𝐟𝐨𝐮𝐫𝐭𝐞𝐞𝐧. (real life) ⊹ he's charming and endearing and i'm comfortable.

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𖥔 ּ ִ 𝐟𝐨𝐮𝐫𝐭𝐞𝐞𝐧. he's charming and
endearing and i'm comfortable
/ real life.

📍CASA COSSETTI, SAN DIEGO.
🗓️ 22 DE ABRIL, 2015
🕝 12:26 a.m

DAWN ENTRÓ EN LA COCINA, EL CALOR DEL HORNO encendido y la vitrocerámica en marcha golpeándole. Dawn creía que a sus padres les disgustaría Ryan y, si no a sus padres, a su abuela y entonces, por ende, a toda la familia. Su padre se había mostrado más fuerte, pero su madre había caído en los encantos del actor y el rubor en las mejillas perduraba aún. Dawn no sabía cómo sentirse. Aquello era extraño, nunca antes había pasado.

Hubiera sido más fácil que Ryan nos les cayera bien cuando tuvieran que divorciarse, así el golpe no sería tan fuerte.

Cuando Stephanie vio que su hija entraba por la puerta de la cocina, seguida por Hannah y Daniel, que no sabían dónde meterse, se acercó a ella y le tomó las manos con emoción.

—Mi niña, enhorabuena.

Dawn miró hacia atrás un momento y su hermano se encogió de hombros y negó levemente con la cabeza. Ni siquiera él entendía qué demonios estaba pasando. Su padre le respondió por él.

—Está encantada con ese joven —dijo secamente a su hija. Cuando miró a su mujer, arqueó una ceja grisácea —. No sé por qué, si solo te ha traído flores. ¡Tienes un jardín lleno!

—¡Ya es más de lo que hicieron los demás! —contestó ella, soltando las manos de Dawn para llevarse las suyas a su cintura —. Esos... idiotas solo me dieron la mano y se quedaron tan a gusto. Además, no tocaron a nuestra hija en toda la comida. Con este por lo menos iba cogida de la mano al entrar.

—Sí, bueno. Ya veremos lo que pasa durante la comida —refunfuñó su padre, dándose por vencido. Nunca duraba mucho discutiendo con su mujer.

—Papá —dijo Daniel, poniéndose junto a su hermana. Extendió la botella que había traído Ryan hacia él —. Ha traído esto para ti. Nos ha pedido que te lo diéramos.

Dawn se tensó. ¿Ahora qué? Thomas titubeó un momento pero luego cogió la botella, deshizo los nudos flojos del alambre dorado que pillaban la tela negra que cubría la botella y dejó ver lo que era: una botella de vino tinto. Inteligente.

Los hombros de Dawn se relajaron y vio que su madre pasaba una mano por los hombros de su marido. 

—Tú no sabes de vinos —Thomas señaló a su hija con el cuello de la botella.

—¿Y eso que tiene que ver?

—Que no has podido ir a comprar esto con él.

—Ni siquiera sabía que te traía algo —dijo Dawn.

—¿Lo ves? —inquirió Stephanie, los ojos brillantes de emoción —. Las flores, el vino, nuestra hija. ¡Es obvio que tiene buen gusto! ¡Oh, qué felicidad!

—Perdonad la interrupción. —Una voz detrás de ellos llamó la atención de todos los presentes, quienes se giraron hacia la puerta de la cocina. Ryan se colocó al lado de su mujer —. Josephine quería saber cuánto le queda a la cena.

—¿Josephine? —susurró Hannah, mirando a Daniel con el ceño fruncido. Él le explicó en un susurro que ese era el nombre real de la abuela. Josephine nunca dejaba que nadie la llamase por su nombre de pila: para sus nietos era abuela, para su hijo era madre y para los demás era señora. Pero nunca Josephine.

—Pues... —su madre disimuló la sorpresa acercándose a la vitrocerámica y agachándose para comprobar el horno. Giró las ruedas y el horno se apagó —. El pollo ya está. Dawn, ¿puedes bajarme la fuente de ahí arriba?

Su madre señalaba el armario junto a la campana extractora. Cogió una de las sillas de madera que había en la mesa de la cocina donde la familia desayunaba por las mañanas y la colocó junto a la encimera, debajo del armario. Conque aquella era la táctica que había encontrado su madre para sacar el tema de su miedo a las alturas. Bastante casual.

Antes de que pudiera decir algo, sintió la mano de Ryan en su espalda, los dedos rozando la piel que la pequeña abertura del vestido en la espalda dejaba a la vista.

—Lo hago yo, no te preocupes, cariño —y se subió a la silla, levantando primero el cojín para no mancharlo. Dawn se agarró a la encimera y recorrió con los ojos las caras de los presentes. Hannah sonreía, feliz de que una de sus tarjetas hubiera funcionado. Daniel y su padre estaban profundamente confundidos y Stephanie reprimía una sonrisa —. ¿Cuál quiere, la azul o la amarilla?

—Las dos —respondió Stephanie, esbozando la sonrisa. Ryan cogió las dos fuentes, se las entregó y se bajó de la silla —. Muchas gracias, querido. A veces se me olvida el miedo de Dawn.

—No se preocupe.

—Bueno, id sentándose en la mesa —su madre hizo un gesto con las manos, empujando el aire —. Enseguida voy con la comida.

Todos salieron de la cocina, excepto Stephanie, y entraron de nuevo en el comedor. Sobre los platos había una tarjetita con el nombre de cada uno, de forma que la abuela se sentó en la punta de la mesa, a sus lados iban Hannah y Daniel, Dawn estaba sentada entre Hannah y Ryan y sus padres se sentaban junto a Daniel. Así podían ver en todo momento como actuaba Ryan con su hija.

Dawn se inclinó hacia Ryan cuando nadie les prestaba atención.

—Cuando me dijiste que lo tenías todo bajo control, no me esperaba esto —le susurró. Dawn se percató de que la distancia que separaba sus caras era peligrosamente corta.

—Me dijiste que me tenía que ganar a los suegros y eso es lo que he hecho —dijo él con gracia, encongiéndose de hombros.

—Ganártelos, sí, pero es que mi madre está dando botes de alegría en la cocina.

—Qué puedo decir, soy encantador —alardeó y Dawn rodó los ojos, divertida.

Sin embargo, la sensación que tenía en el pecho le decía que algo malo iba a pasar.

—Estoy preocupada —admitió Dawn y Ryan frunció el ceño y apoyó un codo en la mesa para girar el cuerpo y poder mirarla mejor —. Es una tontería. Pensarás que soy tonta o algo...

—Me puedes contar lo que quieras —dijo, posando una mano sobre su mejilla. Al otro lado de la mesa, Daniel le propinó un codazo a Hannah y le hizo un ademán con la cabeza, señalando a la pareja. Thomas fingía no estar mirando, pero estaba observando la escena con suma atención —. ¿Qué te preocupa?

—Yo...

—¡Aquí está la comida! —anunció Stephanie, con una fuente a rebosar de patatas en una mano y otra con un pollo asado en la otra.

Cómo si fueran un par de robots programados, Dawn y Ryan se separaron, la mano de él abandonó la mejilla de ella y giró el cuerpo de nuevo para sentarse correctamente en la silla. Tendría que ser al revés, tendrían que mostrarse cariñosos delante de la familia de Dawn, dejar las caricias para ellos, pero de alguna forma se sentía... mal. Falso.

Stephanie fue sirviendo la comida plato por plato. A la abuela solo le sirvió patatas, porque no podía comer cosas duras y además no le gustaba el pollo, y los demás platos los llenó hasta arriba. Los fue pasando hasta que cada uno tuvo el suyo delante. Luego, se sentó en su silla.

La comida empezó en silencio, el ruido de los cubiertos cortaba el aire. Dawn no quería que nadie hablara. Quería irse a Nueva York otra vez, no quería estar ahí y ver cómo su familia adoraba a Ryan.

—Así que... —Dawn cerró los ojos con fuerza al escuchar la voz aguda y temblorosa de su abuela —. ¿Cómo os conocisteis, jóvenes?

—Nos conocimos hace tiempo —contestó Dawn. Se lo estaba inventando sobre la marcha, porque no había salido de su casa en seis meses y no había conocido absolutamente a nadie. No levantó la vista en ningún momento, mirar las patatas de su plato mientras jugueteaba con ellas le parecía más interesante —. Quedamos alguna que otra vez como amigos mientras estaba con Conrad y el mes después del divorcio empezamos a salir. En secreto, claro. Estábamos tan enamorados que no pudimos impedirlo... Pero me acababa de divorciar y era demasiado pronto para que nos vieran juntos, así que Ryan se coló en mi casa durante seis meses sin que lo vieran.

—Hasta que exploté y le pedí matrimonio —continuó él, acercándose a ella con una sonrisa en el rostro. Le besó la mejilla y Dawn esbozó una sonrisa forzada.

—¿Y por qué en Las Vegas? —preguntó su padre. Thomas. Hablando durante una comida a la que estaba invitado el marido de Dawn.

—No podíamos esperar meses hasta que se hubiera preparado una boda —contestó él. 

—¡Claro que no! —exclamó Stephanie, sonriente, alzando las manos en el aire —. ¿Y cómo fue?

Dawn parpadeó, confundida.

—¿El qué?

—La pedida de mano —respondió su madre como si fuera obvio —. ¡La forma en la que un hombre te pide la mano dice mucho de él!

—Oh, pues... ¿Sabes? A Ryan le encanta esa historia. ¿Verdad que sí, cariño?

Por debajo de la mesa, Dawn levantó el pie, lo balanceó hacia la derecha y le propinó una patada en el tobillo. Sabía que la patada no era necesaria, pero había entrado en pánico. Inventarse la historia de cómo se conocieron había sido fácil porque tenía una base. Dos actores famosos, que van de alfombra en alfombra, era normal que en algún punto se fueran a conocer. ¿Pero la pedida de mano?

A ver, a ella se lo habían pedido cuatro veces, pero todas habían sido horribles. Randy lo había hecho después de terminar la obra de teatro en la que él tenía el papel protagonista y ella hacía de Criada 2, Patrick lo había hecho en un bar de mala muerte, Sebastian solo le había dicho que sería una buena idea casarse; sin anillo ni nada, y al día siguiente lo habían hecho, y Conrad... A Conrad se lo había pedido ella una noche perfecta y luego él lo había hecho otra vez en medio de una alfombra roja para que nadie descubriera que había sido ella la que había dado el paso.

—Sí, ajá —tosió. Ryan sacudió la cabeza y luego sonrió —. Recuerdo que estábamos en casa...

—¡Oh, no! —la abuela interrumpió —. Poneos de pie, enseñarnos exactamente como fue.

—Cuanto me alegra haber venido —Hannah murmuró, apoyando la barbilla sobre su puño mientras observaba a la pareja ponerse de pie. Dawn le regaló una mirada asesina.

Cuando estuvieron colocados a varios pasos de la mesa para que todos pudieran verlos, Ryan continuó con la historia.

—Estábamos en casa y yo a acababa de preparar una cena increíble para mi preciosa novia —alardeó él.

—La cena —siguió Dawn, quién escondió una sonrisa malvada. Sentía curiosidad por saber cómo iba a salir Ryan de esa —consistía en palomitas chamuscadas, golosinas del supermercado y un verdaderamente delicioso pastel de carne quemado.

—Sí, pero luego hice un pan de plátano exquisito para el postre y todo se olvidó —añadió casi al instante —. Después de la cena y de que acabase la película que estábamos viendo...

—Shrek.

—Shrek —repitió él a regañadientes. Se giró, quedó frente a Dawn, apoyó una rodilla en el suelo y tomó una de las manos de ella. Dawn apartó la mirada al suelo, pero sentía sus ojos azules sobre ella, insistentes —. Me puse en una rodilla, la miré a los ojos y le dije: “Dawn Cossetti, estos meses junto a ti, tu terrible humor que es tan malo que hace gracia —a Dawn se le escapó una risa y cometió el error de mirarlo a los ojos —, tus locas anécdotas, ese cabello y tus preciosos ojos han sido lo mejor que me han pasado en la vida. Y quiero que lo sigan siendo durante el resto de mis días. ¿Te casarías conmigo?”

Dawn no podía hablar, sentía la boca pegajosa y la lengua pesada. Aquella había sido una proposición falsa y, aún así, había sido mejor que las cuatro anteriores.

Ryan se levantó del suelo como si nada, aún sujetando la mano de Dawn.

—Y ella me dijo que sí.

Stephanie tenía los ojos aguados y el mentón apoyada en sus manos entrelazadas. Thomas apoyaba su mano en el hombro de su mujer con cariño. Daniel tenía la boca abierta y el tenedor se había quedado flotando sobre el plato y Hannah lo había grabado todo con su móvil. La abuela soltó un ruido de emoción.

—¡Qué felicidad! Por fin, Dawn, querida. Parecéis tan enamorados... Cómo si estuvierais hechos el uno para el otro.

Dawn se tambaleó repentinamente y se agarró a la repisa de la chimenea, volcando una fotografía en la que Daniel y ella sonreían falsamente. La fotografía rebotó en el suelo de madera y la habitación se quedó en completo silencio. Ryan frunció el ceño e hizo el amago de acercarse a ella, sin embargo Dawn se apartó de golpe y se retiró antes de que pudiera sentir su toque. Temió que en el silencio de la habitación se pudiera escuchar el latido acelerado de su corazón, que le golpeaba el pecho con tanta fuerza que parecía querer salirse.

Dawn se llevó una mano a la frente, consciente de que todos la miraban, y sonrió mirando el suelo.

—Lo siento —dijo —, la comida del aeropuerto debe de haberme sentado mal. Tengo... Tengo que... Perdonadme un momento.

Dawn salió prácticamente corriendo del comedor, recorrió el pasillo con prisa y, cuando se metió en el baño, se pegó a la puerta y se echó a llorar.

Estaba agobiada. Terriblemente agobiada. Quería marcharse, volver a meterse debajo de las sábanas y no volver a aparecer en meses, años incluso. Solo quería... Dejar que el mundo dejara de prestarle atención a su relación. No podía más. Iba a fallar, todo se iba a ir a la mierda e iba a ser culpa suya. Ryan, Hannah, sus padres, el mundo entero la odiaría.

Unos golpes la hicieron separarse de la puerta y secarse las lágrimas con el dorso de las manos.

—Salgo en un momento —anunció, controlando a la perfección su tono de voz.

—Dawn, soy yo —le dijo Daniel. Su hermano la conocía demasiado bien para saber que algo andaba mal, que algo le preocupaba. Y por un momento lo odió —. No uses tu talento de actriz conmigo, sé que estás llorando. Abre la puerta, por favor.

Dawn se mordió el labio, indecisa.

—Dawnie, por favor.

Dawn miró su reflejo en el espejo y se aseguró de ocultar las lágrimas lo mejor posible a pesar de que su hermano supiera que estaba llorando. ¡Dios, como odiaba la vulnerabilidad! Cuando estuvo lista, giró el pomo de la puerta y dejó que su hermano entrara.

Daniel cerró la puerta tras él y abrazó a su hermana con fuerza.

—¿Qué ocurre? —le preguntó, aún en el abrazo, agachando la cabeza para observarla.

—No lo sé, creo... —Dawn negó con la cabeza —. Me he agobiado, es todo.

—No, no es todo —Daniel se separó y se quedó frente a ella —. Te conozco. Sé que pasa algo más. Sabes que puedes contármelo, Dawn.

—Es... Todo esto —dijo —. Cuándo me dijiste de traer a Ryan a casa pensé que mamá y papá lo odiarían como siempre han hecho, pero lo adoran. Sé que papá no lo ha dicho con palabras, pero cuando ha visto esa puñetera botella de vino... ¡Dios! ¿Por qué se me ocurrió prepararlo para esto? Debí dejar que viniera sin preparación y así lo hubieran odiado y haber mandado toda esa mierda del alma gemela y de la otra mitad a tomar por culo.

—¿Es eso? ¿Lo que mamá ha dicho de que sois perfectos el uno para el otro? —Daniel no necesitó una respuesta por parte de su hermana para saber que así era. Agarró los hombros de su hermana con delicadeza y la miró a los ojos —. Dawn, mamá y papá entenderían a la perfección lo que estás haciendo para salvar tu carrera. Te quieren más que a nada en este mundo y saben que amas actuar. Te apoyarían.

—Sí, pero parecen tan encantados... —Dawn se sentó en la tapadera del váter y enterró la cabeza en sus manos.

—No me extraña. Hasta yo he acabado bajo el hechizo. —Dawn levantó la cabeza y soltó una risa —. Tengo la sensación de que ese tío habría encantado a papá y mamá aunque no le hubieras dicho nada.

—Seguramente —dijo ella riéndose.

—La cosa es que, si les explicaras lo que pasa, ellos lo entenderían. No te agobies por lo que nuestros padres puedan pensar de ti y mucho menos por eso del alma gemela. Creo que ya se han dado cuenta de que tú y yo somos almas gemelas, anciana.

Dawn soltó una risotada, se levantó y envolvió a su hermano en otro abrazo.

—Qué tonto eres —Dawn se separó y le pellizcó los mofletes con las manos, riéndose cuando él intentó hablar y la voz le salió amortiguada —. Te quiero mucho, enano. ¿Lo sabes?

Daniel asintió con la cabeza y Dawn dejó sus mejillas libres. Posó una mano sobre el pomo de la puerta y tomó una bocanada de aire. Antes de que pudiera abrir y volver al comedor como nueva, Daniel la detuvo.

—¿Es eso todo? —le preguntó.

Dawn miró para otro lado, confundida, y encogió un hombro.

—Pues sí. Bueno, a no ser que quieras que te explique el miedo que me dan los ojos de la abuela-neitor, porque...

—No me refiero a eso, Dawn —él la interrumpió, sacudiendo la cabeza con diversión —. Me refiero a... ¿No crees que puedas estar... enamorándote?

—¿Qué? ¡No! —Dawn dió un paso atrás, horrorizada —. Por dios, no. No digas tonterías, Daniel.

—Vale, vale. Era solo una duda que tenía —alzó las manos en el aire en señal de inocencia —. Si dices que no, es que no. Pero, joder, vaya tensión.

—Pues no, Daniel. No, no me estoy enamorando de nadie. Me arranco el corazón si hace falta —dijo —. Estamos casados hasta que salga la película y después de eso ¡puf! Divorcio, otra vez. Y no le voy a contar a papá y mamá nada. No... puedo. Sé que es peor dejar que se lo crean, pero simplemente no puedo.

—Está bien. ¿Volvemos?

—Planeaba hacerlo, hasta que has dicho esa tontería.

Daniel negó con la cabeza y abrió la puerta.

—Vamos, anda.

Dan y Dawn volvieron al salón con sonrisas en las caras. Dawn negó con la cabeza en el pasillo y se rió. Enamorándose. Qué tontería.

Tal vez resultaba una tontería, pero su corazón, que saltó en su pecho cuando entró al comedor y vio a Ryan riéndose a la par que su madre, no decía lo mismo.

—¡Oh, cariño! —su madre dijo, con una brillante sonrisa en los labios —. Ya estás aquí. ¿Cómo te encuentras?

—Bien —hizo un ademán con la mano para restarle importancia —, habrá sido algo que he comido en el aeropuerto. ¿De qué os reíais?

Dawn se sentó en la silla y miró a su derecha, donde estaba sentado Ryan, con una sonrisa. Stephanie respondió:

—Ryan nos estaba contando el pánico que te entró en el ensayo de la escena donde tenéis que bailar.

Dawn abrió la boca y le pegó a Ryan en el hombro con la servilleta de tela.

—¡No les cuentes eso! ¡No es divertido!

—¡Sí que lo es! —se defendió él entre risas —. Después de haberme pisado siete veces y de casi agujerearme el pie...

—¡Ryan!

ISI'S NOTE. . .

el catorce es mi número favorito y
casualmente este es mi capítulo
favorito (por el momento 🫣)

¿qué os ha parecido el capítulo? espero
que os haya gustado y lo hayáis
disfrutado <3

os adora,

𝓘𝓼𝓲

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