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Aquellas manos gruesas ya pesaban sobre su cuello, intentaba quitarlas sin embargo sabía que ya no podía hacerlo, era inútil siquiera y lo peor, no comprendía el motivo.

Tal vez hizo algo malo de lo que no se acordaba. Su vida se basaba en historias, de casa al trabajo, del trabajo a casa. Aunque Minho luciera alguien rudo era incapaz de dañar a alguien, y eso sólo lo hacía recordar el porqué los niños lo rechazaban en la infancia.

No quiero jugar con él.”

Su yo de niño nunca hubiera entendido que las personas suelen ser tan superficiales, que el interior se ve deteriorado por la imágen que los demás formaban de él. Ahora entendía que aunque los niños solían ser malos, los padres eran culpables por criar personas tan egoístas.

“Parece alguien malo.”

Una lástima que ni su propia madre fuera capaz de sacar a la luz todas las virtudes que su hijo ocultaba en su interior.

Intentaba a duras penas tomar un poco de aire, pero cada vez le era más difícil. Algo tan cotidiano se complica en las situaciones que menos te esperas, y a veces ni tú mismo comprendes el porqué.

El cólera era tan notorio en la mirada de aquel hombre, que Minho podía percibir el calor que desprendía su cuerpo frenético.

Debió haberle hecho una atrocidad enorme en su vida pasada como para que reaccionara así, porque en lo que a esta respecta, no tenía ni el más mínimo sentido.

El cuchillo estaba muy lejos como para usarlo de defensa, y lo único que le quedaba era aceptar su destino. Entender que perdió aquella guerra contra el mundo, contra él mismo. Nunca fue valiente, pero no demostraba cobardía al resto. Nadie le permitió mostrarse como realmente era, nadie nunca antes conoció al verdadero Lee Minho; sin la etiqueta de escritor sabido, arrogante o insulso.

Cerró los ojos.

Parecía que alguien quería poner el punto final a su historia que aún no llegaba al climax, y por lo mismo no había en ella rastros de algún momento memorable, más allá de los múltiples premios insignificantes por sus libros.

Dejando su vida en manos de la suerte decidió dejar de luchar, y prepararse para lo que le esperaba.

Parecía que su destino estaba escrito, pero resultaba bastante ironíco ya que nunca creyó en él.

Nunca usó esa palabra en sus cuentos.
Los niños suelen creer todo lo que leen, si lo escribía sólo inducía a los pequeños a creer en algo ignoto. Para Minho, el destino no es más que falacias de aquellos que no aceptan las consecuencias de sus diversas decisiones.

Abrió los ojos, chocando con la vivaz figura de la muerte que se veía gloriosa mientras lo envolvía.

«Mamá»

Si hubiera sabido a que aquella mujer sólo anhelaba su derrota, no habría derramado ni una lágrima en su partida.

Lástima que ya era muy tarde.

Su cuello se sentía cada vez más apretado y el aire luchaba por pasar. Se estaba soltando, sus sentidos poco a poco se iban desprendiendo y dejándolo al punto de no saber si aún seguía en este mundo, o se hallaba en primera fila esperando su juicio que lo dirigiría al cielo o al temido infierno.

Y al parecer no era intrépido como creía. Su alma se veía sujeta a las palabras que para nada le servían como armamento.

En un instante pensaba haberse ido. Pero pensaba, signo de que aún su tiempo en este mundo no acababa y su cuello pudo por fin librarse, para dejar pasar el aire a los pulmones, que tanto lo pedían.

Seguía aún derrotado en el piso, oía gritos que en vez de culminar sólo iban en aumento.

—¡Desgraciado!, suéltame, ese tipo es un sinvergüenza, se robó a mi mujer —vociferaba el hombre, ahora con las manos atadas en su espalda. Para suerte de Minho alguien había llegado a tiempo para salvar sus años—. ¡No dejaré que se salga con la suya!

Luego de unos minutos que al lado de ese hombre parecían eternos, el chico encargado llegó.

—No puedo creer lo que causó mi descuido, gracias, Jisung, prometo que no volverá a ocurrir. —Y aliviado, lo llevó de vuelta al lugar del que no tenía porqué haber salido.

Jisung corrió dónde estaba aquel chico desconocido aún en el suelo.
Su cuello seguía rojo, con un leve tinte violeta que sólo lo hacía preocuparse.

—Estoy vivo —afirmó Lee en voz baja, al percibir una presencia invadirlo.

—Ay, Dios, de verdad lamento mucho lo que tuvo que pasar. Nuestro personal aún es un tanto inexperto, pero puedo asegurar que no se volverá a repetir.

—Está loco, —aún en el suelo la voz de Minho era baja, sumado al dolor que sentía en la garganta se volvía peor—. Ni siquiera conozco a su esposa. Imbécil. —Intentó levantarse, sintiendo en seguida que lo devolvían al suelo. No era para nada tan fuerte como creía.

—No se mueva. Una estrangulación es algo delicado, puede causar daños graves en la audición, petequias e incluso fracturas. Es mejor que lo vea un especialista.

—Que exagerado, no es para tanto, estoy perfecto. —Reprimiendo el dolor depositado en su cuello, se levantó y salió del cuarto.

—Hey, espere, no puede irse así, ¿que tal si se desmaya? —advirtió en un intento de detenerlo, pero sus palabras parecieron no causar en él efecto alguno y no se detuvo.

«Que chico más testarudo»

Salieron del escenario que ya se encontraba vacío. Cada asiento estaba solitario y eso sólo hizo a Minho pensar en si alguien realmente se preocupaba por él.
Aunque estaba claro que los noticieros no le importaban, seguro su representante pagaría a los reporteros para no divulgar la noticia, o más bien, tragedia que casi le arrebataba la vida.

—¡Detengase! —Jisung se detuvo frente al más alto, manteniendo una postura que para nada resultaba intimidante ante el otro—. ¿Por qué se lo toma tan a la ligera? Esto es grave.

—Entiendo tu preocupación. —Llevó su vista al uniforme celeste que vestía el pelinegro, y colgando de su cuello, una credencial contenía su nombre y cargo—. ¿Trabajas aquí, no?

—Soy psiquiatra.

—Claro.

—¿Vino a acompañar a alguien? Aparte de aquel lamentable incidente, no parece alguien que frecuente hospitales.

—Tienes razón. Pero ese no es el motivo que me trajo por aquí.

—¿Acompañó a un pequeño a la lectura del escritor Lee Minho? —Ocupó su última opción—. Creo que yo llegue tarde, mi hermano estará muy triste al enterarse.

—¿Tu hermano es admirador de Lee Minho?

—Así es, quería venir pero sólo era para niños. Ni siquiera pude conseguirle un autógrafo.

Minho por dentro sólo reía, y a la vez no entendía como aquel chico, teniéndolo frente suyo, no sabía ni un poquito de su identidad.

—¡Ay, Minho!, aquí estabas, nos tenías tan preocupado. —El hombre se acercó a ambos chicos. El representante de Lee lo había sacado antes de varios apuros, pero aún no acababa por agradarle.

—¿También se llama Minho? —preguntó Jisung, pero fue vilmente ignorado por ambos.

—Que lamentable lo ocurrido, los niños quedaron muy tristes.

—Espere, ¿usted es Lee Minho? —Un foco pareció encenderse dentro de Jisung justo en ese momento. Seguro pareció un tonto al desconocer a aquel escritor—. No creí que...

—Para nada, tranquilo —habló ahora Minho, y luego de convencer a su representante para que se retirara, caminó hacia unos asientos y se recostó, así posteriormente cerró sus ojos—. Creo que necesito un descanso.

[...]

Minho se encontraba recostado en un sofá que Jisung amablemente dispuso para él.

Llevaba al menos treinta minutos con los ojos cerrados, mientras Han a su lado sostenía un libro para pasar el rato.
Por más que Minho le insistió en dejarlo sólo, perder su tiempo allí no estaba mal, sabiendo que no tenía ese día pacientes que atender. Además, sostenía aún la idea de pedirle el autógrafo para su hermano cuando despertara, pero no quería parecer un interesado.

Giró a verlo y se agachó a una altura que le permitiera ver su cuello. Aún estaba rojo, pero no tanto como antes. Para su alivio, las marcas moradas habían desaparecido de su piel y eso le restaba gravedad al asunto.

Elevó la mirada hasta su rostro.
Así que ese era el escritor que su hermano adoraba. Para nada como se lo imaginaba, si es que una vez llegó a hacerlo.
Era un chico bastante jóven, podía asegurar que incluso su hermano lo superaba en edad.

Observó sus párpados. El derecho parecía tener un leve temblor y todo apuntaba a que era provocado por el estrés. Es algo muy común en jóvenes, más que nada estudiantes.

Su pecho subía y bajaba con tanta calma.

Su nariz dibujaba en el costado un pequeño lunar que vivía solitario en su rostro. Lucía bien.

La puerta estaba cerrada.
En el hospital solía haber bastante ruido, más que nada de parte del personal, y eso impedía en gran medida el descanso de algunos empleados que debían dormir para sus próximos turnos.

Jisung estaba inmerso en su propio mundo analítico que solía caracterizarlo, era algo que hacía inconscientemente pero que su profesión requería en todos los casos.

Sintió entonces el peso de una mirada sobre la suya. Su corazón se aceleró de repente debido al importuno, y prefirió restarle importancia al hecho de que aún estaba cerca de su rostro.

—Sigues aquí.

—Le dije que no me iría. ¿Cómo se siente?

—Mejor. —no mentía. Esos cortos minutos en que cerró los ojos le sirvieron para liberar una parte del cansancio que albergaba su cuerpo. Se enderezó sobre el sillón bastante cómodo y tomó un cuaderno que había sobre la mesa frente a él.

Buscó en su ropa un lápiz. El abrigo gris que vestía no había perdido su bolígrafo favorito luego de tanto incidente, y eso lo hacía sentirse agradecido del gran tamaño de sus bolsillos.

—No te costaba nada pedirlo, sé que es lo que has estado esperando —comentó luego de entregarle el papel escrito a Jisung—. Me agrada la idea de que tu hermano no sea un niño.

—¿Le desagradan?.

—Preferiría guardar mi opinión al respecto. —Se levantó del sillón y caminó a la puerta, debía volver a casa—. Y por favor, no me trates de usted, de seguro tenemos le misma edad.

Y salió finalmente, dejando a Jisung con las palabras en la boca, y las intenciones de revisarlo una última vez para asegurarse de que estuviera bien.

Se sentó y leyó el papel.
No había rastro alguno de un autógrafo en él, si no que una dirección, día y hora se encontraban anotados, a lo que luego le seguía un “gracias”, que seguro se refería a las buenas intenciones de Han por ayudarlo y sonrió. Su hermano estaría muy emocionado, y él... Él se sentiría realizado al verlo felíz.

Dos días después.

HyunJin llevaba alrededor de diez minutos poniendo en orden todos los cuentos de Minho.
Era el día en que por fin podría conocerlo en persona y estaba más nervioso que nunca.

Su hermano preparó por él su mochila. Le ordenó también vestir un traje azul y arregló su corbata, la cual después tiraba todo el tiempo sin darse cuenta.

Jisung miró la hora. Quedaba aún tiempo, aunque lo mejor era salir ya, para no llegar tarde. Detestaba la impuntualidad, mucho más viniendo de él mismo.

HyunJin subió al auto después de su hermano, quien iba al copiloto. La mochila quedó en el asiento trasero y un cubo rubik sin completar estaba entre las manos del mayor.

Con ayuda del GPS logró dar con la dirección, y fue una buena idea de su parte salir mucho antes de la hora.

El pelinegro estacionó el vehículo y descendieron.
En seguida sus miradas viajaron a la casa del frente, la cual parecía ser la de Minho.

La carencia de lujos fue lo primero en llamar la atención de Jisung. Es verdad que se esperaba algo más adecuado a lo que se podría esperar de un escritor popular, sin embargo sintió curiosidad por primera vez acerca de qué era exactamente ese lugar.
Podría ser incluso una oficina bastante camuflada, y sonaba ridícula la idea de que los invitara a su hogar. Pero no fue tan ridículo cuando luego de golpear, él abrió la puerta.

—Pasen. —Intentó disimular la impresión que le causó ver con traje a alguien que vestía todo el día un uniforme opuesto.
Junto a Jisung también su hermano, a quien Minho imaginaba un poco más jóven, un adolescente.

Los sofás se llenaron en un momento.
La emoción en el rostro de HyunJin era tan notoria que incluso parecía mayor a la de todos los niños el día de su lectura fallida en el hospital.

—Así que, ¿cómo te llamas? —dirigió toda su atención al joven, que parecía incluso ser mayor que él. Un oscuro lunar bajo su ojo captó su mirada.

—Han HyunJin, treinta años, nací el veinte de marzo de 1992, me encanta leer y... —El susurro de su hermano calló sus palabras—. Muchas gracias por la invitación, señor Lee Minho.

—Oh, no te preocupes, dime Minho.

—Bien.

HyunJin sacó los cuentos de la mochila y le entregó su favorito para que lo autografiara. Sin duda iba a cuidar ese libro como una de sus posesiones más importantes.

Hablaron de varios temas, desde las tramas de sus libros, hasta la manera en que descubrió sus historias.
Fueron cerca de cuarenta minutos en los que Jisung permaneció en silencio, observando con una sonrisa como su hermano disfrutaba lo que siempre quiso, y a veces, sólo a veces, cruzando miradas silenciosas con el dueño de la vivienda.

—HyunJin, creo que ya deberíamos irnos, no queremos incomodar a Minho. —Se levantó del sofá y el mayor hizo un puchero, no quería retirarse.

—Para nada, no es incómodo. Por lo mismo los invité a mi casa, y así no causar molestia a los demás.

[...]

La tarde la pasaron entre risas, y ahora se encontraban sentados a la mesa, con un café al frente, hablando como si se conocieran de toda la vida.

La verdad es que en ese momento Minho no se reconocía. Solía ser serio con aquellos a quien no conocía. Al contrario de lo que los demás decían no era arrogante, sin embargo el hecho de establecer relaciones con los demás suponía todo un reto para él.

Pero por alguna extraña razón, esta vez fue diferente.
Desde que vio a HyunJin entrar sintió como si lo conociera de algún lado. Su melena trajo en seguida el recuerdo de un efímero tiempo de felicidad en la niñez. Sus orbes devolvían la calidez a su alma de niño, enterrada bajo la apariencia de un ser rudo.

Por un momento volvió a su hogar.
Y el silencio lo atrapó, causando la intriga en sus dos hábiles visitantes.

—¿Estás bien?

—Oh, si, estoy... Bien. —Llevó la taza hasta sus labios, dejando al aroma del café impregnarse sobre su ser. En seguida ideas llegaron a su mente, solía inspirarse en cualquier objeto o situación, e incluso a veces aparecía aquel torrente sin previo aviso, y eso, en ocasiones, resultaba muy frustrante.

—Déjame revisar tu cuello. —Dejó la taza a un lado.

—No es necesario, creo que ya pasó.

—Lo es, es muy necesario.

Se sentó junto Minho, mientras HyunJin inmerso en sus libros, parecía no enterarse de nada.

El pelinegro elevó con cuidado la mandíbula de Minho para despejar la vista.

El tacto frío de Jisung en seguida provocó un escalofrío en el cuerpo del jóven escritor, pero siguió inmóvil.

—Está mejorando —decía mientras se acercaba para ver con más detenimiento cada parte. Su respiración pesada colisionaba contra la piel de Minho, quien solo se limitó a asentir—. Lo normal sería que las marcas no se extiendan más de una semana, al igual que el dolor en caso de que exista, de ser así deberías ir al hospital, ya te dije que podía ser peligroso.

—No me gustan los hospitales —confesó luego de bajar la cabeza.

—Puedo atenderte yo si lo deseas, no creo que tarde mucho de igual forma.

—Me parece mejor. —Se quedó viendo los ojos del chico. Su mirada transmitía una dulzura, digna de una plana completa sólo describiendo las muchas emociones que esta causaba. En ese momentos cientos de adjetivos llegaban a su mente y se esfumaban, y quedaban en el olvido.

—Bien creo que debemos irnos, HyunJin —cortó el contacto visual al no sentirse cómodo. Solía perder siempre en esos juegos con amigos, y esta vez definitivamente no era la excepción.

Tardaron unos minutos en sacar a HyunJin de su propio mundo, hasta que luego de un rato guardaron sus libros en la mochila, y bastó otro rato para que ya se encontraran en su auto, rumbo a casa.

Los días pasaron.
HyunJin se quedaba en casa mientras su hermano buscaba un nuevo trabajo para él, sin éxito por ahora.

Las personas solían encasillar a los demás, ponerles etiquetas, y las que oía referentes a su hermano no le agradaban para nada, pero sólo le quedaba aguantarse, la discriminación va a existir siempre y no hay nada que él ni nadie puedan hacer al respecto.

Durante el transcurso de la semana no dejó de encontrarse en el hospital al chico que pasó de ser un escritor de cuentos infantiles a Minho, un nuevo amigo para Jisung y uno verdadero para Minho.

No eran muy cercanos, pero eran algunas las ocasiones en que luego de atenderlo, pasaban a la cafetería a charlar un rato, y fue en una de esas conversaciones en que Minho comprendió.

No era HyunJin a quien conocía, si no a Jisung, su hermano y que en ese tiempo también usaba el cabello largo.

No recordaba con exactitud el motivo, pero si sabía que su madre se encargó de alejarlo de su lado, porque según ella todo aquel que se le acercara sólo buscaba aprovecharse, y los monstruos no podían convivir con los demás porque no eran compatibles. Los monstruos debían vivir alejados del mundo.

Sintió el tacto de una mano sobre la suya.
Solía distraerse con sus pensamientos hasta tal punto de desprenderse de la realidad, y no era nada nuevo para aquel que vivía gran parte del tiempo en su imaginación.

Llevó su mirada a aquella mano y posó la suya sobre esta también.

Jisung pese a ser un año menor que Minho, y tras hacer memoria, logró recordar aquellas tardes de primavera que pasaron juntos en la infancia. Eran inseparables, y es que Minho por primera vez tuvo un amigo de verdad. Alguien con quien hacer travesuras, salir a jugar o contarle secretos, alguien en quien confiar sin sentirse un temible monstruo.

—¿En qué pensabas?

—Recordaba mi niñez, y me doy cuenta que no tuve muchos momentos bonitos a parte de los que vivimos antes de separarnos.

—Puede ser, la vida no siempre es perfecta.

—¿Te parece si vamos afuera? No quiero hablar más de esto, acabaré llorando y sería una vergüenza que me vieras así.

Luego de unas pequeñas risitas salieron. Uno al lado del otro, Jisung con el uniforme que su trabajo le exigía, Minho con un traje azul al que parecía tenerle una seria adicción, pues no se le veía nada mal.

Doblaron por un jardín que tenía el hospital, y aquel que Jisung conocía al revés y al derecho tras visitarlo en tantas ocasiones.

—Mi madre me prohibió juntarme contigo. Le obedecí en ese momento, temor supongo. Era muy ingenuo como para captar sus intenciones, me sentí mal por mucho tiempo.

—No está mal sentirse así, es parte de la vida el tener altos y bajos. Quizá todo pasó por algo. Yo siempre he creído que no hay que lamentarse por el pasado si no que aprender a vivir con él; con cada una de las cosas que nos han convertido en lo que somos el día de hoy. —Jisung hizo una corta pausa en la que aprovechó para cruzarse de brazos, mas no detuvo su caminar—. No sabes lo que te prepara tu destino.

—¿Crees en el destino?

—¿Por qué no habría de hacerlo?

—No sé. A veces suelo ser muy escéptico y no le encuentro lógica a algunas cosas.

—Bueno, tu opinión es válida. —Se detuvo frente al jardín. Minho imitó su acción.

—Sabes, cuando éramos niños me gustabas —confesó con tanta calma como si aquello fuera lo más común en esas situaciones, y Jisung no hubiera aparecido hace unas cuantas semanas.

—No sé que responder ante eso.

—Por eso pienso, ¿a quien le importa el destino? Si alguien aparece justo cuando lo necesitas, ese es el destino.

Jisung sonrió. Había olvidado todas las emociones que causaba aquel jóven sobre su ser.

—¿Puedo besarte? —preguntó Minho, otra vez tan sereno que sólo acababa contagiando a Jisung.

—Bueno, creo que el hecho de preguntarlo le quita toda la emoción al momento pero es-

No pudo completar la oración al sentir los labios de Minho contra los suyos. Tal vez era raro que a los veintiséis años nunca hubiera dado su primer beso, pero él creía en el destino, y el destino le estaba preparando algo grande.

Esto pudo (debió) tener un mejor desenlace, siento que no le hice justicia a la bonita historia que cuenta el dorama pero me ví muy afligida por concluirla luego, y la verdad no fue lo que esperaba al momento de inscribirme.
De igual manera espero disfruten esta cortita historia, pese a un final bastante apresurado.
Mucho love para ustedes. 💜

Pd: odio el autocorrector.

—Lina.

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