𝐭𝐫𝐞𝐢𝐧𝐭𝐚 𝐲 𝐭𝐫𝐞𝐬

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Los caminos.
Narración omnisciente.

Armin veía el mismo sueño. El que alguna vez se le presento. Dormido en aquel extraño lugar, donde iba un mismo linaje, él podía escuchar el oleaje del mar, como si se encontrara allí. Fue abriendo los ojos, cuando los azulados ojos de esa chica se desvanecían frente a él. Era una pesadilla, soñar que ella se le iba de las manos, era una pesadilla que no estaba dispuesto a vivir. Confundido se levantó, perdiendo la noción del tiempo en este lugar. La presencia de Berthold ahí, como una marioneta no lo atormentó. Pese a que estaba ahí, lagrimeando por un ojo, Armin dejó de mirarlo para examinar el lugar donde se encontraba y no había pasado mucho, desde que visitó ese lugar con sus amigos, hace un momento atrás. Parecía una sintonía perfecta de tiempo, que no entendía, pero analizaba. Si no, fue el hecho de verse así mismo acostado. Armin se abrumó, porque podía ver algo más allá y era, a sus amigos peleando afuera. Su respiración se entrecortaba, dándose cuenta que estaba encerrado en una burbuja y que posiblemente, era por el hecho de que su subconsciente estuviera ahí, inmóvil e inconsciente. Haciéndolo abrumarse aún más, porque el tiempo de la mujer que amaba, se acaba y él no lo sabía.

—¿Por qué? ¿Por qué mi cuerpo no se mueve?—se preguntaba, inclinando frente a su cuerpo.—Por favor, debes moverte. Todos morirán. Reiner, Pieck, Jean, Annie, Connie, Mikasa, Laia... —decía, tan desesperado por levantarse.—¡Todos ellos, no lo entiendes! ¡Todos ellos van a morir, Ainara va morir! ¡Despierta pedazo de basura, sucio bastardo, idiota, inútil!—se insultaba así mismo, con sus ojos humedecidos, demostrando una gran impotencia.—¡Te odio, siempre te he odiado! ¡Nunca has hecho nada de lo que me sienta orgulloso, solo traicionarme! ¡La vida que me dieron, las expectativas, las responsabilidades, todo! ¡Todo eso, no le has dado nada a cambio! ¡Así que... ¿por qué estás ahí muerto? ¡Levántate! Tenemos que salvarlas, tenemos que salvar a la mujer que amamos y a la niña que concebimos... —sollozaba, cabizbajo para chocar su puño contra el suelo arenoso.

Arena. Era lo que Armin veía y sostenía en sus manos. Levantándose del suelo, él pensaba. Si realmente Armin estuviera muerto, ¿como pensaría si le llegaba oxigeno al cerebro? No era un sueño. Ni una visión, tampoco era el más allá. Eran los caminos, Armin estaba en la realidad. Levantó la cabeza, para ver ampliamente la fuente de energía azulada que sobresalía y alumbraba en todo el lugar, siendo así, el sitio que había visitado anteriormente. Se suponía que estaba en la boca de un titán, pero tenía claro que veía lo que los demás hacían, porque Armin podía verla. Desde ahí, Armin podía ver como aquella joven de cabello castaño oscuro y azulados ojos, estaba encima de esa avena mientras miraba sin fuerza como sus amigos peleaban. Él podía verla sangrar, como también el capitán Levi aún lado suyo, inclinando su brazo para con su camiseta limpiar la sangre que sobresalía de sus fosas nasales. Armin empezaba a entenderlo, todos estaban conectados con los caminos. Así que, habría algo que podía hacer para ayudar desde ahí.—Piensa.—se dijo a sí mismo, para girar en sus talones y quedar helado ante ver como aquel hombre yacía sentado en el suelo arenoso, jugando con la arena.

—Hola, señor Zeke.—dijo Armin en cuanto se inclinó, viendo detenidamente cómo aquel hombre levantó su vista para mirarlo.

—Hola amigo de Eren, así que, ¿Ymir también te comió?—le preguntó, por lo cual Armin, lo miró extrañado ante ese nombramiento.

—Solo he escuchado vagas historias de ella, pero no la realidad.—musitó este, haciendo que Zeke suspirara, para asentir ante eso, Armin tenía una gran determinación, porque estaba frente al hombre que la mujer que más amaba, odiaba.

—Hace mucho tiempo atrás, cuando solamente existía materia en este mundo, como incontables masas de cosas desconocidas aparecieron, desaparecieron y luego, aparecieron, pero entre esas cosas, solo una sobrevivió. Lo conocemos como, "vida".—contaba este.—La principal razón por la cual vida sobrevivió, fue porque estaba en su naturaleza multiplicarse. La vida tomó nuevas formas, adaptándose a todo tipo de ambiente. Eventualmente llevándonos a donde estamos ahora. Busco números, busco difundirse, busco la abundancia. Y así, podemos decir que el propósito de la vida es multiplicarse.—detallaba, mientras que Armin sentado frente a él, le escuchaba.—Después de todo, la muerte y exterminación de las especies, ocurren de la multiplicación. Es por eso por lo que nos enfrentamos al castigo llamado miedo, y esa niña evitaba buscaba desesperadamente evitar ese miedo. Algo más fuerte, algo más grande ella dio a luz un cuerpo inmortal. Luego escapó de un mundo que era libre, incluso de la muerte.—decía.

—Esa niña, fue Ymir la fundadora. Y esto, es el mundo libre de la muerte.—indicaba Armin.—En tal caso, ¿cuál es el objetivo de Ymir?—se preguntó Armin, mirando a Zeke curioso.

—Yo mismo pase una cantidad de tiempo aquí, intentando entenderla. A pesar de toda la fuerza que tenía, no podía derrotar al rey Fritz. ¿Por qué? Por dos mil años permaneció aquí, obedeciéndolo. ¿Cual era la razón?—se preguntaba.—Si, ella aún se sentía atada al mundo que dejó atrás. Pero, Eren fue capaz de entender eso, aunque yo no pude, y es por eso que Ymir se fue con él.—expresó, devastado.

—¡Tienes que decirme! ¿Hay alguna manera de volver al mundo real?—le preguntó Armin.

—Quién sabe, por ahora es imposible. O, eso creo.—respondió Zeke, de una manera pesada.

—Tengo que volver.—afirmó Armin, con una seria expresión frente aquel barbudo hombre que sin duda, había perdido su propósito.

—¿Por qué?—le preguntó Zeke.—¿Para seguir multiplicándose? Lo que está pasando ahora podría llamarse el miserable lado de la forma de vida controlada por el miedo. Una especie de miedo provocado por una actividad vital completamente inútil que...

—¡¡Mis amigos están allá, la mujer que amo esta muriendo y mi hija aún sigue con vida!!—esbozo Armin, interrumpiéndole.—¡¡Aún podemos salvar a muchas personas del terror, lo que estamos haciendo es luchar contra el miedo!!—decía, en un tono alto.

—¿Qué estaría mal si perdemos esa pelea? Vivir significa que algún día morirás, ¿lo sabes?—le preguntaba a Armin, para así, señalar algún punto.—Ahí, esa fuente púrpura donde está, es la facción de la genética multiplicada que se recrea en el vientre de las personas que obtienen el titán hembra. Allí, justo en ese lugar el cuerpo de Ainara está siendo construido por Ymir, lo que significa que ella, morirá.—decía, haciendo que Armin mirara amargamente el lugar.—Quizás, los momentos finales de una persona traen alivio. Se siente, como libertad.—continuaba diciendo, mientras que Armin veía una hoja en el arenoso suelo, teniendo una amplia imagen de su infancia con sus amigos, corriendo hacia una colina.

—El sol se estaba ocultando, así que estábamos corriendo a un árbol en una colina, nosotros tres haciendo carreras.—decía Armin, mientras recordaba.—Eren tuvo la idea y se fue corriendo de la nada, Mikasa corrió también, pero quedándose atrás a propósito. Y por supuesto, fue el último en llegar casi muerto. Pero, la brisa estuvo agradable y tibia ese día, simplemente correr se sentía bien. Las hojas se revolcaron y, por alguna razón pensé en ese entonces. Tal vez, la razón por la cual nací era para que nosotros tres pudiéramos estar ahí.—musitaba Armin, melancólico.—Pensé lo mismo cuando leía libros en los días lluviosos, cuando una ardilla comió las nueces que le di, cuando caminamos por todo el mercado, y también, cuando di mi primer beso y me enamoré de verdad, lo sentí.—decía, levantando la hoja mientras que el rostro de Ainara se mantenía en su mente.

—Eso...

—¿Esto? Fue enterrado en la arena.—decía Armin, levantando la hoja para mostrársela a Zeke, pero ante Zeke, era una pelota de béisbol.—Quien sabe, pero a mis ojos, incluso si no hay necesidad de algo multiplicarse, sigue siendo realmente hermoso.—decía Armin, pasándole la pelota a Zeke, quien asentía, mientras que las personas que alguna ves amo, se aparecían atrás suyo, por lo cual Armin abrió sus ojos grandemente ante ver la viva imagen de una madre que lo dio todo por sus hijas, Averly.

Ella parpadeo, abrió sus ojos. Parecía ser que se había quedado dormida, pero es que Ainara yacía exhausta aún lado del capitán Levi, quien tenía la manga de su camiseta manchada de sangre seca que limpiaba de su nariz. Aún la sangre brotaba, al punto de que Ainara la dejaba irse con el viento. Todo en su interior se sentía muy débil, la pesadez en su cuerpo le impedía moverse de donde estaba, así que ella yacía aferrada al cuerpo del capitán Levi, quien la sostenía fuertemente a su lado, viendo como una gran pelea se denotaba en aquel titán fundador. Ella respiro hondo, su mano se entrelazó con la del capitán Levi, quien la miró anonadado por su aspecto. La palidez en su piel se empezaba a esclarecer nuevamente, como el cansancio de sus ojos. Ella se recostó en su pecho y pudo sentirlo. Ese hombre estaba desesperado, porque su corazón palpitaba rápidamente sin ella saber que él, estaba sumamente asustado, porque lo último que quería, era verla morir. Intentaba respirar, pero cuando lo hacía, tosía fuertemente sin aire, hasta raspar su garganta y provocar que la sangre sobresaliera de ella. Ella tan solo resistía, resistía por sus amigos, por Armin y por su hija, pero ya no podía más. Estaba exhausta, por dentro, destruida y sus órganos desganados.

—¡¡Ahí está!!—anunció el capitán Levi, señalando al extraño titán que se había llevado a Armin.

—¡Uno, dos... —Gaby hizo un conteo, preparando su arma en cuanto la altitud del ave de Falco fue la perfecta para que ella pudiera dar un tiro exacto.—¡Le di!—aviso cuando disparó, donde su cuerpo se removió bruscamente por la energía del arma.

—¡¡Armin!!—la presencia de aquel joven rubio, provocó que la conmoción por sus compañeros se notara, más para Ainara quien se soltó del agarre del capitán para sonreír ampliamente en medio de la esperanza de ver a su amor ser socorrido, hasta caer en las manos del titán de Annie.

—¡¡Annie!!—exclamó Armin, envuelto en la saliva aún de aquel titán.—Perdonen todos, pero ya estamos bien.—musitó Armin, para escuchar como alertaron a Annie del avistamiento de los titanes, pero ninguno la tocó, todos la defendían.

—Es muestra madre.—indicó Ainara, sin saber que el titán que acompañaba al titán hembra de su madre, era el ex portador del titán de ataque, el padre de Eren y Zeke, Grisha Jaeger.

—'¿Qué está pasando?! ¿¡Los titanes los están ayudando!?—se preguntaba Gaby, confundida aún lado del capitán Levi, quien observaba la imagen junto a Ainara.

—Parece ser que si.—masculló él, llevando su mirada a la madre de su hija, quien yacía peleando valientemente en ese lugar, hasta que una voz erizo su piel y la de la joven chica a su lado, esa maldita voz que los atormentaba.

—¡¡Hey!! ¡¡Hey!!—la boca de Ainara se secó, ella abrió sus ojos grandemente cuando reconoció la voz en medio de aquel escandaloso lugar.

—No, no puede ser.—musitó el capitán Levi, viendo aturdido la imagen de aquel hombre desnudo en su costado, mientras que yacía pegado a un montón de huesos, llamándoles.

—¡¿Querías verme, no es así, Levi?! ¡¡No puedo decir que quería lo mismo!!—exclamaba Zeke, viendo como Ainara quien yacía cabizbaja, se levantaba en medio de ese vuelo, firmemente para apretar sus hojas, incluso sus labios.

Era ese momento. Ese momento cálido donde la sangre hervía en medio de amargos recuerdos. La brisa se sentía tibia, era un hermoso día para volver a renacer en medio de tanto bullicio. Zeke lo sabía, lo tenía muy en claro, cómo también, todo los horrores que había causado con un vago propósito que al final, no valió lo que pensó. Ella sentía sus manos temblar, del miedo, de la tristeza y de la furia, porque la viva imagen de su padre en un costado, la atormentó hasta hoy, como la de una amiga en el suelo, agonizando hasta morir, como esos soldados que para Levi Ackerman, significaron más que eso. Ambos se lanzaron, una sintonía que no especificaron. Sin fuerza, sin ánimos, sostenían fuertemente sus hojas. En medio de la brisa fresca que aquel hombre disfrutaba, luego de todas las matanzas que hizo, solo cerró sus ojos cuando vio a esa niña a la que tanto hizo sufrir aproximarse, sin saber que a su espalda, también venía al hombre que le provocó una ira interior, al punto de no dejarlo dormir en paz. Sus hojas se cruzaron, como los corazones que se sellaron en un pacto de venganza para sanar su conciencia, para así, deslizase  morbosamente por el cuello de aquel hombre, donde la sangre brotó y su cabeza, cayó al vacío de una perdición.

Sus ojos se humedecieron, cayendo bruscamente encima del ave que los atrapó. No solo por el simple hecho de que Jean haya llegado a la nuca de Eren, donde presionará el botón para detonarlo por completo, si no, porque por primera ves en tantos años, Ainara sintió que la pesadez en sus hombros descansaba. Ella levantó la mirada, viendo detenidamente al capitán Levi, quien respirando gruesamente llevó su mano hasta el hombro de ella, para aliviado suspirar. Por fin, había cumplido su promesa y el cargo que había en su espalda desvaneció al ver a esa niña sollozar delante de él, dejándola descansar de las muertes que los atormentaban, que atormentaron a muchos. Ambos se abrieron espacio, pues los cuerpos de sus camaradas cayeron exhaustos encima de ellos, sin entender la situación que había sucedido, hasta que vieron la sangre plasmada en las hojas de sus dos camaradas, los cuales yacían con la cabeza baja, sintiendo una calma recorrer por todas sus venas, luego de una fuerte detonación que hizo a Ainara ver como los huesos del titán fundador se quebraban, mientras que Mikasa se sujetaba de ella, temblorosa. Al igual, que Laia acariciaba la espalda del capitán Levi, quien por fin levantó la cabeza en alto.

—¡¡Reiner, Jean, Pieck, tenemos que huir rápido, Armin explotará estos huesos!!—aviso Connie, visualizando como sus amigos se sujetaban de la malla encima del ave de Falco, mientras que Reiner decidió aceptar las consecuencias de quedarse para no dejar ir aquel enorme insecto que era la clave de todo, Jean cayó encima del ave, visualizando a sus compañeros.

—Adiós, Eren.—musitó Ainara, a su ves que Armin en cuanto la fuerte detonación estalló todo el lugar, dando un leve destello, Ainara tan solo sintió el fuerte agarre de Mikasa contra ella.

—¡¡Sujétense, Falco bajará de altitud y aterrizará!!—anunció Annie, aferrándose también al cuerpo de su hermana, para protegerla del forzoso aterrizaje que hizo que todos se removieran bruscamente.

—Miren, los huesos están desapareciendo. El retumbar se detuvo.—avisaba Laia, quien tenía su rostro cortado y rasgado por la pelea contra los titanes, aferrándose a Levi quien miraba como los demás el punto de ataque, en medio de una colina, donde se aterrizó.

—Eren, ¿está muerto?—se preguntó Jean, conmocionado como todos, para Ainara ver cómo Mikasa cubría su cabeza adolorida.

—No puede ser, lo último que haya escuchado.—comentó ella, cabizbaja y adolorida, mientras que los demás se giraron para ver la cantidad de personas que yacían ahí viéndolos, Ainara sintió una lluvia de emociones por reconocer tantos rostros.

—Ainara, espera.—pidió el capitán Levi cuando la vio deslizarse por la malla del ave de Falco, el niño que había salido de su titán, para correr junto a Gaby hacia sus familiares.

Había un gran bullicio. Una cantidad de personas que sin duda, provenían del área de aislamiento de Liberio, las mismas personas con las que Ainara tuvo la oportunidad de crecer en los últimos años. Ella camino con vagues, llevando su mano derecha hasta su codo izquierdo. El costado le dolía, pero continuó mirando entre el bullicio mientras que sus amigos la miraban. Los sollozos se detonaron, en medio de los reencuentros familiares que conmocionaron a las personas. Sus ojos se humedecían, mientras que su cuerpo temblaba, Ainara se arrodilló en el suelo cuando vio como aquella mujer de pelaje rubio sostenía a esa hermosa niña, escondida entre su cuello. Karina Braun retenía sus lágrimas al ver cómo esa joven desvaneció, para así ella dejar en el suelo a la rubia que todos los de la legión de exploración miraron y reconocieron por el detalle tan especifico de sus ojos, esa, era sin duda la hija de Armin. La niña sin entender, miró entre las personas hasta que se encontró con la mujer que le dio vida. Se quedó inmóvil por un momento, hasta que sus labios temblaron y corrió con los brazos abiertos entre la gente, para abrazar fuertemente a su madre. El contacto físico que tuvieron, hizo que Ainara la levantara entre sus brazos en medio de un fuerte sollozo, donde le asintió agradecida a esa mujer que la había cuidado como una hija.

—Te lo dije. Te dije que volvería por ti.—musitó Ainara, humedeciendo la hombrera de su hija por las lágrimas que brotaban de sus ojos continuamente, era inevitable, anhelo tanto el momento en que pudiera volver a tenerla.

—¡Mami!—exclamaba Mila, llena de felicidad, aferrándose fuertemente al cuerpo de su mamá.

—Lo sabía.—murmuraba Ainara, temblorosa y con su rostro humedecido mientras que la niña se aferraba a ella fuertemente.—Sabía que estabas bien.—expresó, inclinándose en el suelo para observar cómo su hija tenía el rostro manchado de tierra, y con sus mejillas húmedas.

—Mami, ¿viniste a salvarnos?—pregunto Mila, para así, Ainara besar fuertemente su mejilla y recogerla entre sus brazos, girándose para que esas personas que la estimaban, la vieran.

—Todos nosotros.—detalló Ainara, haciendo que su pequeña niña, mirara con detenimiento a todas esas personas que crecieron con su madre.—Y allá, está tu padre. Siendo el héroe de todo el mundo.—esbozó, mientras que Mila se aferraba a Ainara, tímida en cuanto se acercaron a los demás, quienes la veían como un sueño.

—Hola, pequeña. Me llamo Jean.—saludó Jean, siendo el primero en romper el hielo, para estrechar su manos hacia la tímida niña de cinco años que se pasmaba por su cercanía a ella.—¿Sabes quien soy?—le preguntó este, por lo cual ella asintió.

—Ella sabe quienes son, cada uno de ustedes.—expresó Ainara, limpiándole el rostro a Mila para así, bajarla al suelo y sostenerle su mano.—Ha estado preparada para este momento desde siempre.—explicó, mientras que Mikasa se inclinó frente a la niña, quien se aferró a la pierna de su madre.

—Es, idéntica a Armin.—indicó Mikasa, viendo como Mila la miraba detenidamente.—Eres muy valiente, como tu papá.—le decía, para así ver cómo Mila tenía en su mano, un pañuelo, aquel pañuelo con el que Ainara siempre solía estar.

—¿Donde está Annie?—se preguntó Ainara, notando la ausencia de su hermana.

—Ha ido a buscar a su padre. Él está vivo.—Ainara se giró, visualizando cómo Karina se dirigía a ella, mientras que Mila se quedó aún lado de Mikasa, levantando su mano para que la sostuviera.

—Karina, gracias por traerla hasta acá.—agradeció Ainara, mirando aquella mujer quien asintió, con una hermosa sonrisa.—Reiner ha luchado muy bien, solo quería salvar a su hogar. Espero que estés orgullosa de eso.—expresó esta. Viendo como Karina, con sus ojos humedecidos asentía, para así sonreír y señalar cómo Mila en los brazos de Mikasa, tocaba el cabello de Levi, quien la veía de una manera fría e hostil, haciendo que ella dejara de tocarlo.

—¿Se llevarán bien?—le preguntó Karina, haciendo que Ainara sonriera ante ver a Mila mirar curiosamente a Levi, mientras que Connie intentaba hacerle gracia, ella se mantenía ignorándolo.

—Créeme, ellos estaban ansiados de conocerla.—esclareció Ainara, hasta que sus piernas le fallaron y ella, casi caía al suelo, preocupando sin duda a Karina, e incluso a Mila, quien la señaló.—Estoy bien.—artículo, apenada.

—Ahí está, tu papá.—señaló Mikasa, haciendo que Mila mirara aquel gran titán de una manera temerosa, por lo cual Ainara llegó hasta ellas.

—¿Ese es mi papá?—preguntó Mila, mirando como Ainara asentía, sonriendo ante ver como
Mikasa sostenía a la niña fuertemente.

—Si, viene por ti. ¿Estás lista de conocerlo?—le preguntó Ainara a su hija, quien pensativa dudó en asentir, cubriéndose en el cuello de Mikasa.

—¿Dónde está Eren?—todos abrieron sus ojos ante escuchar la repentina pregunta de la niña y luego, presenciar un destello que apareció en la espalda del titán colosal de Armin.

—Sabía que no morirías con eso, Eren.—murmuró Jean, observando cómo todos aquel gran esbelto titán colosal con un alargado cabello negro, era sin duda el titán fundador.

—Si, pero, ¿qué debemos hacer?—se preguntó Connie, desesperado.

—¡Esto es malo, alejen a Eren de esa cosa brillante! ¡El retumbar podía reiniciar!—avisaba Gaby en un grito, quien yacía frente a sus padres.

—¡Es él! ¡Debemos matar al ciempiés!—anuncio Connie, mirando como Reiner en su titán acorazó se percataba de la situación.

—Sobrevivió a la explosión, ¿como podemos matarlo? Debemos ir después.—opinó el capitán Levi.—Eren, no terminará hasta que él muera.—artículo, fríamente.

—¿Qué es ese humo?—se preguntó Ainara, sosteniendo en sus brazos a Mila para cubrirla.–Viene de esa cosa brillante.—aviso, confusa.

—Está muerto, ¿no? Huele a titán muerto.—se preguntaba Connie, abriendo sus ojos grandemente.—¿No es lo mismo que en el pueblo Ragako?—dijo, tensando a todos, pero solo el capitán Levi fue el único en entenderlo todo.

—¡Mikasa, Laia, Pieck, Adeline! ¡Suban en Falco!—pidió, empujando por la espalda a Ainara para que fuera la primera en subir junto a Mila, quien miró la situación, asustado ante el leve bullicio.

—¿De qué habla?—se preguntó Pieck, desconcertada, mirando al capitán Levi.

—¡Ackerman y cambiante son excepciones! ¡Debes saber que hacer!—aviso él, dejando a todos en tensión, para sostener la mano de Laia, quien se la soltó repentinamente.—¡Sube, ahora!—le pidió, mientras que Mikasa se subía al ave, analizando que Connie y Jean se quedaban, retuvo a Ainara para que impidiera lo contrario.

—No soy un Ackerman, tampoco titán cambiante y mucho menos, tengo su genética.—musitó aquella mujer de cabello cobrizo, haciendo que el corazón de ese hombre, se detuviera por un momento.—Sube. Vuelve a casa, mi amor.—le susurro ella, plasmándole un beso en la mejilla.

—¡¡Jean, Connie!!–grito Ainara, viendo como sus amigos tan solo los miraban, abrumados.

—Creo que, es nuestro momento.—indicó Laia, abriendo sus brazos para pasarlo por los hombros de esos dos niños a quienes vio crecer.—Adiós, Levi.—él se quedó inmóvil, a pesar de haber sido él primero en reaccionar, luego de aquel niño quien se integró al titán con su corazón en la boca, apunto de masticarlo con dolor para dejar atrás a su familia, Levi no se movió.—Vete, por favor.—dijo, empujándole.

—¡¡Capitán!!—grito Mikasa, jalándolo contra ella, para así Levi amargamente subirse al ave.

—¡¡No!!—Ainara estrechó su mano, mirando como cada uno de ellos la miró, mientras que él ave subió de altitud, se percató que Annie, no estaba ahí.

Con su boca media abierta, sujeto fuertemente a su hija, quien asustada por los gritos y el repentino bullicio, se escondió entre Ainara por el medio a la tan brusca altitud que provocó el titán de Falco. El capitán Levi estaba ahí, en el borde del ave como Pieck, viendo a sus más seres queridos quedarse, mientras ellos huían. La brisa ya no se sentía cálida, era tibia y fría a su ves. Debía sentirse horrible, saber que morirías en cuestión de segundos y que, no podrías hacer nada para evitarlo. Ainara apretó sus labios, esos que temblaban cuando ansiaba llorar y no podía hacer nada para evitarlo, porque su cuerpo estaba débil, pero su corazón también. Busco, en medio de esa altitud busco ver el titán colosal de Armin. ¿Habría alguna posibilidad de verlo antes de que todo acabara? Ella sollozo, besando la cabeza de su hija quien mantenía sus ojos cerrados. Lo menos que quería para ella, era que recordara esto, que lo haya tenido que vivir, pero vio el sufrimiento de su madre cuando esa base detonó, envuelto de titanes puros que se habían comido el alma de sus amigos. Mikasa se quedó aturdida, en medio del sentimiento vacío del capitán Levi, quien se estrujó de dolor, pero aún así ese hombro no lloró. A pesar de que Pieck grito a su lado hasta lanzarse para transformarse, él no lloró.

Las punzadas en la cabeza de Mikasa se presentaron, como los síntomas escalofriantes que hacían débil el cuerpo de Ainara. Sus labios se llenaban de lágrimas, mientras veía como el capitán Levi la miraba detenidamente, ella mantuvo sus brazos envuelto en la niña que le brindó esperanza, pero era lo único que la hacía no desvanecerse en tristeza. ¡Acaba de perder a las personas que quería! Estaban siendo fuertes, pero ya no podían más. Connie, Jean y Laia, todo en una sintonía tan dolorosa que les impedía pensar. Ella sentía impotencia, porque desde que se unió a la legión, había perdido a tantas personas que no le cabían los dedos para contarlo. Pero, la mirada del capitán Levi le estaba pidiendo otra cosa, le aclamaba a gritos que se comportara como lo que ella era en este momento, la comandante de la legión de exploración, a quien Hange le dejó todo en sus manos para que los guiara hasta donde ahora estaban. Sus lágrimas se desvanecieron con el viento, así que ella respiró hondo para demostrar la determinación con la que su padre la crió. No necesitaba pelear, tampoco luchar, solo necesitaba guiarlos como la líder que siempre fue. Como aquella que Keith Shadis subestimó el primer día que llegó a la base, si, la líder que sus amigos veían, que Eren veía.

—Prepárense.—masculló Ainara, con un rostro serio y frío, mirando al capitán Levi.—Seremos nosotros quienes lo detendremos, lo he decido y lo haremos ahora, Eren morirá aquí.—afirme, notando como el capitán Levi recobraba fuerza.

—Mikasa prepárate, ¡somos los únicos que podemos matar a Eren!—esclareció capitán Levi a su lado, sosteniendo los lanza relámpagos, pero Mikasa no reaccionaba, ella estaba en otro lugar.

—¡Mikasa, esto depende de ti, ya no tenemos tiempo!—le grite, llevando mi mano a su hombro.—¡Por favor, cumple con tu misión!—pidió.—¡Ayúdame, te necesito, te necesito!—decía Ainara, para ver cómo Mikasa abrió sus ojos.

—Lo siento. No puedo olvidarte, Eren.—musito ella, sacando del interior de su camiseta la bufanda rojiza que envolvió en su cuello.—¡Eren está en la boca, lo mataré, ayúdenme!—afirmó Mikasa, dejando sin aliento a esas dos personas que la veían incapaz de tomar tal decisión.

—¡¡Falco, Mila está aquí, asegúrate de no hacer aterrizajes forzosos!!—exclamo Ainara, levantándose junto al capitán Levi para ver cómo Mila se sostenía de la malla fuertemente.—¡¡Voy a volver, tú solo cierra los ojos, por favor!!—le pidió, haciendo que Mila asintiera rápidamente.

—¡¡Mamá, tengo miedo!!—grito Mila, haciendo que Ainara se inclinara frente a ella, para verla directamente a los ojos y acariciar su cabello.

—¡¡Yo también, pero tú me das fuerzas, porque eres muy valiente!!—exclamo Ainara, para asegurarse de que su hija estuviera sujetada.—¡¡Ahora, hagámoslo!!—pidió, percatándose de que el titán colosal de Armin, retuvo al de Eren.

Tanto Ainara, como el capitán Levi, destellaron el lanza relámpagos en la misma sintonía, quebrando la dentadura del titán colosal de Eren. Con sus últimas fuerzas, lograron ver cómo Mikasa entró a la perfección a la pesadilla que la acompañaría el resto de su vida, la decisión que determinaría todo el destino de la humanidad. Y ahí, todo se desvaneció. Ainara no pudo sostenerse, porque había quebrado su equipo de maniobras tridimensionales, como el capitán Levi. Ambos, caían del cielo. Sus azulados ojos estaban humedecidos, viendo todo lo que alguna ves, creyó haber visto. Los recuerdos, las memorias. La voz de Eren se escuchaba tan clara, que le causaba escalofrío. Él corría, la guiaba entre las calles de su distrito. Eren sonreía, le mostraba la vida de una manera diferente. Ambos, chocaban sus manos en cada finalización de los entrenamientos. Comían juntos, uno al lado del otro. ¿Todo acabo? ¿Eren murió? Si, porque esas memorias y esas palabras, eran claras. Pero, ella no había sido la única en verlo. Ella dejó que el viento la llevara, en medio de la bruma de vapor que la hacía desaparecer junto al capitán Levi. El ave de Falco los había perdido de vista, estaba desesperado, no querer ser brusco, porque la niña que estaba ahí, dependía de él. Así que, tuvo que desistir en salvar a Ainara.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro