𝐜𝐚𝐭𝐨𝐫𝐜𝐞

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𝟑𝟏 𝐝𝐞 𝐨𝐜𝐭𝐮𝐛𝐫𝐞 𝐝𝐞 𝟐𝟎𝟎𝟒

El día de Halloween de ese año Emma estaba muy emocionada por varias razones.
El profesor de literatura les permitió repetir el examen antes de las recuperaciones de después de Navidad y lo hizo perfecto.

La segunda, era Halloween y no estaba enferma. De alguna manera los últimos tres años no había podido celebrarlo por diferentes enfermedades que le surgían poco tiempo antes de la festividad.

La tercera, Skandar había conseguido volver a Londres para aquel fin de semana. Era domingo, pero al día siguiente no había clase porque era un día festivo. Así que esa noche aprovecharían para pasárselo lo mejor que podían.

El disfraz que Emma escogió para ese día fue de bruja. Se sentía atrevida y optó por un disfraz algo picante, no demasiado, pero quería ir atractiva.
El disfraz consistía en un pequeño vestido corto de color negro. Era de mangas cortas y con un escote curvado. Tenía unos lazos que ajustaban bien la parte delantera y la falda del vestido consistía en un vuelo que no llegaba ni a la mitad del muslo. Se colocó unos pantalones cortos negros de deporte para que no se le viese hasta el alma cuando se tuviese que agachar. Optó por unas medias carnes y unas botas militares negras. Finalmente, completó el look con un gorro puntiagudo de bruja.

—Al menos ponte una chaqueta -Bromeó Anna. Su amiga abrió el armario y sacó un abrigo de color negro también para que Emma se lo pusiese encima.

Emma rió un poco y se lo colocó. Igualmente me venía bien ir tapada antes de salir de casa, puesto que había altas posibilidades de que sus padres no la dejasen salir de casa como iba vestida.

Anna se había disfrazado de caperucita roja.

—¿Dónde hemos quedado? -preguntó Emma mientras salían de la habitación.

—En la puerta del instituto –respondió Ben mientras las esperaba en el pasillo, sorprendiéndolas. Emma frunció el ceño–. Sí, exacto. Vamos a la fiesta con vosotras.

—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó Emma.

Anna, Emma, Rachael y Daisy habían quedado en salir juntas esa noche para ir a la fiesta de Halloween de Harper Fox, que milagrosamente las había invitado.

—Porque queremos ir con vosotras —respondió simplemente su hermano.

—¿No tienes mejores planes de universitario? -le espetó Emma.

—No.

—¿Qué pasa porque venga?— le preguntó Anna — No es un problema.

Emma miró a su amiga con ojos desorbitados, ¿le daba la razón a su hermano antes que a ella? Entonces lo recordó. A Anna le gustaba Ben.

—Mejor os dejo solos en el camino de ida —le contestó a su mejor amiga para comenzar a bajar las escaleras.

Podía imaginarse perfectamente la cara de sorpresa y las mejillas encendidas por la vergüenza de Anna. Sonrió un poco para sus adentros para que no viese que se divertía con hacerla sonrojar por su hermano.

Antes, Emma llevaba peor el tema de la tensión entre su mejor amiga y su hermano. Aún le molestaban algunas cosas, puesto que Anna lo defendía en muchas peleas entre los dos. Pero si tenía que pensar en alguien que le gustase como cuñada, no podía imaginar a alguien mejor que a Anna. Tampoco podía imaginar a alguien mejor para ella que su hermano.

Cuando llegó hasta abajo, se sorprendió al ver a sus abuelos allí sentados, en el salón. Se acercó a ellos y les dio besos sonoros y largos abrazos. Los adoraba completamente.

—¿Así vas a ir disfrazada? —preguntó su abuela con confusión—. ¿Con un plumas negro enorme y unas botas?

—Eh... Sí —respondió ella con timidez. No quería saber cómo reaccionarían sus abuelos si viesen lo que ella realmente llevaba puesto debajo de su chaqueta.

—Antes deberíamos hacer una foto, ¿no? —preguntó Thomas acercándose a los tres disfrazados con su cámara.

Ben iba disfrazado de alumno de Hogwarts en el universo de Harry Potter, con el uniforme del instituto pero con la capa de Hogwarts. El logo de la casa era de Hufflepuff, pues Ben aseguraba ser de esa casa. Emma se veía más como una Gryffindor.

Los tres se posicionaron frente a la cámara con amplias sonrisas. El disfraz de Emma no se vería en la foto para el recuerdo, pero eso era preferible a que le gritasen por ir así vestida.

Finalmente, se despidieron de todos y salieron a la fría calle. Ese día había niebla y las luces en las calles destacaban entre toda esa espesa bruma por las decoraciones de Halloween que habían en todas las casas del barrio.

Su instituto estaba a diez minutos andando, por lo que Emma tuvo que sujetar vela en el camino. Ben solo hablaba con Anna, y Anna parecía estar a punto de desmayarse cuando el muchacho la miraba fijamente a los ojos.

—El tío medía como como dos metros, ¿sabes? –le decía a la morena–. Pero yo iba muy valiente por toda la cerveza que había bebido, así que me acerqué a él y le dije un par de cosas para que se calmase un poco.

—¿Qué dices?— Anna abrió los ojos con sorpresa.

Emma puso los ojos en blanco escuchando aquella historia. Ben llevaba contándola una semana por lo menos. En la última fiesta universitaria a la que asistió hubo una pelea que empezó él con otro tío que parecía un gigante. Cada vez que la contaba añadía algo nuevo y más impresionante. En ese momento ya se estaba pasando de todo lo que inventaba, pues Anna estaba escuchándolo.

—Me pegó un puñetazo —dijo señalando su pómulo, un poco enrojecido—. Antes se me notaba más.

— ¿Te dolió mucho? —Anna miró con preocupación aquella zona.

Ben negó con la cabeza haciéndose el fuerte.

—Parece peor de lo que fue realmente.

Ahí Emma tuvo que reír fuertemente. Los dos la miraron con confusión.

—¿Qué dices? —Emma estaba a punto de morir de la risa—. Estuviste dos días poniéndote hielo ahí porque decías que te había roto los huesos de la cara.

Ben enrojeció de la vergüenza y Anna sonrió un poco al escuchar eso.
El chico iba a replicar con mal humor, pero Anna se adelantó con voz dulce.

—Da igual, el caso es que le plantaste cara —dijo posando su mano en el hombre del chico. Ben pareció complacido—. Seguro que fuiste muy valiente.

Emma los miró con un poco de ternura, pero sintiendo asco a la vez. Sin estar juntos podían ser de lo más cursis, pero le alegraba saber que a Anna siempre le gustaría Ben a pesar de las tonterías que hiciese o contase.

Llegaron hasta la puerta del instituto, donde los esperaban Daisy, William y Skandar.

—¡Hola! —exclamó Emma, aliviada de no tener que seguir sola con la pareja.

—¡Hey! —respondió Skandar—. ¿De qué vas disfrazada? —frunció el ceño.

Todos parecían igual de confusos, Halloween era la festividad favorita de Emma y no podían creer que en una noche en la que pudiese salir no hubiese aprovechado para ponerse su mejor disfraz. Emma sonrió con picardía a la vez que abría su abrigo con lentitud y les enseñaba el vestido que llevaba puesto, y después se colocó el sombrero de bruja que había guardado en el bolsillo del abrigo.

Todos abrieron los ojos con sorpresa. Vio cómo William tragaba saliva.

—De bruja— terminó de contestar Emma.

—De bruja sexy, quieres decir -comentó Daisy sin dejar de mirarla.

Emma rió un poco.

Los demás también iban disfrazados. Skandar iba vestido de cowboy, Daisy de hada y William iba guapísimo. Emma tampoco podía dejar de mirarlo. Esa noche había optado por ir vestido del fugitivo y ladrón Clyde Barrow. Llevaba un sombrero negro, una camisa blanca, unos pantalones negros con unos tirantes que se ajustaban en estos del mismo color. Llevaba una chaqueta negra colgada del brazo y se había maquillado con magulladuras, heridas de sangre y con suciedad por la cara y la camisa.

Todos comenzaron a hablar entre ellos y Emma se acercó a él lentamente.

—Me lo llegas a decir y me disfrazo de Bonnie Parker —le dijo en voz baja y una pequeña sonrisa.

—Habría quedado bien, pero creo que ese disfraz que llevas me gusta más.

Skandar, que los escuchó, simuló que vomitaba y se apartó de ellos. Emma no pudo evitar reír y William la miró con una pequeña sonrisa también.

Rachael apareció unos minutos después disfrazada de pirata. Iba guapísima.

Todos se pusieron en marcha para llegar a la casa de Harper Fox, donde asistirían todos los del instituto, e incluso universitarios como Skandar y Ben. Emma no se preocupaba por Harper respecto a William, pues ella ya tenía novio también.

—Para quejarte siempre de las cosas de brujería de las que hablo —comenzó a decirle Rachael a Emma—, parece que te gusta mucho ir de bruja.

—Es que me gusta como me queda -le sacó la lengua en respuesta. Luego miró a Skandar mientras andaban por la acera—. ¡Ey, Skandar!

Skandar la miró y se acercó lentamente.

—¿Has conocido muchas chicas allí en Cambridge?

Skandar se encogió de hombros, restándole importancia.

—Sí. Pero bueno, he ido allí para estudiar.

Al final Skandar se matriculó en un grado de Historia Persa y no sé qué más, era historia de muchas cosas y a Emma le daba pereza pensar en todas las que eran. Skandar era muy concienzudo en el tema de los estudios y quería dedicarle el mayor tiempo posible. Pero William comenzó a reír al escuchar la respuesta de su amigo.

—¿Qué dices? ¿Y Riley qué?

Emma miró a Skandar con los ojos muy abiertos por lo que había escuchado.

—¿Qué Riley? ¿Estás con una chica?

Skandar parecía algo avergonzado. Emma se lo había preguntado de broma; porque sabía que a Skandar esas cosas le daban igual. Pero nunca se imaginó que realmente se fuese a fijar en una chica.

—¡No estoy con ella! —se excusó y en la voz le salió un gallo por los nervios—. Simplemente la estoy conociendo.

—Pero estás ilusionado, ¿o no? —William pasó su brazo por los hombros de Emma y miró a su amigo con una sonrisa divertida.

Skandar resopló y se separó de ellos, lamentándose haberse acercado a la pareja. Emma y William se miraron divertidos por la reacción del moreno.

Entonces se sorprendieron al encontrarse con sus hermanos pequeños por la calle. Les quedaban unas cuantas calles hasta llegar a la casa de Harper Fox.

Benjamin iba disfrazado de pirata al igual que Rachael, Jack iba vestido de Scarface. Lulu había optado por vestirse de Daphne de Scooby Doo y su amiga Cleo iba de Velma. Cleo había empezado a juntarse con el trío aquel curso, había llegado nueva a Londres.

—¿A dónde vais? —les preguntó Ben.

—¡Vamos a la casa embrujada! —exclamó Jack en respuesta. —¿Vosotros?

—A la fiesta de Harper Fox —respondió Daisy.

—Qué aburrido —resopló Benjamin.

—Eso no lo dirás cuando seas más mayor —le dijo su hermano, aún con Emma bajo su brazo.

—No, en serio —decía Lulu, muy emocionada—. Nos ha contado de todo sobre esa casa. Un montón de cosas que no se pueden explicar.

—¿Pero no es una casa embrujada de mentira? Ya sabes, para Halloween y eso -Emma frunció el ceño.

—No —Jack negó con su cabeza—. Es de verdad. Os lo juro, es mil veces mejor que estar en la casa de esa.

—Yo me apunto –respondió su hermana sonriendo.

Todos la miraron con confusión. ¿Por qué había cambiado de opinión? Antes parecía muy emocionada por ir a la fiesta porque según ella tenía ganas de "pillarse un pedo". Pero ahora la idea de la casa embrujada la atraía más.

—¿Pero qué dices? —preguntó Rachael—. Antes querías ir a la fiesta.

—Ahora me apetece más la casa embrujada.

Benjamin rió y chocó los cinco con ella.

—¿Vamos a ir a la casa embrujada? —preguntó William mirándola de cerca, desconcertado.

—Vosotros podéis ir a la fiesta —Emma se encogió de hombros—. No quiero que vosotros cambiéis de plan. Yo quiero ir a esa casa.

—Joder, Emma. Siempre destrozando los planes— Ben puso los ojos en blanco.

Emma se soltó del brazo de William y se acercó a su hermano pequeño y sus amigos mientras miraba a Ben con enfado.

—Yo me voy con ellos, no estoy destrozando ningún plan. Haced lo que vosotros queráis.

—Yo también quiero ir —Anunció Daisy. Ella no se lo pasaba bien en las fiestas, así que la opción de la casa embrujada le parecía bien.

—En verdad... Yo también prefiero ir a esa casa —Rachael los miró con disculpa y se acercó a las chicas.

Skandar rió un poco y también se unió al grupo de la casa embrujada. Los demás los miraban sin poder creerlo, no se esperaban ese cambio de planes tan brusco.

—Emma —William la miró con molestia. —¿Me dejas solo?

—Tienes a tus amigos en la fiesta.

William hizo sus labios una fina línea y juntó sus cejas, estaba claramente molesto por lo que ella hacía y decía.

—Pero yo quería ir contigo —respondió entre dientes. Pero todos le escucharon.

No pudieron evitar reír un poco y sonreír, porque no estaban acostumbrados a escuchar frases bonitas entre los dos, aunque tuviesen algo, no solían ser muy melosos. Emma sintió pinchazos en el estómago al escuchar esas palabras. William la miraba con intensidad.

—Yo... —comenzó a hablar ella, sin saber qué decir.

—Voy con vosotros —William negó con la cabeza repetidas veces, sin poder creerse lo que hacía, y se acercó al reciente grupo.

Anna y Ben los miraban a todos con incredulidad.
Anna miró a Ben con cara de disculpa.

—Si no puedes contra tus enemigos, únete a ellos —murmuró ella.

Ben sonrió un poco y se agarró a Anna de la mano para acercarse al grupo. Lulu parecía muy contenta de ver que su hermana mayor se unía a ellos. Emma y Jack se dirigieron una rápida mirada divertida al ver cómo Ben había agarrado de la mano a su amiga.

—¡Vais a flipar! —Gritaba Benjamin.

Les comenzaron a guiar por las calles de Londres. Los pequeños aprovecharon para ir pidiendo chuches en las puertas de las casas cercanas mientras los demás los esperaban.

—Te maquillaste el chupetón —le susurró William a Emma.

Cuando se encerraron en el armario de limpieza, William le había hecho un chupetón
a Emma en el cuello, y ella no se dio cuenta hasta llegar a casa y mirarse en el espejo. Por fortuna ese día llevaba el pelo suelto y la única bronca que recibió fue por lo ocurrido durante el examen. Si sus padres llegasen a ver esa marca en el cuello no habría cabello que la salvase.

—Ya ha desaparecido casi por completo —respondió ella dándole una cara de pocos amigos. William se había tomado aquella situación con mucho más humor que ella.

Para cuando llegaron a la "casa embrujada" eran ya las ocho de la noche, y eso que habían quedado a las siete en la puerta del instituto. Había anochecido por completo y por esa zona de los suburbios de la ciudad no habían muchas luces de decoración ni muchas personas. A Emma le recorrió un escalofrío por todo el cuerpo, aquel lugar no le daba buenas vibras.

Se sintió un poco resguardada porque eran un grupo numeroso, pero eso no hacía menores sus temores.

En realidad los pequeños tenían razón, aquella casa daba miedo y aún no habían ni entrado en ella.

¡Con lo bien que habrían estado en casa de Harper Fox con calor de la calefacción y unas cuentas bebidas y pizza!

Tuvieron que saltar una valla con dificultad y después terminaron en el césped del jardín que daba a la enorme casa. Tuvo que ser una especie de mansión preciosa en el pasado, pero ahora era una casa abandonada y con pinta de estar a punto de derrumbarse.

William miró la casa de terror y preocupación en Emma y rió un poco.

—¿No me digas que tienes miedo? —la chica lo miró al escuchar aquellas palabras—. Tú has sido la que querías venir.

Emma se recompuso y alzó la cabeza con orgullo, y puso cara de indiferencia.

—No tengo miedo.

—Lo que tú digas...

Llegaron hasta la puerta entre todos. Jack, Benjamin y Lulu parecían muy emocionados de estar allí. Cleo no paraba de repetirle a Lulu que se sentía incómoda en aquel sitio con expresión de estar a punto de llorar.

Ben y Anna se abrazaban mutuamente, los dos estaban aterrorizados y no tenían muchas ganas de entrar.

Rachael parecía muy emocionada de estar en un sitio como ese y no paraba de repetir que notaba presencias y energías extrañas en aquel ambiente.

Skandar le daba la mano a Daisy, que parecía un poco asustada.

—Pensándolo mejor... -comenzó a decir la rubia- habríamos estado mejor en una fiesta.

—¿Verdad que sí?— respondió Anna con la voz en un hilo.

—Oh, por favor —Emma puso los ojos en blanco, tratando de parecer la valiente del grupo—. Es una simple casa. Aquí no hay nada. Venga, entremos.

Fue la primera en atreverse a empujar la puerta de entrada, y todos se sorprendieron al ver que esta cedía y se abría, dejándoles paso al interior de la vivienda.

Emma maldijo internamente. Había tenido la esperanza de que fuese imposible abrir aquella casa y que no pudiesen entrar. Ahora debía ir la primera por haber conseguido abrir la puerta.
Se escuchaban gritos ahogados detrás de ella.

Benjamin se puso a su lado y encendió una linterna que traía consigo.

La luz del aparato dejó ver la entrada destartalada de la casa. Era un lugar enorme, antiguo y vacío. Tenía unas grandes escaleras que daban a la planta superior, de las cuatro que había. Eran escaleras que parecían provenientes de algún castillo y la decoración era muy vieja pero bonita, aunque sucia y llena de polvo después de tantos años en desuso.

Todos terminaron de entrar y se escuchó un portazo detrás de ellos. El viento había cerrado la única salida. Al menos sabían que podían salir cuando quisieran.

—Ey, espíritus—dijo Emma para romper el hielo—, soy yo, Emma. Vuestra chica.

—Cállate, idiota —susurró Daisy con molestia.

—Numerosas malas decisiones me han llevado a este momento —dijo Skandar en voz alta mientras avanzaban por el interior de la casa, y analizaban lo que había—. Una de ellas, hacerme vuestro amigo. Otra, hacer caso a la estúpida de Emma.

—¡No soy estúpida!

Entonces una luz se encendió en el techo durante unos segundos, y no dejó de parpadear hasta finalmente apagarse de nuevo. Todos soltaron un pequeño grito, y Emma corrió a abrazar a la primera persona que vio, aunque no sabía quién era.

—¡Will! —Gritó Benjamin— ¡tu novia me está metiendo mano!

—¿Qué? —preguntó William, desconcertado.

Emma se separó rápidamente del rubio y le dio una colleja, Benjamin se quejó a la vez que Emma buscaba a William a oscuras. La linterna de Benjamin apuntaba a las escaleras.

—¿William?— preguntó ella tocando un rostro. Las facciones que tocaban parecían encajar con él.

—No... —susurró con voz grave— Soy un fantasma... uuhh...

—Por Dios, déjalo —dijo ella.

William rió un poco a la vez que la abrazaba por detrás después de que ella se diese la vuelta. Aunque ella actuaba como que esos gestos de cariño le enfadaban, sonreía para sí misma y dejaba que William fuese todo lo afectuoso que quisiese.

La luz volvió a parpadear, dejando a todos en silencio completo. Abrieron muchos los ojos con terror.

—Son momentos como estos, los que nunca olvidaré— comentó Ben con algo de miedo en su voz.

—Con un buen terapeuta, yo puede que lo haga —respondió Skandar, y tragó saliva.

—No os preocupéis chicos, todo el mundo le tiene miedo a algo -les dijo Rachael.

—¿Incluso tú? —le preguntó Jack.

—No —Rachael sonrió cuando Benjamin le apuntó con la linterna—. Yo estoy disfrutando con esto.

Emma pensó que tenía una amiga muy, muy rara.

Notaba los labios de William en su cuello mientras los demás hablaban. No solían ser muy melosos delante de los demás pero a William no parecía importarle al estar prácticamente a oscuras.

En ese momento se escucharon susurros provenientes de arriba de las escaleras, murmullos de personas. Emma soltó un grito ahogado a la vez que los demás se asustaban. Ella se agarró fuertemente a William dándose la vuelta y apoyando su cabeza en su pecho con terror.

—¿Qué ha sido eso? —Preguntó Benjamin apuntando su linterna hacia el lugar de donde provenían las voces.

—¡Shhh!— le dijo Lulu en un susurro— ¡No digas ni una palabra!

Benjamin la miró unos segundos apurándola con la linterna, con expresión seria.

—... fervoroso —dijo el rubio finalmente.

Lulu miró con enfado a Benjamin, pues evitaba que ella pudiese escuchar las voces con claridad.

—¡Benjamin! ¿Qué acabo de decir?

—Oh, ya veo. Hace dos semanas cuando jugamos al Scrabble no era una palabra, pero ahora lo es. Qué conveniente para ti.

—¿Te quieres callar de una vez?

Entonces se escuchó un chillido por parte de uno de los presentes. Todos miraron con terror hacia Daisy, que había sido la que había gritado.

—Acabo de notar a alguien agarrando mi trasero.

—¿Qué? —preguntaron William y Emma a la vez, aún abrazados.

—¡Hijo de puta! —gritó Benjamin a nadie en concreto al escuchar lo que su hermana había dicho.

—¿Le acabas de llamar hijo de puta a un espíritu?—Cleo estaba muy confundida.

—Esto sería muy gracioso si no me estuviese pasando a mi... —Susurraba Daisy con una mezcla de pavor y preocupación.

Emma miró a William y después se separó de él. Miró a los demás y silbó para que la miraran.

—Tenemos que hablar con ellos —Dijo ella con convencimiento— si queremos una aventura al completo aquí metidos.

Estaba asustada, pero no había llegado hasta allí para nada.

—Hay que sacarles algún tema de conversación —asintió Lulu.

—¿Un tema de conversación? —repitió Anna con miedo—. ¡Estamos hablando de espíritus!

—¡Venimos aquí por cosas de cultos peligrosos! —Gritaba William con fuerza. Todos lo miraron con confusión— ¡Yo que vosotros me asustaría, espíritus!

—¡Eso! —continuó diciendo Jack— ¡Comedme el culo, espíritus!

Las luces volvieron a parpadear a la vez que una puerta cerca de ellos se cerraba con fuerza y escuchan cómo algo caía dentro de una sala cercana. Todos gritaron.

—Por favor, no me comáis el culo, espíritus —sollozaba Jack, aterrorizado. Se abrazó rápidamente a Benjamin.

—Estoy intentando mantenerme positiva —decía Rachael, ahora comenzando a asustarse—. Pero creo que aquí es donde vamos a morir.

—Quiero salir de aquí. —dictaminó finalmente Ben.

Todos parecían de acuerdo. No habían conseguido ni pasar de la entrada de la casa, pero daba mucho miedo. No podían aguantar más tiempo allí metidos.

Todos asintieron y corrieron hacia la puerta de salida a la vez que escuchaban un grito proveniente de la planta de arriba. Todos gritaron con terror al escuchar aquello a la vez que abrían la puerta por fin y salían corriendo por patas hacia el jardín.

Emma gritaba y corría como nunca mientras trataba de subir la valla de nuevo. Todos llegaron hasta la otra parte de la valla y Emma, por los nervios, cayó al suelo golpeando su barbilla.

Los demás ni se fijaron por el miedo y corrían lejos de la casa. William se percató de que la chica se levantaba adolorida y corrió hacia ella.

—Ay —decía Emma frotando su barbilla con dolor.

— ¿Estás bien? —le preguntó el chico con preocupación mientras la miraba con intensidad.

—No —susurró ella con lágrimas en los ojos por el dolor que sentía en el mentón, aunque no llegaba a llorar.

Quitó su mano de la barbilla y William abrió mucho los ojos al ver la herida que la chica tenía en esa zona. Le salía sangre, aunque no parecía que se hubiese abierto la barbilla.

—Salgamos de aquí —dijo el apresuradamente lanzando una última mirada a la casa.

[...]

La casa que les había pillado más cerca era la de Benjamin, William y Daisy; por lo que todos estaban allí.

Habían corrido como unos posesos y cuando llegaron hasta allí Peter y Juliette estaban muy preocupados por las expresiones que todos tenían en sus caras.

En ese momento, William curaba la herida de Emma en el cuarto de baño de la planta de arriba. Los demás estaban en el salón asimilando lo que acababan de vivir, no sabían ni cómo hablar del tema.

William limpiaba la herida con delicadeza mientras soltaba alguna que otra broma para hacer reír a Emma.

Ella miraba con ternura cómo el chico analizaba la herida de cerca, asegurándose de que la desinfectaba y la limpiaba.

—Podrías haberte hecho algo mucho peor.

—Ya sabes, en ese momento me daba igual todo, me estaba persiguiendo un espíritu.

Los dos rieron un poco, aunque sus corazones latían con mucha rapidez por la adrenalina de toda la noche. Juliette había insistido en curar ella misma la herida, pues se preocupó mucho al ver la herida, pero William se empeñó en que lo haría él.

Ahora Emma estaba sin su abrigo, solo con su vestido, y se había dejado el sombrero de bruja dentro de la casa, pues se le cayó cuando salió corriendo de allí.

—Estás muy guapa esta noche —le susurró el rubio cuando dejó de curar la herida.

Emma estaba sentada en la tapa del water y William estaba agachado de manera que tenía su rostro frente al de ella. Acercó su nariz a la de la chica.

—¿Sólo esta noche? —preguntó ella, sonriendo un poco, en un susurro.

—Oh, sí —bromeó él—, normalmente pareces un gremlin.

Ella no pudo evitar reír y William acabó besándola en los labios de manera tierna y dulce. Era un beso lento y cuidadoso. Perfecto para calmar las emociones salvajes de Emma.

Se separaron y juntaron sus frentes mientras respiraban con calma.

—A veces puedes ser alguien dulce y soportable. —susurró William.

—No te acostumbres.

Pero a pesar de todo, definitivamente había sido el mejor Halloween de la vida de Emma. Había sido agitado y había pasado miedo, pero se había entretenido y probablemente aquella noche nunca se le olvidaría.

Y sobre todo estaba feliz por William, por cómo estaban. Eso no se lo diría, claramente. Pero se permitía pensarlo y sentirlo.

¡Hola! ¿Todo bien?
Yo con exámenes y eso, pero todos los días busco mi ratito para escribir porque si no se me van todas las ideas...

Decidme que os va pareciendo. ¡Hasta la próxima!

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