐞𝐢𝐧𝐭𝐚 𝐲 𝐮𝐧𝐨

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

En el borde del final.

Me mantenía cabizbaja. Mis ojos ardían, pero ya no lloraba más, solo me encontraba aturdida, viendo en esta aeronave, lo más alto del cielo. No pude procesar las expresiones de mis compañeros, de quienes me han acompañado en este largo camino, porque solo estaba afligida al hecho de que habíamos perdido a alguien. Había silencio, nos encontrábamos sumamente vulnerables y no sabía si realmente, eso era una desventaja para poder desvanecer el retumbar. Levante la cabeza, mirando alrededor, como los demás mantenían su extenso silencio, uno abrumador que esclarecía los sentimientos más puros de duelo. El rostro expresivo del capitán Levi, era el más que me dejaba sin aliento. Sentado, callado y sin mirar a ningún lugar. Si a mi me había costado subir a esta aeronave sin esa mujer, ¿a cuanto le costó a él dejarla ir? Su mirada se levantó, habiendo que su grisácea mirada decayera en mi. Pude descifrarlo, ese rostro me lo decía, el miedo que había en él por mi, se hacía más grande, ahora que nos acercábamos más a un infierno viviente del que estábamos dispuesto a quemarnos, solo por obtener una esperanza, la esperanza de un nuevo amanecer. Porque, realmente estábamos al borde del final, podía sentirlo, todos lo sabíamos.

Cerré mis ojos con frustración, respirando hondo, aislada de todos, porque lo único que veía en mi mente ahora mismo, era a Hange. Mis piernas tambaleaban, pero era inevitable no sentirme ansiosa. Estábamos aquí, sin saber cómo y cuando, pero tendríamos que detener el retumbar y de seguro, estábamos encima de él en este momento. Era la primera ves que no sabía que hacer, o cómo hacerlo, estaba perdida en medio de una nube gris que no se desvanecía. Eren, mi hija. Mi mente estaba envuelto en ellos, con un tiempo precisamente corto. Mis ojos se humedecían, no podía creerlo. Todo paso tan rápido, que no he podido procesarlo de la manera correcta, pero Hange realmente murió y no pude hacer nada para que eso no pasara, solo seguir avanzando con el enorme cargo que abrumaba sus hombros. Escondí mi rostro entre mis manos, respirando hondo para así, verme obligada a levantarlo nuevamente ante ver como Armin se sentó aún lado de mi, acariciando mi espalda. Su mirada, era esa mirada la que me calmaba y hacía caer en cuenta, que si Armin estaba aquí, todo aún estaba bien. Porque, aunque quizás al final no pueda salvarnos, él podrá seguir avanzando, conmigo o sin mi, mi último deseo hacia Armin, era que sin duda fuese feliz.

—¿Por qué me escogió a mi?—pregunté, viendo como la mano de Armin se dirigió a mi muslo, él me acarició suavemente.—¿Por qué creía que era la más apta para esto?—levante la vista, mirándolo, de una manera muy impotente.

—Lo dejó muy claro Ainara. Eres la única que puede acabar esto, sin desistir.—expresó él, llevando su mirada tan penetrante a la mía.—Se que tienes miedo, pero todos confiamos en ti y estamos dispuestos a seguirte, sin importar cual sea la decisión final, te seguiremos.—afirmó.

—¿Y si no es la correcta? ¿Y si debemos acabar con Eren?—le pregunté, notando la tensión que abrumó sus hombros.—No quiero ser yo la que tenga que decidirlo, Armin.—musité, en un tono bajo.

—No pienses en eso ahora. En lo único que debemos pensar, es un plan para darle frente al retumbar.—me pidió él, llevando su frente contra la mía, de una manera tan delicada, como solo él sabía ser.—Dime nena, ¿puedes resistir?—me preguntó, con esa esperanza en sus ojitos que me daba.

—Armin, tengo la sensación de que, esta ves, las cosas van a terminar bien para nosotros.—le dije, viendo como aferró más su frente contra la mía.

—Y es por eso, que te amo.—enuncio.—Porque a pesar de que no sea así, sigues dándome esperanza para ser yo quien resista este viaje.—dijo, levantando su mirada para verme.

—Lamento tener que interrumpirlos, pero los necesito.—levantamos nuestra cabeza para visualizar como Onyankopon nos buscaba, ambos levantándonos del banco nos acercamos a él.—Nuestro combustible, se está acabando. Si tan solo pudiéramos llevarlo hasta la mitad...

—¿Será suficiente para llegar al fuerte?—se preguntó Armin, dirigiéndose a Onyankopon, mientras que les miraba.

—Te prometo que los llevaré ahí. Esta aeronave que Hange nos consiguió, fue de nuestra comandante la última esperanza. Yo los llevaré hasta esa base. ¡Sin importar que!—exclamó Onyankopon, mientras sostenía fuertemente aquel volante.—Así que por favor, prométanme que detendrán el retumbar, sin importar que. No importa lo que se deba hacer.—pidió.

—Cuento contigo, Onyankopon.—musitó Armin, distanciándose de él para tomar mi mano e incitarme a caminar.—Vamos a discutir nuestro plan.—pidió Armin, mirándome para llamar la atención de los demás.—Lo primero que necesitamos saber, es como llegaremos a Eren.—dijo, arrodillándose en el suelo, para buscar un tipo de tiza que le obligó dibujar una silueta.

—Ustedes tienen una buena idea de cómo es la forma de Eren, ¿verdad?—se preguntó Pieck, de una manera decaída nos miró.

—No es muy detallado, pero se ve como un insecto. Está rodeado de muchos huesos.—intente de esclarecer, haciendo que Armin dibujara una silueta.

—Si lo piensas, el cuerpo debería estar enfrente de la columna.—le esclareció ella, con una voz sutil, intentando de ayudarnos.

—Podríamos usar el equipo de maniobras tridimensionales, pero dudo que sirva de algo.—opinó el capitán Levi, mirándonos.

—En otras palabras, no sabemos dónde está Eren, ¿verdad?—se preguntaron todos, ajenos a un plan que aún no esclarecíamos.

—Incluso si no sabemos dónde está, aún es posible destruirlo. Justo como tú destruiste el puerto sin dejar rastros.—indicó Piel, mirando a Armin de una manera amarga.—Incluso si tienes que usar el titán colosal.—alentó.

—¡Exacto! Esa será la mejor opción.—acepto Armin, aún lado de mi.—Pero, primero hablaré con Eren. Usaré esa opción como último requisito en caso de que no quiera ceder.—decía, con un rostro neutral.

—Se que no hay mejor forma de resolver esto, pero, ¿Eren activó el retumbar a través de Zeke?—preguntó el capitán Levi, mirándome detenidamente.—Si podemos matar a Zeke primero, ¿el retumbar se detendrá?—lo miré, podía verlo en su mirada, esa sed de venganza que no podía dejarlo pensar, el capitán Levi tenía un punto aparte en esto y como yo, era eliminar sin duda a Zeke Jaeger del plano.

—Si. Tal vez sea así.—respondió Armin, mirando la silueta que había dibujado.

—Aún así, Hange sospechaba sobre esto, pero no sabemos donde podría estar Zeke.—contó Pieck, mirando al capitán Levi.

—Solo tenemos que encontrar donde esa mierda está ocultando al titán.—indique, fríamente el capitán.—Lo juro... te mataré, yo te mataré con mi fuerza... —pronunció, haciendo que la mujer a su lado, lo mirara como yo, devastada por su áspero deseo.

—Ey capitán.—Jean lo llamo, sutilmente.—Sabes, he matado a muchos compañeros para estar aquí arriba. Esto no puede ser una matanza sin significado. Haré lo que sea necesario para detener al retumbar, incluso, para poder salvarle la vida a Ainara.—afirmó Jean, mirándome detenidamente.—Es mi mayor objetivo.—esclareció, sumamente afligido como yo.

—Yo mate a Samuel y Daz, asesine a mis compañeros mientras me gritaban traidor.—contó Connie, cabizbajo y avergonzado, para mirar a Reiner.—Ahora entiendo. Reiner, Berthold, Annie, les debió haberles dolido.—musitó, mirándole.

—Es un pecado que no se puede expiar. Incluso si salvamos a la humanidad, nunca podremos perdonarnos. Pero al menos, podremos salvar a la humanidad.—respondió Reiner, en un aliento de esperanza que nos acercaba el uno al otro.

—Claro Reiner. No podremos perdonarnos, pero tenemos que tratar... —expresó Connie, sonriendo de lado, evitando sus ojos humedecidos, haciéndome sentir cuerda de que todos estábamos bien.

—Si, somos lo mismo, Reiner. No puedo condenarte, mate para salvar a otros.—comentó Jean, haciendo que Reiner abriera sus ojos grandemente.

—Escuche la misma cosa de Eren, la noche del ataque.—dijo este, afligido.—Yo creo que, entiendo a Eren. ¿Él quiere que lo detengamos?—se preguntó, mirándonos a todos.

—¿Qué quieres decir?—se preguntó Mikasa, adentrándose a la conversación, mirando con detenimiento a Reiner, quien pensaba.

—He estado pensando... Eren puede influenciar a todos los eldianos y titanes, pero aún así, podemos usar nuestros titanes sin problemas.—comentó Armin, sumamente pensativo.

—¿Eren podría habernos dejado solos?—se preguntó Laia, mirando Armin en busca de una afirmación.

—Si, él nos está dejando ser, como si nos estuviera probando.—Armin se dirigió a Laia, dándole la razón a su comentario, mientras que suspire gruesamente, aún lado de Armin, mirando la ventana y como las nubes bloqueaban la vista.

—¿Por qué? Podríamos detener el retumbar.—se preguntó Mikasa, intentando de entender lo que se hablaba.

—Incluso él debe estar sufriendo. Nadie puede aguantar un genocidio global, al menos yo no.—comentó Reiner, mirándola.—Ahora, él quizás quiera pasar el fundador. Si él pudiera, él querría que todo terminará, por alguien más.—indicó, para así, mirarme.—Dinos Ainara, la razón por la cual sigues aquí, pese a que Eren puede controlar los poderes titánicos, es para que tú nos guíes hasta él. ¿No es así?—se preguntó, mirándome, haciendo que todos me miraran.—La razón por la cual aún sigues viva, es porque Eren te necesita aún.—añadió.—Tú nos has estado guiando hasta él, porque Eren sabe que queremos salvarte, pero, ¿por qué él no puede salvarte?—pregunto, hasta que de un momento a otro mi corazón empezó a palpitar y todo, se sintió como una nube.

—¿De nuevo?—parpadee, mirando aquel extenso lugar, ese extraño lugar que nos desconectó de la realidad donde estábamos.—Esto es...

—Los caminos que conectan a todos los Eldianos de Ymir.—esclarecí yo, mirando atormentada el cielo oscuro y estrellado, junto al suelo arenoso que todos estábamos pisando.

—¿Qué? ¿Nos estaba escuchando?—se preguntó el capitán Levi, desconcertado, mientras que yo les daba la espalda, viendo una fuente de energía color purpura que llamó sin duda mi atención.

—¡Eren! ¡Por favor escucha!—pedía Armin, hablándole a la nada.—¡Detente! ¡Nadie tocará Paradis por siglos después de esto! ¡Ya has demostrado suficiente terror y destrucción, podremos firmar un pacto neutral con esto! ¡Nadie más tiene que morir, la Isla está a salvo!—exclamaba, mientras que yo, caminaba hacia esa gran fuente.

—Eren. ¡Por favor déjanos el resto a nosotros! ¡Por favor no mates por nuestro bien!—gritaba Jean, uniéndose a Armin.

—Ah... ¡Eren te odie cuando Sasha murió! ¡Pero tú debiste estar dolido también! ¡Pero solo pensaba en mí mismo!—decía Connie, para así, yo ver claramente una línea de cuerpos que me hizo abrumarme.

—¿Mamá?—me pregunté, viéndola ahí, con sus ojos cerrados, alrededor de esa fuente púrpura, como si fuera una vida, como si fuera algo.—Mamá.—la toque, pero mi mano solo la traspaso, sintiendo una textura arenosa, ¿acaso esto es?

—Eren... yo también quiero compartir tu carga. Cometí los mismos crímenes que tú, así que, por favor deja de ignorarnos y regresa, por favor.—pedía Mikasa, por lo cual me giré, viendo como aquella mujer se me acercaba, tediosa y asustada por lo que veía.

—Ainara, ¿qué es esto?—me preguntó Laia, con sus ojos abiertos grandemente, la iluminación de la fuente hacia que sus ojos se vieran claramente más azulados.

—Si Eren. Solo te pateare el trasero si no detienes esto ahora mismo.—decía el capitán Levi, uniéndose a los chicos.—¡Ey, di algo!—pidió, en un tono impotente y desesperado, mientras que Laia miraba las personas que también yacían alrededor de la fuente púrpura.

—Es, la cadena de las procreadoras del titán hembra.—musité, abrumada.—Estás mujeres, son las que le han dado vida a los hijos que han copiado su genética. Ellas vienen aquí y crean está cadena con sus hijos fallecidos, es un símbolo del amor de una madre, ese que nunca muere.—detalle, mirando detenidamente a mi madre.

—Y si ellas están muertas, dime, ¿por qué tú estás aquí?—me giré para ver cómo Laia con sus ojos envueltos en lágrimas, miraba la turbia imagen de mi madre sosteniendo una mano que aún, no se veía visible, pero le delataba el hecho de que un meñique le faltara, parecía ser como si alguien estuviese construyendo poco a poco mi cuerpo.—Eso significa que tú...

—¡¡Eren!!—me sobresalte, mirando atrás para escuchar el grito desesperado de Armin, que me hizo soltar una bocanada, en medio de mis ojos humedecidos.

NO PUEDO DETENER EL RETUMBAR. NO PUEDO APOSTAR EL FUTURO DE PARADIS. SEGUIRÉ AVANZANDO.—abrí mis ojos grandemente, escuchando aquella voz por todos los rincones de este lugar.

—¡Allí!—gritaron fuertemente, señalando donde se encontraba la presencia de un niño, en otra gran fuente, color azulada.

—¡¡Eren!!—todos ellos se movieron, pero me quede inmóvil, visualizando nuevamente la púrpura fuente, donde analice una cosa.

—Mi hija copió la genética que copie de mi madre. Si ella no está aquí, eso significa que, aún está viva.—articule, mirando a Laia.—Aún podemos salvarla.—dije.

—¡¿Qué quieres decir con que no puedes?! ¡¿Acaso no confías en nosotros?!—gritaba Jean a la lejanía, en un tono áspero.

—¡¿Por qué nos dejas usar nuestros titanes?! ¡Podemos hablar aquí, dinos!—le pedía Armin con desesperación.—¡Siempre estuvimos juntos, no quiero que estemos separados! ¡¿Eren?!—gritaba fuertemente, dirigiéndose a esa fuente.

TOMÉ LA LIBERTAD DEL MUNDO... PARA ALCANZAR LA MÍA... PERO NO QUIERO ROBAR LA SUYA. USTEDES SON LIBRES.—dijo Eren, mientras que caminaba vagamente por el terreno arenoso, acercándome al capitán Levi, quien inmóvil miraba anonadado a los chicos correr desesperadamente hasta la gran fuente, donde se veía a un niño, el mismo niño de mis sueños.—SU LIBERTAD PARA SALVAR AL MUNDO. MI LIBERTAD PARA SEGUIR AVANZANDO. SI NINGUNA DE LAS DOS CEDE... ACABAREMOS CHOCANDO. SOLO EXISTE LA OPCIÓN DE LUCHAR.—decía, dejándome boquiabierta.—LOS TRAJE AQUÍ PARA DECIRLES QUE YA NO HAY NECESIDAD DE HABLAR. LA ÚNICA MANERA DE DETENERME, ES ACABANDO CON MI VIDA... SON LIBRES DE HACERLO.—indicó, para así, envolvernos en una altitud extraña que me hizo cerrar los ojos y darme cuenta, que volvíamos a estar en el avión.

—¡¿Qué pasó?!—grito Onyankopon de una manera desconcertada, dirigiéndose a nosotros mientras que mi cabeza dolía.

—Creo que estaba en lo cierto.—artículo Reiner, quien con dificultad intentaba de mantener el balance, mientras que todos denegaban.

—... ¿Se acabó?—se preguntó Jean, tapando su rostro en medio de aquella frustración, la misma que todos compartíamos en este jodido momento.

—Parece ser que no podemos negociar. ¿Ahora qué?—se dirigió el capitán Levi a Armin, fríamente, por lo cual yo, apreté los dientes.

Lleve la mano a mi cabeza, desesperada. No tenía tiempo y aunque ellos no lo sabían, podía sentir como la presión de tristeza se apoderaba de aquella mujer de cabello cobrizo, quien me miraba con detenimiento, esperando algo de mi, como todos los que estaban aquí. No podíamos negociar, en esta posición, solo nos quedaba la amarga decisión de detener a Eren a un costo bastante frío, e inclusive sangriento. Aún, no era capaz de entender mi propósito con el suyo, pero no podía dejar de tener esa imagen suya en mi cabeza, donde ambos estábamos sentados en la mesa de aquel comedor, comiendo y riéndonos los unos a los otros. Si Eren confío en mí desde el principio, fue por algo, si Eren me guió hasta aquí, también fue por esa mía razón. Y es que, Eren confía en mi más que en cualquiera, porque sabe que soy capaz de seguir avanzando como él. Quería salvar a mi amigo, al mismo que me levantaba del suelo en los entrenamientos, a ese que me espero en cada caminata a pesar de correr más rápido que los demás. Necesitaba volver a ver una última ves, el rostro impulsivo del amigo que nos quería salvar a toda costa, porque aunque el mundo lo repudiara, Eren era lo que no quedaba allá afuera, justicia. Levante la cabeza, mirando a mis amigos, porque esta podría ser la última vez que todos nos miramos de esta manera, con esperanza.

—No quiero renunciar a Eren. Se que ninguno quiere hacerlo, pero, ya no tenemos opción.—expresé.—Soy la 15º comandante de la legión de exploración, la hija de Erwin Smith, así que les pediré una cosa. Préstenme su fuerza, salvemos al mundo, como nadie nunca lo quiso hacer cuando nosotros necesitamos que nos salvaran hace años. Démosle a la gente, la esperanza que le quitaron a Eren, la libertad de vivir que nunca nos dieron. Hace unos años, queríamos matarnos porque creíamos que era lo correcto, pero no es así, podemos cambiarlo.—pedía, mirándolos.—Es ahora o nunca, consagraron sus corazones. Háganlo una ves más, no se los estoy pidiendo como su amiga, ¡si no, como su comandante!—exclame, llevando mi mano a mi corazón, para ver cómo ellos se levantaron.—¡Consagren sus corazones!—pedí, viéndolos llevar su mano a su corazón.—Hagámoslo, detengamos el retumbar. Detengamos a Eren.—articule.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro