Capítulo 11: Llave

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YoonGi, se había quedado totalmente mudo al escucharlo. El rubio, le dio la espalda y caminó hacia la puerta, la abrió y salió de ella dejando al castaño confundido. Este, volvió a mirar hacia el techo y analizó las palabras. No comprendía que decía, el idioma era diferente. Adolorido, empezó a vestirse e hizo una mueca cuando se levantó de la cama y se colocó su ropa interior y pantalones. Se colocó la camisa y zapatos. Soltó un quejido al enderezarse y cogió el collar de la cama. Lo observó entre sus manos y miró la cruz plateada. Volvió a mirar al techo y se llevó las manos a la cadera.

—¿Qué idioma es? No es ni hebreo, ni inglés, ni alemán. Nunca había escuchado de eso. —pasó saliva.

No había escuchado la puerta abrirse, pero escuchó una respiración agitada a sus espaldas. YoonGi, se giró encontrándose con el seguidor de Tobías; MinGi.

—Es latín. —dijo. —Y significa final. —su expresión era terrorífica, como si supiera algo.

—¿Dónde está la biblioteca? —preguntó el castaño.

—Yo te llevaré, pero tiene que ser rápido antes de que padre toque las campanas. —retrocedió. —Ahora, sígueme.

YoonGi, se apresuró en caminar hacia él y los dos salieron de la habitación. Pasaron por el pasillo vacío y misteriosamente silencioso. MinGi, lo dirigió al final del pasillo, una puerta que estaba sellada. YoonGi arrugó el ceño. Había escuchado los rumores de los chicos que vivían ahí y habían dicho que por ese lugar nadie conocía y salía un espantoso olor putrefacto.

Vio a MinGi, despegar trozos de cinta haciendo que aserrín flotara en el aire. Vestía de una túnica blanca y debajo llevaba un pantalón negro. Se levantó un poco esta y sacó un manojo de llaves, llevando una al gran candado que se encontraba en la puerta. Raramente, esta puerta estaba sola en el pasillo, no había otra a su lado o incluso a unos centímetros. Estaba totalmente sola.

Luego de dos minutos, MinGi miró a YoonGi por encima del hombro y empujó la puerta haciendo que YoonGi le dieran ganas de vomitar por el olor. MinGi, se tapó la nariz y el castaño hizo lo mismo. Para hablar, YoonGi dejó de respirar.

—¿Por qué huele tan mal?

—Son los cadáveres. Aquí se ocultan. —MinGi, se llevó el ante brazo para tapar su nariz y boca y así entrar al lugar.

YoonGi, lo siguió en silencio y metió su rostro en su suéter azul. Tapando su nariz y boca. Bajó las escaleras detrás de MinGi, cerró la puerta detrás de él y se sumergió en la oscuridad. Siguiendo a poca luz la túnica blanca de este. Donde pisaba, eran como algunas rocas, pero podía escuchar agua gotear o eso quería creer él.

—Por favor, sigue adelante e ignora cualquier tacto inigualable. —le dijo.

YoonGi, pasó saliva y siguió caminando. Su corazón latía con rapidez y ni hablar de su sudor. Sentía su boca reseca y apenas podía respirar por el horripilante olor. Al final de eso, presenció una opaca luz amarilla que salía de una puerta al final del lugar, la cual estaba entreabierta. MinGi, se acercó a ella y la empujó dejando pasar a YoonGi.

—Debo irme, padre me necesita. —dijo. —Tienes la llave, encontrarás fácilmente a que puerta pertenece. Simplemente sigue el pasillo. No entres a las habitaciones si no quieres asustarte. —dicho eso, regresó por el mismo camino.

YoonGi, abrió un poco más la puerta, dejando la luz salir y alumbrar un poco el lugar. Casi vomitaba al ver tantos cuerpos muertos y grandes charcos de sangre. Entró por la puerta y la cerró tras de él. La luz amarilla opaca, claramente se veía un largo pasillo y tres puertas. Una en la pared derecha, otra a la izquierda y la tercera al final del pasillo. La que precisamente estaba a unos centímetros de él.

El castaño volvió a respirar, pero seguía sintiendo el horrible aroma. Sentía el estómago revuelto y las ganas de vomitar eran inevitables. Pasó saliva y dejó respirar por unos segundos, mientras caminaba con rapidez hacia la última puerta. Se lamió los labios y vio el collar que mantuvo en su mano todo este tiempo. Observó la cerradura de la puerta y exactamente como había dicho TaeHyung, tenía la forma de una cruz.

Acercó la cruz a la cerradura y la introdujo en la abertura. La giró a la derecha hasta escuchar un clic. Se mordió el labio inferior y empujó la puerta de madera, haciendo que esta emitiera un chillido. La puerta se abrió por completado dejando ver una amplía habitación llena de estantes, una gran mesa en círculo llena de sillas a su alrededor. Había libros viejos por todos lados y había mucho polvo.

Entró del todo a la habitación y cerró la puerta detrás de él luego de sacar la llave de la cerradura. Se colocó la cadena en el cuello y avanzó por el lugar. Tenía que encontrar ese libro lo antes posible, pero ¿Dónde mierda estaba? ¿Dónde habían escondido ese libro?

El castaño empezó a revisar los estantes por sus hombres y de vez en cuando tomaba un poco de aire, para seguir con la búsqueda. Encontró libros religiosos, enciclopedias, historia del siglo 19, posesiones y demás. Pero, ¿Dónde estaba la bestia?

—¿Buscas el libro? —una voz hizo que su piel se erizara. Se supone que estaba solo.

Él se quedó rígido frente a un estante y tragó saliva. Su corazón golpeó sus costillas al sentir el miedo apoderarse poco a poco de su cuerpo. YoonGi, deslizó su mano por un libro y se giró temeroso para mirar hacia atrás encontrándose con un joven chico de pijama blanca sentado en una de las sillas que se encontraban en la mesa.

—¿Buscas para saber de la bestia? —insistió. Su cabello castaño claro brillaba un poco por la luz luna que entraba por una pequeña ventana.

—¿Quién eres? —preguntó.

—Ah, eso no importa. —dijo. —No has respondido mi pregunta. —se levantó de la silla. —¿Lo buscas? ¿Para qué?

—Yo, solo lo necesito... —el nerviosismo se apoderó de su cuerpo. —Tengo que ayudar a alguien.

—A JiMin. —se cruzó de brazos y caminó hacia el castaño. —Él está en la posesión de transformación mental completa. Solo falta el ritual de media noche y los sacrificios de los vírgenes. —comentó.

—¿Sacrificios? —arrugó el ceño YoonGi.

—Sí, Mort te lo dijo antes de salir de la habitación. ¿Por qué irían al bosque de noche? ¿Por qué solamente los chicos del primer piso y no lo de los segundos y terceros? —dijo. —Creo que te estás haciendo el idiota, YoonGi.

—¿Quién eres? ¿Cómo sabes todo eso? Nunca te había visto en mi estancia aquí.

—Soy mucho mayor que tú, llevo años viviendo en este lugar. He visto tantos sacrificios que yo solamente le doy la bienvenida a las personalidades olvidadas. —YoonGi, arrugó el ceño. No entendía a lo que se refería. —Al parecer no sabes la verdadera historia de la bestia. —sonrió.

YoonGi, lo vio caminar con las manos en la espalda, mientras miraba alrededor del lugar con una pequeña sonrisa. Se acercó a un estante que se encontraba en frente del castaño y le señaló un libro.

—Debes tener la llave con la que entraste a este lugar. —dijo. —Ven aquí. —YoonGi, se lo pensó unos segundos para luego avanzar hacia él. Se acercó al lugar y estiró la mano para tomar el libro que estaba en el estante. —Solo coloca la llave y busca las dos últimas páginas.

—Tú... ¿En serio cómo sabes todo eso? De lo que es JiMin o lo que está pasando aquí. —dijo YoonGi.

Observó el grueso libro en sus manos y vio una pequeña cerradura en forma de cruz. Cogió el collar y acercó la cruz plateada al símbolo que tenía, la puso encima de este y escuchó un clic. La cerradura se abrió.

"Última bestia; azul. No la controles o domes. No la retes o mientas. Solo engáñala para que deshacerte de ella. Recuérdale el dolor, el triste suceso de su amargo nacimiento. De su horrible pesadilla. Poco a poco, en luna llena, antes del sacrificio, engáñala."

YoonGi, leía cada vez más, pero para poder engañarlo tenía que conocer sobre su nacimiento. ¿Qué provocó tanta venganza e ira? ¿Qué fue lo causante? JiMin, siempre habló de Kan, lujuria descontrolada y tenía el temor de volver a llegar a su dolor. Pero, ¿Mort? ¿A qué le temía Mort en realidad? ¿Cómo ahuyentarla de la mente de JiMin?

—Conocí a JiMin desde que llegó aquí. Vi como masacraban viva a su madre y como me entregaban al rojo vivo su corazón en el ritual de la luna. Ahí, en aquellos ojos azules posados en ese pequeño, a pesar de que no haya visto lo sucedido, tiempo después lo descubrió. La encontró muerta en este lugar, el mismo en donde entraste para llegar hasta aquí. —dijo. —Mort, solo busca saciar su dolor en matar. Que aquellas personas que quieren a alguien sientan el mismo dolor de pérdida que él sintió al ver a su madre. —miró a YoonGi. —Fue difícil para mí escucharlo gritar las noches y no detenerlo en asesinar a los chicos nuevos que ingresaban. Simplemente, Mort me ignoraba. —él se cruzó de brazos y soltó un suspiro. —Fingió no verme desde hace mucho tiempo. Él dejó que su enojo lo dominara y JiMin lo aceptó.

YoonGi, arrugó el ceño. Tenía tantas preguntas de como ese chico sabía tanto de JiMin y de lo que sucedía. ¿Quién en realidad era él?

—Yo fui quien le enseñó el cadáver de su madre. Podía hacer que él viera lo que yo quería. Un niño, por ejemplo. —sonrió. —Tu mente estará volando, pero... a las personalidades se les llaman demonios mentales. Kan y Mort son dos viviendo en JiMin y los adoptó dentro de este convento.

—Me estás confundiendo.... ¿Tú quién eres?

—Para ellos, la bestia era yo. Mantenía mis dos demonios dentro de la cabeza. Dem, maldad y aflicción. Lua, temor y deseo. —dijo. —Soy un alma que aún no encuentra descansar.

YoonGi, dio algunos pasos hacia atrás asustado. Dejó caer el libro al suelo sin quitarle la mirada de encima de terror.

—Soy indefenso. —dijo. —No puedo ni poseerte, no puedo hacer nada. Solo puede verme. —sonrió. —Soy SeokJin, hijo de Tobías. —los ojos de YoonGi se abrieron. —Y precisamente, él fue quien hizo aquel ritual de las bestias y luego me mató.

—Eso quiere decir que... —YoonGi, se acercó. —También matará a JiMin y simplemente ha estado engañando a Mort.

—YoonGi, ¿Por qué crees que la madre de JiMin trajo a un pequeño a un convento? Su hijo no tenía nada demoníaco. Solo necesitaban otro experimento. Yo no le funcioné, JiMin sí.

Atónito por escuchar eso. YoonGi, escuchó las campanas sonar, ya se iban y quedaba poco tiempo. YoonGi, recogió el libro y leyó la última página cuando las campanas dejaron de sonar.





























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