𝐯𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐜𝐮𝐚𝐭𝐫𝐨

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El amor de toda una vida.

Sus ojitos me miraban. Ella era tan pequeña, e indefensa. Observe cómo sus pequeñas manos se alzaron, para dejarme sentir su suave tacto en mi mejilla. Una sensación pura, tan pura que no podía explicarla. Un cabello liso y rubio, no era mío, pero era suyo, era de su padre, también de su abuelo. En aquel entonces, no podía recordar de quienes eran esos genes, pero ahora si. Esa niña era el reflejo del hombre que amaba. Mis lágrimas bajaron, en medio de ese sudor, donde veía como esa pequeña se mantenía acostada en mi pecho, el cual subía y bajaba rápidamente. Estaba desorientada, cansada y exhausta, muchas personas me veían, pero yo solo vi como esos ojitos me miraron como si fuera lo más que anhelaba esa alma inocente. Sonreí. Acaricie su pequeño cuerpo, hasta que mis ojos empezaron a debilitarse por la iluminación. Las voces se escuchaban lejos, así que la aferré a mi cuerpo, pero aún así, empezaron a quitármela de encima con cuidado. Mi corazón palpitaba, tenía miedo. Mis manos dejaron de sentirla, ya no podía sentirla cerca, solo veía la imagen nublada de personas alejándola de mi, aunque intentara gritar, mi debilidad me lo prohibió. El llanto se escuchó a la lejanía, mezclándose con el mío, porque sabía que desde ese día, viviría un infierno del que no podría sobresalir. Parpadeé, viendo la luz del sol.

La brisa removía mi alta coleta, mientras que mis manos sujetaban fuertemente las cuerdas, no dejaba de avanzar por ningún motivo en aquel camino. Intentaba concentrarme, con el deseo de poder llegar hasta donde quería. Tendría que enfrentar, no solo al hombre que amaba, si no que también a un amigo exhausto de sentir una estaca pesada en su espalda. Quería poder concentrarme, quería, pero la mirada vacía de aquel joven quien partió, me abrumaba. Se qué Eren estaba viendo, por eso pedía que me guiara hasta donde pudiera hacerlo, porque aunque estuviera aquí, no podía renunciar a él. Apreté fuertemente las sogas, intentando de que el caballo avanzará más, lo azote. Debía avanzar, tenía que llegar, porque la luz del día se reflejaba en un nuevo amanecer y de seguro mis amigos ya estaban en marcha a los próximos planes. Cabalgaba, parpadeando, y ahí, otra ves ahí, me llene de una nube de recuerdos que hacía agonizar mi corazón. La brisa disminuyó, en mi andar por ese camino, mientras que la falda se mantenía abajo de mis rodillas y un sombrero me cubría del sol, veía desde la lejanía de aquel portón, como esas personas de mayor edad jugaban con la hermosa niña de cabello rubio. Sonreí. Lo hice, con pesadez en mi corazón. Estaba vestida en un hermoso traje, un rosado que le resaltaba con esos azulados ojos que miraban curioso los juguetes a su alrededor.

Hola pequeña.—le salude cuando se acercó al portón, ella me miró emocionada, porque el brillo en sus ojos fue genuina.—Estás gigante.—dije, con mis labios temblorosos.

Hola, mamá.—me saludó, tiernamente vi como pasó su mano por el portón para tocar la mía, mi niña sabía que era mía.

Te he extrañado mucho mi amor.—le dije, sobando su mano en medio de mis ojos llorosos.

No puedes estar aquí.—me giré sobresaltada, viendo como aquel hombre de rubia barba me miraba, recostado en la pared de aquel establecimiento.

¡¡Pequeña, ven!!—escuché más adelante, mientras que apreté el portón, viendo los azulados ojos de aquella pequeña mirarme.

Mami.—me llamo, de una manera tímida, veré los ojos y apreté los labios, sintiendo su apretón en mi mano y el portón, el cual empezó a removerse cuando la intentaron mover.—¡¡Mami!!—grito, quebrándome por dentro.

¡¡Pronto estaremos juntas!!—grite, viendo como ella lloraba en el regazo de aquella señora que se la llevaba, ella estiró sus brazos, deseando llegar a mi.—Lo prometo.—musité.

He recordado todo.—expresé, viendo la impresión en sus ojos.—Ella ha cumplido tres años y es idéntica a su padre.—añadí, viendo como Zeke me miraba, exhalando el humo de su cigarro.

Entonces, ahora si podemos hablar sobre mi hermano, Eren Jaeger.—infirió, dejando caer las cenizas, mientras que su cercanía me causaba frialdad.—Y ante eso, hay algo que debo pedirte.—indicó, en un tono cortante.

Tú me dijiste que ellos estaban sufriendo. Significa que por algún método, has estado en contacto con la Isla. Si ha sido así, ¿por qué no has dejado saber sobre mi paradero?—le pregunté, acercándome a él de manera desafiante.

Creen que estás muerta.—respondió, dejándome helada.—Por esa razón no han venido a buscarte, pero solo Eren tiene conocimiento de que estás aquí, que inclusive perdiste la memoria. La razón por la cual no hemos hecho un movimiento, es porque te necesitamos en él.—decía, mirándome.

No me pidas nada.—expresé, acercando mi rostro al suyo, con desprecio.—Tú mataste a cientos de soldados, incluyendo a mi padre.—mascullé entre dientes, apretando mis nudillos.—Dile a tus abuelos, que me entreguen a mi hija, o voy a matarlos. Si, lo haré delante tuyo y después, te dejaré vivo, estoy segura qué hay alguien más que puede acabar contigo.—musité, viendo como se tenso ante mis palabras.—No intentes pelear conmigo, porque con la genética duplicada de mi madre, puedo derrotarte en mi forma titánica.—añadí, distanciándome de él, para sentir como apretó mi brazo fuertemente y pegó mi cuerpo en la pared, ahorcándome.

Hace tres años, el gobierno de Marley me dio la autorización de mantenerte bajo mi tutela, tanto a ti, como a tu hija.—expresó, mirándome fríamente, mientras intentaba buscar aire.—Yo decidí ese día que diste a luz, quitártela y por esa razón, ella está aquí con ellos y no contigo.—masculló, escupiéndome el rostro.

Tú, me mentist... —intentaba de hablar, forcejeando con él, pero no podía, estaba ida.—¡Devuélveme... a mi... hija!—decía, impotente.

Lo hice, porque sabía que en algún momento, tendría que tomar cartas en el asunto por el desastre que mi padre y tú madre hicieron.—explicaba, reteniéndome.—Probablemente tú hija haya heredado la genética, lo sé, porque enferma muy frecuente.—abrí mis ojos grandemente, negando.—La única opción de salvarla, es prestándole un poder titánico, pero para eso, tú debes ayudarme junto a Eren, si, eso es lo que pido a cambio.—decía, apretando más mi cuello.—Si quieres salvar la vida de tu hija, si la quieres devuelta, debes ayudarme a que Eren y yo, podamos reunirnos, con el fin de culminar con las próximas generaciones de Ymir. Quiero la eutanasia.—esbozo, para así, soltarme.

Eres, una maldita cucaracha... —expresé, tosiendo mientras aturdida sentía mis ojos humedecidos.—Todo este tiempo, me hiciste creer que la única razón por la cual me quitaron a mi hija, era porque yo nací en la Isla y ella nació aquí en Marley. Me hiciste creer que, ella podía tener una oportunidad, aunque fuera hija de un demonio como yo. ¡Tú me... —Zeke se inclinó, reteniendo mi rostro en sus manos, mirándome con sus anteojos.

Tú madre y mi padre iniciaron esto. Nosotros lo terminaremos, si quieres salvarla, te atarás a mi. Y al final, tú y tú gente, me lo agradecerán.—mascullo, soltándome con brusquedad, levantándose del suelo, para dejarme tirada entre lágrimas.—Y el nombre de tu hija, es Mila, no lo olvides. Significa, "luz de esperanza".—solloce, dejando caer mi cabeza en el suelo, con impotencia.—Es así como debe ser, Ainara. Lo lamento.—añadió, yéndose, mientras que lleve mi mano a mi estómago, llorando en un tono bajo.

Voy a matarte. Te lo juro que voy a matarte.—repetí, una y otra ves en voz alta, viéndolo irse.

Parpadeé. Las lágrimas sobresalieron de mis ojos ante ese frío recuerdo. Ha pasado un año desde que no la veo y mi mayor temor, es que los límites de Eren sobrepase lo acordado, porque mi hija yacía en Marley. Mi pequeña luz de esperanza, estoy segura que serás amada en este cruel mundo, más de lo que yo fui, por eso ansío volver a ti, con vida lo haré, para darte un beso, aunque sea el último. Sujete las cuerdas, deteniendo la cabalgata del caballo en seco. Había llegado al pueblo donde se inició una de las mortales peleas y sin duda, tragedia. Todo conducía al mismo hombre que me destruyó no solo mi vida, si no la de muchos. Me baje con cuidado del caballo, pisando el césped para sostener mis hojas, provenientes al nuevo equipo de maniobras tridimensionales. Camine con sigilo, dejando el caballo atado contra una valla. Escuchaba voces, como también podía reconocerlas, al saber que estaba tan cerca de ellos, no tardaba en sentirme ansiosa. Apreté mis hojas, asomándome en aquel callejón, donde escondí mis hojas, en cuanto visualicé como Armin y Connie yacían en el suelo, aislado de los pequeños que abrieron sus ojos grandemente cuando notaron mi presencia, mientras que yo, miré detenidamente al puro titán recostado en esa casa. Así ha estado la mamá de Connie en los últimos años.

—¡¡Ainara!!—la voz de Falco se presionó en mis tímpanos, de manera automática me deslicé al suelo para abrir mis brazos y sujetarlo contra mi cuerpo de una manera protectora, viendo más allá como tanto Connie y Armin, se quedaron sentados para mirarme, desconcertados.

—Lo lamento. Lamento no haberlos podido salvar.—musité en su oído, viendo como Gaby se quedaba de pie, cabizbaja y entristecida.—Yo, los protegeré a ambos, lo prometo.—indique, estrechando mi mano para acercar a Gaby, quien me abrazó fuertemente junto al pequeño Falco.

—Yo creí que tú... aún estabas molesta conmigo por lo que hice.—susurro ella, avergonzada, apretándome fuertemente contra su cuerpo para yo negar, viendo cómo Armin y Connie se levantaban del verdoso suelo, acercándose a mi.

—No puedo culparte más. Eres solo una niña.—expresé, levantándome del suelo, para ver cómo aquellos dos hombres se quedaban parados frente a mi, con una mirada seria.—No vine a pelear contra ustedes.—comente, llevando a los niños atrás de mi.—Creo, que ya están consientes de las razones por la cual actúe de esa manera.—justifique, en medio de su silencio.

—Realmente, creo que estoy exhausto. No he estado pensando claramente y, me preguntó si Sasha sentiría vergüenza por cómo estoy actuando.—musitó Connie, rascando su nuca.—Pero, lo que se, es que no estoy dispuesto a pelear contigo, o incluso con Eren. Solo quiero que esto acabe, de una manera u otra.—esbozo, mirándome.

—Te debo unas disculpas. A ambos.—dije, viéndoles, pero más a Armin, quien yacía con una expresión entristecida.—Tuve opciones y no las utilice. Me disculpo, porque sé que ya Yelena les contó y yo debí haberse sido la única que dijera lo que estaba sucediendo. No les pediré que me perdonen, que me acepten y luchen conmigo, solo les pido que me entiendan.—añadí.—Después de todo, siempre hemos estado juntos en esto. Y creo, que somos los únicos capaces de poder detener a Eren. Estoy dispuesta y los demás, están esperando, por eso estoy aquí.—expresé, para girarme de reojo y ver a los niños.—Theo y Pieck, también van ayudarnos. Solo falta Reiner y si no me equivoco, alguien más.—musité, notando la impresión en sus ojos.

—¿Van a detener el retumbar?—se preguntó Falco, mirándome con detenimiento.

—Hay que salvar al mundo donde ustedes crecerán, junto a cientos de niños más e incluso, con Mila.—respondí, girándome para ver cómo Armin abrió sus ojos grandemente.—Se llama Mila.—recite, notando sus tensos hombros.—Y es idéntica a ti.—añadí en un tono suave, viendo como Connie miraba a su aturdido amigo.

—Es un hermoso nombre.—expresó Connie, palmeando la espalda de Armin con suavidad.—No sé en que estaba pensando cuando por un momento pensé en dejarte morir allá arriba. Tú, tienes también una familia.—decía Connie, frustrado.

—Vayan a los caballos. Prepárense para el distrito, podemos pasar por suministros. De ahí, también reunirnos con los demás. Deben estar preguntándose porque he tardado tanto.—avise, viendo como Connie asentía, pareciendo tímido cuando se acercó a Falco, quien yacía cabizbajo.—¿Seguirás mirándome así?—le pregunté a Armin.

—¿Como debo mirarte?—me preguntó.—No entiendo nada de lo que está sucediendo.—expresó, restregando su rostro.—Siempre supe que debía sacrificar algo, pero jamás pensé que mi mayor sueño fuera el causante de sacrificar nuestro amor. El mar nos separó, y a pesar de eso en este cruel mundo, aún te amo Ainara.—baje la cabeza, sintiendo sus palabras en mi corazón palpitante.—Pero, no entiendo. ¿Por qué tuviste que hacer todo esto?—me preguntó.—Pudiste haberlo dicho. Si tan solo las cosas... —se detuvo, en una pausa frustrante que no le permitió hablarme, haciéndome sentir culpable.

—Vine a explicártelo todo. Quiero decirte la verdad, Armin, necesito que me escuches.—le pedí, mirándolo detenidamente mientras me acerqué a él, viendo como la brisa removía nuestro cabello.

—¿Escucharte? ¿Acaso debo confiar en ti? ¡Míranos, mira la situación en la que estamos!—indico, alterado.

—¡Si, necesito que confíes en mi, si quieres detener esto, debes hacerlo Armin!—le respondí, en un tono más retador, esperando que me escuchara a mi, solo a mi.

—Ainara, me mentiste. ¡Tú me mentiste durante años!—exclamo, aún con ese tono frío.—¿Y me pides que confíe en ti?—pregunto, con sarcasmo.

—Si. Te lo pido.—volví a recitar, con una voz más calmada, en medio de la vergüenza que sentí.

—Dime, ¿por qué Ainara?—me cuestionó.—Me ocultaste algo tan frágil. ¿Sabes lo culpable que me siento en estos momentos por no haberme dado cuenta?—me preguntó, señalándose.

—Armin, lo lamento tanto. No sabes cuanto.—expresé, dolida por cómo se veía, yo tan solo quería abalanzarme a él y abrazarlo.

—¿Lo lamentas? ¿De verdad lo lamentas?—pregunto.—He sido el mismo cobarde que ha estado detrás de ti, durante años. ¡Años Ainara!—exclamo.—Te he cuidado, protegido y sobre todas las cosas, ¡te he amado! Y ahora, me topo con la realidad de que, ¡tuvimos una hija y te la arrancaron de los brazos!—grito, molesto.—¿Sabes lo mal que me siento? ¿Acaso te sentaste a pensar en que el pobre Armin sufriría? ¡Yo creí que te había perdido, aún ni siquiera asimilo que estés aquí, he asimilado que te tengo en mis brazos! ¡¿Como debo asimilar que tengo una hija y puedo perderla también?!—cerré los ojos, frustrada porque sin duda, era la primera ves que veía a Armin en medio de la desesperanza.

—¡Armin, estoy aquí!—exclame, acercándome a él, tomando su camiseta entre mis manos.—Te prometí que nunca iría a un lugar donde tú no estés y así fue, porque aunque hayamos estado separados, siempre hemos estado en el corazón del otro. Por favor, ayúdame a salvarla, antes de que mi tiempo se acabe. Te lo ruego.—pedia con desespero, mirando esos azulados ojos que ella había heredado de él.—No quiero perderte. Te necesito conmigo, siempre ha sido así, siempre has sido tú.—recitaba, sintiendo como sus manos tocaron delicadamente mis brazos.

—Siempre has sido tú. Solamente tú.—repitió, chocando su frente contra la mía, para estirar sus brazos y abrazarme fuertemente contra él.—Pero ahora, seremos nosotros. Tú, ella y yo, siempre. ¿Está bien?—me preguntó, apretando mi rostro en sus manos.—Las dos son mías. Me pertenecen y las voy a proteger, hasta el final.—exclamó.

—Te amo.—esbocé, llevando mis labios con delicadeza a los suyos, me atrapó en su limbo de amor que llenaba mi alma, que sanaba mi tristeza y absorbía el vacío que me consumía.—No he dejado de hacerlo, ni tan siquiera un día.—esclarecí, viendo como apretó sus dientes para abrazarme con más fuerza.

—No quiero perderte. Eres mi mundo entero, por favor, quédate conmigo.—pidió, fraccionando mi corazón tan fuerte, que solo me resto abrazarlo.

Escondí mi cabeza en el hueco de su cuello, oliendo su aroma, uno único que solo él tenía. Acaricio mi espalda, me hizo sentir segura con su presencia y sin duda, era lo más que quería sentir de él desde que supe que venía a buscarle. En esos años, cuando no recordaba quién era este mismo hombre que me abrazaba, sentía un vacío inmenso en mi corazón y es que, jamás creí que me faltara su amor. Lo sabía cuando despertaba cada mañana y sentía las sábanas frías, cuando inclusive en la regadera las gotas de agua caía y sentía el plasme de unos besos en mi piel. Su ausencia siempre proclamó que lo recordará, porque no importaba que un mar nos separara, nada fue más fuerte que nuestras ganas de volver a reencontrarnos. No quería soltarlo, lo amaba tanto como nadie nunca tendría idea. En medio de nuestra agonía, nos besamos. Un estallido de amor y melancolía nos recorrió, ya no éramos unos niños, pero seguíamos amándonos como cuando lo éramos. Armin me miró detenidamente, beso mi frente y sostuvo mi mano para entrelazarla, caminando junto a mi. Me subió con delicadeza al caballo, para luego subirse él, asintió junto a Connie y los niños. Teníamos que salvar al mundo, como también a Eren y al resto de la humanidad, tenemos que hacerlo juntos, una ves más.

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