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☽ | UN CREÍDO.

⋆⭒⋆⭒





Vanitas no deja de dedicarle miradas de soslayo a su compañero, aquel a quien le ha dado masajes en la cabeza momentos antes en el interior del tren, aquel que conoció por su pendiente, aquel que tiene una belleza dolorosa. Su cabeza da vueltas al quedarse prendado en su porte esbelto, en su gran altura y en su elegancia.

Su rostro es pura maravilla, de un tono curioso achocolatado, de prominentes pómulos, labios finos que quedan a la perfección con la forma de sus ojos, prominentes, animados y de vez en cuando, algo misteriosos. El color purpureo roba sencillamente el aliento.

La forma de su rostro es afilado, pero sin dejar de ser dulce de alguna manera. Mientras el joven no para de hablar de los hermosos detalles que tiene Aleria, el pueblo vecino, Vanitas no puede evitar fijarse en su cabello raído, de color blanco y similar a la nieve. Varios mechones caen como cascadas por su frente y resulta hipnótica la manera en la consiguen tener esa forma.

—¿Vanitas? ¿Me estáis escuchando?

El nombrado de piel lechosa dirige la mirada al alto joven que le observa con duda en sus ojos. No tarda en asentir, para descubrir a un pequeño Murr revolotear a su alrededor. Tiene la cola por todo lo alto y con el lazo morado de su pecho, camina con elegancia; como su dueño, quien posee en una de sus manos un enorme maletín de color bronce.

A diferencia de él, quien en el suyo oscuro lleva imágenes y más información de las flores que busca, no puede evitar preguntarse qué hay en el interior de la de Noé, algo curioso. No obstante, pasa de ello cuándo realmente presta atención a lo que es Aleria.

Un acogedor pueblo repleto de tiendas de cualquier tipo; comestibles, decorativas, de mudas de ropas, juguetes, y demás. Por donde caminan las callejuelas están repletas e infestadas de gente. Visten la mayor parte ropajes elegantes, de brocados de colores tirando de celestes a grises, con sombreros altos y peludos, debido a que las temperaturas aquí son mucho más bajas; a Vanitas le recuerda un poco a Lucerna.

—¡Mirad, Vanitas, parece que también están de fiesta en este lugar! —Los ojos de Noé deslumbran encandilados, emocionados y realmente encantados con toda la magia del lugar.

Pero el chico de cabello de ébano sabe que tienen el tiempo justo, por lo que detiene al chico peliblanco de acercarse a un puesto en donde una mujer ataviada con frondosas telas azuladas y con el cabello recogido en un apretado moño canta a peno pulmón, seguramente alguna canción del pueblo.

El chico menudo sostiene la manga del más alto, importándole poco su cara triste o su puchero, debido a no poder divertirse con lo que resulta interesante. De todas maneras; pronto toma su papel y dándole una mirada de advertencia, Vanitas le presta una copia de la imagen en busca de que vaya a preguntar por ella en las cercanías. Claro está sin perderse de vista el uno al otro, ni tampoco alejarse demasiado.

—Volveremos a encontrarnos en esta misma plaza dentro de unos veinte minutos. Si no hemos encontrado nada en ese tiempo, seguimos moviéndonos, porque Aleria es muy grande, y no tenemos mucho tiempo. —Noé le regala una sonrisa sincera y tomando a Murr con una mano y sosteniendo la maleta en su antebrazo, con rapidez comienza a ir preguntando a todo el mundo.

Lo ve correr de un lado a otro señalando la imagen y le resulta algo tierna su devoción; pero entonces ve cómo brilla en su oreja ese pendiente suyo azulado, y aunque siente incomodidad en sus venas, pronto toma su papel en la repartición del trabajo.







—¿Y bien? ¿Habéis encontrado algo de utilidad? —Esa es la tercera vez que le pregunta.

Llevan revoloteando por los lugares más concurridos de Aleria mientras una luz blanca comienza a descender sobre los árboles raídos del pueblo; los llena de luz y lo peor, es que indica que no queda mucho para que esta se vaya convirtiendo en esa cosa anaranjada y cálida que en lo particular a Vanitas le molesta. Sobre todo porque le señala que su tiempo se acaba, que no puede buscar más por ahora y eso le pone de los nervios.

Ahora han tomado la enorme idea de sentarse en un banco, para tomar un pequeño descanso. La presión ahoga a Vanitas de una forma en la que tiene la sensación de que manos invisibles se apoderan de su garganta para apretar, para cortarle el aire.

Piensa en Liam, piensa en su hermano pequeño y en su padre... Si llegase a perderlos, su cordura se iría con ellos. Porque... ellos le habían salvado, le habían dado una nueva vida, un hogar, ¿y cómo se los pagaba él? Resultando ser un inútil, como siempre.

Muerde sus labios inferiores con fuerza, mientras siente la intensa mirada de Noé encima, para estrujar sus manos enguantadas sobre sus pantalones oscuros. Hace rato se ha deshecho del lazo azul de su gargantilla, porque no mejora para nada su situación.

Le pone inquieto, y odia esa sensación porque le trae ansiedad del pasado, recuerdos amargos y que le producen repulsión hacia si mismo. Si no fuese por la presencia de Noé a su lado, estaría dándose calor y reconfortándose desde hace mucho rato. A lo mejor habría buscado algún hueco en el que desaparecer en busca de hacerse pequeño, pero cuándo la sensación de vacío se apodera de su pecho, siente esa mano grande y tersa, enguantada en tela blanca sobre una de sus manos. Ha aguantado lo suficiente para que Noé comprendiese que no puede solo.

Lo lee entre líneas; sus ojos se cruzan y siente magia en esa violeta que arde con fuerza. Se ve reflejado en su mirada, en esa angosta y vasta llena de un abismo oscuro y aunque sabe que debería de sentir algún tipo de miedo, no lo hace. La voz del otro lo mece suavemente y le invaden una terribles ganas de llorar... pero como siempre, las aguanta.

—Vanitas, no perdáis la esperanza. —Hace una seña con los dedos, mostrando un camino arrellano en donde varios niños corretean de aquí para allá—. Un poco más allá se encuentra un invernadero, una amable señora me comentó que a lo mejor allí dentro tendríamos suerte. ¿Quieres... ir a probar?

Entonces el chico de piel lechosa asiente, sin sospesar más opciones. Hundiéndose de hombros, sigue al más alto que no le suelta la mano y allí, el pequeño se permite compararlas: la suya tan minúscula, tan vacía y en cambio, la suya tan grande y reconfortante que resulta molesto.

Volviendo a sentir la molestia arder en su bajo estómago, suelta sus manos rápidamente para tomar un poco de distancia. No puede permitirse caer en tales bajos trucos. Apenas lo conoce verdaderamente, y solo sabe a ciencia cierta que ese chico vive a las afueras de Córcega. ¿Qué más? Nada más, y eso le aterroriza cuándo lo sopesa unos segundos.

La idea se aviva cuándo Noé le dirige de repente una mirada violeta oscura, quizás decepcionada, no lo sabe porque esquiva sus ojos. Observa a una pareja, que se dan la mano y pasean en la otra callejuela mientras comen algún tipo de dulce, eso le trae nostalgia de sus tiempos con Olivier; pensar en él de repente le pone nostálgico.

Si de algo se arrepiente, es de haberle fallado de esa manera... Aunque ahora se ve feliz y él está mucho más tranquilo con eso.

Todavía siente la mirada profunda del moreno encima, pero cuándo se acercan a un puesto de atención al cliente que por detrás resguarda un edificio adosado de mármol con múltiples formas de mariposas, siente que es el lugar correcto. El hombre que atiende es muy joven, incluso puede admitir que se denota menor, pero su rostro de marfil y ojos rosados amargados hacen pensar lo contrario. Su corto cabello rosado está perfectamente alienado, y eso le resulta llamativo.

De todas maneras, termina por colocar su maleta en el suelo, dispuesto a preguntar por el precio de la entrada mientras busca su cartera en uno de sus bolsillos traseros. Le sorprende que el chico no muestre ni cinco de amabilidad, incluso fingida, pero Vanitas supone que simplemente tiene un mal día.

—Combien ça coûte? —Cuando el chico le dice que dos mil cada uno, sus manos tiemblan y casi deja caer su cartera.

Vanitas piensa en regatear, hasta quizás ligar con el chico usando sus encantos, porque realmente no tiene tanto ahora mismo en mano. Sin embargo, Noé de nuevo le trae una sorpresa porque no se espera que coloque una mano sobre su hombro en busca de echarlo hacia atrás, con cuidado.

Vanitas observa cómo Noé deja en el suelo la maleta, para sacar de su interior un increíble enorme fajo de billetes. Murr ahora ronronea bajo sus zapatos oscuros.

Y no lo ve, pero sabe qué está sonriendo altaneramente. Le dice tan campante al chico que él va a pagar y Vanitas solo puede pensar en qué es un creído.

✮ ; ; Dear, vampires ;

:: MUCHAS GRACIAS POR LEER y de verdad, perdonen la tardanza. he estado por muchos meses en bloqueo con esta historia y realmente no sabía como avanzarla, pero después de volver a ver el anime, finalmente tengo una idea.

:: espero que les guste mucho, aunque sea corto. disfruten porque ahora sí, pienso retomarla con más seguridad y serán mucho más largos, eso es una promesa. ahora, no se olviden de votar, comentar y compartir para que esta historia llegue a más gente, los quiero mucho.

Se despide xElsyLight.

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