05 ✾・TE ODIO

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

🎀 𝑪𝑯𝑨𝑷𝑻𝑬𝑹 𝑭𝑰𝑽𝑬. . . • ° *. 🎀
Al final confiesas que tengo razón,
¡siempre la tengo!


              𝐋𝐀 𝐆𝐑𝐀𝐍 𝐒𝐀𝐋𝐀 𝐃𝐄𝐋 𝐂𝐎𝐌𝐄𝐃𝐎𝐑 𝐄𝐒𝐓𝐀𝐁𝐀 𝐄𝐍 𝐓𝐎𝐓𝐀𝐋 𝐒𝐈𝐋𝐄𝐍𝐂𝐈𝐎. Un silencio incómodo y bastante inquieto. Gloria miraba a su hijo mientras los párpados de su ojo derecho no paraban de abrirse y cerrarse debido a un tick nervioso pero ella apenas se inmutaba ante ello, solo se limitaba a sonreír contemplando a su hijo.

Dandy, por otra parte, empezó a jugar con su tenedor, moviendo su pulgar entre los dientes afilados y largos del utensilio de mesa como si estuviera afilando un cuchillo de cortar. Estaba distraído pero en cierta parte, le gustaba estar así, en su propio mundo. Escuché cómo movía sus zapatos de arriba abajo y daba pequeños golpes en el suelo. Gloria lo siguió tímidamente con sus tacones.

Por encima de nosotros había una lámpara de araña llena de pequeños diamantes a modo de decoración, de modo que era un accesorio de lujo que solo se lo podía permitir la familia Mott y más aún, cuando todas sus estancias eran amplias,  incluidas las habitaciones, aportándoles mayor iluminación.

Por no hablar de la gran mesa que se cernía como una alfombra roja delante nuestra. Tan grande pero al mismo tiempo tan carente de emociones. Más de diez asientos y solo tres de ellos estaban ocupados. Madre e hijo sentados en opuestos extremos y yo en el medio izquierdo sin saber qué hacer o peor aún, qué decir. Esa pequeña familia era extremadamente rara pero era mi familia al fin y al cabo, había que aceptarlo.

Y si hablamos de emociones, ya estaba bastante agobiada con el sonido que Dandy hacía con su tenedor. Era tan afilado y agudo que me producía escalofríos por todo el cuerpo pero me mantuve callada al comprobar que la cena ya llegaba, su olor inundaba mis fosas nasales.

Gloria se había colocado un gran pañuelo blanco bañado en finos hilos dorados sobre sus muslos, vestidos en un gran traje de seda. Dandy no la imitó y siguió jugando con el tenedor. Por mi parte, me limité a observar.

De repente, sentí el peso de la mirada de Dandy posada en mí. No le devolví la mirada pero sabía que estaba enfadado conmigo. Quizá, molesto. Llevaba toda la tarde así por haber estado hablando con Jimmy Darling pero no es culpa mía que Mott haya sido un auténtico idiota con los trabajadores del circo y lo hayan tratado como se merecía. Pero Gloria, tan suya, no se dio cuenta de la tensión y empezó a beber vino, y sonriente como siempre, aprovechó el momento para estirar la mano y tocar la campana que sonó con un ligero y peliagudo rin rin rin. Su hijo nos miró con desdén y siguió haciendo sonidos con el tenedor.

Suspiré, apesadumbrada. 

La sirvienta de piel morena llegó rápido al escuchar la orden. Traía una bandeja de oro con tres platos. Primero le dejó uno a Dandy, luego a mí.

—¿Caracoles? —preguntó Dandy aburrido mientras observaba el plato con aparente desdén—. Qué aburrido.

—Es lo que pediste, escargot —dijo la sirvienta sonriente al mismo tiempo que se dirigía a mí—. Como los que probaste en París.

—Muchas gracias. —De los dos, fui la única que se lo agradecí aunque era vegana y no podía siquiera probarlos.

—De nada, cielo. —Me sonrió y volvió sus pasos hacia Gloria.

—¡Oh! —exclamó la señora Mott—. Dora se ha tomado muchas molestias, cariño, no pongas mala cara ni tuerzas el semblante.

Dandy resopló.

—Este muchacho me pone de los nervios —se quejó Dora que justo en el momento en el que dio la espalda pude comprobar que había cambiado su faceta sonriente por una de pesadumbre y cansancio.

Dandy clavó un tenedor con mala gana en un caracol y lo tiró de nuevo en el plato. No quería comer. En vez de eso, atrapó un pequeño recipiente rosado con coñac. Ahora que me fijaba mejor, el recipiente parecía un biberón. Y como pasaba con los biberones, hizo que se acabara la bebida rápidamente así que no tardó en levantarse para servirse un poco más.

—No puedes vivir a base de dulces y coñac —le reprochó con dulzura su madre—. Eso perjudica el carácter...

—Creo, señora Mott —le interrumpí sin poder contenerme—: que su hijo nació ya con un carácter bastante deteriorado.

Gloria me ignoró y sentí que Dandy me fulminaba con la mirada pero al menos me di por satisfecha, decía la verdad.

—Aún tengo pesadillas con lo de la chica de los Cushing... —siguió Gloria, perdida en sus pensamientos—. Tú...

Dandy la interrumpió furioso mientras paseaba nerviosamente por la estancia con un vaso de coñac, ya estaba medio vacío.

—¡Te lo he dicho un trillón de veces...! ¡No la toqué! —Lo cual era cierto—: Se ofendió y se puso a gritar porque le dije que me recordaba a una hembra de hipopótamo preñada. —Lo cual también era cierto. Aún recuerdo sus gritos. Pobrecita.

—Por suerte, el comisario Pringle fue pretendiente mío en el instituto —siguió Gloria con un aire de nostalgia. Dandy le dio la espalda con repudio—. ¡Oh! ¡Con la de chicas encantadoras que te he presentado!

—Unas vacas apestosas. —contestó Dandy como si nada. Vi que fulminaba a Gloria con la mirada, sabía que deseaba que parara con esta conversación.

—Y tú un cerdo —le reproché con desdén.

—¿Qué me has dicho? ¿Podrías repetirlo? —me preguntó Mott con desagrado pero estaba claro que lo había oído—. No lo he escuchado bien.

—¿Aparte de ser un cerdo también eres un sordo? —le pregunté a su vez con el mismo tono de voz. Dandy se me acercó con el ceño fruncido pero no le temí y me mantuve erguida.

—¡Y si me dieras un nieto sería todo un entretenimiento! ¡Me divertiría mucho!

Gloria continuó muy testaruda, quizá para frenar nuestros impulsos por matarnos o quizá porque estaba deseando que el legado Mott continuara. Apuesto a que lo dijo por esto último. Pobre de ella porque jamás iba a pasar. Sonreí con cierto reparo.

—¡Jamás! —vociferó Dandy con puro desdén. Estaba rabioso, había colocado sus manos sobre mi silla, de modo que sentía toda su fuerza bruta. Toda su rabia contenida en palabras—. ¡Los bebés son lo peor y lo más aburrido del mundo!

Gloria no se dio por vencida. La tensión en el ambiente era muy concentrada y sentía que me asfixiaba.

—Pero cariño, ya tienes veintisiete años y nunca has estado con una mujer...

Dandy no era homosexual pero era extraño a la hora de enamorarse, algo así me pasaba a mí también.

—Las mujeres son infantiles.

Habló el adulto. Casi me río por sus palabras pero me limité a beber agua.

—¿También piensas eso de Candy? —Casi me atraganto de la impresión pero me controlé y levanté la mirada hacia Gloria que me señalaba con la barbilla, no me esperaba esa pregunta y por muy raro que parezca, sentí tensión por saber qué opinaba Dandy sobre mí en ese aspecto. Alcé la vista hacia él, todo rasgo de enfado se había borrado de su rostro pero también comprendí que le había impresionado esa pregunta tanto como a mí. Aún así, no se mostró débil. Era demasiado orgulloso para eso.

—Ella es distinta, es mi hermanastra. Nada más. La sola idea de pensarlo me produce repugnancia y desagrado —respondió con frialdad.

—Técnicamente no es tu hermana, recuerda que es adoptada —contestó Gloria, en una voz que ponía de manifiesto que dudaba por completo las ideas de Dandy. Esta vez, Gloria me miró a mí. Tragué saliva—. ¿Y tú, Candy? Ya tienes más de veinte añitos y tampoco has intimado con alguien. Sois muy castos los dos y ya es hora de que me deis nietos bonitos. —Sonrió con ternura, la aborrecí y casi me dan ganas de vomitar—. Yo a vuestra edad...

—Es difícil que me guste alguien de verdad —dije con voz encantadora para no ofenderla y no escuchar sus discursos románticos que sabía que me iban a traumar—. Muy difícil, yo soy... rara para esas cosas, señora Mott.

Señorita. —Gloria parpadeó y su expresión volvió a esa tirantez drástica y cariñosa. Dandy se mofó por su contestación—. Señorita Mott. ¡Pero querida! Sabes muy bien que puedes llamarme mamá. ¡Ah! —Llevó sus delgados dedos hacia la copa de cristal y bebió un poco de agua. Sí, agua. No le gustaba el vino, según ella se le arrugaba la piel aunque ya estaba bastante arrugada—. ¿No te gusta Dandy, cariño?

Alcé la vista hacia él y sus ojos verdemar me contemplaron con intriga aunque con un deje de repugnancia. Era curioso, hace menos de cinco minutos nos estábamos insultando pero ahora éramos víctimas de las ideas románticas y disparatadas de la clara e inepta imaginación de la señora... señorita... mamá Gloria.

Estaba claro que sí me gustaba. Su piel de porcelana, sus ojos, del color de la esperanza, su cabello negro como la noche... Dandy era ese tipo de chicos que me gustaba físicamente aunque había un gran PERO en esto y es que por dentro, era todo lo contrario. Estaba podrido. Muy podrido. Y lo último pero no menos importante es que era un auténtico gilipollas.

Perdón por la grosería pero yo más que nadie sabía que mi argumento era de todo menos falso.

—¿Querida? —Gloria estaba esperando mi respuesta, de reojo vi que Dandy me estudiaba con una ceja alzada. Me di cuenta que solo había contestado en mi mente y tarde, sentí sus brazos fuertes en el respaldo en mi silla, a unos centímetros de mi espalda, volví a tragar saliva.

—Ah pues... sí, no. En realidad, no.

Dandy se rió y se apartó. Volvió a servirse más coñac.

Suspiré aliviada.

—Eres demasiado exigente. —Dandy me dedicó una rápida inclinación de cabeza y empezó a beber como si nada, sin embargo, el espíritu de una sonrisa satisfactoria se cruzó en su semblante antes de beber. Cuando paró, continuó—: Eres demasiado exigente como yo, tienes los estandartes muy elevados.

—No es así —le reproché con desagrado.

—Sabes que sí —continuó este con cierta malicia.

—No.

Gloria nos miraba, primero a uno y luego a otro. Sin saber qué hacer o qué decir.

—Sí —se rió sin disimulo—. Piensas que no pero te conozco bien, fantaseas con tener un amor ideal y de cuento, con chicos perfectos y príncipes azules, luego te llevas una decepción al ver la realidad.

—Es verdad —confesé pero aproveché la oportunidad que me había dado para devolvérsela—. Me decepciono cada vez que veo la realidad porque tú eres esa realidad y me la recuerdas cada vez que te cruzas conmigo. Así que déjame en paz, Dandy Mott.

Él parpadeó con desagrado y no perdió tiempo en maldecirme.

—Ignorando eso último, al final confiesas que tengo razón, siempre la tengo. —Paseó por la estancia con total tranquilidad pero la frialdad que emanaba de sus palabras y sus movimientos eran inhumanos. Realmente me odiaba—. Además eres incapaz de mantener una relación interpersonal, solo piensas en ti misma, te encierras en tu propio mundo y puedes estar días y días desaparecida.

Me levanté furiosamente. La silla chirrió de la brusquedad. Dandy se dirigió hacia mí con una sonrisa de oreja a oreja. No me cabía duda de que disfrutaba del momento.

—Al menos yo tengo modales no como tú que te pasas toda tu miserable y patética vida insultando a los demás para obtener lo que quieres porque, ¡oh! ¡claro! Mamaíta siempre está ahí para defender y consentir a su niñito mimado. Eres un estúpido incompetente y un celoso que no sabe hacer las cosas por sí mismo.

Mott tiró la copa con rabia que se estrelló contra el suelo, llenando el rincón de la estancia en diminutos cristales: tan brillantes y cortantes como su propia alma. Se dirigió a mí con la misma rabia. No di un paso atrás y me enfrenté a él.

—¡Cómo te atreves a insultarme!

—¡No! —le grité poniendo mis manos a la altura de su pecho y empujándolo hacia atrás—. ¡Cómo te atreves tú a reírte de mí en mi propia cara!

Dandy no perdió el equilibrio y se volvió hacia mí.

—¡No me reí de ti, solo dije la verdad!

—¡Cómete los caracoles y cállate la puta boca de una puta vez! —exclamé sin poder contenerme. Jamás decía blasfemias pero los tipos como Dandy me desquiciaban.

—¡Esa boca, querida! —exclamó Gloria sin saber qué hacer y angustiada por la situación— ¡No admito groserías en esta dulce casa!

—¡Cállate! —le gritamos Dandy y yo al mismo tiempo.

—¿Por qué no te los comes tú, eh? —me preguntó Mott con malicia, aunque él más que nadie sabía mi respuesta.

—Tanto que me conoces como dijiste —me acerqué más a él—: supongo que sabes por qué es.

Los dedos de Dandy se retorcieron en la tela del mantel, apuesto lo que sea a que estaba fantaseando con que era mi cuello.

Su mirada pesaba ante la mía. Me recompuse.

—Porque eres una lunática. —Articuló con sumo cuidado sus palabras, lo dijo con un tono tan frío que sentí que esa frialdad penetraba mi piel y me cortaba las venas tan lenta como dolorosamente.

—No —le respondí e hice un puño de tela ardiente dentro de mi mano—: Me parece alucinante que trates así la comida. Esos animales se sacrificaron y murieron para que tú digas que el plato es un aburrimiento.

Puso los ojos en blanco.

—Tienes que ir al manicomio, estás loca.

Reí con desdén, sin poder creer lo que oía.

—¿Perdona? —Mi voz sonó distorsionada como mis sentimientos e inquietudes—. El único que está mal de la cabeza aquí eres tú, tratas a las personas como si fueran basura, unos engendros.

Sus dedos se retorcieron aún más y sus ojos verdes tomaron gran peso en los míos. No me impresioné e intenté controlar mi nerviosismo. Mi debilidad.

—¿Acaso no lo son?

Negué con la cabeza.

—Él único engendro aquí eres tú. —Mi voz nunca había sonado tan gélida—. Te odio.

Breves segundos de inquietud y miradas cargadas de emociones estallaron en la estancia con su silencio lúgubre pero lleno de secretos, tan sigilosos y tan... cortantes como el cuchillo que tenía a diez centímetros de la mano. Justo en la mesa, esperando a su dominador, esperando a su víctima. Qué fácil era pensarlo, qué difícil era hacerlo. Dandy lo miró de reojo, ¿acaso pensaba lo mismo que yo?

Sin poder evitarlo, le di una bofetada que resonó varias veces en forma de eco por el gran comedor, Gloria profirió un grito ahogado y Dandy se acarició con furia su pómulo derecho que ahora estaba teñido de rojo mientras me escrutaba violentamente.

Al ver la humillación que le había hecho, estalló:

—¡Te odio, te odio, te odio! —Y se abalanzó sobre mí. Todo su cuerpo estaba pegado al mío mientras intentaba zafarme de su agarre. Perdí el equilibrio ante su cuerpo y caímos al suelo, levanté mi muslo derecho para darle un rodillazo pero una de sus manos me retuvieron, tocándome fuertemente el interior del muslo. Intenté hacer el mismo movimiento con el otro pero su pie izquierdo se puso encima del mío y me imposibilitó el golpe.

Su mano libre llegó hasta mi cuello y empezó a estrujarlo con furia, sentí que me quedaba sin aire. Movida por la desesperación, atrapé un fragmento de cristal del suelo con mi mano y se la incrusté en la clavícula. Su sangre salpicó en mi rostro y mis labios sabían a hierro, tragué sin querer y mi garganta escoció ante el ardor de la hemoglobina. Dandy gritó y se echó hacia atrás con un gemido silencioso de dolor.

—¡Oh... mierda...! —Miró con cierto asombro el cristal incrustado en su carne y se lo quitó, una cascada de sangre manchó la pared más próxima. Cuando se recompuso, tiró el fragmento con furia y como yo sabía que no podía aceptar la derrota, agarró un cuchillo de la mesa.

No había visto los rasgos de Gloria pero sabía que estaba horrorizada. Cuando Dandy se acercó a mí con el cuchillo en mano, mi campo visual me dejó ver que ella y Dora se acercaban para frenar el ataque. En ese momento, ambas se miraban enloquecidas pero yo me fijé en Dandy y él en mí. Estaba sonriendo cuando el cuchillo estaba en su mano como si se tratara de un niño al comprobar que tenía su primer juguete, su primer amigo favorito. Estaba satisfecho por todo lo que había ocurrido pero eso no quitaba el hecho de que me odiaba. En cierta parte, disfrutó de nuestra pelea o a lo que eso conlleva, el arte del éxtasis y de la adrenalina pero eso solo quedó entre nosotros dos. Ese momento tan frenético y tan... íntimo.

Lo miré imitando horror pero en el fondo, me había gustado.

En el fondo, sabía que era como él.

En el fondo, sabía que estaba tan loca como lo estaba él.

🩰🎀¡Espero que os haya gustado!🎀🩰

🎪Muchas gracias por el apoyo,
los votos y los comentarios.🎪

💕🔮Entre más interacción haya en los capítulos,
más seguidas serán las actualizaciones.🔮

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro