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☽ | SED DE SANGRE.

⋆⭒⋆⭒



Noé trata de mantener la compostura mientras ve que le dirige la palabra el más alto y bastante molesto para él. De alguna manera siente que su mirada se oscurece tras solo el hecho de recordar que hace momentos antes los vio reír y coquetear uno con el otro; siente que un sentimiento agridulce sube por su garganta y le cuesta mucho no prescindir de la amable sonrisa.

—Un placer, soy Olivier. ¿Vos sois? —Una de las manos enguantadas en cuero negro del chico alto se extiende al peliblanco en propósito de estrecharlas como saludo.

Por un pequeño momento Noé siente un frío repartirse por su columna vertebral al fijarse en la curiosa mirada que le dirige Vanitas a ese chico de cabellera oscura y mirada oliva. El joven peliblanco muerte una de sus mejillas interiores con fuerza, para nada gustándole aquel brillo extraño y confianzudo; tampoco le agrada su cercanía y mucho menos la forma en la que parece analizarlo. ¿Juzgándole acaso?, no puede evitar preguntarse.

Deja un ligero suspiro, casi imperceptible y estrecha sus manos con fuerza.

—Noé. —No trata de evitar que su voz salga más grave de lo pretendido. 

Después del incómodo estrecho de manos se quedan en silencio, observándose atentamente y solo se ven interrumpidos cuando Vanitas carraspea. A Noé le llega su olor que expresa una actitud nerviosa, y rociada de ligeros toques de vino. Aquello causa que se cubra la nariz con un movimiento rápido, detestando el olor que proviene del humano porque no es el que comparte con él.

—Bueno..., Oli, ¿ya os marchabais, no es así? Tengo mucho que hacer con Noé y tampoco pretendo quitaros demasiado el tiempo. ¿Me dijiste que Roland os esperaba? —Ve como el otro humano asiente y mirando la hora en un reloj de muñeca, le da un abrazo rápido a Vanitas.

Noé tiene la necesidad de apartarlos, pero mordiendo su lengua permanece quieto, observando la escena. Ambos permanecen unidos por unos eternos segundos y el peliblanco puede fijarse a la perfección en como el tal Olivier acaricia varios mechones de su humano antes de tomar distancia por completo. Noé trata de ignorar la comezón de su nuca, detestando la sensación de desplazamiento.

Sin embargo, después de ello el otro se marcha bajando por las escaleras del porche y finalmente, Vanitas presta toda su atención al chico moreno; lo cual, hace que una vigorosa y brillante sonrisa ocupe sus labios. Ya no le importa ese chico, con tal de que se aleje de su humano varias millas es suficiente.

Entonces al ver que sus ojos se cruzan, que ese mar revuelto intenta arrastrarlo consigo, olvida todo lo sucedido anteriormente, incluido lo relacionado con el señor Ruthven, y agarra del tronco a su gato blanco.

—Vanitas, ¡te presento a Murr! —Su hermoso regalo del maestre.

Allí su humano abre los ojos sorprendido y acercándose varios pasos, levanta una de sus manos enguantadas. Una de esas manos finas y alargadas acaricia la cabeza del gato, y a Noé le sorprende que no salga a aruñar a desconocidos. Más bien ronronea y puede ver, demasiado cerca, como se cruza una tierna sonrisa en los labios de Vanitas. El pendiente morado baila sobre su oreja izquierda y no detiene su mano que lo mece entre sus dedos suavemente.

—Noé... ¿Qué hacéis? —Aun cuando no se mueve, ni decide apartarse, nota el pequeño temblor de sus labios e intenta seguir mostrando una sonrisa amable con el chico.

Se asustaría si viera la perturbadora que nace en su interior.

 —Me alegra saber que lo cuidáis y que no os lo quitáis, Vanitas. Alienta a mi corazón y me hace creer que dispongo todavía una oportunidad. —El más bajo frunce su ceño y a Noé le parece realmente tierna la expresión que hace.

—¿Oportunidad de qué? —Sin embargo, su tono es seco y carente de emoción alguna.

Noé piensa sobre sus pasos y en si es demasiado arriesgado haber acortado las cercanías de esa manera tan de repente. Regresa sobre sus palabras y pensando en la situación, busca una manera de no sonar demasiado intrusivo.

—De conoceros mejor, por supuesto. ¿Acaso pensabais en algo más? —Este niega rápidamente para darle un golpe en el sombrero. 

Confundido, Noé lo sujeta y se da cuenta de la sonrisa que ahora cubre sus finos labios. 

—Esperad aquí, regreso a por mi maleta y nos vamos. —No tarda en regresar al interior de su hogar y la puerta se cierra suavemente tras el.

Esa es la señal que toma Noé  para desparecer de la escena y perseguir ese maldito olor que le resulta desagradable sentir por todas partes en Vanitas. No tarda en aparecer sobre uno de los edificios centrales del pueblo de Córcega y desde los techos de uno de ellos, se detiene en seco para observar al humano de olor maldito y de nombre Olivier.

Este baja de su motocicleta dirigiéndose a una tienda de repostería, en la que es obvio que trabaja. Sin siquiera haber entrado, un chico alto, fornido y de cabellos rubios salta a sus brazos y lo atosiga de una forma algo desesperante. Este lo aparta de su lado de un golpe en la cabeza y ambos entran en la mencionada tienda de antes.

El moreno muerde con fuerza su labio inferior, pensando en si aquel humano es una amenaza para Vanitas y para él, o en si se trata sencillamente de un don nadie que ni siquiera se merece de su atención. Sin embargo, no se queda allí más tiempo del necesario; sintiendo que su tatuaje le produce más calor del normal, regresa a la entrada de la casa de Vanitas.

Nada más aparecer en el porche intenta aparentar que nada ha ocurrido mientras ve que Murr camina de un lado a otro, curioso. La puerta se abre de nuevo y vuelve a poner esa sonrisa de niño bueno y solo para Vanitas. Se borra al instante cuando comprende que de la casa salen los hombres de cabellos anaranjados y plateados, con rostros molestos.

Otro desagradable olor, piensa, mientras apoya una de sus manos en su cadera derecha. 

Ambos cruzan mirada con él para no tardar en agachar las cabezas de inmediato; se doblegan ante la diferencia de poder. Una sonrisa diferente aparece en sus labios y con un ligero susurro, les comanda: —Desapareced de mi vista, asquerosos dhampiros.

Observa la forma en la que pasan por su lado, casi como si no quisieran ser percibidos por su persona y cuando salen despedidos de la casa, siente un regocijo interior que no tiene limites; piensa en que ojalá esta perspectiva o lado suyo pudiera ser vista por su humano; le gustaría mucho ver cual sería su posible reacción ante aquello.

No tarda en volver Vanitas con él, cargando una pequeña maleta. Después cierra con llave y mira a ambos lados, quizás tratando de averiguar el paradero de sus compañeros de habitación.

—¿Has visto a...? —Luego cierra sus finos labios y hunde los hombros. No tarda en recuperar su jovial rostro y dándole un golpe en uno de los hombros, le dice que se pongan en marcha.

Agarra su propio maletín de un mejor humor y mientras Vanitas se adelanta, no puede evitar guardar en su memoria aquel olor renovado, limpio y suyo. Aquel olor que tanto le recuerda a las Orquídeas; lame su labio inferior mientras no aparta la vista de aquel cuello blanquecino y al descubierto del humano, pero por alguna razón... A pesar de que alza una de sus manos, a pesar de que con un simple movimiento sabe que podría acabar con su vida, se detiene abruptamente cuando Vanitas le devuelve la mirada con esa maldita sonrisa petulante.

—¡Nos espera un largo día, Noé y mi querido Murr! 

Quizás..., pueda retrasar esa sed de sangre un poco más.




Después de pasar un largo día en busca de esas bellas flores fantasiosas que aparecían en los libros de Vanitas, rendidos regresan a la casa del más bajo. Noé anda cabizbajo y aburrido, ya que después de enseñarle los lugares más visitados y claramente florales del pueblo, se siente decepcionado al no poder haber ayudado a Vanitas en su primer día; ni siquiera una vil pista.

—Lamento haber fallado de esta manera, Vanitas. —Sin embargo, este niega sin borrar su gran sonrisa. No parece decepcionado de ninguna manera, y su corazón se agita bruscamente. Lo ignora por completo y pone atención a sus palabras.

—¡No os preocupéis, mi buen compañero! ¡Esto significa que es un pueblo menos por el que buscar! ¡No hay que perder las esperanzas, Noé! 

Por alguna razón, escuchar esas palabras producen que un alivio invada su pecho y que el agujero negro que nacía en su corazón desaparezca por momentos. Sin embargo, ve como se adelanta unos pasos y acaricia el pendiente falso con movimientos nerviosos. Sabe que le preocupa y que seguramente tiene muchas dudas por no encontrarlas pronto, pero colocando una mano sobre su pecho, lo aprieta con fuerza mientras nota a su querido Murr acariciarle la pierna suavemente. Sabe en ese momento que tampoco va a descansar hasta hacer lo imposible por su humano; ¿qué más daba divertirse con su presa un poco más del tiempo debido?

Quería pensar que todavía le quedaba bastante tiempo hasta que su maestre le ordenase matarlo. Dándose unos golpes en las mejillas, sacó aquellos pensamientos desagradables y se fijó de nuevo en la sonrisa curiosa que le dedicaba el humano de unos hermosos ojos azules.

—Mañana viajaremos en tren para ir al pueblo vecino, ¿tenéis la agenda libre, verdad? —El chico moreno asiente con seguridad y al ver que su alegría parecía crecer, no pudo evitar compartir aquel cómodo sentimiento.

Estaba dispuesto a cumplir con su contrato a cambio de su amistad.

Poco les quedaba para llegar a la casa de Vanitas y para separar sus caminos, pero antes de llegar, Noé se fija que cerca de la plaza del pueblo hay una especie de obra. Entonces ni siquiera le pregunta a Vanitas si le apetecía ir a verla, porque agarrando su mano libre —la que no llevaba el maletín con toda la información recabada hasta el momento— tira de él para verla juntos.

Le encantó la sensación de sus manos cálidas contra las suyas, acostumbradas a estar siempre heladas, vacías y sin vida. Vanitas solo alcanzó a quejarse para después estar rodeado de un muchedumbre de gente, en su mayoría personas mayores, que venían a admirar la obra.

Noé escoge un puesto cerca del palco improvisado que sirve para representar la escena y sin soltar la mano del más abajo, se dedica a observar con atención.

—¡Oh, matadme mi buen señor si con eso vuestra felicidad pueda llegar a ser eterna! ¡Os hice una promesa de que mi vida sería vuestra en el momento en el que me lo pidierais, así que cogedla porque os pertenece, amor mío! —A pesar de no querer apartar la mirada de la obra, le dedica una mirada al más bajo y le parece muy curioso la forma en la que sus ojos se oscurecen.

—¿Vanitas...? —Sin embargo, los ojos de este permanecen fijos en el escenario y al dirigir la vista hacia ella, ve que otro personaje, un hombre, alcanza a la mujer vestida de blanco y le atraviesa una espada justo en el corazón.

Todo el mundo aplaude y llora ante lo sucedido, pero al ver como cae la mujer, lentamente, y como aparece sangre debajo de ella... Los recuerdos regresan con más fuerza.

Más cuerpos, de distintas formas y tamaños, caen a sus pies y la sangre mancha su ropa. La bebe en la noche de sus gargantas y bajo una estremecedora luna azul. Su hambre no se sacia y sigue manchándose de más sangre. Mira hacia su espalda y mientras sobrevuela los cielos teñidos de un rojo oscuro, ve su rostro, el de Vanitas.

Sus ojos azules brillan asustados, su cuerpo tiembla bajo sus pies y después... se lanza contra él. Pero algo le detiene, algo evita que acabe con su vida y el tatuaje de su cuello le quema por dentro. Le duele, le duele mucho. ¿Cómo era posible que un simple humano pudiera causar eso en él? Después, un irresistible olor infunda y sacia su sed. Algo que no ha olido nunca, algo que contrae sus colmillos y le asusta.

Y después, después... 

—¡Noé, ¿estáis bien?! 

Y después abre los ojos, su bestia duerme y recupera el control.

✮ ; ; Dear, vampires ;

:: muchas gracias por leer, perdonen de todo corazón la tardanza, aaaa amo como va yendo esta historia ! espero y me dejen mucho amor, nos veremos pronto !

Se despide xElsyLight.

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