𝟎𝟒

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❛Donde comienza todo.❜
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Sentía mi cuerpo en un cosquilleo continuo, uno intenso. Empezaba a quemarme, tanto que mi garganta no podía gritar del dolor ardiente que mi piel sentía. Solo veía sus ojos. Esos ojos amarillentos que desbordaban lágrimas mientras me sostenía. El bullicio de la gente era inaudible, pero los veía correr y huir. Estreche mi mano con el anhelo de poder llegar hasta él, no podía entender porque no me detenía, ¿por qué tenía esperanza de recuperar algo que había perdido hace mucho? Era mi conciencia, era el hecho de que no podía romper un vínculo tan importante para mi. Intentaba gritar y no podía, era como si me hubieran cortado la voz. Él dejó de sostenerme, pero los lazos amarillentos me sostenían para que no me moviera en medio del bache de sangre que había alrededor de mi y que se dirigía hasta sus pisadas. Intentaba caminar, con todo mi cuerpo ardiendo y sintiendo el cosquilleo de la electricidad querer detenerme, intentando acercarme, solo lo veía alejarse más. Eran de esos sueños, esos sueños donde querías sostener algo y aunque te esforzaras, se iba demasiado lejos. Caí al suelo, mi cuerpo empezó a tambalear y un destello de luz me hizo abrir los ojos.

—¡Despierta hija, es tu primer día en la UA!—la emoción de mi madre hizo que casi muriera de un infarto, pero al menos desperté y no sentía esos látigos sostenerme.

—Mierda.—masculle, respirando hondo con mi mano en el pecho, el corazón se me quería salir por la boca.

—¡Que emocionante, ver a mi hermosa hija con su uniforme!—veía confeti alrededor de mi, la luz que se adentraba por la ventana fue la que me despertó, debió ser cuando mi madre con su emoción abrió las cortinas.

—Ese uniforme es horrible y patético.—acuse, viéndolo tendido en el borde de la cama, mi madre lo había hasta planchado.—¿Qué estás haciendo?—le pregunté a mi madre, cubriéndome con la sabana cuando la vi con una cámara portátil.

—¿Quién diría que el sueño que todos querían se convertiría en realidad? ¿Que podían ser héroes y tener grandes dones?—se preguntaba mi mano, delirando en sus pensamientos, hasta verla convertirse en agua de inmediato.—¡Es emocionante!—exclamo, humedeciendo mi suelo.

—No voy a trapear eso.—señale, de inmediato retomo su forma humana, sonriéndome apenada para aislarse.

—De por si no sabes trapear.—acusó, levante una ceja y ella mostró su dentadura.—¡Prepárate!—insistió, alejándose.

—Pertenezco al ochenta por ciento de la humanidad que ha desarrollado dones, en este mundo, pero mi madre me cree incapaz de trapear. Increíble.—bufé, mirando el charco de agua que dejó.

Tan pronto la vi salir de mi habitación, no dude en levantarme. Me quede por un momento soñolienta, mirando a la nada por unos cinco minutos. Soñolienta restregué mi rostro, lo lavé con agua fría y me duché de inmediato. Ese sueño fue tan real, que no podía dejar de pensar en eso. Miraba mi cuerpo. Aún sentía como sus látigos me retuvieran, quizás era el miedo irracional de aceptar que mi padre jamás volvería. Me esforzaba por entenderlo y aceptarlo, una parte de mí ocultaba ese sentimiento, pero era incapaz de tolerar que han pasado cuatro años desde que se fue de aquí. Parecía hace mucho, pero aún era muy reciente para mi. El bullicio fue a tal magnitud, que no pude salir de mi casa por semanas. Desearía no haber tenido que vivir esos días, pero mi hermano y padre yacían en mi corazón como una espina, estaba tan enterrada, que me hacían sangrar sin que nadie lo notara. Suspire. Coloqué aquel uniforme y me dejé el cabello suelto. Tenía una camiseta blanca de botonea metida en el interior de una falda verde azulado oscuro, en conjunto de una chaqueta gris con bordes del mismo color de la falda.

—Así está mejor.—afirme, colocando unas medias blancas que llegaban arriba de mis tobillos, mientras que tenía unas botas negras que culminaban justamente a los tobillos.

—¿Ya terminaste?—oí la voz de mi madre atrás de la puerta la cual abrió de inmediato.—¡¡Que hermosa!!—halago, el flash de la cámara cegó mis ojos, dejándome apenada.

—¿Qué hice para merecer esto?—me pregunté en un tono bajo, restregando mis ojos.

—Ser mi hija.—respondió mi mamá, acercándose a mi para darme un cálido abrazo el cual respondí con vagues.

—¿A quien le enviaras esa foto?—le pregunté mientras que ella acarició mi cabello para alejarse, saliendo de mi habitación.

—A tu abuela. A tu tía, a tus primos. A tú maestra del jardín de niños.—me quede detenida frente a la puerta, mirándola con una seria expresión para así recoger mi mochila.

—¿Al cartero también?—le preguntó con sarcasmo, recogiendo mi mochila para dirigirme a la cocina en busca de una manzana.

—Lo siento, es solo que estoy emocionada.—sostuve la manzana para mirar de reojo a mi madre, estaba detenida frente a la pared donde yacía un retrato familiar.—¿Tú no?—me preguntó, girándose para verme con una sonrisa y ocultar su tristeza cuando pasó aún lado del retrato de mi hermano mayor.

—Estoy bien.—respondí, sabiendo que no había podido dormir toda la noche, el hecho de ir a una institución nueva con personas desconocidas me aterraba por completo.

—Estoy segura que conocerás personas estupendas, ¡amaras a los profesores!—comento, recogiendo su bolso y llaves para dirigirse a la puerta.

—¿Entonces All Might será mi profesor?—pregunté curiosa, masticando la manzana para salir del apartamento.

—¡Y yo también!—exclamó ella con emoción, haciéndome notar el rubor en sus mejillas y el brillo en sus labios.

—Pero a ti te veo todos los días.—justifique en un tono bajo y sereno, oyendo unos pasos que me hicieron subir la cabeza.

—¡¡Buenos días señora Tamira, buenos días Kai!!—la voz de Deku alumbró todo el pasillo, note su sonrojo y como sus manos temblaron apretando ambos mangos de su mochila ante la presencia de mi madre.

—¡¡Que guapo!!—halago mi madre, acercándose a él para inclinarse y observarlo con detenimiento, Deku se pasmo y parecía no respirar ante la cercanía de mi madre.

—¡¡Muchas gracias señora Tamira!!—agradeció él, con sus ojos cerrados.

—Déjalo mamá, se va desmayar.—comente cuando note como su rostro enrojeció por completo, mi madre solo se rió y denegó de inmediato.

—¿Por qué no nos acompañas joven Midoriya? Así podrás llegar a tiempo con Kai.—le preguntó mi mamá.

—¡¡No quiero molestar señora Tamira, no se preocupe, puedo caminar!!—denegó él apenado, con su cabeza baja, parecía un soldado en esa posición tan firme.

—Entonces Kai podrá acompañarte caminando.—excusó mi madre, abrí los ojos grandemente y me dirigí hacia Deku.

—Él se irá con nosotras.—afirme al tomarlo de la mano y alentarlo a caminar, él pasmado dio un leve chillido.

Íbamos en el auto en silencio. De por si, yo siempre solía disfrutar los viajes en auto. Me gustaba ver a las personas en sus rutinas y como eran sus días. Me quede recostada de la ventana. El auto se detuvo ante el semáforo rojo haciéndome ver a un hombre sostener la mano de dos pequeños, una niña y un niño que sonreían, brincando un charco. Afligida los miré. No recordaba algún día que pase por algo así, solo se que se veían felices en disfrutar brincar de ese charco mientras eran sostenidos de la mano. Deje de mirarlos cuando de reojo vi a mi madre observarme, arquee la espalda y miré adelante. Se que ella se esforzaba. Era una madre genial e increíble. Aunque éramos muy diferentes, no había forma de verme sin ella, porque desde que tengo uso de razón su mano siempre ha estado extendida para guiarme en las peores circunstancias. Mi madre era risueña, simpática y coqueta. A diferencia de mi, que era reservada, tímida y discreta. Desearía ser de otra manera, pero por alguna razón estaba aferrada a mi burbuja, esa que esperaba jamás verse romper. Me protegía del exterior, de las personas que no tenían corazón.

—Joven Midoriya lo veo muy pensativo, ¿está nervioso?—vi a mi madre mirar a Deku por el retrovisor, me giré para verlo y notarlo cabizbajo, con sus manos sudorosas.

—La verdad si.—respondió él, sincero y sereno.—Espero poder superar el día.—añadió, mientras continué viéndolo.

—El primer día para alguien que quiere convertirse en héroe nunca será fácil. De hecho, es solo un paso a los grandes que debemos dar.—expresó mi madre, tan sutil y delicada.—Se que podrás lograrlo.—afirmó ella.

—Muchas gracias señora Tamira. Usted es una persona genial.—respondió Deku, sonriendo de inmediato y dejando la bruma que lo mantenía preocupado.

—¡Ay por favor, ni que fuera All Might!—comentó mi madre, sonriendo y sujetando el volante mientras guiaba.

—¡Pero usted es igual de increíble que él! ¡Ha logrado derrotar a cientos de villanos reteniéndolos en su famosa burbuja de agua!—justifico Deku, lo oí y me mantuve en silencio, era cierto eso que decía.—Me emociona que vaya a ser un profesor como usted.—indicó, pero abrió los ojos de inmediato.

—¿Entonces es cierto?—me pregunté, mirando a mi madre de reojo, quien asintió.

—Vaya Izuku, sabes mucho.—comentó mi madre, viéndolo por el retrovisor con una sonrisa bastante amplia, se sintió orgullosa de que alguien le dijera eso.

—Si bueno, no es que tome apuntes ni nada de ustedes en una libreta o que All Might sea mi amigo.—dijo él, algo tímido y apenado cuando mi madre detuvo el auto frente a la institución.

—Llegamos. Recuerden que su salón es el 1A.—anunció ella, viéndonos desabrocharnos el cinturón.—Escuchen. No importa cuán geniales sean los dones de aquellos que estén con ustedes hoy, solo importa que ustedes también están entre ellos y pueden lograr lo que sea.—nos alentó ella, mirándonos con detenidamente.—Esto es una nueva oportunidad.—afirmó.

—Adiós.—nos despedimos, cerramos la puerta en par para verla dirigirse al estacionamiento de profesores.

—Una nueva oportunidad, ¿no?—me preguntó Deku, sujetando nuevamente las mangas de su mochila con mucha fuerza.

—Si.—respondí de manera serena y neutral sin mirarle, solo veía la institución nuevamente sin creer que estaba aquí.

—Fuera de mi camino, perdedores.—me giré conjunto a Deku, observando el frío y prepotente semblante de Katsuki asomarse.

—Está nueva oportunidad ya no me gusta.—musité, viendo con detenimiento como él nos miraba por encima del hombro.

—Bueno. Por algo se empieza.—respondió Deku, sonriendo todo nervioso.—Al menos pareces un poco más amigable.—comentó, rasgando su nuca mientras me miraba.

—No por mucho.—esclarecí, encaminándome al interior de la institución con él.

Nos encaminamos de inmediato. Note que a diferencia de mi, Deku no dejaba de respirar hondo. Estaba intentando de controlarse. Estaba nervioso, lo denotaba desde que salimos del condominio. Apretaba fuertemente ambos mangos de su mochila, tanto que sin duda la textura quedaría marcada. No era buena para poder relajar a alguien, mi manera de ser era brusca y hostil, si hablaba, lo atormentaría más. Preferí abstenerme a decir algo, me quede a su lado e intente de acercarme más. Él me miró de reojo, noto mi cercanía y esfuerzo en hacerle sentir mi presencia. Era una forma de decirle que no estaba solo, que de una forma u otra aunque yo no lo expresara, también estaba más calmada por tenerlo de mi lado. Veíamos las señales, buscábamos nuestro aula. De por si, estábamos algo tarde y eso debía estar inquietándolo más. No conocía mucho de él, pero es mi vecino desde siempre y en las mañanas lo veía caminar temprano hacia su escuela. Subimos unos escalones de prisa, notando que nos acercábamos al aula y cuando llegamos frente a la puerta, era demasiado enorme, tanto que logró inmovilizar a Deku e intimidarlo.

—¿No vas a entrar?—le pregunté, mirando la puerta para de reojo dirigirme a él y viéndolo murmurar en voz baja, todo apenado e inseguro, como se ha mostrado últimamente.

—Espero no estar en la misma clase que los estudiantes aterradores.—comentó cuando me dirigir a abrir la puerta, lo primero que oigo es una exclamación conocida.

—¡Baja los pies del escritorio!—toda el pavor recorrió en mi cuando observe detenidamente a Iida dirigirse directamente al rubio de cabello puntiagudo.

—Maldita sea.—musité, sosteniendo mi mochila mientras los veía para darme media vuelta, pero Deku de inmediato apretó mi brazo.

—Por favor no te vayas, o me comerán vivo.—pidió con su mano temblorosa, haciéndome oír la conversación que relucía en todo aquel salón.

—¡¿No te parece una falta de respeto a los estudiantes que hicieron el escritorio?!—le cuestionó Iida, de una manera estricta y firme, como él siempre era.

—¡Claro que no! ¿¡A qué escuela fuiste perdedor!?—se preguntó Bakugo, mirándolo con una sonrisa ingenua.

—Suéltame el brazo.—comente en un tono bajo cuando sentí a Deku clavarme las uñas, él se aisló de inmediato.

—Lo lamento, lo lamento.—repitió avergonzado cuando percató que había notado su pánico al ver a Iida conjunto Bakugo.

—Eres de la élite, ¿¡no!?—se preguntó, mirando detenidamente a Iida para dejarlo anonadado y desconcertado.—Va ser divertido aplastarte.—acuso.

—¿Y a mi también?—de manera imprudente me dirigí a Bakugo, la mirada de todos se centró en mi y las bocanadas de aire estallaron, por algún razón me prohibía ignorar a ese idiota.—Digo, estudié ahí. Vengo de la élite.—añadí, haciendo que Bakugo frunciera el ceño hasta respirar fuego al verme.

—Que castigo.—respondió Bakugo, mirándome igual de fijo que yo a él, esa riña que teníamos era una chispa viva que ni yo podía entender cada vez que estaba cerca.

—Ustedes.—indicó Iida, mirándonos a mi y Deku con detenimiento para acercarse de una manera intimidante.

—¡Es la hija de Ilussion!—exclamó aquel chico, el mismo del autobús con el cabello rojo y puntiagudo, sus ojos me miraron como si vieran un arcoíris.

—¡Buenos días, soy de la academia privada Somei!—respire hondo, encaminándome para ver a Deku espabilar aire en cuanto me aleje de él, mientras que todos los chicos me veían con detenimiento, Bakugo me mataba con su mirada convertida en llamas.—Espera, alto ahí.—me pidió, tocando mi brazo.

—Ya se quien eres.—masculle, aislándome de él para evitar que me tocara, quedándose avergonzado por ver cómo lo ignoré, como si no fuera nadie.

—No puedo creer que esté aquí.—de reojo cuando pase, un chico de cabello rubio menos puntiagudo me miró.—¡¡Soy Denki Kaminari!!—se presentó, pero solo me senté cabizbaja y denegué.

—¿Por qué no hay silencio?—me pregunté en un tono bajo cuando noté que era el maldito centro de atención, por un momento desearía tan solo pasar desapercibida, pero no pude.

—Oye Tontamura.—levante la cabeza para dirigirme a Bakugo, oyendo de fondo a Iida dirigirse a Deku quien fue sorprendido por esa chica de cabello castaño corto.—Tenemos asuntos pendientes.—amenazo, hasta que unos ojos me hicieron dejar de mirarlo en un solo pestañeo.—¿Me estás ignorando ojos de cristal?—se preguntó, impotente, pero continué ignorándolo para seguir esa mirada.

Era él. Otra vez cruzaba con su frió semblante. Me quede mirando adelante cuando paso por mi lado, sintiendo como dejaba su mochila en el suelo. Se sentó detrás de mí y una sensación me recorrió por todo el estomago. No entendí. Solo se que pensé en cuando sus manos sujetaron mis brazos de una manera sutil y cuidadosa, aunque su voz fue gruesa y firme, se denotaba de manera hostil e intimidante desde que se adentró al aula. Me giré para ver a Bakugo sentado a mi lado derecho, nuevamente ahí sentí toda esa sensación cuando de reojo miré como el chico con esa quemadura en la parte izquierda de su rostro me miró por un momento. Deje de observarlo, era evidente que observaría que lo miraba de reojo y eso resultaría incómodo. Así que me volteé, quedando adelante de nuevo. ¿Busque una manera de que me mirara? Imposible, no quería que nadie me mirara, pero era diferente cuando recordaba que él se me abalanzó encima el día del examen práctico. Justo cuando iba cerrar mis ojos, los suyos se presentaron. Sentí un calentón en mis mejillas inexplicable, así que baje la mirada y dejé que todo mi cabello cubriera mi rostro. Este infierno comenzaba hoy.

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