𝐯𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐨𝐜𝐡𝐨

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

La víspera del amanecer.

Abrí mis ojos. La pesadez de una gran iluminación me hizo abrirlos, notando que estaba parada, en un lugar muy silencioso. Aturdida, intentaba de asimilar mi postura, mirando los alrededores de dicha escena. El cielo yacía azulado, de un tono muy liviano y frío. A penas las nubes empezaban aparecer, tornándose de un tono blancuzco. Más allá, en el final del cielo, donde se encontraba un sin fin de misterios, se veía un borde naranjal que detonaba el amanecer de un nuevo día. Había una colina, podía verla desde donde estaba. Las hojas bailaban con la brisa fresca del viento que las removía, mientras que pasaban por mi lado, mi suelto cabello también danzaba en su misma sintonía. Podía conocer este lugar, pero haber estado aquí, jamás. Las murallas ya no yacían, el prado se veía más verdoso que nunca, como si todo este tiempo, la sombra que nos privaba del más allá, ocultara su hermoso verdor. Asome mi vista, levantándola para subir la colina donde se veía aquel gran árbol. Escuchaba risas, pero muy a lo lejos, como si no estuvieran aquí, quizás volaban con las hojas que caían de ahí. Las flores estaban llamativas, aunque el distrito parecía vacío y abandonado, continué subiendo la colina. Pero, me detuve en seco cuando visualicé aquella ave sobrepasar por encima de mi.

Me quede aturdida, viéndola detenerse en la colina, justo donde yacía el gran tronco del árbol gigante que daba una sombra alargada. No podía subir la colina, así que giré mi vista en cuanto sentí una fuerte presión en mi pecho. Mis ojos se abrieron grandemente, viéndole correr rápidamente, subiendo la colina sin titubear. Era solo un niño, pero era el niño que buscaba la libertad. Mis ojos se humedecieron, viendo como Eren reía, felizmente de haber llegado a la cima. Sus verdosos azulados ojos descansaron aliviados bajo esa sombra, donde aquella ave nuevamente sobrepasó los cielos, yéndose lejos. Estire mi mano, queriendo alcanzar a Eren, pero no pude. Una gran iluminación me cegó, haciéndome abrir los ojos en varios parpadeos, para toparme con la calidez de un ambiente iluminado por los sofocantes rayos del sol. Sentí como las lágrimas se deslizaron, pasando por mi rostro. Un gran vacío recorrió toda mi alma, sin duda mi subconsciente me pedía a gritos encontrarme nuevamente con Eren, pero ese sueño parecía tener un significado más grande, una memoria que no recordaba, un recuerdo que no viví. Pero, ¿y si fue así? Me preguntaba, ¿habré vivido ese momento? Restregué mis ojos, la carreta estaba detenida y yo, parecí haberme quedado dormida en ella esta mañana.

—¿Qué sucede?—levante mi mirada, visualizando cómo aquel hombre yacía ahí, vendado y sentado, Levi me miró, confundido.

—Es Eren.—le indique, soñolienta.—Él no se irá hasta que lo encuentre.—afirme, en un tono de prisa que hizo al capitán Levi mirarme de manera desconcertada.

—Despertaste.—giré mi vista, para toparme con la mirada de Reiner Braun, quien se acercó a la carreta con su equipo de maniobras tridimensionales.

—¿Dónde estamos? ¿Qué ha pasado?—pregunte, levantándome de la carreta para ver cómo los demás estaban fuera de esta, colocándose sus equipos de maniobras tridimensionales, por lo cual no tarde en inclinarme hacia los míos.

—Estamos en el puerto. Pero, la facción de los Jaegeristas han llegado antes que nosotros.—comentó Reiner, viéndome ponerme mis correas.—Han mantenido bajo su tutela a la gente de los Azumabito. Sin ellos, no podremos salir de la Isla para detener el retumbar.—expresó, preocupado.

—¿Estás bien?—fue lo primero que preguntó Armin en cuanto llegue hasta ellos, su mano tocó mi mejilla y asentí.—¿Por qué tienes los equipos? No, no vas a pelear.—afirmó, muy seguro.

—No vine aquí para ser una espectadora.—inferí, mirándolo con detenimiento, su desacuerdo y el mío chocaron en unas tensas miradas.

—Usaremos el poder de nuestros titanes y sus armas para pelear contra ellos. ¿Está bien?—expresó Annie, haciendo que Reiner quedara a su lado, mientras que Pieck yacía fuera de su titán, observando a los demás.

—Espera... un momento.—me giré para ver cómo Connie se dirigió a Annie, de una manera seria.

—Si atacamos el muelle indiscriminadamente, los Azumbito se verán envueltos.—anunció Mikasa.

—Onyankopon, si los Azumbito mueren, tendremos un problema. ¿Estoy en lo cierto?—fue lo que se preguntó Pieck, dirigiendo su mirada hacia el serio moreno que se mantenía en cercanía con Yelena.

—Estás en lo cierto. Aún así, podría encontrar un modo para pilotear la nave por mi mismo. Pero sin los trabajadores de los Azumbito, sería solo barcos sin alas. Los aviones están hechos de tal modo que las alas están dobladas, para tener tracción sobre el mar. No volarán mágicamente si solo desplegamos las alas. De acuerdo a cómo funcionan se necesitan llevarlo al hangar, y hacer unos chequeos que requeriría a esos trabajadores.—respondió Onyankopon, en unos leves detalles.

—¿Cuánto tomará eso?—se preguntó Reiner, de una manera muy curiosa.

—No sé, depende los Azumabito.—respondió Onyankopon, cruzándose de brazos pensativo.

—Ya veo... necesitamos ganar tiempo para preparar las naves mientras las protegemos, y a los Azumbito. Encima, no queremos dañar a los Jaegeristas que nos atacaran. ¿Es lo que intentan decir?—pregunto Annie, mirándonos a nosotros.

—No queremos lastimarlos, estuvimos juntos cuando éramos reclutas.—musitó Jean, firmemente en su petición.

—¿Qué van hacer entonces?—pregunto ella.—Solo dime... ¿como ganaran tiempo necesario para prepararnos mientras evitan dañar a un enemigo que nos atacara, todo mientras protegen las naves y a los Azumbito?—en su pregunta, una leve pausa de sus palabras hizo que mirara como ella se dirigió hacia Armin.—Dime Armin. Tal como esa vez que me perseguiste , dime tú plan.—pidió, fríamente.

—No tenemos un plan. A menos que hagamos uno ahora, o lo arruinamos y perdemos las naves.—comentó Pieck, ante el amargo silencio de Armin a mi lado, quien sin duda se sintió apenado.

—¡Esperen! ¡¿Estamos aquí para salvar gente! ¡Pero porque lo primero que haremos será una matanza de todos aquellos en la Isla?! ¿¡Por qué debe ser o así?!—se preguntó Connie, alterado.

—Si... ustedes no están obligados a hacer esto en primer lugar, y tener que tomar una decisión así. Si hubieran sido ustedes, ese día no habrían decidido romper el muro a diferencia de nosotros.—respondió Annie, serenamente.

—Para ustedes cuatro... o cinco, esta bien si no lo hacen.—indicó Reiner.—Vean junto a Gaby y Falco en un lugar seguro. Si los Jaegeristas los encuentran, serán forzados a tomar una decisión que no quieren. Como sea... no interfieran.—comentó él, hasta que visualicé cómo de la montadura de arena, Theo Magath y Hange se deslizaban, bajando hasta ellos.

—No tengo intenciones de ser un espectador. Los Jaegeristas ya han matado a cuatro de nosotros, y más importante aún, ya no hay más tiempo para la humanidad. Vi a muchos titanes caminando mientras dejaban vapor detrás de sí por sobre el mar. Esos titanes ya han llegado al continente Marley.—aviso Hange, dejándonos anonadados.—Basada a su velocidad tal vez ya aniquilaron una ciudad en el noreste de Marley que está cerca de aquí. No creí que pudieran atravesar el mar así de rápido, de ese modo, llegarán en un parpadeo. Me preguntó cuánta gente ha muerto.—se cuestionaba ella, mientras que abrí mis ojos impresionada en cuanto Theo Magath tiro bruscamente a Yelena hacia el suelo, tapando su boca mientras que llevó su pierna a su brazo izquierdo, rompiéndole un hueso.

—Llevó esperando esto todo el maldito día... —susurré, viendo la impresión de todos, mientras que yo sonreía ampliamente.

—¡Dinos donde está Eren Jeager! ¡O seguiré rompiendo cada articulación de tu brazo!—pidió él, mientras que la rubia mujer se retorcía de dolor en medio de sus gotas de su sudor.—No tengas miedo. No te matare.—afirmó, soltándola ante el quejido de la comandante Hange.

—Que alivio... —expresó Yelena, temblorosa, observándolo con detenimiento.—Cambie de opinión, no quiero morir hasta ver dónde llega esto. Si me llevas contigo, te diré dónde está.—dijo ella, con una sonrisa adolorida.

—Primero debemos asegurarnos del bote volador.—indicó Hange, notando como los niños que observaban, se veían aterrados por aquel comportamiento tan prudente, al menos para mí.

—Connie, Armin, Mikasa, Jean, Ainara, quiero disculparme con ustedes, estábamos equivocados.—dijo, mirándonos.—Hablar tan imprudente de justicia estando aquí y yo aun así trate escandalosamente de probar que teníamos razón. Porque tenía miedo de verme a mi mismo, como un despreciable Marleyano. Ustedes no tienen la culpa.—expresó, apenado.—Pieck, Annie, Reiner, no hay razón para que se agobien con el odio del mundo. Pero, tenemos la responsabilidad de asegurarnos que las futuras generaciones sepan sobre esta historia tonta y manchada de sangre. Eren Jaeger intenta destruir el mundo, no puedo permitirlo, eso es imperdonable. Si seguimos ignorando nuestro tonto comportamiento, este infierno nunca terminará.—él levantó su mirada, para así chocar con la mía.—Lamento tanto no haber podido proteger a tu hija. Fallé, no solo con los niños a los que me toco guiar, también contigo y con esa niña que nació en mi nación.—musitó, pero yo tan solo lo miré, quedándome en silencio.

—Necesitamos un plan. No es hora de lamentarse.—expresé yo, haciendo que todos me miraran.—Si tenemos que matar, lo haremos, aunque no queramos, no tenemos opción.—indique, sacando mis hojas para ver cómo se quedaron mirándome como toda una líder.—Sin los Azumabito, no podremos salir de aquí y si no salimos de aquí, no seremos capaces de salvar el mundo. Ya no me importa morir. Yo fui parte de esto, yo guié a esos soldados hacia aquí y yo misma los acabaré, voy a pelear, no, todos los haremos. Vamos a pelear.—afirme, seriamente.

—¿Qué estás diciendo?—se preguntó Annie, deteniéndose frente a mi, de una manera fría.—¿Usaras tu poder?—me preguntó.—No, eso no.—denegó, pero me aísle de ella, evadiéndola.

—No vine hasta aquí para ser una espectadora. Toda mi vida he tenido que hacerlo, y hoy, no será una excepción.—afirme.—Hange, tengo un plan. Te necesito.—pedí, acercándome a ella.—Estaba equivocada, se lo mucho que mi padre confiaba en ti, por eso, se que si tú no podremos detener el retumbar, ayúdame.—ella me miró, asombrada mientras abría su ojo, asintiendo.

—Hagámoslo ahora.—asintió, haciendo que los demás se unieran, pero me giré para ver cómo Armin de una manera fría y amarga me evadió, pasando por mi lado sin tan siquiera verme.

—Armin.—le llame, para sostener su mano con delicadeza.—Tengo que hacer esto.—enuncie, viendo sus azulados ojos mirarme.

—¿De qué vale que te detenga si de igual manera te perderé?—me preguntó, por lo cual solté su mano, para ver cómo se ajuntaba con los demás.

Simplemente estábamos ahí. Unidos. Después de tanto, jamás creí visualizar esta imagen, donde nos encontrábamos idealizando un plan, en el cual nos encontraríamos defendiendo nuestras posturas. Era la primera ves, que teníamos una misma ideología, salvar al mundo. Apretaba mis correas con más fuerza, veía y notaba que estaba preparada para cualquier tipo de movimiento que quisiera hacer, pero sin duda, el ver cómo Armin se colocaba su verdosa capa y miraba al suelo apenado, me apretaba el pecho. Amarraba mi cabello, en una alta coleta, sin dejarme ni un flequillo afuera, viendo como Annie me miraba desconcertada. Ella dirigió su mano delicadamente hasta el borde de mi oreja cicatrizada, mientras ella hacía eso, note cómo Mikasa detuvo su andar para ver dicha acción. Ignoré su toque, removiéndome. La camiseta se me pegaba al cuerpo, la intensidad del calor era demasiado fuerte para un día como hoy. Más ahora, que estaríamos en completo movimiento. Nos miramos entre sí, éramos una división de cuatro grupos. El primer grupo, crearía la distracción. El segundo, presentaría el ataque, mientras que el tercero lo copiaría, el cuarto huiría con los restantes. En ellos, el capitán Levi se iba, mirándome fijamente, como si le pesara realmente que nos fuéramos.

—¿Estás segura de esto?—me preguntó Annie, quedando a mi lado derecho, mientras que Reiner yacía en el izquierdo.—Podrías morir.—musitó ella, pero denegué.

—Que así sea entonces.—afirme de una manera amarga, viendo como Reiner me miró de reojo.

—Han pasado años, desde la última ves que luchamos juntos.—expresó Reiner.—Jamás creí que volviéramos a unirnos de esta manera.—añadió, por lo cual melancólica asentí.

—Ustedes nunca dejaron de ser importantes para mí.—anuncie, mirando a la distancia cómo Armin y Connie, avanzaban en sus caballos hacia el puerto.—Lo empezamos juntos y así lo acabaremos.—avise, viéndoles a ambos de reojo.

—¿Y como la cuidaremos?—se preguntó Annie.—Ella no sabe quiénes somos nosotros.—musitó.

—Si lo sabe.—interfirió Reiner, mirando a Annie.—Desde que nació, esa niña siempre ha sabido quiénes somos. Pero, hay una historia, hay una historia que contarle cuando todo esto acabe.—añadió él, por lo cual asentí, firmemente.

—¿Y cuál será esa historia?—se preguntó Annie, mirando a Reiner, mientras que yo estaba entremedio de ellos, viendo a Armin y Connie junto a dos soldados, armados, cercanos al puerto que tenía varios detonantes alrededor.

—La historia del chico que buscaba la libertad.—susurré yo, abriendo mis ojos grandemente en cuanto note escuché disparos.—Algo pasa.—dije.

—¡Nos están atacando! ¡Mikasa, Laia, Connie y Armin, han traicionado a Eldia!—fue lo que escuché, levantando mi vista en cuanto visualicé como Flotch sobresalió en el aire.

—¡Armin!—grite, viendo como este caía al suelo desplomado por el otro soldado; Annie apretó mi brazo, deteniéndome.—¡Hay que hacerlo, tenemos que destruirlos, aquí y ahora!—exclame, viendo como ellos no dudaron en asentir.

—Escúchame, si sientes que no puedes, solo desvanécelo. ¿Está bien?—me preguntó Annie, apretando mis brazos.—Necesito más tiempo contigo, ¡no me lo quites!—pidió, por lo cual asentí.

—¡¡Ahora!!—exclame, lanzándome con mi equipo de maniobras tridimensionales, sabía que ellos más seguían, sabía que estaban listos para pelear.

Lo tenía claro. Si no hacíamos esto, si no éramos capaces de sacrificar algo, no podríamos salir de aquí con vida. Hice un leve corte en mi mano, se sintió amargo y doloroso, pero era necesario, tenía que hacerlo, debía usar este poder que había heredado. En una alta altitud, junto con Reiner y Annie, los tres nos desenvolvimos en el aire, frente a todos esos soldados que miraron atónicos como la luz sobresalió de los cielos para pegarse a nuestras pieles. Lo sentí, esa sensación de poder, fue sentida en cada uno de mis músculos. La bruma del vapor cubrió mis ojos, dejándome ciega por leves momentos en cuanto caí al suelo. El suelo retumbó en cuanto caí. Era una sensación extraordinaria, porque era la primera ves que lucharía para defender lo correcto. Los músculos del titán se apegaron a mis mejillas, a cada uno de mis nervios, haciéndome controlar cada movimiento. No lo pensé, ni siquiera pude dudarlo en cuanto note los ataques de esos soldados hacia nosotros. Estire mi mano, aplastando en una palma a varios de ellos. Sentí la espesa sangre, como también las viseras de sus cuerpos caer al suelo. Levante mi mirada, ante una detonación cerca de mi oído, dejando mi tímpano sordo por leves segundos.

—Son demasiados.—pensé, viendo a esos soldados darlo todo contra nosotros;los demás estaban peleando, yo estaba segura de eso, ¿pero a qué costó? El titán de Annie y el mío, chocaron espalda contra espalda, mientras que Reiner nos cubrió de una detonación, quebrando la poca coraza que tenía para darle defensa, yo estire mi brazo por todo un tejado, haciendo que Annie lo repitiera del otro lado para acabar con los soldados allí, envolviéndolos en los escombros.

—¡¡Annie, Ainara!!—me giré bruscamente, visualizando el cuerpo de Mikasa llegar hasta mi hombro, mientras que Annie la cubría.—¡¡Cambió de planes, nos iremos en el barco y prepararemos el bote flotador en el continente!!—nos aviso, mientras que Reiner detenía las detonaciones que se dirigían hacia nosotras.—¡¡Protejan a los Azumabito mientras abordan!!—pidió, alejándose, por lo cual asentí.

—No tengo fuerzas.—musité, notando como la cristalización de mi titán se empezaba a quebrar.—No podré soportar mucho. Tengo que salir de aquí.—indique, para ver cómo Reiner se lanzaba al suelo, para defender a los Azumabito de los disparos que provenían de aquellos soldados.

Tosí. La sangre manchó toda mi boca, la saliva sabía amarga, me estaba matando, pero no podía desistir. Mi cuerpo cubrió por completo el de Annie, los lanza relámpagos eran demasiados. Aunque ella intento poner una nueva compostura para protegerme, no me quedo más remedio que lanzarme al suelo hasta caer arrodillada frente a todas esas personas que huían para salvar sus vidas. Gemí, los lanza relámpagos quebraron por completo la cristalización debilitada de mi espalda. Para así, sentir como cegaron por completo mis ojos. Si, ya no podía hacer más. Grite furiosa, intentando de levantarme, pero la oscuridad me impedía levantarme y para regenerarme, me costaría demasiado tiempo. Mi cuerpo se desprendió de los músculos, sintiendo el aire fresco de la brisa chocar con mi rostro. Respire hondo, soltando una bocanada de aire cuando vi cómo mi titán se evaporaba en la destrucción de aquellas detonaciones. Mi cuerpo era abrazado a otro, me fue imposible no sonreír cuando visualicé como era aquella mujer de cabello cobrizo. Pero, una detonación cerca de nosottas hizo que perdiéramos la altitud para caer bruscamente en un rocoso tejado. Mis manos temblaban, viendo como el suelo se manchaba de la sangre que salía de mi boca. Gemí, en cuanto sentí como patearon mi estomago, haciéndome rotar para cerrar mis ojos por la iluminación del sol.

—¡¡Traidora!!—me grito aquel hombre, quien elevó su espada, pero en sólo segundos su sangre cayó en todo mi cuerpo, viéndolo caer arrodillado cuando aquella hoja traspasó su estómago.

—Que asco.—esbocé, limpiando mi rostro para estirar mi mano y aceptar la de Laia, quien me levantó del tejado, para dejarle ver la multitud de soldados que venían hacia nosotras, mientras que Annie y Reiner, parecían empezar a caer.

—Un "gracias", estaría más que bien.—dijo, en un tono sarcástico.—Levántate, esto aún no ha acabado.—pidió ella, examinándome.—A penas está empezando.—añadió, limpiando sus gotas de sudor.—Si dudamos, nuestros amigos morirán.—exclamó Laia, sacando hojas nuevas, por lo cual copié su acción, asintiendo ante eso, haciéndome ver como Connie salía en la defensa de Annie y Reiner, para que Mikasa lo siguiera en su defensa y Jean en aquella azotea, la defendiera a ella.

—Entonces hagámoslo.—afirme yo, sacando mis hojas, con la pesadez de mi cuerpo corrí junto a Laia por la azotea para lanzarlos al vacío.

Caí en el otro tejado. Apretando fuertemente mis hojas, corrí con rapidez mientras me cubría de los disparos. Tome altitud, utilizando el gas para llevar mis piernas bruscamente al pecho de aquel soldado, dejándole caer por el borde de este. Otro se acercó a mi, me deslicé por entre medio de sus piernas para levantarme y patear su espalda. Él iba a incorporarse, pero aquella mujer de cabello cobrizo se asomó por el borde de la azotea, estirando su hoja para clavársela en la pierna y apretarlo por el hombro hasta jalarlo, dejándole caer por el mismo vacío que a su compañero. Ella bajo su cabeza, mientras que yo tiré mi hoja para darle al hombre que yacía en el otro tejado, disparando. Corrí, lanzándome para deslizarme por el suelo y tomar el arma que dejó caer por la clavada de mi hoja en su hombro. Me levante, disparándole en la cabeza, donde su sangre salpicó en el aire. Por un momento, por un leve momento analice lo que estaba haciendo, pero era mi mente fría y preparada que no me permitía detenerme. Su cuerpo cayó sin vida, la sangre se hizo un gran charco alrededor de él. No podía lamentarme de lo que estaba haciendo, realmente ya no podía hacerlo, porque no era esa niña indefensa, ya no lo era. Bruscamente caí al suelo, mi mejilla chocó con el cemento, haciéndome caer aturdida por un momento, para así ver un rayo de luz sobresalir por las nubes.

—¿Falco?—fue lo que me pregunté cuando vi un extraño titán sobresalir por un tejado, llenando de grito y bullicio a los soldados que yacían ahí.

—Ainara.—el llamado de mi nombre en aquella voz, me hizo tensar e ir intentando de componer mi cuerpo para levantarme.

—Jamás pensé que después de habernos guiado hasta aquí, cayeras tan bajo. Al punto de matar a las mismas personas que reclutaste para que pelearan junto a nosotros.—me fui levantando del suelo, topándome con la fría mirada de aquel joven.—Mi destino fue vivir, para salvar Eldia, pero ahora, mi único propósito es destruirte a ti, y a todos.—afirmó, apretando fuertemente sus armas, sus dientes chocaban, estaba enfadado.

—Flotch.—lo llame en tensión, levantando mis manos en zona de paz, sabiendo que alrededor, había una lluvia de sangre que no podíamos detener.

—Respuesta incorrecta.—anunció, abrí mis ojos grandemente en cuanto levantó su arma y halo el gatillo, mis rodillas flaquearon haciéndome caer al suelo, pelándome por completo en la miseria.—Se suponía que protegeríamos a Eren, no que intentáramos detenerlo.—masculló él, caminado hacia mi, mientras que la sangre sobresalía de mí costado, el vapor de la regeneración se desvanecía, no tenía fuerzas para regenerarme, me desangraría.—Él confiaba en ti. Más que nadie. Y ahora, tendrás que ver cómo cumplo su petición. Yo seré quien salve Eldia.—afirmo, llevando su pierna hasta mi pecho para dejarme caer al suelo.—Te admiraba, por el hecho de ser la hija de Erwin Smith, pero me equivoqué. No eres nada más que un monigote que es guiada por sus instintos sentimentales.—expresó, por lo cual sonreí, sintiendo como la sangre salía de mi boca.

—Entonces, somos iguales.—indique, llevando mis manos hasta su tobillo, él cual giré con brusquedad para sentir como crujió de manera morbosa, Flotch cayó al suelo por lo cual me dio la ventaja de arrastrarme hasta mis espadas, pero cuando iba hacer un movimiento, tan solo él sobrevoló por los cielos con una furia inexplicable.—¡No!—exclame, viendo los lanza relámpagos que tenía en su espalda, pero gemí, gemí por la sangre que aún estaba saliendo de mi camisa y cuando vi a Mikasa en el tejado, bañada con una lluvia de sangre, escuché como me llamo cuando me desvanecí por el tejado.

Este, solo era el comienzo de un vil camino. Mi cuerpo recibió golpes dolorosos, unos que no podía explicar. No podía moverme del frío suelo, encharcado de mi propia sangre y de la que quizás, los demás le hubieran quitado a los otros. Nos entrenaron para pelear contra los titanes, pero sin saberlo, contra nosotros mismos. ¿Acaso lo presentían? ¿Qué en algún momento nos mataríamos entre nosotros mismos? Mis ojos se entre abrían, pero también se entre cerraban, con debilidad por la iluminación del sol en esta víspera del amanecer para la humanidad que aún debíamos salvar. Estreche mi mano al cielo, viendo aquella ave dar vueltas en círculos. ¿Podría haber una posible posibilidad de que viviera? Quería saberlo, pero si no era así, solo quería una última cosa, estar con las personas que amo, hasta que mi cuerpo no pudiera resistir mi propio peso y mis pulmones no produjeran el aire que estaba buscando en estos momentos, donde mis manos no detenían la sangre que salía de mi costado por aquel disparo. Aunque, los ojos de aquel joven me miraban con desespero, no podía escuchar lo que Jean yacía diciéndome. Él me levantó entre sus brazos, con una desesperada Mikasa, con sus ojos humedecidos. Ella, de seguro tenía que tener mucho miedo. ¿En qué momento moriré? Nadie sabía.

Jean me sostenía en sus brazos, caminando firmemente por encima de los cuerpos de quienes fueron sus compañeros. O mejor dicho, nuestros compañeros. Me aferré a él, para evitar ver la morbosidad de imágenes que habían sido producidas por nuestras propias acciones, pero era eso, o darle más tiempo el retumbar. Mire el hombro de la camiseta de Jean, repleta de mi propia sangre, la cual se escurría por mi boca. Mikasa iba atrás, mirándome con detenimiento hasta que dio un paso en seco para sujetar en sus hombros el cuerpo débil y caído de mi hermana. Ella no tardó en mirarme, aún con sus marcas de transformación vi su expresión atemorizada por verme, mientras que más allá escuchaba disparos de soldados en una azotea, note una figura conocida. Estreche mi mano, intentando hablar, pero no podía hacerlo, aunque estaba segura de que era él. Si, era ese mismo hombre que nos enseñó arduamente todo lo que sabíamos. ¿Qué hacía aquí? ¿Por que estaba tan lejos? Debería venir con nosotros, después de todo éramos igual de importantes que Eren para Keith Shadis. Subíamos aquel barco, podía ver cómo todos parecíamos derrotados. Tanto Reiner siendo sostenido por Connie, como Falco en los brazos de Theo Magath quien se detuvo en seco para pasarle aquel pequeño cuerpo a Onyankopon, quien desconcertado accedió.

—¿Qué está haciendo?—le preguntó Onyankopon en cuanto sostuvo a Falco, continuando en mirar de manera desconcertada al firme hombre.

—Aún hay soldados aquí. Podrían ser capaz de utilizar el otro barco, alguien debe quedarse y ganar más tiempo.—fue lo que respondió, llenando de amargura el ambiente tan caído.

—General Magath.—lo llame, sin fuerza, sin absolutamente nada de fuerza, estire mi mano viéndole sostener un arma y él, se acercó a mi.—¿A donde va?—le pregunté con debilidad, Jean estaba de frente a él, dándole acceso a que pudiera mirarme.

—Recuerdo cuando llegaste a Marley, en este mismo estado. Creímos que un demonio como tú no sobreviviría, pero aún así, te levantaste de esa cama y caminaste por mi nación con la esperanza de seguir viviendo.—musitó, mirándome.—Has luchado con valentía. Por eso se que, podrás volver a caminar llena de vida por los nuevos caminos que este mundo tenga para ti.—expresó, llevando su mano hasta mi cabeza.—Y si no es así, nos volveremos a encontrar.—añadió, aislándose de mi, sin darme la oportunidad de tan siquiera poder decirle algo.

—Gracias.—fue lo que pude pronunciar, viendo el rostro de desesperación que Pieck colocó, al punto de ser detenida por Hange cuando notaron cómo aquel hombre no subía al barco.

—Jean, sigue avanzando. Se esta desangrando.—pidió Mikasa, en un tono felix mientras sujetaba fuertemente a Annie, quien tenía su mirada caída.

—¿Donde está Armin?—me pregunté, temerosa por no verlo alrededor.—Llévame con Armin, por favor, llévame con Armin.—repetí varias veces, notando su rápido movimiento por la vía del barco.—Solo quiero estar con él.—musité, sin fuerzas.

—Él ya subió, como Laia y el capitán Levi.—afirmó Onyankopon, quien iba adelante, dejándome algo menos tensa.

—Armin fue herido.—pronunció Connie, quien caminaba detrás de mi junto a Reiner.—Tuvimos un encuentro con Daz y Samuel, ellos no dudaron en arremeter contra nosotros.—comentó este, de una manera fría, con sus ojos humedecidos.—Lo curioso es que, aún estando mal herido, parecía ser que lo único que intentaba pronunciar era tu nombre.—añadió este.

—Si, así que necesito que seas fuerte.—pidió Jean, mientras que nos adentrábamos a los camerinos del barco, caminando por un alargado pasillo, hasta que se adentró a uno, donde había una cama y ahí, yacía Armin recostado con sus ojos cerrados.—Recuéstate.—musitó Jean, notando como la sangre de mi costado ya no se desbordaba, dando presencia del vapor de aquella lenta regeneración, yo me giré para ver a Armin y con mis ojos humedecidos, lo abracé de lado.

—Armin.—lo llame en un hilo de voz, viendo como su mandíbula estaba envuelta de vapor.—Ya estoy aquí.—indique, sintiendo como se removía, a pesar de estar inconsciente.—Jean, espera.—le pedí en cuanto me giré para apretar su mano contra la mía, viendo su entristecido semblante.—Gracias.—agradecí, viéndole asentir.

—Yo, una ves le dije a Armin hace tres años atrás que debía dejarte ir.—extrañada lo miré, ante el repentino comentario.—No entendía su dolor. Así que egoístamente le pedí que siguiera avanzando sin ti, pero ahora, se lo mucho que debió dolerle eso, porque ahora que he seguido avanzando sin Jana, puedo entender lo difícil que era para él avanzar sin ti.—apreté su mano fuertemente, viendo sus ojos y como quería contener sus lágrimas en medio de ese semblante fuerte.—Puedo inclusive entender, el temor que Mikasa por perder a Eren, porque aunque sea un idiota y sin duda, no me caiga nada bien, no quiero que ella tenga que pasar la vida con un vacío que no puede llenar. Así que, por el amor que nos tienes y el que también tienes por Armin, no mueras.—me pidió, acariciando mi mano, por lo cual no pude asentir, tampoco denegar, porque no podía decirles, que el momento estaba cerca.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro