𝟭 。・:*˚:✧。 daddy issues.✓

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━ ✩・*。𝐁𝐋𝐀𝐂𝐊 & 𝐏𝐎𝐓𝐓𝐄𝐑 。˚⚡
001.┊PROBLEMAS PATERNALES.
canción: daddy issues por the neighbourhood.

ARA ESTABA SENTADA EN UNA MESA CON RON y Hermione en la terraza de la heladería Florean Fortescue, discutiendo sobre lo que hicieron durante el verano, cuando vio un revoltijo de pelo negro azabache.

—¡Harry! —llamó ella, tratando de llamar su atención.

—¿Dónde? —Ron movió la cabeza alrededor, tratando de ubicarlo.

Ara lo ignoró mientras Hermione le indicaba a Ron la dirección correcta.

—¡Harry! ¡HARRY! —Ara finalmente gritó lo suficientemente fuerte para que se diera la vuelta, su cara se iluminó cuando los vio allí sentados. Ara le hizo un gesto con la mano para que se acercara y él aligeró el paso para llegar a ellos más rápido.

Cuando por fin estuvo lo suficientemente cerca, Ara se levantó para darle un cálido abrazo, recibiendo uno de vuelta inmediatamente. Ahora eran casi de la misma altura, con Harry siendo sólo unos centímetros más alto que ella; Ara se aseguraría de restregárselo en la cara más tarde.

—Hola, Nyx —la saludó Harry con una sonrisa mientras se separaban.

Nyx, comúnmente conocida como la Diosa de la noche, era el apodo que se le había ocurrido a Harry en su primer año, después de que dijera que era injusto que Ara tuviera un sinfín de apodos para él pero él no tuviera ninguno para ella. Pensó que le quedaba bien, ya que su nombre era una constelación y se sabía que Ara prefería la noche al día.

—Wonder boy —asintió Ara, con una sonrisa—. ¿Se te perdió el cepillo del pelo?

Añadió ese último comentario refiriéndose a la forma en que su pelo parecía haberse vuelto aún más desordenado —si es que eso era posible—: se adhería en diferentes direcciones, nunca quedaba plano, aunque a Ara no le importaba.

—¡Por fin! —dijo Ron, sonriendo a Harry de oreja a oreja cuando éste y Ara se sentaron—. Hemos estado en el Caldero Chorreante, pero nos han dicho que habías salido, y luego hemos ido a Flourish y Blotts, y al establecimiento de la señora Malkin, y─

—Compré todo el material escolar la semana pasada —explicó Harry, interrumpiéndole—. ¿Y cómo os enterasteis de que me alojo en el Caldero Chorreante?

—Papá —contestó Ron escuetamente.

—¿Es verdad que inflaste a tu tía, Harry? —preguntó Hermione muy seria.

—Fue sin querer —respondió Harry, mientras Ara y Ron se partían de risa—. Perdí el control.

—No tiene ninguna gracia, vosotros dos —dijo Hermione con severidad.

—Oh, vamos, tienes que admitir que tiene un poco de gracia, Mione —Ara se rió, ignorando la mirada de reproche que le dirigió Hermione.

—Verdaderamente, Harry, me sorprende que no te hayan expulsado.

—A mí también —admitió Harry—. No sólo expulsado: lo que más temía era ser arrestado.

—De todos modos —dijo Ara, su risa finalmente se calmó—, ¡esta noche nos alojamos también en el Caldero Chorreante─!

—Así que mañana podrás venir con nosotros a King's Cross. ¡Ah, y Hermione también se aloja allí! —dijo Ron, cortándola.

Hermione asintió con la cabeza, sonriendo.

—Mis padres me han traído esta mañana, con todas mis cosas del colegio.

—¡Estupendo! —dijo Harry, muy contento—. ¿Habéis comprado ya todos los libros y el material para el próximo curso?

Ara y Hermione asintieron.

—Mira esto —dijo Ron, sacando de una mochila una caja delgada y alargada y abriéndola—: una varita mágica nueva. Treinta y cinco centímetros, madera de sauce, con un pelo de cola de unicornio.

—Con suerte no terminarás rompiendo ésta, Ronnie —dijo Ara, sonriéndole juguetonamente, y él la miró mal.

—Todavía me quedan diez galeones —dijo Hermione de repente, comprobando su monedero —. En septiembre es mi cumpleaños, y mis padres me han dado dinero para comprarme el regalo de cumpleaños por adelantado.

—¿Por qué no te compras un libro? He oído que Animales fantásticos y Dónde Encontrarlos es bastante bueno —sugirió Ara.

—No, creo que no —respondió Hermione—. Lo que más me apetece es una lechuza. Harry tiene a Hedwig y vosotros dos tenéis a Errol─

—En realidad no. Errol es de la familia, y todo lo que tiene Ron es esa fea rata suya.

—Scabbers no es feo —defendió Ron mientras sacaba la rata del bolsillo, pero Ara se limitó a poner los ojos en blanco—. Y quiero que le hagan un chequeo —añadió, poniendo a Scabbers en la mesa, ante ellos—. Me parece que Egipto no le ha sentado bien.

La rata parecía más delgada de lo normal y tenía mustios los bigotes. Ara no podía esperar a que llegara el día en que Scabbers pasara a mejor vida. Por alguna razón la rata no le gustaba mucho, le mordía constantemente los dedos.

—Ahí hay una tienda de animales mágicos —dijo Harry—. Puedes mirar a ver si tienen algo para Scabbers. Y Hermione se puede comprar una lechuza. ¿No vas a comprar una mascota, Ara?

—No, no creo —respondió Ara. La verdad era que quería un gato, pero decidió dejar que Ron comprara con el único dinero que tenían el tónico para su estúpida rata.

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ASÍ QUE PAGARON LOS HELADOS y cruzaron la calle para ir a la tienda de animales mágicos.

No había mucho espacio dentro. Hasta el último centímetro de la pared estaba cubierto por jaulas. Olía fuerte y había mucho ruido, porque los ocupantes de las jaulas chillaban, graznaban, silbaban o parloteaban. La bruja que había detrás del mostrador estaba aconsejando a un cliente sobre el cuidado de los tritones de doble cola, así que Harry, Ara, Ron y Hermione esperaron, observando las jaulas.

Mientras Ron se acercaba al mostrador para pedir algo para Scabbers, Ara divisó a una solitaria gata gris pálido, con los ojos marrones más bonitos que había visto nunca. Se acercó a la jaula en la que estaba, viendo como la gata se animaba ante su presencia, parecía tímida al principio, pero cuando Ara metió el dedo dentro de la jaula, la felina pareció lo suficientemente confiada como para acercarse, permitiéndole acariciar su pelaje. Harry, que había estado observando a Ara prácticamente enamorada del gato, decidió que le daría una sorpresa más tarde.

—¡AY!

El momento de Ara y la gata fue interrumpido por Ron cuando algo grande de color canela saltó desde la jaula más alta, se le posó en la cabeza y se lanzó contra Scabbers, bufando sin parar.

Ara tuvo que taparse la boca con una mano para contener la risa al ver la cara de horror de Ron.

—¡NO, CROOKSHANKS, NO! —gritó la bruja, pero Scabbers salió disparada de sus manos como una pastilla de jabón, aterrizó despatarrada en el suelo y huyó hacia la puerta.

—¡Scabbers! —gritó Ron, y salió de la tienda a toda velocidad detrás de la rata; Ara decidió seguirlo para ayudarlo a atrapar a su insufrible rata, dejando atrás a Harry y Hermione.

Tardaron casi diez minutos en atrapar a Scabbers, que se había refugiado bajo una papelera, en la puerta de la tienda de Artículos de Calidad para el Juego del Quidditch. Ron volvió a guardarse la rata, que estaba temblando. Se estiró y se rascó la cabeza.

—¿Qué ha sido eso?

—O un gato muy grande o un tigre muy pequeño —respondió Ara—. ¿Dónde están Harry y Hermione?

—Supongo que aún siguen en la tienda.

Volvieron por la calle abarrotada de gente hasta la tienda de animales mágicos. Llegaron cuando salía Hermione, que llevaba firmemente sujeto el enorme gato de color canela, con Harry siguiéndola de cerca, llevando la gata de color gris claro que Ara había estado acariciando antes.

—¿Has comprado ese monstruo? —preguntó Ron, pasmado.

—Es precioso, ¿verdad? —preguntó Hermione, rebosante de alegría.

Entonces Harry se acercó a Ara, que no se había dado cuenta de lo que llevaba en brazos, y le tocó el hombro, haciendo que se girara hacia él.

—Aquí tienes —dijo Harry, y antes de que Ara pudiera pronunciar una palabra, le tendió la pequeña gatita.

—Harry... ¿qué? Dime que no me acabas de comprar este gato —soltó Ara, mirándolo con incredulidad.

—Lo hice —dijo él casualmente.

—Harry, no puedo aceptar─

—Lo siento —Harry levantó las manos inocentemente—, no se aceptan devoluciones.

—Te odio —respondió Ara con una sonrisa mientras la pequeña gata se acurrucaba en su cuello.

—Lo sé —Harry asintió, conteniendo su sonrisa.

—Gracias, de verdad —susurró Ara, mirándole con ojos brillantes.

Harry se encogió de hombros como si no fuera gran cosa.

Y entonces, como de costumbre, su conversación fue interrumpida por la discusión de Ron y Hermione.

—¡Hermione, ese ser casi me deja sin pelo!

—No lo ha hecho a propósito, ¿verdad, Crookshanks? —dijo Hermione.

—¿Y qué pasa con Scabbers? —preguntó Ron, señalando el bolsillo que tenía a la altura del pecho. Ara se rió, la rata no podía importarle menos, de hecho el nuevo gato de Hermione le cayó bien por atacarla—. ¡Necesita descanso y tranquilidad! ¿Cómo va a tenerlos con ese ser cerca? ¡Y más vale que tú también controles a tu nuevo gato, Ara!

Ara se limitó a poner los ojos en blanco ante los dos.

«Discuten como un viejo matrimonio», pensó.

—Eso me recuerda que te has olvidado el tónico para ratas —dijo Hermione, entregándole a Ron la botellita roja—. Y deja de preocuparte. Crookshanks dormirá en mi dormitorio y Scabbers en el tuyo, ¿qué problema hay? El pobre Crookshanks. . . La bruja me ha dicho que llevaba una eternidad en la tienda. Nadie lo quería.

—Me pregunto por qué —dijo Ron sarcásticamente.

—¿Y qué nombre le vas a poner? —le preguntó Harry a Ara cuando todos empezaron a caminar otra vez.

—Venus suena bien, ¿no crees?

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ENTONCES LOS CUATRO EMPRENDIERON EL CAMINO DEL caldero chorreante. Encontraron al señor Weasley sentado en el bar leyendo El Profeta.

Ara mentiría si dijera que la fuga de Sirius Black de Azkaban no la molestaba, se sentía paranoica, casi como si la estuvieran vigilando todo el tiempo; aunque tenía que reconocerlo, escapar de una prisión de la que nadie había escapado antes era bastante impresionante. Sabía que su familia la estaba tratando con más cuidado, y Ara lo odiaba, era como si sintieran lástima por ella, pero ella no quería la compasión de nadie, quería que la trataran con normalidad.

—¡Harry! —dijo el señor Weasley, levantando la vista y sonriendo—, ¿cómo estás?

—Bien, gracias —dijo Harry cuando él, Ara, Ron y Hermione llegaron junto a él con todas sus compras.

El señor Weasley dejó el periódico, y Ara vio la fotografía ya familiar de Sirius Black mirándola. Apartó la vista, ya harta del cartel, pero Harry, que también había visto la foto, no pudo evitar notar las similitudes entre el hombre y Ara.

Los mismos ojos grises, rasgos afilados, pelo oscuro. . .

—¿Todavía no lo han atrapado? —preguntó Harry, mirando de reojo a Ara, que estaba entretenida con Venus.

—No —dijo el señor Weasley con el semblante preocupado—. En el Ministerio nos han puesto a todos a trabajar en su busca, pero hasta ahora no se ha conseguido nada.

—¿Tendríamos una recompensa si lo atrapáramos? —preguntó Ron—. Estaría bien conseguir algo más de dinero─

—No seas absurdo, Ron —dijo el señor Weasley, que, visto más de cerca, parecía muy tenso—. Un brujo de trece años no va a atrapar a Black. Lo cogerán los guardianes de Azkaban. Ya lo verás.

Ara se quedó pensando profundamente, «¿por qué querría Black escapar después de todos estos años?», «¿Había encontrado un nuevo objetivo? ¿Un nuevo propósito que lo empujaba —lo motivaba— a escapar?». Ara odiaba no saber las cosas, que le mantuvieran en la oscuridad, quería saber por qué, ¿por qué salir después de todo este tiempo?

Sacudió la cabeza, tratando de alejar todos esos pensamientos, en realidad era inútil, gastar neuronas en un hombre que ni siquiera valía la pena mencionar. Pero ese era el problema de Ara, nunca podía dejar de pensar, siempre examinaba a las personas que conocía, cómo se comportaban, hablaban y su lenguaje corporal. Era una pensadora excesiva con problemas de confianza, lo que significaba que su mente nunca descansaba.

Harry, que había visto sus cejas fruncidas y su cara arrugada, le puso una mano reconfortante en el brazo, observando cómo ella giraba la cara hacia él para dedicarle su habitual sonrisa de "estoy bien".

En ese momento entró en el bar la señora Weasley cargada con compras y seguida por los gemelos Fred y George, Percy y Ginny. Y Percy, le tendió la mano a Harry de manera solemne, como si no se hubieran visto nunca, y le dijo:

—Es un placer verte, Harry.

—Hola, Percy —contestó Harry, mientras él y Ara trataban de contener la risa.

—Espero que estés bien —dijo Percy ceremoniosamente, estrechándole la mano. Era como ser presentado al alcalde.

—Muy bien, gracias. . .

—¡Harry! —dijo Fred, quitando a Percy de en medio de un codazo y haciendo ante él una profunda reverencia—. Es estupendo verte, chico. . .

—Maravilloso —dijo George, haciendo a un lado a Fred y cogiéndole la mano a Harry—. Sencillamente increíble.

Percy frunció el entrecejo y Ara se rió, ajustando a Venus en sus brazos.

—Ya vale —dijo la señora Weasley.

—¡Mamá! —dijo Fred, como si acabara de verla, y también le estrechó la mano—. Esto es fabuloso. . .

—He dicho que ya vale —dijo la señora Weasley, depositando sus compras sobre una silla vacía—. Hola, Harry, cariño. Supongo que has oído ya todas nuestras emocionantes noticias. —Señaló la insignia de plata recién estrenada que brillaba en el pecho de Percy—. El segundo delegado de la familia —dijo rebosante de orgullo.

—Y último —dijeron Fred y Ara en un susurro, pero la señora Weasley sólo oyó a Fred.

—De eso no me cabe ninguna duda —dijo la señora Weasley, frunciendo de repente el entrecejo—. Ya me he dado cuenta de que no os han hecho prefectos.

—No se comportan lo suficiente para eso —dijo Ara de forma burlona, y los gemelos le sonrieron.

—¿Para qué queremos ser prefectos? —dijo George, a quien la sola idea parecía repugnarle—. Le quitaría a la vida su lado divertido.

Ginny y Ara se rieron.

—¿Quieres hacer el favor de darle a tus hermanas mejor ejemplo? —dijo cortante la señora Weasley.

—Ginny y Ara tienen otros hermanos para que les den buen ejemplo, madre —respondió Percy con altivez.

Pero Ara se limitó a hacer un gesto con la mano en señal de desestimación.

—Nah, estoy demasiada corrompida para ser reparada.

Los gemelos le lanzaron idénticos guiños de aprobación.

—Voy a cambiarme para la cena. . . —dijo Percy, desapareciendo, y George dio un suspiro.

—Intentamos encerrarlo en una pirámide —le dijo a Harry, haciendo que Ara riera por lo bajo al recordarlo—, pero mamá nos descubrió.

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AQUELLA NOCHE LA CENA RESULTÓ MUY AGRADABLE. Tom, el tabernero, juntó tres mesas del comedor, y los siete Weasley, Ara, Harry y Hermione tomaron los cinco deliciosos platos de la cena.

—¿Cómo iremos a King's Cross mañana, papá? —preguntó Fred en el momento en que probaban un suculento pudín de chocolate.

—El Ministerio pone a nuestra disposición un par de coches —respondió el señor Weasley.

Todos lo miraron.

—¿Por qué? —preguntó Percy con curiosidad.

—Por ti, Percy —dijo George muy serio—. Y pondrán banderitas en el capó, con las iniciales «P. A.» en ellas─

—Por «Presumido del Año» —dijeron Fred y Ara.

Todos, salvo Percy y la señora Weasley, soltaron una carcajada.

—¿Por qué nos proporciona coches el Ministerio, padre? —preguntó Percy con tono circunspecto.

—Bueno, como ya no tenemos coche, me hacen ese favor, dado que soy funcionario.

—Menos mal —dijo la señora Weasley con voz firme—. ¿Os dais cuenta de la cantidad de equipaje que lleváis entre unos y otros? Qué buena estampa haríais en el metro muggle. . . Lo tenéis ya todo listo, ¿verdad?

Después de la cena, todos se sentían algo pesados y adormilados. Uno por uno fueron subiendo la escalera hacia las habitaciones, para ultimar el equipaje del día siguiente. La habitación de Ron y Percy era contigua a las habitaciones de Ara y de Harry. Ara acababa de colocar a Venus en su cama cuando oyó voces de enfado, así que asegurándose de que su gatita estuviera cómoda, salió del cuarto para ver qué ocurría, viendo que Harry al parecer también lo había oído ya que se encontraba saliendo de su habitación.

Harry y Ara se encontraron en medio del pasillo e intercambiaron miradas confusas. La puerta de la habitación 12 estaba entreabierta, y Percy gritaba.

—Estaba aquí, en la mesita. Me la he quitado para sacarle brillo.

—No la he tocado, ¿te enteras? —gritaba Ron a su vez.

—¿Qué ocurre? —preguntó Harry, pero no le hicieron caso.

Ara puso los ojos en blanco y agarró la puerta, abriéndola un poco más antes de cerrarla estrepitosamente, haciendo callar con éxito a sus hermanos.

—Por fin os calláis, ¿qué ocurre, vosotros dos?

—Mi insignia de delegado ha desaparecido —dijo Percy.

—Lo mismo ha ocurrido con el tónico para ratas de Scabbers —añadió Ron, sacando las cosas de su baúl para comprobarlas—. Puede que me lo haya olvidado en el bar...

—¡Tú no te mueves de aquí hasta que aparezca mi insignia! —gritó Percy.

—Yo iré a por lo de Scabbers, ya he terminado de preparar el equipaje —dijo Harry a Ron, antes de mirar a Ara—. ¿Vienes?

—Por qué no —Ara se encogió de hombros, viendo que ella también había terminado de preparar el equipaje.

Se hallaban en mitad del pasadizo que conducía al bar, que estaba muy oscuro, cuando oyeron dos voces airadas que procedían del comedor. Tardaron un segundo en reconocer que eran las de los señores Weasley.

—Quizás deberíamos─

—Shhh —Ara lo mandó callar cuando escuchó el sonido de sus nombres. Le indicó a Harry que la siguiera y ambos se acercaron a la puerta del comedor.

—. . .no tiene ningún sentido ocultárselo —decía acaloradamente el señor Weasley.

—¡Arthur, la verdad los aterrorizaría! —dijo la señora Weasley en voz muy alta—. ¿Quieres de verdad enviar a Ara y a Harry al colegio con esa espada de Damocles? ¡Por Dios, están muy tranquilos sin saber nada!

—No quiero asustarlos, ¡quiero prevenirlos! —contestó el señor Weasley—. Ya sabes cómo son Ara, Harry y Ron, que se escapan por ahí. Incluso se han internado en el bosque prohibido. Pero ¡Ara y Harry no deben hacer lo mismo en este curso!

—Pero están bien, así que ¿de qué sirve─?

—Molly, dicen que Sirius Black está loco, y quizá lo esté, pero fue lo bastante inteligente para escapar de Azkaban, y se supone que eso es imposible. Ha pasado un mes y no le han visto el pelo. Y me da igual todo lo que declara Fudge a El Profeta, no estamos más cerca de pillarlo que de inventar varitas mágicas que hagan los hechizos solas. Lo único que sabemos con seguridad es que Black va detrás─

—Pero Ara y Harry estarán a salvo en Hogwarts.

—Pensábamos que Azkaban era una prisión completamente segura. Si Black es capaz de escapar de Azkaban, será capaz de entrar en Hogwarts, nuestra hija no necesita a ese hombre en su vida.

—Pero nadie está realmente seguro de que Black vaya en pos de Harry y Ara─

Se oyó un fuerte golpe, haciendo saltar ligeramente a Ara y a Harry, supusieron que el señor Weasley había dado un puñetazo en la mesa.

—Molly, ¿cuántas veces te tengo que decir que... que no lo han dicho en la prensa porque Fudge quería mantenerlo en secreto? Pero Fudge fue a Azkaban la noche que Black se escapó. Los guardias le dijeron a Fudge que hacía tiempo que Black hablaba en sueños. Siempre decía las mismas palabras: «Están en Hogwarts, están en Hogwarts.» Black está loco, Molly, y quiere a Ara y a Harry muertos.

Se hizo el silencio y a Ara se le pasaron cien pensamientos por la cabeza, pero tanto ella como Harry pegaron aún más el oído a la puerta, desesperados por escuchar más.

—Bien, Arthur. Debes hacer lo que te parezca mejor. Pero te olvidas de Albus Dumbledore. Creo que nada podrá hacerles daño en Hogwarts mientras él sea el director. Supongo que estará al corriente de todo esto.

—Por supuesto que sí. Tuvimos que pedirle permiso para que los guardias de Azkaban se apostaran en los accesos al colegio. No le hizo mucha gracia, pero accedió.

—¿No le hizo gracia? ¿Por qué no, si están ahí para atrapar a Black?

—Dumbledore no les tiene mucha simpatía a los guardias de Azkaban —respondió el señor Weasley, disgustado—. Tampoco yo se la tengo, si nos ponemos así. . . Pero cuando se trata con alguien como Black, hay que unir fuerzas con aquellos a los que uno preferiría evitar.

—Si salvan a Ara y a Harry─

—En ese caso, no volveré a decir nada contra ellos —dijo el señor Weasley con cansancio—. Es tarde, Molly. Será mejor que subamos. . .

Ara y Harry oyeron mover las sillas. Tan sigilosamente como pudieron, se apresuraron a alejarse para no ser vistos por el pasadizo que conducía al bar. La puerta del comedor se abrió y segundos después el rumor de pasos les indicaron que los señores Weasley subían la escalera.

La botella de tónico para ratas estaba bajo la mesa a la que se habían sentado. Harry la agarró.

—Bueno. . .eso fue esclarecedor —dijo Ara en voz baja, mientras ambos volvían a subir por la escalera sin hacer ruido.

—¿Estás bien? —preguntó Harry, cuidadosamente.

—Claro que sí —respondió ella.

—¿Estás segura? —Harry aún parecía preocupado.

—Acabas de descubrir que un asesino va detrás de ti, ¿y me preguntas si estoy bien? —Ara alzó una ceja.

—También va detrás de ti, ¿sabes? Y es más. . .personal para ti.

Ara se detuvo en seco, haciendo que Harry hiciera lo mismo.

—Harry, estoy bien, Sirius Black puede quererme muerta todo lo que él quiera, él no es nada para mí, la sangre no hace familia. Así que no vale la pena preocuparse por él. No se acercará a nosotros, te lo prometo.

Harry pareció dudar un momento antes de asentir con la cabeza.

—Si tú lo dices. . .

—Vamos —Ara tiró de él para abrazarlo, Harry suspiró mientras rodeaba con sus brazos a su mejor amiga—. Nadie va a hacernos daño, Harry, ¿vale? No lo permitiré.

Pero aun así, incluso con sus palabras de consuelo, Harry no pudo evitar preocuparse por ella.


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