𝐭𝐫𝐞𝐜𝐞

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𝟒 𝐝𝐞 𝐨𝐜𝐭𝐮𝐛𝐫𝐞 𝐝𝐞 𝟐𝟎𝟎𝟒

El comienzo de su último curso de instituto fue el más extraño de toda la vida de Emma. Tenía algo extraño con William Moseley y todo el mundo se había enterado para entonces. Incluidas sus respectivas familias.

Siempre que podían aprovecharlo, Juliette y Tricia hacían alguna cena improvisada para hacerles interrogatorios. Su relación era extraña, no les gustaba ponerse cursis y melosos frente al resto de la gente y hacían como si no estuviesen realmente juntos. Sin embargo, cuando estaban solos no podían evitar ponerse muy cariñosos. Aunque tenían sus disputas de siempre, a William le gustaba callar a Emma con besos por toda la cara y ella se ablandaba.

Se habían propuesto estudiar juntos para sacar buenas notas y algún día Emma iba a casa de los Moseley para que Peter les explicase lo que estaban dando en matemáticas y asegurarse de que no volvía a pasarle lo del curso pasado.

La recuperación de mates la aprobó con un sobresaliente y Peter no pudo estar más contento por ella.

William, a pesar de haber repetido, pronto hizo amigos un año más pequeños que él. Sin embargo solía salir con Ben y sus amigos de la universidad.

Skandar se marchó unos días después de la recuperación de Emma y no volverían a verlo hasta las Navidades, puesto que quería integrarse al cien por cien en Pembroke de una vez por todas. Emma lo echaba de menos numerosas veces.

Respecto a la banda, las chicas seguían practicando pero lo habían dejado un poco atrás porque realmente querían trabajar mucho ese curso para sacar buenas notas y poder entrar en una buena universidad. A Emma la universidad no le entusiasmaba, pues no era lo que quería hacer en su futuro, pero debía dedicarse a estudiar si no quería enfadar a sus padres.

Ese día en el instituto Emma tenía un examen muy importante de literatura y estaba muy nerviosa. Aunque había estudiado bastante y se lo sabía, su mente le hacía pensar que suspendería y que se quedaría en blanco.

Estaba en la cafeteria del instituto y creería que se desmayaría de los nervios. En su mente no podía parar de repetir la estructura de los tres temas que entraban en la prueba, para acordarse de todo nada más leer las preguntas cuando viese el papel del examen.

Anna y Rachael se sentaron en la mesa junto con ella. Anna estaba igual que Emma, pero Rachael se lo tomaba con más calma. Según ella los chakras podían verse alterados y eso haría que todo saliese mal.

Emma no probaba bocado de la comida. En su bandeja tenía un plato de brócoli con beicon y queso, unas salchichas, un puré de patatas, una pieza de fruta y una botella de agua. Toda esa comida le parecía deliciosa (lo deliciosa que podía parecer la comida de un comedor de instituto), pero no le entraba nada en el cuerpo.

—Los Leo sois ambiciosos —comentó Rachael, y le dio un bocado a una de sus patatas fritas— Y soléis esforzados demasiado para que todo salga bien. Creo que deberías comer e intentar relajarte un poco.

Emma se guardó para sí misma la frase que tenía siempre en su boca cuando escuchaba a Rachael hablar del horóscopo, la cual era "me da igual cómo sean los Leo".

Rachael miró a Anna.

—Los Sagitario sois brillantes en el estudio normalmente, se aplica a ti. Soléis adquirir los conocimientos de manera más rápida.

Anna se lo tomó como un muy buen cumplido.

—¿Me estás llamando tonta? -preguntó Emma.

—Emma, como buena Leo, siempre piensas que todo tiene que ver contigo —respondió Rachael poniendo los ojos en blanco. Emma no pudo evitar reír.

Entonces William se levantó de su mesa para dirigirse hacia donde ellas estaban. Daisy ese día se sentó con las chicas de su clase. Will se sentó al lado de Emma y señaló su bandeja.

— ¿No comes?

— ¡No puedo! — respondió ella con frustración.

—Pues dame un poco —William agarró el tenedor y le dio un mordisco a una salchicha—. ¿Es por el examen? —Emma y Anna asintieron frenéticamente—. Vamos, Em. Hemos repasado el temario mil veces, te lo sabes de sobra.

—Me voy a quedar en blanco.

—No —dijo él con determinación, puso su mano sobre la de ella y la apretó con fuerza— Vas a hacer un examen de diez. ¿De acuerdo?

Emma no respondió.

—Quiero oírte decir que lo vas a bordar. —repitió él.

—Lo voy a bordar —dijo ella, tratando de convencerse.

—Sois la perfecta imagen de una relación entre un Tauro y una Leo —comentó Rachael con ensoñación. Los tres la miraron con una ceja alzada.—Los dos sois tercos pero determinados, y soléis pelear pero sentís devoción al otro. Para que luego digan que la astrología no es real.

—Real va a ser la cinta que te voy a poner en la boca como vuelvas a hablar del horóscopo —bromeó Anna riendo un poco.

William acabó obligando a Emma a comerse el puré de patatas y la mitad del plato de brócoli con beicon.

Cuando se levantaron para entrar a la siguiente clase, Emma anunció que se quedaría en la biblioteca junto con Anna para estudiar a pesar de que les tocaba química en la siguiente hora.

—Pero química te cuesta mucho -le dijo Rachael.

—Da igual. Ahora mismo literatura merece mi atención.

Anna entró en la biblioteca a la vez que Rachael se marchaba. William miró con ternura a Emma.

—Estás mona cuando estás preocupada.

Emma se quiso hacer la enfadada, pero no le salió y acabó apoyando su frente en el pecho del rubio. Tenerlo allí para ella, para calmarla, había sido un gran plus a aquel curso. Nunca pensó que William Moseley, el chico que llevaba riéndose de ella desde los siete años, acabaría siendo el mejor soporte y apoyo para ella. Realmente era increíble ver cómo la calmaba, y cómo ella después lo ayudaba a él con sus problemas. Se complementaban más de lo que nadie podría haber pensado antes.

William cogió el rostro de la chica desde sus mejillas, apretándolas como si fuesen las de un bebé, y la besó con dulzura aprovechando que no había casi nadie allí. Después la abrazó con mucha fuerza.

—¿Estás mejor? —le preguntó aún reteniéndola en sus brazos.

Emma llegaba al hombro de William, por los pelos. Para ella era la diferencia de altura perfecta.

—No puedo respirar —murmuró ella con voz tierna.

—No se supone que debas hacerlo —respondió el rubio dejando atrás la opción de soltarla.

—Oh, Dios mío —exclamó una voz detrás de ellos. Se giraron para mirar a Daisy—. Mi corazón acaba de potar.

La parejita no pudo evitar reír un poco y se separaron.

—Es decir, siempre he querido veros juntos, pero admito que me ha dado un poco de repelús —ella simuló que le daba un escalofrío conforme se acercaba a ambos.

Emma le sacó la lengua mientras William insultaba a su hermana. Daisy salió de allí y les deseó suerte para el examen que tendría lugar en menos de dos horas.

—Bueno, me voy a clase —William le dio un rápido beso en los labios a Emma y después salió de allí.

Emma lo miró andar por el pasillo y después entró en la biblioteca para estudiar con Anna.

El examen de literatura comenzó más tarde y el cincuenta por ciento de la clase estaba que se moría de los nervios. El otro cincuenta por ciento, los que no habían estudiado, estaban nerviosos por si les pillaban copiando.

Emma comenzó a responder las preguntas con rapidez y no pudo evitar sonreír para sus adentros cuando se percató de que conocía la respuesta a todas. O el examen era fácil o ella había estudiado muchísimo.

En un momento de la clase, cuando llevaban la mitad del examen, alguien le llamó en voz baja. Era Rachael. Tenía una expresión de miedo en su rostro. Estaba preocupada. Señalaba su examen.

—Emma —susurraba la chica.

Emma miró a Rachael con molestia. No tenía ganas de hablar con ella en medio de un examen.

—Qué quieres —contestó la castaña entre dientes.

—Pásame la respuesta de la tercera y la quinta pregunta, por favor.

—Vuestros ojos en el examen —anunció el profesor con voz amenazante al escuchar susurros. El corazón de Emma latió con rapidez—. No quiero oír una palabra.

Volvió a mirar el papel que tenía en su escritorio y dejó de mirar a los alumnos. Emma había puesto su mano en la frente para mirar solo a su examen, y había hecho que su cabello tapase su rostro, para que ignorar a su compañera fuese más fácil.

—Vamos, Emma. Si pones tu examen en un extremo me copio rápido y me callo.

Emma resopló con enfado y dejó su examen en el extremo cercano a Rachael. La chica sonrió agradecida y comenzó a mirar el examen de Emma mientras escribía lo que leía. Emma creía que se moriría de los nervios. La próxima vez estaría pendiente de no sentarse cerca de Rachael. Se le olvidaba que la chica tendía a preguntar respuestas en medio de algún examen.

Entonces, sin que ellas se percatasen, el profesor se había levantado de su silla al notar los extraños movimientos de ambas chicas, y se había acercado hasta ellas. Ahora estaba plantado frente a las dos con cara de pocos amigos.

—Eh —dijo mirando a Rachael.

Rachael levantó su mirada del examen y contempló al profesor con pavor reflejado en su rostro. Le habían pillado. Emma colocó bien su examen en el centro de la mesa en un intento de no parecer culpable.

—¿Cómo se está dando? —preguntó el hombre.

—Ahí va —Rachael le dirigió una sonrisa no muy convincente.

El profesor parecía furioso, pero quería contenerse. Agarró el examen de Rachael, y después le arrebató a Emma el suyo. Emma pensaba que el corazón se le saldría del pecho. No le podía estar pasando aquello a ella.

El profesor miró los dos exámenes y comparó las respuestas. Asentía con la cabeza repetidas veces mientras decía "ajá", como comprendiendo algo.

—No ha sido culp... —comenzó a decir Rachael, muy avergonzada, queriendo excusar a su amiga.

—No quiero escuchar nada. —la interrumpió.

—Escucha —trató de seguir diciendo la chica—. He tenido un finde muy movido y...

—Castigo para las dos— dijo rápidamente el profesor con voz tronadora.

A Emma se le cayó el alma a los pies. En ese momento no le salían las palabras, pero miraba a su profesor con ojos desorbitados. ¿Castigo? No podía ser.

—Después de las clases. —afirmó mirando con ferocidad a Emma. —Ya recibiréis las notas de este examen.

Emma creía que se pondría a llorar en ese mismo momento.

—¿En serio? —preguntó alguien al final de clase, con voz incrédula.

Todos se giraron para ver a William, sentado en su silla pero con una expresión de enfado puro. Miraba al profesor con cólera.

—¿Perdón? —preguntó el profesor, desconcertado por la intervención del rubio.

William se avergonzó un poco al ver que todos lo miraban a él. Pero se recompuso y siguió hablando con voz potente.

—Emma ha estado estudiando durante semanas y Rachael se copia, ¿y es Emma la que suspende el examen? —parecía muy indignado. Entonces dio un golpe a la mesa con fuerza. Todos saltaron en sus asientos.—¡Eso es una mierda!

Emma abrió los ojos aún más al ver aquella escena. Era surrealista. William la estaba defendiendo delante de todos en medio de un examen con el profesor más estricto de todo el instituto. Parecía más enfadado incluso que ella.

El profesor lo señaló, muy sorprendido por la intervención del chico.

—Vas a llevarte ese vocabulario ¡directo al castigo!

William le puso mala cara y se apoyó en el respaldo de la silla cruzándose de brazos.

—¿Alguien más? —preguntó el profesor retóricamente, dejando claro que no quería ni una sola interrupción más.

Anna tragó saliva y miró a todos lados con nerviosismo. Entonces se levantó de una y miró al profesor con timidez. El profesor frunció el ceño al verla levantada. Anna reunió fuerzas y miró su mesa. Entonces tiró todo lo que había en ella; el estuche, el examen, y una carpeta.

Emma miró con confusión a su amiga. Todos parecían estar igual. ¿Esa era Anna Popplewell? ¿O la habían cambiado por otra? No entendía qué pretendía.

Al ver que todos se quedaban callados y que el profesor no sabía qué decir, Anna habló entre titubeos.

—Uhmm... ¿hijo puta?

—¡Vale, está bien! —el profesor rugió— Castigo para ti también, señorita Popplewell.

Anna asintió y se sentó lentamente en su silla, como si estuviese satisfecha por lo que había hecho. William miraba con las cejas alzadas a su amiga, Emma tenía la mandíbula en el suelo de la sorpresa, y Rachael quería que la tierra le tragase.

[...]

Emma miraba a todos sin saber qué decir. Estaban los cuatro en la clase de castigo a las cuatro de la tarde, y aún les quedaba una hora más.

Estaba enfadada con Rachael, y eso la chica lo sabía. Su amiga la miraba de reojo, esperando a que se le pasase. Lo que Emma no entendía era por qué Anna había hecho aquella estupidez para ser castigada también.

Con ellos en el castigo estaban también Coraline (una chica gótica que siempre faltaba a clase, ni siquiera sabían qué hacía allí), Tony (un chico que no solía estar castigado, no tenían ni idea de qué hacía allí), y Maxxie (solía estar castigado por robar almuerzos y pertenencias personales del alumnado).

La profesora de guardia que se quedó allí ese día para supervisarlos les mandó escribir una redacción sobre el tema por el que habían sido castigados donde debían demostrar que estaban arrepentidos y el por qué de sus acciones.
Salió de la clase cerrando la puerta después de avisarles de que todos debían tener la redacción lista para las cinco.

Nada más salir, Emma se dirigió hacia la mesa de William. Se agachó a su nivel y lo miró, desconcertada.

—No deberías haberme defendido, ahora tú también suspenderás.

—¿Estás de broma? Te iba a suspender por algo que no era culpa tuya después de todo lo que has estudiado. No podía quedarme parado.

Emma no pudo evitar sonreír, y lo miró con ternura.

—Pero no ha servido de nada.

—Al menos lo he intentado —el rubio se encogió de hombros.

Emma puso su mano en la rodilla del chico y no paró de mirarlo de la misma manera, con un brillo en los ojos. William la miró sin comprender por qué lo contemplaba de esa manera.

—Qué —dijo él de manera brusca.

—¿Quién iba a decir que William Moseley me defendería ante una injusticia?

—Cállate —respondió rodando los ojos y pasando su brazo por el cuello de ella. Emma rió y trató de escapar.

Cuando se levantó, se dirigió hacia la mesa de Anna. Ella escribía la redacción con prisa y con algo de enfado e indignation.

—Anna —la llamó con delicadeza. Ella levantó la cabeza y la miró—. ¿Por qué has hecho lo de antes? —Emma no pudo evitar reír un poco.

—No me podía quedar tranquila viendo que Will y tú suspendíais y yo me quedaba igual. No me parecía justo.

Emma puso cara de cachorro triste al escuchar aquella respuesta y abrazó con fuerza a su amiga para después separarse y sonreírle.

—No tenías la culpa de nada, no tenías que haber hecho nada.

—Da igual. Ya lo repetiremos los cuatro a la vez.

—Eres increíble, Popplewell —Emma se levantó y rió.

—Tú también, Barnes.

Rachael se levantó y corrió a hablar con Emma respecto a lo sucedido con anterioridad. Se sentía muy culpable y se arrepentía de haberle metido en todo ese lío durante un examen.

—Emma, ¿podemos hablar?

—Dime.

—Siento muchísimo haberte metido en esto. Llego a saber qué pasaría todo esto y no te digo nada.

—Es que me molesta mucho que siempre pidas respuestas en los exámenes —confesó Emma con pesar—. Siempre estás igual, y al final ha ocurrido lo que sabía que pasaría.

—Te juro que no lo volveré a hacer y haré todo lo que está en mi mano para que no te suspendan ni a ti ni Anna, ni a William.

Emma la miró con los ojos entrecerrados, contemplando la expresión de expectación y terror que su amiga tenía en el rostro. Pero finalmente se relajó y sonrió un poco.

—No me voy a enfadar, no merece la pena -Rachael sonrió-. Pero no sé cómo harás que le aprueben a Anna después de llamarle hijo puta al profesor.

Ahí las dos no pudieron evitar empezar a reír. Había sido la escena más surrealista y divertida de toda su vida. Nunca se habrían imaginado a Anna haciendo algo así. Nunca insultaba ni utilizaba palabras malsonantes, y estaban tan acostumbrada a portarse bien que no supo ni cómo hacer que la castigasen sin quedar en ridículo por hacerlo tan forzado.

Emma se iba a sentar de nuevo en su silla cuando William llegó hasta ella y la agarró del brazo.

—Salgamos de aquí —le susurró con una sonrisa pícara.

—Tenemos que terminar el ensayo.

—¿Desde cuándo eres tan aburrida? —Emma le miró con una ceja alzada—. Venga, solo unos minutos. Me aburro mucho y tenemos toda una hora para terminarlo.

Emma sonrió un poco y lo siguió. Rachael y Anna les dirigieron miradas de sorpresa, pero los dos salieron de allí enseguida. William lleva a Emma de la mano por los pasillos vacíos del instituto. Debían ser de los pocos que quedaban en todo el edificio.

Reían por lo bajo y cuando escucharon unos pasos cerca de ellos, se percataron de que eran los tacones de la profesora de guardia. Abrieron los ojos con sorpresa y William corrió hacia una puerta. La abrió y le dijo a Emma con señas que se metiese dentro.

—No me voy a meter en el armario de limpieza —susurró ella con el ceño fruncido.

—¡Vamos!

Emma escuchó los pasos más de cerca, y prefería meters en aquel armario cochambroso antes que ser castigada otro día más. Entró rápidamente en aquel pequeño espacio y William la siguió. Consiguió entrar justo cuando la profesora giraba la esquina y entraba en el pasillo donde ellos estaban.

Al entrar, William sin querer pisó el pie de Emma.

—¡Me has hecho daño, sub...!

No pudo seguir gritando porque William había puesto su mano en la boca de la chica, evitando que siguiese chillando. Estaban muy cerca el uno del otro porque aquel armario era tremendamente pequeño, de manera que sus frentes chocaban y ella debía poner sus manos en el pecho del rubio.

—No grites —susurró él.

Lentamente destapó su boca y se quedaron mirando sus rostros en la penumbra. Solo había luz proveniente de unas pequeñas rejillas en la puerta que daban al pasillo iluminado. Emma miró los labios de William, rosados, y sus ojos azules expectantes.

No aguantaron más y ambos se lanzaron a un beso pasional e impaciente. Emma abrió su boca y puso sus manos en el cabello de William, despeinándole. William bajó sus manos a la parte baja de la espalda de Emma y la atrajo más hacia él.

La profesora ya había salido del pasillo y ellos aún así habían olvidado el peligro inminente igualmente.

William pasó de besar la boca de Emma para empezar a bajar sus labios hacia su barbilla, y poco a poco llegó hasta su cuello. Emma no pudo evitar cerrar los ojos y echar la cabeza hacia atrás, apoyándola en la pared.

William comenzó a apretar fuertemente su boca contra su piel, y Emma pudo notar cómo él mordía un poco. Ella rápidamente se separó y lo empujó un poco, y lo miró con la respiración agitada. William la miró con sorpresa. Ella tenía su cabello castaño revuelto y sus ojos brillaban. Sus labios estaban rojos e hinchados por los continuos besos. Su uniforme también estaba algo desordenado. La imagen de William que Emma vio fue muy similar, con su camisa un poco abierta por arriba.

—¿Pasa algo?

—Yo... —Emma comenzó a titubear, y enrojeció—. Me he puesto nerviosa.

—¿Por qué? —él frunció su ceño y se acercó a ella con preocupación—. ¿He hecho algo malo?

—No —ella negó con la cabeza repetidas veces—. Sólo... —suspiró— Me he sentido rara.

William relamió sus labios, mirándola con intensidad.

—Yo también. Es normal.

—¿Podemos ir más despacio?— ella parecía algo preocupada. Aunque no era porque se hubiese asustado por él, se asustaba de sí misma. De lo que ella sentía.

—Claro.

William la miró con ternura y besó su frente.

Pero Emma sabía que aquel sentimiento junto a él no desaparecería y que volvería a sorprenderla en otro momento.

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