𝐯𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐜𝐢𝐧𝐜𝐨

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𝟓 𝐝𝐞 𝐣𝐮𝐧𝐢𝐨 𝐝𝐞 𝟐𝟎𝟎𝟓

Los Ángeles era totalmente como Emma se lo había imaginado. Era lo opuesto a Londres en todos los aspectos.

Para empezar, Inglaterra tenía un nivel arquitectónico impresionante. Era un país con mucha personalidad y una esencia antigua y acogedora. Sus edificios y casas eran tradicionales y su clima era frío y lluvioso. Los ingleses eran educados, desorganizados (al contrario de lo que se piensa) y solían lanzar miradas incómodas a la gente que sobresalía en la calle por hacer cosas locas.

En Los Ángeles hacía calor, había mucho Sol, playas, gente extrovertida, calles impresionantes, todo era moderno y la gente era mucho menos crítica. Nadie las miraba y tenían que ir con ropa muy ajustada y corta porque si no pensaban que les daría algo del calor que hacía. No estaban acostumbradas a ese clima. Los americanos eran mucho más... Extravagantes. En especial en California. Quizá en otra ciudad del país más pequeña y cerrada la gente era igual que en Inglaterra.

Cuando llegaron tenían mucho jet lag y se pasaron el día durmiendo en sus nuevas habitaciones de la residencia donde se alojaban. Al día siguiente aprovecharon el día para visitar la ciudad e instalar su equipaje. Al segundo día, decidieron que era momento de ir al estudio de Alaric, que las esperaba para hablar de las canciones.

—Echo de menos a todos —comentó Emma mientras andaban de camino al estudio.—Sólo han pasado dos días y siento que me faltan.

—Yo me siento igual— respondió Anna.

—Es que me veo rara aquí. Me encanta, pero... Es extraño.

—Es porque llevamos poco tiempo aquí. Ya verás como al final acabas acostumbrándote.

—Madre mía, que nervios —Emma pasó sus manos (que sudaban un poco) por sus pantalones cortos y echó su cabello hacia atrás.

—Calma -le dijo Anna, riendo un poco-. Piensa que ya nos ha escuchado, y que si nos ha llevado hasta aquí es por algo.

Emma asintió, escuchando las sabias palabras de la más inteligente de sus amigas. Anna tenía un don para estar entre el ataque de pánico y la tranquilidad pura. En ese momento había adoptado la segunda opción, puesto que Emma estaba lo suficientemente nerviosa por los dos.

Ambas llevaban un par de bolsos donde tenían carpetas llenas de canciones. Habían marcado con una estrella roja las canciones que creían que podían ser mejores para incluir en el disco.

Entraron al estudio en cuanto lo vieron y llegaron hasta recepción.
Tuvieron suerte, porque Alaric hablaba en ese momento con la recepcionista. Ella tenía el teléfono en la oreja y parecía repetir lo que Alaric le decía que debía decir.

—Hola —dijeron Anna y Emma a la vez.

El hombre se dio la vuelta y dio una palmada con una gran sonrisa en cuanto las vio aparecer.

—¡Perfecto, perfecto! —Parecía muy emocionado de verlas allí—. Pasad, pasad.

Les indico que le siguieran para cruzar la puerta que tenían al lado. Se sorprendieron al ver un largo pasillo lleno de discos de famosos representados por él a lo largo de las paredes. Él les preguntaba cómo estaban, cómo habían pasado el viaje y si les gustaba la ciudad. En todo momento estuvieron acompañadas por una chica que se ofreció a ayudarlas. Se llamaba Madison y era bastante enérgica.

—¿Os gusta la residencia?— les preguntó mientras abría una puerta.

—Sí, es bastante acoge... —Anna no pudo terminar la respuesta porque se quedó sin palabras al ver la sala que tenían frente a ellas.

Era una sala de grabación como las de las películas. Tenía unas cuantas sillas dispuestas frente a unos monitores de última generación. Al otro lado, separados por un cristal, tenían la sala donde ellas cantarían y tocarían los instrumentos. Tenía micrófonos, un piano, guitarras, flautas, violines... De todo.

—Esto es increíble —dijo Emma, conmocionada.

Alaric sonreía orgulloso al ver a ambas chicas tan sorprendidas y admiradas. Tenía muchas cosas planeadas para ellas. Dos chicas británicas siempre llamaban la atención en California.

—Podréis grabar todas vuestras canciones aquí. Siempre podéis pedirme consejo.

—Seguramente necesitemos tu consejo- respondió Anna, sonrojándose.

—Eso tengo que verlo —él dio una palmada de nuevo y se sentó en una silla.—Veamos, sentaos. Quiero escuchar vuestras canciones.

Emma y Anna se sentaron en otras dos sillas negras y sacaron con algo de nerviosismo sus carpetas. Emma le indicó a Anna que fuese ella primero la que enseñase sus canciones.

—A ver... —Alaric agarró el primer papel que la muchacha de ojos azules le entregó.

La primera canción era una sobre "feminismo" que Anna compuso cuando tenía catorce años. Era una de sus favoritas, pues se le ocurrió cuando una vez un chico de clase se metió con ella por ser chica. Según él, las chicas no estaban destinadas a hacer grandes cosas. Anna se enfureció tanto que escribió sobre ello.

La canción se llamaba Nunca subestimes a una chica. Esta decía:

Una chica suele saber cómo ganar una situación. Sabe lo que tiene que hacer y está pendiente de su valor.

Hace que ser fuerte parezca fácil, tanto que un chico no podría percibir que lo es. Pero tiene el control y hará ver las cosas mejor en todo momento.

Nunca subestimes a una chica, consigue lo que quiere, y nunca parará.
Tu secretaria podría terminar como jefa, tanto si te gusta como si no.

Y así, toda la canción era una repetición de las cosas que las chicas hacían y podían hacer. Alaric iba asintiendo conforme la iba leyendo. Parecía satisfecho.

—Hagamos una cosa— dijo, devolviendo el papel. —Que una toque la melodía en esa sala de allí y otra cante. Así puedo hacerme una mejor idea.

Las dos asintieron y cogieron todo su material para después entrar a la sala por otra puerta. Allí, Anna decidió que ella tocaría la guitarra y Emma cantaría.

Primero tocaron la que acababan de enseñarle, después, optaron por otra que Anna también escribió con anterioridad. Aquella trataba sobre los celos que sintió cuando Ben tenía una "novia" aunque en realidad era mas un lío que otra cosa. Le confesó a las chicas que era sobre él cuando la tocaron por primera vez, aunque todas lo habían sospechado.

Cuando te vi con ella, cuando te vi besarla. No puedo sacar esa imagen de mi cabeza. Cuando estoy a tu lado, podría ser invisible. ¿Acaso te percatas de que estoy ahí, a veces? —mientras la cantaba, Emma se quería reír, pues Ben estaba totalmente enamorado de Anna y ella no tenía ni idea.

De hecho, un día Ben llegó a decirle a Emma que él estuvo con esa chica para quitarse a Anna de su mente, pues la veía muy lejana a él, como si estuviese fuera de su liga.

Sé que ella está contigo y yo estaré conmigo misma. Esta noche, yo sola. Esta noche solo me necesitaré a mi. Invisible. ¿Es que soy invisible? Dime si soy invisible. —Anna tocaba la guitarra con sentimiento, probablemente sin dejar de pensar en el hermano de su amiga—. Podría salir de fiesta, pero tengo miedo de lo que veré. Así que mejor me quedaré en casa esta noche, y todas las noches. Quería decírtelo. Pero no salía ningún sonido. A lo mejor si me escuchases me podrías ver.

Alaric nos paró y dijo que anotaba esa canción, le había gustado. Pasamos a la siguiente. Se llamaba "Cabrón en uniforme". Alaric rio cuando Emma le contó la historia de la canción, pues lo hizo de manera cómica. Pero dijo que no le gustaba para añadirla.

La próxima sí que le gustó algo más. Se llamaba "Me vuelves loca" y era una que Emma había escrito cuando estaba totalmente enamorada de William, cuando su relación estaba en un punto donde ambos no tenían miedo de mostrar sus sentimientos mutuos, así que Emma se sentía tan pasional que compuso sobre ello.

Ver las letras sobre cómo se sentía junto a él le hizo decaer en el interior.

Me tienes todo el día pensando en ti. Tienes ese algo, ¿qué puedo hacer? Me das vueltas y la Tierra se mueve, no puedo sentir el suelo. Cada vez que me miras, mi corazón salta y es fácil notarlo. Quererte significa mucho más que cualquier cosa que haya sentido antes. —el estribillo comenzó— Me vuelves loca, no puedo dormir. Estoy excitada, he caído hasta el fin. Oh, oh, oh. Loca. Pero se siente bien. Pensar en ti me tiene en vela toda la noche.

Alaric no le pidió que parase, pues asentía al ritmo de la canción. Se notaba que aquella le estaba gustando mucho, y Emma tenía que reconocer que junto a la de Rompe mi corazón era una de sus favoritas sobre las que había compuesto nunca.

Dime que no paras de pensar en mi. Que soy la única a la que puedes ver. Dime que no estoy perdiendo el tiempo. Que no malgasto mis sentimientos en ti. Quererte significa más que cualquier cosa que haya sentido antes...

El estribillo volvió un par de veces más y finalmente terminaron la canción. Alaric aplaudió varias veces mientras asentía y levantó el pulgar en señal de aprobación. Acercó su boca al micrófono y lo encendió para que lo escuchasen.

—Me parece que aquí tenemos un futuro hit.

Emma y Anna se miraron con sonrisas radiantes. Al menos, aunque William le hubiese hecho sufrir, le había dado inspiración para poder hacerse famosa.

[...]

De vuelta a la residencia, Anna y Emma estaban muy emocionadas. Habían acordado que el disco comprendería de diez canciones. Entre ellas estaban; "Rompe mi corazón", "Me vuelves loca", "Invisible", "Nunca subestimes a una chica" y otras cinco más. Una de ellas fue escrita por Rachael y acordaron que los derechos de la canción irían a ella también y las ganancias con esa parte irían también dirigidas a la chica, para darle el mérito por la letra.

Dejaron todas sus cosas en la habitación y después bajaron a la cafetería para cenar. Era la primera vez que bajaban, pues se habían alimentado con snacks que habían traído de Londres en su habitación hasta ese momento.

Al menos hasta septiembre podían dedicarse al disco y vaguear por la ciudad, pues en tres meses empezaban las clases de nuevo. La buena noticia es que serían clases de música, y eso sí que le emocionaba a Emma.

En cuanto llegaron se sintieron algo cohibidas. Se pararon en la puerta mientras veían la gran cantidad de personas que tenían frente a ellas. Estaban rodeadas de americanos de su edad que gritaban, hablaban, reían, comían y tiraban comida por todas partes. Un hombre intentaba pararles, pero era imposible con tanta gente haciendo jaleo.

Anna y Emma se miraron con sonrisas divertidas y entraron para poder comer algo. Algunas personas se percataron de su llegada y mágicamente se dieron cuenta de que eran nuevas. Era extraño, pues aquel lugar estaba repleto de gente. Era difícil saber quién era nuevo y quién llevaba más tiempo, pero esos estudiantes parecían diferenciar esos dos grupos, pues no paraban de mirarlas con curiosidad.

—Vale, me siento un poco incómoda —comentó Emma entre dientes.

Andaban hacia la fila donde les darían la comida. La cocinera les miró con cara aburrida y después les colocó la comida en unos platos encima de las bandejas. Finalmente, les dio un par de bricks de leche para beber. Emma puso cara de asco y Anna frunció el ceño.

—Eh... ¿Podrías cambiarme el brick de leche, por favor?— le preguntó Anna con amabilidad a la mujer.

—No.

—Oh, vale...

—Pues yo no pienso bebérmelo -comentó Emma, dejando el brick en la encimera frente a la cocinera. La mujer le miró mal-. ¿Qué? No quiero cenar con leche.

La mujer sonrió con picardía y después dio palmadas para que todos la mirasen. Consiguió callar aquel jaleo en dos segundos y finalmente comenzó a reír señalando a las dos chicas.

—¡Las dos inglesitas quieren que les quite la leche y les traiga un té! ¿Qué más quieren sus realezas, unas pastas?

Todos comenzaron a reír mientras las miraban y analizaban. Anna tragó saliva, muy nerviosa. Emma estaba claramente enfadada. Literalmente lo que había dicho esa mujer no era gracioso, en absoluto. No encontraba el humor en aquellas palabras, pero ellos parecían hacerlo. ¿Sólo por tener acento británico se les consideraba caprichosas? No lo comprendía.

Emma agarró la bandeja y la tiró al suelo, y después le sonrió con los ojos entrecerrados a la cocinera. Anna soltó un grito ahogado y todos los presentes callaron.

No iba a dejar que esa mujer la humillara por ser de Inglaterra. Oh, no.

La cocinera la miraba con mucha furia contenida, sin dar crédito a lo que acababa de ver. Anna rápidamente agarró su bandeja y la después sujetó a Emma de un brazo para arrasarla lejos de allí. Anna trataba de llegar a la mesa vacía más cercana, y mientras Emma señalaba con dos dedos a la mujer con amenaza cómica. La mujer levantó la espátula, con peligro de ser lanzada con una precisión de miedo a la cabeza de la castaña.

Finalmente se sentaron en una mesa vacía y todos comenzaron con sus conversaciones de siempre poco a poco. Aunque algunos seguían mirándolas.

—¿Es que no puedes dejar de llamar la atención por un día? —Le reprochó Anna, malhumorada.

Emma volvió a mirar con enfado a esa mujer. Había visto en su tarjeta colgada de su uniforme que se llamaba Katy. Típico nombre americano...

Volvió su mirada hacia su amiga.

—Se ha burlado de nosotras.

—¿Y qué? Ahora te has quedado sin comida.

Emma resopló, pensando en que realmente tenía bastante hambre. Pero cuando se había reído de ellas con los típicos estereotipos ingleses algo se había encendido dentro de ella y no lo pudo evitar. A veces era demasiado impulsiva.

—Y no te daré de la mía -Anna negó con la cabeza, agregando su tenedor para comer un poco de guisantes.

—Por fa...

—No.

Emma bufó mientras ponía los ojos en blanco, mirando al techo con cansancio y algo de infantilidad. Odiaba ser tan agresiva en algunos momentos. No solía ser así, de hecho le pasaba de repente, sin planearlo o sin darse cuenta. Pero algo le hacía enfadar con fuerza y acababa haciendo cosas que luego lamentaba. Aún le sorprendía que alguien no se hubiese levantado para obligarle a limpiar lo que había tirado.

—Quiero comer -se quejó con un puchero y cerrando los ojos.

—Después de la escena que has montado, dudo que lo vayas a hacer —respondió una voz desconocida para ambas.

Emma rápidamente abrió los ojos y miró al frente. Anna tenía su tenedor a medio camino hacia su boca, pues miraba con sorpresa a la persona que acababa de hablar. Frente a ellas tenían a dos chicos –de los más atractivos que jamás habían visto– sentándose en la misma mesa.

Ambos parecían divertidos mientras las miraban. Habían dejado sus bandejas en la mesa, y reían por las caras de las chicas.

Uno tenía el cabello negro y los ojos verdes. Era alto y con el cuerpo definido. Sus rasgos eran más bien infantiles, pero en general parecía un chico de dieciocho años más o menos. Tenía una sonrisa bonita.

El otro tenía la piel morena y el cabello marrón claro como el de Emma. Sus ojos eran marrones también y su sonrisa también era bonita. En definitiva, ambos eran tremendamente atractivos.

—Soy Landon Graves —se presentó el moreno— Él es Oakley Peterso...

—Oak Peterson —le interrumpió rápidamente el castaño—. Solo Oak.

Emma y Anna rieron un poco.

—Encantada, Landon y... Solo Oak -contestó Emma, divertida-. Nosotras somos Emma Barnes y Anna Popplewell.

—Oh, sí, inglesas —Comentó Oak con una sonrisa mientras imitaba de manera horrible el acento de ambas.

Las dos chicas rieron al escuchar cómo lo decía. A pesar de que se burlaban del fallido intento de imitarlas, Oak se lo tomó bien, pues las hizo reír.

—¿Qué se os ha quedado aquí? —preguntó Landon, lanzando miradas a Emma de vez en cuando. —Quiero decir, Inglaterra está muy bien, ¿por qué habéis venido aquí?

—Me hace gracia la manera tan desinteresada que tenéis los californianos de hablar de vuestra "tierra" —respondió Emma. —Estamos aquí porque vamos a grabar un disco.

—Uno, —Oak levantó un dedo— hablamos así de California porque estamos acostumbrados a California. Dos, ¿¡qué!? ¿Un maldito disco?

Ambas chicas asintieron, halagadas por el asombro de ellos. Parecían realmente asombrados ante esa noticia.

—Sí, con Alaric Blaze —siguió contándoles Anna.

—Con que un par de músicas, ¿eh? —Respondió Oak—. Qué guay.

—¿Vosotros por qué estáis en esta residencia?—Preguntó Emma con interés.

—Oak entrena para poder llegar a ser un doble para actores en escenas de riesgo —respondió Landon por su amigo, mirando fijamente a Emma. Ella trató de no apartar la mirada, pero estaba algo intimidada por el chico—. Yo soy un intento fallido de guitarrista.

Las dos chicas parecían impresionadas por la respuesta del chico. Ambas eran profesiones bastante chulas, así que lo hicieron notar diciéndoles lo bien que les parecía que quisieran dedicarse a aquello.

—¿Y qué más os gusta hacer, a parte de música?— preguntó Landon.

—Comer —Respondió Emma con mucha seriedad, mirando las bandejas de los tres.

Los otros rieron, pensando que aquella chica era muy graciosa. Anna no sabía si sentir vergüenza o si simplemente apoyar las estupideces de su amiga, pues debía acostumbrarse.

—¿Cuántos años tenéis? —les preguntó ahora Anna, intentando dejar respuestas tontas por otro lado.

—Diecisiete —contestó Landon.

—Nosotras los cumplimos este año—comentó Emma, contenta de que sus nuevos "amigos" tuviesen su edad—. De hecho, yo los cumplo en un mes y pico.

—No me digas —Landon alzó sus cejas. Después miró su bandeja, y agarró un plato con un trozo de lasaña para dejarlo frente a ella—. Entonces supongo que te puedo dar esto como regalo adelantado.

Emma lo miró con sorpresa, y el chico le guiñó un ojo. Emma no supo cómo reaccionar y trató de no ponerse roja mientras evitaba la mirada de Anna, que seguramente –con lo poco disimulada que era– la miraba con los ojos muy abiertos, al darse cuenta de aquel claro flirteo.

—Vaya, ehh... Gracias -consiguió sacar una sonrisa para el chico de ojos verdes.

Él simplemente la miró de lado mientras comenzaba a comer y le sonrió con la boca cerrada. Emma vio un par de hoyuelos que se formaban a ambos extremos de sus labios, y rápidamente se acordó de William.

William...

Se lo quitó de la mente rápidamente. William no fue ni a despedirse de ella. Tenía que olvidarse de él y centrarse en el presente.



Referencias;

Oakley;
Brenton Thwaites

Landon;
Aaron Taylor-Johnson o Logan Lerman

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