𝐜𝐮𝐚𝐫𝐞𝐧𝐭𝐚 𝐲 𝐜𝐮𝐚𝐭𝐫𝐨

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6 de octubre de 2006

Ese día era lluvioso como la inmensa mayoría de los días en Londres. Pero Emma no quería quedarse en su casa, por lo que escribió rápidamente a William (Daisy y Skandar no estaban; Ben y Anna estaban juntos y Rachael tenía clase). William también tenía clase, pero Emma jamás le hacía saltarse las clases, así que por un día decidió que le daría de su tiempo a Emma. 

Emma esperaba en su habitación a que el rubio llegase. Le dejaría que se quedase en la casa si no fuese porque Tricia ese día recibía pacientes en casa. Tricia entró en la habitación mientras Emma la ordenaba escuchando a Avril Lavigne de fondo.

Emma le miró y sonrió. Su madre y ella no se parecían casi nada. Tricia tenía el cabello entre rubio y pelirrojo, su boca era grande y tenía los ojos redondos. Pero era preciosa, en especial a los ojos de Emma. Thomas tampoco era parecido a sus hijos, y eso que Jack y Ben se parecían entre ellos. Thomas era alto y delgado, siempre llevaba gafas. De momento no había hecho heredar su miopía a ninguno de sus hijos.

—Te pasas el día escuchando a esa Avril —Dijo su madre cruzándose de brazos y viendo a su hija maquillarse.

—Ya sabes, es el mundo de Avril Lavigne, nosotras solo vivimos en él.

Tricia negó con la cabeza sonriendo un poco, pensando en las frases tan extrañas que decía la muchacha en algunas ocasiones. Se acercó a ella y le dio un beso en la cabeza, Emma la miró sin comprender por qué su madre actuaba así, pero le sonrió.

—¿Eres feliz?

—Claro que sí, mamá, ¿por qué?

—Sólo me preguntaba si te has arrepentido de haber entrado en el ojo público con todo lo que ocurrió con esa actriz embarazada —Tricia acarició el cabello de su hija— Sólo quiero saber si mi niña se siente segura y es feliz con lo que hace.

—Soy completamente feliz, mamá -Emma agarró las manos de su madre y la miró con determinación-. Cosas así siempre le pasan a famosos y después se olvidan, es inevitable que la gente quiera ver defectos en nosotros como sea, pero siempre haré lo posible por mantenerme fiel a mi misma.

—Menos mal que la entrevista te ayudó a ganar un poco de buena fama –siguió diciendo Tricia–. No soportaba que la gente creyese que eres de una manera diferente.

— La gente me da igual. Quien me conoce sabe lo que yo haría o no haría.

Tricia de nuevo le dio un un beso en la frente a su hija y entonces el timbre sonó.

—Será mi paciente.

Emma pensó que también podía ser William y abrió mucho los ojos. Porque su madre no sabía que se iba con el rubio.
Tricia bajó rápidamente por si acaso era su paciente mientras Emma metía en un bolso todo lo necesario, tratando de no perder la calma. Mientras bajaba las escaleras escuchó tres voces a la vez. Entonces vio en la puerta a su madre, a William y a un hombre muy extraño.

—Pasa, Harry —le decía Tricia a aquel hombre pelirrojo. Cuando entró, miró a Emma y soltó un grito agarrando su cabello con fuerza y cerró los ojos, después se adentró en el salón con miedo.

—¿Pero qué...?— Emma frunció el ceño llegando hasta la puerta, mirando hacia el salón con confusión.

—Déjalo. Luego te cuento -Tricia puso los ojos en blanco-. William. ¿Qué haces aquí? —después miró a Emma— ¿habéis quedado?

—Mamá...

—Abrígate bien, no bajéis las ventanillas, no salgáis si no lleváis paraguas, no...

—¡Mamá, por favor! —exclamó Emma riendo. Le dio un beso en la mejilla a Tricia para calmarla—. Volveré pronto, no te preocupes. Tú ten cuidado aquí.

—¿Por qué habéis quedado? —Tricia entrecerró los ojos.

—Porque nos llevamos muy bien— William sonrió divertido. Tenía muchas ganas de que la gente se enterase de que estaban juntos. Tricia lo miró sonriendo, pillando la indirecta.

—Nos vamos, mamá. Te quiero —Emma quería salir de allí cuanto antes.

—¡Pasadlo bien! No pasa nada si llegáis más tarde.

Emma rodó los ojos mientras bajaban las escaleras de la entrada de la casa para dirigirse hacia el coche. Se metieron en el vehículo y Emma soltó un grito de frustración.

—¿Qué pasa porque tu madre nos haya visto?— cuestionó William metiendo la llave del coche para encenderlo — No creo que sea para tanto. Parece que te avergüenzas de mi.

—¡No es eso! Es que ella no sabe guardar secretos. Se enterarán todos.

—Sigo sin saber cuál es el problema. No quieres que se entere la prensa, pero hablamos de nuestra familia.

William arrancó el coche y comenzaron a avanzar hacia ningún lado en particular, pues no sabían a dónde irían. Emma puso un disco de Cat Stevens mientras William conducía.

—¿Cuándo conducirás el coche que te regalamos entre todos? —William cambió de tema.

—¡Ah! Me asusta mucho conducir —admitió ella con vergüenza.

—¿Y eso? -él sonreía enternecido.

—Pues porque soy súper patosa y acabaría ocurriendo algo malo seguramente.

—No te matarías, Emma, tranquila. Es más fácil de lo que parece.

—No, no. O sea, me preocupa mi bienestar, pero si conduzco me asusta más hacerle daño a otra persona. Me asusta atropellar a alguien o algo parecido. Me pongo nerviosa de solo pensarlo, imagínate.

—Lo piensas demasiado -William negó con la cabeza mientras posaba su mano libre en el muslo de Emma. Ella sonrió repentinas mariposas en el estómago mientras miraba hacia la ventana llena de agua de lluvia- en cuanto te subes al volante te das cuenta de que si no te pones nervioso es fácil que fluya.

— Soy demasiado temerosa.

— ¿Lo dice la chica que se fue a Estados Unidos con dieciséis años?

—Sí, esa lo dice —Emma rió posando su mano sobre la de William, y después le dio un corto beso en la mejilla—. Te recuerdo que me daba hasta miedo admitir que me gustabas.

—Bueno... —William sintió cómo se sonrojaba ligeramente, sin mirarla— eso me pasaba hasta a mi.

—¿Te asusta que te guste?

—Me aterra -respondió William en tono cómico, como bromeando. Aunque no lo hacía. Pero eso Emma no lo sabía.

Emma sonrió riendo un poco y miró de nuevo a la ventanilla, suspiró.

—Yo te puedo dar clases de conducir si quieres.

—Tendría que ir a la autoescuela igualmente.

—Tienes tiempo libre hasta finales de año, podrías apuntarte si quisieras.

—Ay, William, deja de ayudarme a buscar soluciones —resopló ella riendo, haciendo reír también al chico—. Debes dejarme quejarme de cosas que tienen solución.

William negaba con la cabeza y después comenzó a tararear la canción que sonaba en ese instante. Se trataba de Wild world, otro clásico del cantautor que ambos amaban.

Oh... cariño, cariño, es un mundo salvaje —comenzó a cantar William sin vergüenza alguna.— Es difícil arreglárselas, sólo con una sonrisa. Oh, cariño, cariño, es un mundo salvaje. Siempre te recordaré, como una niña, chica.

Emma miraba sonriendo y riendo en voz baja al rubio, ya que parecía cantar con pasión y nunca lo había visto así, al menos no cuando no estaban de fiesta. William la miró de reojo mientras trataba de mantener su vista en la carretera. Apretó el muslo de Emma y después lo soltó para apoyar ambas manos en el volante.

—¿Qué te hace tanta gracia? Te divierte ver que alguien canta peor que tú ¿eh, cantante?

— ¡Will! —ella rió— Claro que no. Te miraba divertida, pero porque me gustaba lo que veía.

—Qué romántica te pones cuando quieres.

Ella simplemente sonrió con sinceridad y comenzó a cantar junto a él. Pero de repente William se puso desafinar a posta, haciendo que Emma riese con fuerza, y comenzó a taparle la boca.

—¡Calla, la estás estropeando!

—Si no sueltas mi boca nos estrellaremos.

—¡Para!

Cariño, te amo —seguía cantando él, y más gallos (hechos adrede) salieron—. Pero si quieres irte, cuídate mucho. Espero que lo hagas. Yeah! Un montón de buenos amigos fuera, pero sólo recuerda, ¡que hay mucho mal y ten cuidado!

Más tarde se encontraban pidiendo comida en una parada de autos en McDonald's. Decidieron que hincharse a comida basura mientras charlaban era el mejor plan que podían hacer en un coche durante una lluviosa mañana de octubre en Londres.

—Hagamos preguntas al azar —propuso William— Tenemos que responder con total sinceridad.

—¿Y si no quiero responder?

William puso los ojos en blanco mientras ambos se sentaban en sus asientos en posición india y se miraban uno al otro.

—Pues si no se responde se debe dar una patata frita al otro.

—Oh, no...

—Entonces ya sabes qué hacer.

—Tampoco te pases con las preguntas, tonto.

—Cállate —William le dio un sorbo a su bebida y después miró a Emma con media sonrisa. Ella entrecerró los ojos mientras le miraba con desconfianza.— Si pudieras cambiar algo de tu vida, ¿qué elegirías?

Emma apretó sus labios mientras miraba a su hamburguesa, pensando en una buena respuesta. No quería ponerse cursi ni nada por el estilo, pero el juego iba de ser sincera, así que le dio un sorbo a su refresco y miró a William con intensidad.

—Cambiaría los meses que no estuvimos juntos. Habría hecho las cosas de otra manera, ya sabes, que no hubiésemos perdidos tanto tiempo enfadados.

—¿Te arrepientes de haber estado con Landon?

—No. No estoy hablando de eso. Pero no fui feliz sabiendo que tú y yo no estábamos bien —se encogió de hombros y después comió una patata—. A Landon le tengo mucho aprecio pero tú eres tú, te conozco desde casi siempre.

William sonrió levemente y miró a Emma.

—Me toca -dijo ella.

Pareció pensarlo durante unos segundos y después lo miró con emoción.

—¿Alguna vez has estado con alguien para olvidar a otra persona?

—Eso es cruel, Em. Sabes perfectamente he estado contigo y con Jane.

—También estuviste con Harper Fox. Aunque fuesen unas horas -se encogió de hombros, restándole importancia, aunque en su día se la dio.

—Por esa regla de tres, tú estuviste saliendo con Skandar -William aún recordaba el beso en el teatro y se enervaba por dentro. Odiaba pensar que ambos tuvieron su primer beso juntos.

—Lo hice. De broma, pero lo hice. Ahora responde a mi pregunta.

—Pues sí —contestó el bruscamente—. Comencé la relación con Jane porque quería olvidarte. Yo pensaba que estabas con Landon en ese entonces así que pensé que yo también debía pasar página. ¿Contenta?

—Vaya... —Miró a otro lado, evitando no sonreír demasiado— sí que estoy contenta de saber eso.

—Me toca. —William apoyó sus manos cruzadas detrás de su cabeza y se apoyó de manera muy atractiva en la ventanilla del coche, mirando a Emma mientras unos mechones rubios le caían por el frente hasta llegar a sus párpados. Emma se quedó paralizada mirándolo, una gota de ketchup cayó en el papel de la hamburguesa, William se felicitó mentalmente por tener ese control sobre ella.— ¿Empezaste tú la relación con Landon para olvidarme a mi?

—Sí.

—Pero cuenta más.

—¿Qué quieres que te cuente? Tú ya salías con Jane, tú fuiste el que la cagó.

—No, perdona, pero no. Fue Anna la que la cagó. Ella dio a entender que Landon y tú teníais algo.

—Vale, lo que tú digas. Pero el que malinterpretó la situación como siempre fuiste tú— Emma le lanzó una patata a William mientras decía aquello. Y el chico la atrapó su boca, después sonrió mientras la masticaba— No sé por qué te he dado esa patata gratis.

—Tengo el don de confundir y hacer que la gente hagas cosas que no piensa.

—Creído.

—Creída tú.

Emma alzó una ceja.

—Te toca —William trató de cambiar el rumbo de la conversación.

—Mmmm... No sé... —le dio un mordisco a su hamburguesa mientras pensaba y tragó—. ¡Ah, ya sé! Se me han ocurrido dos.

—Te esperas al siguiente turno para la segunda.

—Vale, vale. ¿Qué característica física te haría no tener una cita con una persona?

—Hala, qué pregunta más buena —chocó los cinco con ella—. En ésta hay que pensar bien...

Emma esperó pacientemente a la respuesta. Ella sabía la suya, y estaba claro que no saldría con un chico más bajo que ella. Ella de por sí no era precisamente alta, aunque tampoco era enana, pero un chico de menos altura que ella sería demasiado. No podría. Aunque sonase discriminatorio, no podía verse más grande que el chico con el que estuviera.

— Creo que no podría estar con alguien que tuviese el pelo castaño, mejillas sonrojadas la mayor parte del tiempo, ojos oscuros, pequeñas pecas por la nariz, ¡oh! No soportaría que además...

—¡Oh, cállate! Me estás describiendo a mi.

—Es broma, es broma. —él levantó los brazos en son de paz, riendo—. A ver, seguro que habría alguna pega física que me echaría hacia atrás, pero ahora mismo no consigo pensar en ninguna. Yo creo que odiaría encontrarme con alguien que viste muy mal o de manera hortera. O que lleva piercings en la cara y todo eso. No me gusta la gente con un aspecto demasiado rudo.

—Me pasa igual. No me gustan los chicos con demasiados tatuajes o con piercings en las cejas y todo eso. No es mi rollo.

—Me alegro de escuchar eso, porque yo no soy para nada así.

—Que no se te suba demasiado a la cabeza.



Cuando terminaron de comer, se sentaron bien de nuevo y retomaron el "viaje" en coche. La canción que sonaba en ese momento era Morning Has Broken. Emma absolutamente adoraba a ese hombre, a Cat Stevens. Su música le hacía sentir en casa. Le hacía sentir cómoda.

La imagen y la situación de estar en el coche, escuchando esa hermosa canción junto con William mientras conducían por un Londres lluvioso en el que comenzaba a atardecer hacia que Emma quisiese quedarse de esa manera para siempre. La letra le hacía sentir relajada, como que todo iría bien.

Olvidó todo por unos segundos mientras acariciaba los dedos de la mano libre de William. Estaban en silencio disfrutando de la guitarra, el piano y la voz del cantautor.

La mañana ha roto, como la primera mañana.
El mirlo ha hablado, como el primer pájaro.
Alabe por el cantar, alabe por la mañana.
Alabe por el fresco renacer del mundo
Dulcemente la nueva lluvia de otoño, iluminada por el sol del cielo.
Como la primera caída del rocío, en el primer césped,
Alabe por la dulzura del jardín húmedo
El renacer es completo por donde pasan sus pies.
Lo mío es la luz del sol, lo mío es la mañana.
Nacido de una luz, vieron la obra del edén.
Alabe con júbilo, alabe todas las mañanas.
La recreación de Dios del nuevo día.

Cuando William paró frente al museo de cera de la ciudad, Emma lo miró con el ceño fruncido, pues no se imaginaba aquella parada.

—Venga, vamos a bajar a ver esto.

Emma se percató de que William agarraba una pequeña cámara digital. Sonrió mientras desabrochaba su cinturón del coche, y después bajó. William puso su chaqueta en la cabeza de él y la de Emma. Ambos comenzaron a correr desde el coche hasta la puerta del museo tratando de no mojarse demasiado entre gritos y risas. Llovía a cántaros, pero estaban de tan bien humor que les daba igual.

En la cola, comenzaron a pensar en qué se encontrarían. Les llamaron la atención por hablar demasiado alto y finalmente compraron día entradas con emoción.

Emma nunca había ido al museo de cera de Londres. Se llamaba Madame Tussauds, y tenía figuras de cera de famosos internacionales. Decían que eran muy realistas, así que podía llegar a impresionar de verdad.

El interior no pararon de hacer fotos mientras reían. Había bastante gente para ser un día de diario y encima con ese clima, pero los londinenses parecían decididos a hacer vida turística por su ciudad ese día también.

Emma se vio haciendo una foto a William mientras posaba junto a una figura muy bien hecha de Superman.

—Eres igual de alto que Superman, Will. Debes sentirte muy guay.

William agarró la cámara y miró la foto.

—Bah, soy más guapo también.

—Creído —William le guiñó un ojo—. Pero tienes razón. Eres más guapo.

—No me puedo creer que me hayas dicho eso -parecía sorprendido de verdad. Parpadeó un par de veces-. Deberías decirme más cosas así.

—¿Te ha gustado? Tampoco he dicho nada picante o algo por el estilo.

William sonrió acercándose a ella de manera muy peligrosa, pues sonrió de lado y casi juntó su nariz con la d ella. Emma miraba a los lados para asegurarse de que no los miraba nadie, o que no la reconocían.

—Estoy tan acostumbrado a que me insultes que cuando me dices algo bonito me emociono —susurró de manera que solo lo escuchara él.

—Will... hay mucha gente —dijo ella incómodamente mirando a la gente de alrededor.

William torció la boca mirando con molestia hacia otro lado, sintiéndose algo impotente ante la idea de que Emma no quisiese mostrar afecto hacia él en público. Era realmente frustrante.

Más tarde, se hicieron fotos con figuras de Jack Sparrow, Hulk, los príncipes de Inglaterra William y Harry, Christina Aguilera, etcétera. Eran todas figuras tan bien hechas que daba hasta miedo pensar que no eran de verdad. Quienquiera que las hiciera era muy talentoso.

Más tarde salieron de allí, y William decidió dejar de lado el hecho de que Emma parecía reacia a besarlo en público.

Pero cuando entraron el coche (seguía lloviendo a mares) ambos se miraron y se acercaron con mucha rapidez para besarse finalmente. Cuando William recogió a Emma sabía que no podía besarla porque estaba Tricia, pero cuando estaban en el museo tampoco, ya que había gente alrededor. Era agotador para él.

William agarró a Emma del cuello y ella simplemente posó sus manos en el pecho de él. El beso fue pasional desde el primer segundo, puesto que llevaban picándose uno al otro desde hacía minutos y el hecho de hacer muestras de afecto a escondidas en cierta manera les encendió rápido.

Emma bajó un poco y comenzó a besar el cuello de William de manera dulce pero provocadora. William cerró los ojos mientras respiraba agitadamente. Emma se separó y sin dejar de mirarlo, se cambió a los asientos traseros mientras se quitaba el abrigo. William sonrió de lado a la vez que también comenzaba a quitarse el suyo.

Cuando se cambió a los asientos traseros, no perdió el tiempo y tumbó a Emma de manera que él quedaba encima de ella. La besaba con rapidez pero de manera que lo pudieran disfrutar. Emma comenzó a agarrar de las caderas para que se colocase entre sus piernas. Quería aliviar de una vez por todas lo que necesitaba. William se posó entre ella haciendo que la muchacha gimiese en voz alta sin quererlo, algo que pareció gustarle al rubio.

Comenzó a besar cada parte de su rostro, bajando su mandíbula y siguiendo por el cuello.

—Te quiero —susurró Emma sin poder evitarlo.

William paró y la miró con una gran sonrisa, con ojos brillantes.

—¿De veras? —ella asintió y trató de besarlo de nuevo, pero William apartó su rostro con diversión, aunque volviéndose un poco serio—. ¿Lo suficiente para hacer pública nuestra relación?

—Oh, vamos, Will. No empieces.

—Sí empiezo -William se apartó de ella y se sentó en el asiento, Emma frunció el ceño y lo miró con confusión por esa repentina acción. —Llevamos viéndonos a escondidas desde hace dos meses. ¿Crees que me gusta estar así?

—A mi tampoco me gusta —contestó ella incorporándose, realmente molesta por la actitud de William. Aunque era mutuo—. Pero son gajes del oficio.

—Pues no me gustan los gajes de tu oficio. Porque yo quiero que mi novia esté orgullosa de estar conmigo. Quiero que quiera besarme delante de todos y que le de igual gritar a los cuatro vientos que soy su pareja, y que está orgullosa de ello. Pero veo que es mucho pedir.

—¿Novia?— Emma sonrió.

—¿Eso es lo que somos, no? —Emma no dijo nada, aunque sonreía. En esos dos meses nunca habían puesto un nombre a lo que tenían—. Aunque veo que no. Una pareja formal no hace lo que hacemos.

Entonces a William se le ocurrió algo. Fue como si una luz se encendiese en su cabeza. Evitó sonreír al pensar en el plan, pero creía que tendría un buen resultado. Emma miraba a William con el ceño fruncido.

— ¿Qué quieres decir?

— Emma, ¿vas a hacer público lo nuestro o no?

— Te he dicho que necesito tiempo.

— Llevo dándote tiempo desde agosto. Creo que ya te he dado el suficiente, pero si no ves lo nuestro como algo formal como para decírselo a los demás, porque lo haces por eso. Tú misma dijiste que la razón por la que no lo hacías público era porque tenías que cortásemos y que la gente comentara al respecto, así que no ves esto como algo duradero.

—No quiero decir eso, Will —Emma se sentía dolida por las palabras del rubio. —Yo...

—Escúchame, está bien Emma. Si no quieres tener algo serio conmigo no lo tendremos.

—Will... escúchame tú, que yo no quiera hacer esto público todavía no significa que vea esto como algo pasajero.

—Tú has puesto tus reglas, yo pondré también las mias —decía él de manera testaruda, pero no sonaba dolido, le hablaba como quien hablaba de la compra en el supermercado—. Si no hacemos esto público, no es una relación seria.

— ¿Qué quieres decir con eso?

— Que podemos hacer lo que queramos.

— ¿Estás dejándolo conmigo?— Emma lo miró con el entrecejo muy junto, acercándose a él de manera amenazadora.

—¿Cómo voy a dejarte si en ningún momento hemos estado juntos oficialmente? Solo hemos quedado muchas veces.

—Ya veo a qué juegas...

—No, Em, lo digo en serio. ¿Podemos hacer lo que queramos, no? Podemos seguir viéndonos. Pero no somos exclusivos entre nosotros.

A Emma no le hacía ni una pizca de gracia esa idea, pero sabía que si le negaba eso significaría que tendría que decir que sí era oficial y acabarían enterándose todos. No estaba preparada para la atención mediática, y mucho menos después de haberse librado de todo el drama con Tabitha.

—Si eso es lo que quieres... —murmuro haciendo una mueca y pasando al asiento delantero.

William sonrió intentando no reír cuando ella dejó de mirarle. Cuando se sentó a su lado en el asiento conductor, se peinó mientras veía de reojo que Emma se había cruzado de brazos apretando mucho los labios, estaba muy molesta. William de veras hacía esfuerzos por no reír en ese momento.

—¿Estás bien, Emma?

—¡Te odio con cada centímetro de mi cuerpo!

—Eso no son muchos centímetros, entonces.

—Oh, cállate y llévame a casa.

William hizo lo que le pedía aunque aún sonriendo internamente.

Iba a ser divertido.


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