𝐜𝐮𝐚𝐫𝐞𝐧𝐭𝐚 𝐲 𝐧𝐮𝐞𝐯𝐞

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15 de enero de 2007

No sé si me fío de ti haciendo la comida hoy —murmuró Tricia mientras recogía sus cosas para marcharse de allí. Ese día tenía una conferencia y dejaba sola a Emma durante horas—. Sólo tienes que cocer los espaguetis y calentar la salsa que hice anoche. No tienes que cocinar nada.

—No te hagas la heroína —Emma puso los ojos en blanco, apoyándose en el marco de la puerta de la cocina—, igualmente nunca me dejarías cocinar porque soy horrible en eso.

—Sabrás cocer los espaguetis, ¿verdad?

—A eso llego, mamá. No soy idiota.

Tricia la miró con una cara de contrariedad, como si no estuviese muy segura de esa afirmación. Abrió la puerta y miró a su hija.

—Limpia la casa e intenta dejarla bonita antes de comer, ¿de acuerdo? No es como si hoy tuvieras mucho que hacer.

Ya que Emma no estudiaba y ese día no tenían grabación del disco, tenía el tiempo totalmente libre. Su madre eso lo tomó como la oportunidad perfecta para transformarla en la criada de la casa.

—Que sí, mamá. Llevas una hora diciéndome eso. Te quiero, que se dé bien.

—Gracias, cariño. Te quiero.

Se marchó de allí y cerró la puerta de la casa. Emma corrió al salón mientras encendía el reproductor de música, poniendo canciones de Avril Lavigne lo más alto posible. Después, recogió su cabello largo en una trenza despeinada y comenzó a limpiar.

Odiaba barrer, limpiar el polvo o pasar el trapo por los cristales. Odiaba en general hacer tareas de casa, pero como aunque era famosa vivía en una familia humilde y normal, debía seguir haciendo tareas rutinarias como cualquier otra persona. Por desgracia.

Esos días donde no tenía absolutamente nada que hacer y donde se aburría porque no tenían grabaciones, hacían que a Emma se le pasara por la cabeza empezar alguna carrera. En el fondo sabía que su fama podía decaer cualquier día y que a lo mejor no podía mantenerse ora siempre de la música, y no estaba de más tener una carrera estudiada y un título detrás por si acaso.

Cuando terminó de limpiar la casa, Emma se puso su ropa de deporte para hacer ejercicio en casa. No le apetecía ir al gimnasio ese día, y aunque había cogido un poco de forma y músculo (muy levemente) por el ejercicio que hacía, tampoco era demasiado constante. Emma sabía que el deporte y entrenar no le gustaba ni le apasionaba, así que siempre se sentía muy obligada a hacerlo.

Después de media hora que para ella fue una eternidad, se giró en la alfombra de su casa y se quedó mirando al techo mientras cantaba la letra de la canción que sonaba en ese mismo momento.

Dime, ¿Por qué vas y haces todo tan complicado? Veo la manera en que actúas como si fueras otro, me frustra mucho.

Avril era una diosa para ella, una vez en una fiesta de Los Ángeles llena de gente famosa ella se encontraba allí. Emma se puso tan nerviosa que vomitó la cena y cuando Avril la miró a los ojos por casualidad mientras veía el club, Emma se tiró al suelo y se escondió en las piernas de Anna. Sí; fue una experiencia muy vergonzosa y seguía pegándose a sí misma mentalmente cada vez que lo recordaba.

Solo esperaba que Avril no se hubiese dado cuenta de lo extraña que era ella o que no la conociese. Porque si lo hacía, se tiraría de un acantilado.

El timbre sonó en ese momento y Emma frunció el ceño. Cuando estaba sola en casa no le gustaba escuchar el timbre porque le daba la sensación de que era alguien peligroso que se aprovecharía de que estaba sola. Bajó el volumen del reproductor y se levantó sigilosamente para andar de puntillas hacia la puerta de la casa. Acercó su mirada a la mirilla mientras trataba de no hacer ruido.

Pero entonces puso los ojos en blanco al ver de quién se trataba.

Abrió la puerta y suspiró viendo cómo William se peinaba rápidamente el cabello. Él sonrió "inocentemente" y después le dio un repaso de arriba a abajo. Alzó las cejas, pues no se esperaba encontrar a Emma vestida con un sujetador deportivo, unas mallas, el pelo despeinado y las mejillas enrojecidas.

—¿Qué haces aquí? -preguntó ella dejándole pasar.

—A Ben se le escapó que esta mañana te quedabas sola y he decidido saltarme la próxima clase.

—No deberías saltarte tus clases por mi.

—Pero quiero hacerlo —murmuró él antes de acercarse lentamente al rostro de Emma para besarla. Rápidamente ella puso su mano en el pecho de William para echarlo hacia atrás— ¿qué haces?

—¿Uh? ¿Has visto lo sudada que estoy? Doy asco, no hay manera de que te deje besarme o acercarte a mi.

—Eso lo decido yo, ¿no crees? Yo seré el que sufra y te aseguro que me da igual.

—Pues yo me siento incómoda si me esas toda sudada.

—A ver... no es la primera vez que te veo sudada, y no fue por deporte precisamente...

—¡Will! —Emma le dio un pequeño empujón mientras notaba sus mejillas encenderse por la vergüenza.

William comenzó a reír mientras se quitaba el abrigo, y lo dejaba en una percha que había en la entrada, miró a Emma con dulzura.

—Es adorable ver cómo te sigues sonrojando por tonterías como esas —Negó con su cabeza mientras se adentraba en el salón con Emma detrás de él— Llevamos haciéndolo desde hace dos años y aún así te pones toda tímida.

—Pues sí.

Emma quitó la música por completo y después se giró para mirar a William.

—Ahora tengo que pensar qué podemos hacer mientras estés aquí. Te hago no estudiar.

—En serio, tonta, no te preocupes por eso. De momento no tengo mucho que hacer de clase y hoy estaba prácticamente libre. Casi parece que te molesta que haya venido.

Se sentó en el sofá y miró a Emma con falsa tristeza, pero supo al segundo que había funcionado, porque ella le miró sintiéndose muy culpable.

—No, Will, por Dios. Claro que no me molesta.— se acercó a él de manera que agarró su mano pero no dejó que él estuviera demasiado cerca. Le daba vergüenza estar así de cercana después de ejercitar el cuerpo—. Es sólo que ha sido un poco inoportuno porque estoy hecha un asco. Deja que me duche y bajo, y hacemos lo que quieras. Tenemos toda la mañana.

William asintió formando una pequeña sonrisa y Emma le besó la mano. Después se levantó y subió rápidamente las escaleras. Llegó al baño y encendió el grifo de la ducha. Comenzó a desvestirse y deshizo su trenza con rapidez, pues quería estar limpia cuanto antes.

Una vez desnuda y preparada para la ducha, se metió bajo el agua y dejó que ésta comenzara a limpiar su cuerpo. Cerró los ojos mientras notaba cómo el agua empapaba su cabello y la hacía sentir más refrescada.

Escuchó la puerta del baño abrirse y cerrarse, y unos pasos. Era William.

—¿Will?

Nadie contestó, pero sí escuchó el sonido de unos zapatos caer al suelo y de una cremallera desabrochándose.

—¿Will? —Repitió ella al cabo de unos segundos. Frunció el ceño y en el momento en el que iba a sacar su cabeza para mirar fuera de la ducha, la cabeza de Will apareció.— ¡Joder! No me asustes de ese modo.

Pero abrió aún más los ojos cuando vio que William entraba en la ducha completamente desnudo, al igual que ella.

—¿Qué crees que haces?

—Ducharme contigo.

—Pero si no necesitabas ducharte.

William rodó los ojos mientras se acercaba a ella y comenzaba a mojarse.

—Utiliza ese cerebro tuyo, anda. —la agarró de las caderas y la acercó a él mientras la miraba de cerca—Me ducho porque quiero estar aquí contigo, no porque estuviera sucio.

—No estás sucio, pero tu mente sí.

La respuesta de William fue callarle con su boca, de manera que lo consiguió y rápidamente la alzó sobre sus caderas y ella enredó sus piernas en la cintura de él. William la hizo chocar sin demasiada fuerza contra los azulejos de la ducha, sin dejar de besarla.

Al final, lo que iba a ser una ducha relajante y refrescante para Emma se convirtió en un revolcón con William, el cual no se había esperado en absoluto. Cuando terminaron, comenzaron a lavarse el uno al otro. William limpió el cabello de Emma con un champú y después le puso mascarillas en las puntas tal como ella le explicó que debía hacerlo. Ella más tarde aprovechó también para hacerle un masaje en el cabello y su cabeza cuando también le lavó el pelo.

Resultó ser una ducha aún más relajante de lo que ella se había esperado cuando él entró allí. Mientras, ella le fue hablando de los planes que tenían como banda.

—Tenemos conciertos preparados por diferentes puntos de Inglaterra en abril o así. Y para verano queremos sacar por fin el segundo disco. Después del disco, si recibe apoyo, haremos conciertos en América.

—¿Cuánto durará la gira por Inglaterra?

—No creo que más de un mes.

—Un mes es mucho. Te extrañaré.

—Entonces cuando vaya a América te dará algo.

—No me digas —Emma rió al escuchar la irritación en la voz de William, ambos salieron de la ducha y se taparon con toallas. William se sentó en la tapa del inodoro y obligó a Emma a que se sentara en su regazo. Ella lo hizo y lo miró.

—No te pongas así. Sabes que es mi trabajo. Pero esta vez no me iré demasiado tiempo.

—No puedo aguantar mucho tiempo lejos de ti.

Emma se derritió al escuchar esas palabras y al ver la expresión que él formaba en su cara. Sonaba sincero y lleno de amor.

—Tengo mucho miedo de estar aquí, enamorado de ti y esperándote, para que al final te acabes marchando y esto se vaya a la mierda.

Emma lo miró con sorpresa y lo miró agarrando su rostro con sus manos, obligándolo a mirarla directamente a los ojos.

—Escúchame, William Peter Moseley. Quiero que estés atento a mis palabras. —William asintió lentamente; mirando cada detalle de ella—No te volveré a dejar, ni quiero que tú me metas en una situación comprometida como cuando me marché. Ambos tuvimos algo de culpa en nuestra ruptura, así que tú también tienes que poner de tu parte. Debes dejar atrás esa idea de mi dejándote sólo porque me voy, eso ocurrió por las palabras que me dijiste ese día. Pero no te dejaré sólo por marcharme de gira, idiota. Te quiero.

William sonrió un poco al escuchar eso.

—Conociendo a tantos famosos y siendo tan conocida no sé qué haces con un chico tan poco conocido como yo. —bromeó.

William sabía que era atractivo y que allí era alguien popular, pero le gustaba hacer sentir a Emma como una especie de celebridad que podía estar con quien quisiera. Aunque él no fuese famoso fácilmente podía estar con modelos igualmente.

—Porque te amo, enorme testarudo dolor en el culo –dijo ella finalmente.

Soltó el rostro de William, sintiéndose sorprendida ante sus palabras. Sí que era cierto que muchas veces se habían dicho "te quiero" o que estaban enamorados. Pero decir un "te amo"... joder, eso era mucho más fuerte. Eso era algo más grande y Emma lo había soltado sin pensarlo. Realmente no tenía pensado decirle aquello, pues ni siquiera se lo había replanteado.

William también estaba muy asombrado ante sus palabras. Emma carraspeó y se levantó con algo de vergüenza. Se sintió algo vulnerable después de decir eso y ver que William estaba parado y boquiabierto, sin darle una respuesta.

—No se te ocurra reírte de mi –le dijo ella con enfado–. Y tampoco lo digas de vuelta porque entonces si lo dices de vuelta... yo... mierda. Déjalo. Voy a pensar que lo dices porque te sientes presionado así que prefiero que no...

—Te amo.

Emma lo miró con los ojos muy abiertos, y reafirmó el agarre de su toalla para que no se le cayera.

—No, Will...

—Te amo, Emma. —él se levantó y la miró con intensidad— De veras lo hago. Si no lo sintiera no te lo estaría diciendo, pero lo siento de verdad.

Emma no pudo evitar exhalar y soltar un fuerte suspiro para después sonreír aliviada. William sonrió también y la abrazó con fuerza. Emma se sintió en el cielo, en las nubes y en todo lo que significara sentirse como que estabas en lo más alto.

Se sentía aliviada y aunque William se lo había dicho después, confiaba en él y en su honestidad. Si él decía que sólo lo diría si lo sintiera, ella le creía.

Más tarde, se vistieron y Emma le dio ropa de Ben a William.

—¿Qué diré si me pregunta por qué me tuve que vestir en tu casa de nuevo?

—Uhm... —Emma apretó los labios y luego abrió mucho los ojos— ¡calentando la boloñesa saltó a tu comida y te manché!

—Eh... no es una excusa muy... bueno, sí. Para qué mentirnos, eso te podría pasar perfectamente.

—¡Sois unos exagerados! –respondió ella con molestia bajando las escaleras hacia la cocina–. No soy tan mala cocinera, ya verás.

—¿Qué voy a ver? La boloñesa ya está hecha y sólo tienes que cocer la pasta. A eso llega hasta un niño de cinco años.

Emma le lanzó una mala mirada para después coger el cazo y poner a hervir el agua. Sacó un paquete de espaguetis para tenerlos listos y más tarde ponerlos en el agua hervida. Sería fácil.

William se sentó en una de las sillas de la cocina y palmeó su regazo para que ella se sentara en él. Emma le hizo un gesto con su mano que le indicaba que se esperase un momento. Agarró el teléfono fijo de su casa y marcó un número que otras veces había marcado.

Se lo colocó en el oído y mientras esperaba a que descolgase metió los espaguetis en el agua hirviendo. William apoyó su codo en la mesa y después su cabeza en la mano para mirar a Emma mientras andaba por la cocina con el teléfono en su oído.

¿Diga?— dijeron al otro lado de la línea.

— ¡Harper! Hola —Emma sonrió.

¡Hola, Emma! Qué sorpresa.

—Es que me he acordado de ti y he pensado que hace mucho que no nos vemos.

Oh, Es verdad. ¿Cuándo fue la última vez? ¿En octubre?

—Sí, exacto. —rió un poco nerviosa, pues Emma quedaba con ella por razones que Harper desconocía—¿Qué te parece si quedamos algún día de estos a tomar algo y nos ponemos al día?

Me parece perfecto, Emma. ¿Qué te parece el jueves?

—Me viene bien. Entonces acordado. Luego vamos hablando dónde y la hora.

¡Adiós!

Emma colgó soltando un suspiro y dejó el teléfono fijo para mirar a William. Él seguía apoyado en su codo y la miraba divertido.

—¿Qué?

—Nada, sólo me hace gracia lo mal que os llevabais antes y ahora hasta le llamas para quedar.

Emma sonrió un poco mientras se acercaba a él y se posicionaba entre sus piernas para poder sus manos sobre sus mejillas. Él posó sus manos en las piernas de Emma, mirando hacia arriba.

—Es que estoy ayudando a alguien —murmuró Emma acercando su nariz a la de William.

William sonrió un poco y Emma pensó que la sonrisa de William era la más bonita que jamás había visto. Tenía unos adorables hoyuelos a los dos lados de su boca y nunca se cansaba de mirarlos. Además de que la risa de William era como su voz: suave y bonita. No era el típico con una voz ronca y grave sexy, pero era melodiosa y agradable de escuchar.
Pasaba como con Landon, ambos cabía decir que tenían una voz y una risa muy parecida.

—¿Y ese alguien es...?

—¿No te lo ha contado? —William la miró con confusión— Bueno, ya qué más da. Ben y yo lo sabemos, no le importará que tú lo hagas. Además, eres mi novio. Debe saber que te enterarás igual.

—Emma, estás divagando.

—A Skandar le mola Harper y quiero ayudarles a que tengan algo.

William le miró con sorpresa. Eso sí que no se lo esperaba. Emma rió. Skandar era muy bueno guardándose sus sentimientos, porque todos esos años no habían sospechado ni un poquito.

William iba a decir algo cuando ambos escucharon cómo algo borbotaba y olía a quemado.
Emma soltó un grito de terror prácticamente saltando hacia la olla hirviendo. El miedo fue aún más grande cuando se dio cuenta de que el agua salía de la olla con burbujas. Con un guante intentó apagar el fuego y apartó la olla para poder ver su interior.

William comenzó a reír cuando llegó y la vio. Emma lloriqueó sin lágrimas.

Los espaguetis estaban quemados y pegados.

—Me retracto, hasta un niño de cinco años sabéis hacerlo... menos tú.

—Gracias, Will.


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