⇁ 22 ↼

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

☽ | LEVANTA LA MIRADA.

⋆⭒⋆⭒





Han pasado unas pocas horas desde la visita de Noé.

El ambiente ha estado tenso desde entonces, la visita sobre todo fue muy inesperada y sus razones, doblemente todavía.

Vanitas observa al mencionado que arrulla ahora a su amigo animal entre su regazo. Tiene la expresión algo perdida y, sinceramente, el chico solo piensa en qué no hay nada mejor que una noticia tan buena cómo la de saber que un animal que quieres se encuentra bien y se va a recuperar en las mejores condiciones. Sus dedos tiemblan un poco, ya que tenía mucho miedo de fallarle a su compañero. Por suerte no ha sido de esa manera.

Siendo sincero, todavía no cree la excusa de Noé; en el fondo, muy en el fondo, sabe qué es mentira, pero de nuevo analiza esa expresión rota y abandonada a la completa desesperación y su estómago se retuerce de parte a parte. Sobre todo porque no conoce al chico realmente, y no sabe qué es lo que le pasa por la cabeza.

También está el hecho de que muchas veces ha llegado la ocasión en la que lo ha comparado con el monstruo que lo atacó su primer día en Francia; la idea lo aterroriza, la idea de lo mucho que se parecen. La idea de que sea verdad.

Aparta aquellas ilusiones de su cabeza, para no atormentarse, cuándo encuentra que el chico de cabellos níveos vuelve a llorar. Varias lágrimas caen por sus morenas mejillas y Vanitas se congela ante la imagen.

Se ve tan destrozado, que sin darse cuenta dirige su mano hacia esos dedos febriles y que no dejan de temblar. Vanitas guía sus ojos por sus ropajes claros pero manchados de la sangre del animal y del claro desconcierto que baila en su mirada.

—T-Tengo miedo, Vanitas. Murr, a Murr le duele mucho.

Está muy confuso, de eso no hay duda. Vanitas recuerda al Maestro de Noé y la imagen viviente en su cabeza cuándo besó una de sus manos, lo estremece con fuerza.

Pero se detiene a medio camino y, rápidamente, incapaz de creérselo incluso él mismo, dirige sus dedos finos hacia los labios del moreno. Hay una herida allí; proveniente de un golpe por seguro. Teme por la seguridad de ese chico tan alicaído porque sabe que hay algo más, está seguro de eso. Hay algo más en la vida de Noé y admite que se muere por saberlo.

—No tengáis miedo, Noé. Todo estará bien —repite, tratando de hacer que el otro se centre.

Y aunque no llega a rozarlos porque, casi por inercia, alcanza su maletín con material médico y saca de este una pequeña pomada. La baña en un pequeño algodón y ahora, cubriendo sus dedos con guantes de látex naturales, pide permiso con su mirada.

Noé alcanza su vista y entonces, y solo entonces, parece regresar al mundo real. No dice nada hasta que sus labios comienzan a estremecerse con fuerza, y cierra sus ojos con pesar mientras deja que Vanitas cure su labio. El chico de cabellos oscuros sabe que la herida no es reciente, pero igualmente esto ayudará a que se cure con mayor rapidez.

—Ay, escuece —escucha Vanitas por parte del más alto.

Por supuesto eso lo sorprende, sobre todo por su voz... Tan apagada, tan muerta en vida; le duele, le duele mucho. Sobre todo porque en su mente bailan todas esas sonrisas y tonterías del otro, le duele. Nunca le ha gustado ver a la gente romperse con tanta facilidad y mucho menos, de esa manera. Porque Noé está vacío, y sabe muy bien cómo es sentirse de esa manera.

Vanitas también ha estado así.

Alcanza la mano de Noé mientras sigue repartiéndole la pomada en los labios y al tocarle, sus propios dedos se estremecen al sentir un frío repartirse hasta un poco más de su antebrazo. Piensa entonces en el rastro de aquel humo tan extraño de antes, cuándo el otro era bañado por la lluvia y suspirando, mira hacia la única ventana de su habitación.

La lluvia siempre trae cosas extrañas, y la odia.

—Ya está, ¿por qué no... descansáis, Noé? Acomodaos en mi cama, no me es de importancia. Tomaré hueco aquí mismo, a vuestro lado, en... en algún futón. —Sabe de buena mano que Dante y Johann tienen algunos guardados en el estante del pasillo.

Pero cuándo se levanta para salir de la habitación en su busca, se fija en cómo Noé deja con pleno dolor a su gato en su cama y como, inmediatamente, alcanza su brazo. Sus dedos no lo sueltan, y tampoco deja de llorar. A Vanitas se le arruga el corazón.

—No... No me dejéis solo, por favor... No quiero... n-no quiero verlos más... —Obviamente las palabras son realmente confusas para Vanitas, no sabe de qué anda hablando o a quiénes se refiere, pero entrelaza su mano con el moreno.

Su corazón aletea al verlo tan necesitado. Por primera vez en su vida, no tiene miedo de compartir alcoba con otra persona que no sea su familia. Por primera vez, sabe que no le importará permanecer al lado del moreno.

Porque a pesar de todo lo malo, porque a pesar de todo lo extraño..., Observa su pendiente aletear en la oreja de Noé, y sabe que con esto no puede equivocarse.

—No pienso irme a ningún lado, os lo prometo. —Da unas caricias sobre los nudillos del moreno, y algo más aliviado, observa con deleite cómo su expresión se relaja.

Aquello lo alegra, de verdad.

—Pero dejadme ir a por una manta para vuestro querido Murr, lo peor que puede pasarle es coger más frío. —Noé entonces trata de limpiarse el resto de sus mejillas húmedas, pero fallando estrepitosamente en la misión.

Vanitas sonríe, con amabilidad y le da una leve caricia en su mejilla.

—Está bien llorar cuándo uno cae, Noé... Pero —le recuerda antes de salir por la puerta de la habitación— asegúrate de levantarte con la cabeza alta cuándo la tormenta haya pasado.

Y entonces lo ve, la ligera mueca de sonrisa en Noé. Eso lo hace sentir mejor.

No tarda en regresar a la cama con una nueva manta de seda blanca y rellenita, y entonces, deja que Noé arrope a su gato. Mueve la cabeza ligeramente pero nada más que eso, aunque el chico menuda jura escuchar un pequeño maullido. Después, Vanitas se peina el cabello en una trenza alargada y entrelaza sus dedos al ver a Noé, que lo mira desde la cama.

Mira esos ojos grandes, purpúreos y llorosos. Traga grueso cuándo atiende a sus siguientes palabras, que básicamente son casi un susurro: —¿Dormís conmigo?

La noticia por supuesto que lo toma por sorpresa y claramente piensa negarse, pero ve la forma en la que Noé se abraza a sí mismo, la forma en la que parece estar apunto de caer por completo, de encerrarse, y extiende su mano invisible para aceptar su petición. Vanitas en ese momento, por mucho que suene a locura, piensa en qué si caen... Al menos lo harán juntos.

—Como queráis.

Vanitas se acerca hasta estar al frente y sonriente, acaricia el mentón de Noé. Se ve tan dócil de esa manera, que el chico de hebras negras no puede creer que sea la misma persona que muchos días anteriores lo chantajeó para quedarse con su joya y para que fueran amigos. Noé hace un pequeño gruñido y sabe que se siente cómodo a su lado.

Después recuerda lo complaciente que ha estado con él, con la disposición que ha mostrado todos los días por ayudarlo en su misión, y echa varias hebras blancas del moreno hacia atrás. Noé cierra nuevamente sus ojos, y Vanitas empuja el cuerpo de este hacia abajo. No dura mucho en esa posición porque pronto lo ve hacerle hueco y echarse una bola.

Vanitas suspira, acariciando por segunda vez su trenza y entre rápidos movimientos, dejan a Murr al cabezal de la cama. Después se acomoda al lado de Noé, para encontrar un calor asfixiante, luego escucha sus aleteos nerviosos del corazón. Ignora todo eso, cuándo ambos se unen en un pequeño abrazo y Vanitas no puede evitar comparar aquel chico con su hermano pequeño, Mikhael.

Sobre todo porque se esconde en su pecho, Vanitas se mueve un poco incómodo por el contacto. Como ha mencionado antes, no está para nada acostumbrado a compartir cama; de todas maneras, sus brazos descansan en las hebras blancas de su compañero de viaje y lo escucha hablar bajo, muy bajo.

Casi cómo si estuviese apunto de contar un enorme secreto, pero Vanitas escucha en silencio, centrado en cómo la enorme figura de Noé se agazapa contra él; le sorprende que incluso quepa en su pequeña cama.

Y todavía más, lo cerca que está de ese olor... De ese olor que imperceptiblemente se ha grabado en su memoria: dulce y al mismo tiempo, agraviado. Noé suelta ese hedor, y le extraña lo agradable que le parece.

—No merezco vivir... es que... Todo esto ha sido culpa mía, incluso estar cerca de vos es un peligro ahora mismo. Solo causo desgracias por doquier. —Sus elegantes manos morenas sostienen su camisón de dormir. Vanitas siente el aliento de Noé muy cerca, como también sus pequeños temblores—. Deberíais de alejaros de mí, Vanitas.

«Pues eso no se encuentra en mis planes», piensa el joven mientras sigue dando continuas caricias a la cabellera sedosa y blanca de su compañero.

Pronto nota los hombros de Noé caerse a pedazos y sabe que está llorando nuevamente. Muerde una de sus mejillas con fuerza, incapaz de atreverse a hablar.

Quiere que Noé lo suelte todo de una vez, quiere...

¿Desde cuándo quiere ayudar tanto a Noé?

—Tres malditos días y toda esta farsa acabará... ¿Cómo, cómo puede alguien salvar a este ser corrupto? ¿Cómo puedo quedarme a vuestro lado, V-Vanitas? —Y entonces, sus caricias se interrumpen cuándo Noé levanta la mirada.

Sus ojos brillan con mucha más luz que antes, muchísimas más que antes, y el joven de cabellos negros no sabe realmente qué decir. Por lo que suspira, y abraza por los hombros a Noé. El más alto se deja hacer y después sus lágrimas cesan, no entiende nada de lo que dice ahora contra su pecho pero así está bien.

No está seguro de que Noé realmente esté en sus cabales y espera realmente que a la mañana siguiente, puedan hablar con más... sobriedad, de decirlo de alguna manera. El más alto no deja de moverse hasta que finalmente, nota sus hombros relajarse de golpe.

Se ha quedado dormido; Vanitas lo toma como una buena señal.

Se fija en el pendiente que le pertenece y se da el permiso de acariciarlo; lo echa de menos, porque es un regalo de su padre adoptivo, de cuándo lo salvó y lo alejó de todos sus malos recuerdos. Pero lo deja en posesión del otro, porque no deja de cavilar sobre todas las palabras extrañas que antes ha mencionado. En todo ese chanchullo que seguro se traen entre manos su maestro con este joven y allí, teniéndolo tan de cerca, lo vigila más cerca.

—Noé..., Dejadme entenderos.

Y puede que haya sido por accidente, puede que fuese cosa del destino, pero entonces lo ve... Una curiosa y brillante cosa en su nuca. Es un tatuaje; tiene forma de luna, pero al mismo tiempo de algo uniforme, no reconoce la forma pero sí le parece muy curioso que brille.

Ciertamente nunca ha visto nada en particular; se sorprende cuándo al cruzar sus dedos por aquel diseño, Noé dé un pequeño respingo para acobijarse más contra su cuerpo. Vanitas se deleita con su brillo y todavía más cuándo se apaga.

Parece algún tipo de magia y le encanta.

Sin embargo, la somnolencia lo afecta demasiado pronto y cierra sus ojos, quedándose dormido sumido en aquel hedor agridulce de su compañero. Eso sí, algo se repite amargamente en su cabeza y lo martiriza el resto de la noche. Algo de lo que no puede separarse.

«No hay salvación para aquellos que intenten justificar sus pecados», y claro que Vanitas sabe que es culpable de comportarse como un samaritano, porque en realidad Noé... Noé no puede...

Noé no puede esperar nada bueno de su parte.

✮ ; ; Dear, vampires ;

:: MUCHAS GRACIAS POR LEER y de verdad, sigo con el problema del ordenador, pero les he traído esto como regalo. pensaba hacerlo más largo, pero sinceramente pienso que fue mejor cortarlo aquí. pronto actualizaré el siguiente, tengo ganas de entrar ya en el segundo arco y final de esta historia.

ahora, no se olviden de votar, comentar y compartir para que esta historia llegue a más gente, los quiero mucho.

Se despide xElsyLight.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro