𝟑𝟒

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❛Solo mírame.❜
Omnisciente
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Habían muchos días que pudiera recordar. Pero por alguna razón, uno de tantos fue aquel decimotercero día del último mes. El invierno había llegado a Japón, copos de nieve se plasmaban en cualquier rincón. Por mi ventana podía verlos caer, algo que me deleitaba la pupila era ver las estaciones pasar por la ventana de mi habitación. Tendía la cama con prisa, sabiendo que el reloj enmarcaba la hora mañera que me decía lo tarde que podría llegar al colegio privado donde estaba cursando mi año escolar. Mi cabello blanco azulado y puntiagudo mostraba algunos mechones negros establecidos, por lo que lo peinaba hacia arriba para que pudieran verse. Recogí mi mochila, mirando las insignias de los héroes que mas estimaba estar establecidas en cada una de las manga. Pronto entraríamos en receso y podré disfrutar de hacer muñecos de nieve en la calle con mis padres o amigos.  Salí de mi habitación, por mis fosas nasales se adentró el amargo olor a café, desconcertado ese día en la mañana note la ausencia de mis padres.

—Buenos días Naoto.—la voz de mi abuela paterna se asomaba más temprano algunas mañanas, cuando mis padres tenían trabajo de héroe que resolver.

—¿Dónde están mis padres?—pregunté curioso, viéndola remover una cuchara en el interior de su taza, ella esbozó una gran sonrisa.

—Es de mi honor informarte que posiblemente hoy tengamos un nuevo miembro en la familia. ¿Estás listo para ser el hermano mayor, Naoto?—me preguntó mi abuela, cuando se puso frente a mi.

Como cualquier matriarca de una familia, ella estaba emocionada por la llegada de un nuevo crió que pudiera consentir como nunca antes. Acarició mi mejilla y se mostró calmada luego, sin que yo pudiera ver lo ansiosa que estaba por recibir dicha noticia de que un llanto se oía por los pasillos de un hospital. Sostuve su mano, mirando su atuendo elegante y cabello blancuzco amarrado por completo. Cada una de sus facciones se veían, pocas arrugas habían en su rostro, como si no envejeciera. Su pregunta retumbó por mi cabeza ese día, porque aunque estaba consiente de que con seis años dejaría de ser el hijo único, no sabía si estaba listo para ser un hermano mayor que alguien pudiera necesitar, porque yo no tenía un don. En aquel entonces, el no tener un don parecía ser como una maldición, los que tenían te veían con prepotencia y arrogancia, aún así con todo eso, ser el hijo de grandes héroes me salvaba de una que otra mofa. Pero eso era lo peor. Ser hijo de grandes héroes y no poder ser como ellos.

—Mira quienes pasaron por ti.—abrí mis ojos con emoción, una sonrisa sobresalía en mi rostro cada ve que veía ese lujoso auto frente la casa oriental de mi querida abuela y fenecido abuelo.

—¡Touya, Fuyumi!—nombre con emoción, corriendo con la mochila cuando la puerta del auto se abrió y me permitió ver al par de hermanos.

—¡Naoto!—era una rutina, nos abrazábamos como si no nos hubiéramos visto el día anterior, pero disfrutaba sentir la calidez de ambos, aunque Fuyumi tuviera una temperatura fría por su don.

—Es un obsequio por parte del señor Todoroki ante la llegada del nuevo miembro de la familia. Espera que puedan disculparlo de antemano por no llevarlo personalmente.—el chofer le pasaba entre las manos a mi abuela un ramo de tulipanes blancos.

—Dígale que estamos agradecidos por tan bondadoso detalle de su parte.—la oí decir, mientras que revolcaba el cabello rojizo de mi amigo; Touya era un año mayor que yo, lo semejante es que éramos los primogénitos de nuestra familia.

—Pasaremos a traer al niño en la tarde. Luego de la escuela, el señor Todoroki suele darle acceso a su casa para una hora de estudio con sus hijos.—mencionó el chofer, por lo que me acomode en el asiento y dejé de molestar a Touya, quien era de una estatura un poco más baja pese a ser mayor.

Me despedí de mi abuela. Ella era muy educada y también refinada. Había venido de una familia muy estricta, por lo que siempre intento de criar a mi padre de una manera que no tuviera la misma presión que ella pasó, pero sin embargo, mi abuelo, su esposo pareció siempre tener otro tipo de crianza; más abusivo que mi padre no adoptó conmigo. Él era diferente, por eso siempre lo respeté y estimé como el padre que era, porque jamás fue como aquel con llamas rojizas que imponía intimidación entre sus hijos. Aún así. Yo también respetaba a Enji Todoroki, por el vínculo que había entre él y mi padre, fuimos nosotros criados junto a sus hijos, hasta un tiempo. Los caminos hacia el colegio eran de risas, pero ese día estaba ansioso y emocionado por la llegada del nuevo miembro de la familia. Pero si algo siempre hacía cuando iba en ese auto, era sostener la mano de la albina con mechones rojizos que se sentaba sin falta a mi lado. Ella sonreía. Sostenía su mano porque desde siempre fue insegura y tímida.

No tenía la dicha de ir al mismo salón que su hermano, pero si podía estar con ella en el mismo aula donde solíamos sentarnos uno al lado del otro y oír de manera detenida a la profesora de nuestro grado educarnos de una manera pasional. Habían pocos profesores que amaran su profesión, que enseñaran porque querían educar a otros, así que por eso me tomaba el tiempo de oírla, porque ella era de esas profesoras que hacía una clase aburrida, divertida. Algunos copos de nieve caían. Yo cubría mi cuello con una bufanda azulada, mi nariz debía estar roja, pero si portabas un don de hielo, soportarías como Fuyumi la temperatura baja. Caí contra la brea cubierta de nieve, mi mochila cayó a mi lado de una manera brusca y todos mis libros con diseño de héroes salieron de esta, dejando caer algunos papeles sueltos que no solía pegar por pereza. Siempre me mantenía callado, para evitar problemas con esos bravucones de mayor edad que se sentían inferiores a mi por ser hijo de un héroe estimado.

—Ahí viene, el hijo de Endeavor.—mencionaron cuando vieron unas llamas azules flotar en el hielo, derritiéndolo lentamente.

—¿Estás bien, Naoto?—Fuyumi venía hacia mi, aunque se sintiera intimidada, ella me extendía la mano cada vez que me tumbaban y mofaban que no pudiera defenderme.

—Algún día tendré un don y me convertiré en un héroe que te haga sentir segura.—dije, limpiando con la manga de mi abrigo las lágrimas que cayeron por mis mejillas.

—Naoto.—llamó ella sigo preocupada, mientras que Touya recogía mi mochila y libros.—Te lastimaron.—anunció ella, aguantando mi abrigo.

—Tú, solo mírame.—pedí, recogiendo mi mochila de las manos de Touya, quien fruncía el ceño contra los bravucones que aún veían, riéndose de mi.

Si. Siempre quise ser un héroe, pero supongo que no escogí el camino correcto para serlo. Ese día estaba muy lejos para mi, tanto que ya no podía ser capaz de sentirlo tan claro como antes. Un llanto se oía por toda la sala de esa casa oriental. Yo solía estar siempre encima de la espalda de Touya, obligándolo a cargarme como un caballo o viceversa, siempre jugábamos, lo disfrutábamos demasiado porque éramos unos niños, pero él cambió, cambio de una manera drástica. En su casa, el llanto de su hermano menor relució en el primer mes, enero se había vuelto un festín para su familia como diciembre para la mía. Mi hermana y el suyo solo se llevaban un mes con dos días exactos. Las cosas en su casa cambiaron después de su nacimiento, igual que en la mía. Solía ver a mi hermana gatear por toda la sala, como también luego verla caminar hasta los brazos de mi abuela, pero un día grisáceo de verano, mi abuela dejó de verse por los pasillos de esa casa. Deje la rosa caer en el hueco de su tumba, aturdido.

—Todo estará bien, Naoto.—decía la matriarca de la familia Todoroki, Rei era muy sutil y neutral, ella me miraba sonriente, pero yo solo veía a mi padre en el balcón de esa casa aún lado de Enji.

—Señora Todoroki, ¿a donde van los que mueren?—le pregunté, viendo la lluvia caer fuera de su casa, mientras que mi madre en la sala abastecida de la tristeza bebía un té.

—A un lugar donde siempre puedan vernos.—afirmó ella, mirándome con sus grisáceos ojos, extendió su mano para acariciar mi cabello y en el fondo, se oían los llantos de los más pequeños.

—Yo iré a revisarlos.—decía mi madre, dejando el té aún lado para así con su atuendo negro dirigirse hacia el alargado pasillo, queriendo cesar los llantos de Shoto y Kailani.

—¿Quieres ir ayudar?—me preguntó Rei, dejando su cabeza caer a la dirección donde mi madre se había ido para dirigirse a mi hermana.

—Yo espero ser el hermano mayor que ella necesitará.—musité por el pasillo, con mi mano entrelaza a la de Rei, vi a mi mamá sostener en brazos a mi hermana hasta calmar su llanto.

—Lo serás querido. Serás el mejor hermano del mundo, como tú abuela quería.—indicó Rei, ella me abrazó de lado dándome calidez, a pesar de tener un don tan frío.

La muerte de mi abuela había dejado un gran vacío en mi casa, tanto que decidimos mudarnos a un condominio. Con un acuerdo de confidencialidad entre el dueño de dicho lugar y los vecinos establecidos allí, pudimos mudarnos sin que nadie supiera que era nuestro hogar. Mis padres se habían lanzado a la fama hace mucho, nuestra vida no era tan privada como queríamos, pero lo intentábamos. Se me hizo difícil acostumbrarme a vivir una vida donde mi abuela no estuviera, me recostaba en mi cama e incluso evadía a mi hermana caminar de una manera insegura por ahí, pero al final la dejaba treparse en mi cama para que durmiera conmigo, aunque siempre se babeaba, disfrutaba estar con su compañía. Pero empecé la escuela de nuevo y los problemas no tardaron en llegar, como las frustraciones por no poder cualificar a una de las academias más prestigiosas de Japón. Llegaba con raspaduras en la mejilla, a veces con el uniforme roto, eso empezó a desesperar a mis padres, pero hablar con el director solo trajo más represalias para mi.

—Touya es incompatible con su don.—le comenté a mi madre algo triste, íbamos en auto y yo en el asiento de pasajero, cabizbajo.—Se lastima.—admití con pereza.—Ya no podemos ser lo que queremos.—añadí, mirando mis manos.

—Si te dijera qué hay una manera de que tengas un don, ¿lo aceptarías?—me preguntó ella, inmovilizando todo mi mundo cuando vi sus ojos azulados destellar esperanza para mi.

—¿La hay?—le pregunté cuando el auto se detuvo en seco, la luz del semáforo estaba roja y mi mirada con la suya no se despegaban en lo absoluto, sonreí emocionado y con gran ilusión.

—Pero nadie puede saber quien te ha dado este don. ¿Está bien?—asentí rápidamente, sin saber las consecuencias que eso traería, acepté, acepté sin dudarlo porque solo quería una cosa.

—¿Y podré enorgullecer a mi hermanita?—pregunté con ilusión, esperando cumplir la petición de mi abuela en ser un gran hermano.

Ser un héroe. Porque aún, la pregunta de mi abuela seguía merodeando en algunas pesadillas. ¿Estaba listo para ser el hermano mayor? Sin un don, no podría proteger a mi hermana y ser ese hermano mayor que deseaba ser, pero era mi mente ignorante que no me dejaba pensar con claridad. Menos aún, cuando esa imponente presencia se abstuvo ante mi. Veía todo lo malo en él. No había una pizca de luz que me hiciera sentir seguro con lo que veía en sus tenebrosas palabras dirigidas a mi. Lo supe. Ese día supe que me había condenado por un intercambio justo, pero estaba contento de tener un don y poder saber que podría ser un héroe, pero ese don era oscuro y solo podía usarse para la maldad, así que mis sueños se fueron desvaneciendo como las pesadillas que mi don presentaba. Mi hermana cumplió cinco años. Mi cabello ya no era blancuzco, se había vuelto oscuro como el de mi padre y su fama había levantado más la voz de que era un niño prodigio que podía cualificar para ir a la academia UA.

—¿Llevarlo a entrenar con Endeavor? No me parece. Además, Endeavor solo acepta a personas con una similitud al don del fuego. Lo rechazará. Y será peor.—decía mi padre, reacio frente a la mesa de comedor donde mi madre estaba sentada.

—Tiene doce años Kenny, hay que resaltar sus cualidades físicas. Solo llámalo, son compañeros desde siempre.—insistía mi madre con pereza, aún más recia.

—No lo haré. No he hablado con él desde hace un tiempo.—indicó mi padre, aislándose de ella para darle la espalda; yo los veía oculto detrás del pasillo con sigilo.—No permitiré que mi hijo sufra maltrato, como el hijo de Endeavor.—añadió, frío.

—Touya tiene trece años, lo soporta.—justificó mi madre, cruzándose de hombros de una manera sumamente insensible.

—Hablo de Shoto y acaba de cumplir cinco años. Recuerda que el don de Touya es incompatible con su cuerpo, Endeavor ya no lo alienta a que sea héroe. Se lastimaría.—detalló mi padre, pero mi madre se quedó en silencio.—Y que te quedes en silencio me hace ver que estás de acuerdo con esa ideología abusiva de Enji.—artículo él, frustrado.

—Al menos aspira a que él sea mejor, incluso sus hijos. Deberíamos hacer lo mismo con los nuestros, tienen dones excepcionales.—mencionó ella, buscando su mirada.

—No estoy de acuerdo en utilizar a nuestros hijos como herramientas para nuestro propio éxito.—masculló mi padre, dejando caer en el lava manos un plato con brusquedad.

—Naoto.—me giré cuando vi a mi hermana sobresalir de su habitación asustada por el ruido y la altanería de ambos adultos en la cocina.

—Todo está bien. Estoy aquí.—indique, sosteniéndola en mis brazos para dirigirme a mi cuarto y cerrar la puerta, porque Kai disfrutaba verme jugar videojuegos aunque no lo entendiera.

—Naoto, ¿quieres ir por un helado?—la puerta se abrió, mostrando a mi padre a través de esta, suspiré sabiendo de que se trataría la conversación.

Mi madre siempre fue una mujer difícil de manejar. Ganaba, nunca estuvo dispuesta a perder. Por eso mi padre quería oír si yo estaba dispuesto a entrenar con el héroe número dos, no denegué a pesar de que debí haberlo hecho, la sombra del hombre que me había dado este don y su clara petición a que yo pudiera obtenerlo me perseguía cada noche como un presagio. No sabía si era porque tenía conocimiento sobre quién era "aquel hombre", pero empecé a enfriarme como el don que mi hermana reflejaba en su lado derecho. Nos dirigíamos en aquel verano hacia esa casa oriental donde solíamos pasar el rato, ahora solo era yo uno que otro día después de la escuela o el receso, porque mi padre había dejado de ir luego de tener un leve problema con el patriarca de dicha casa. Al menos podré estar con esa chica de cabello albino y mechones rojos, solo al menos podré tener tiempo con ella y oírla hablar sobre todo lo que la estresaba de su padre. Sin embargo, mi hermana nos acompañaba. Y sería la primera vez que vería a dicha familia, porque era una pequeña cría cuando los conoció y ya no los recuerda.

—No esperaba su visita.—anunció Rei cuando abrió la puerta, nos recibió con una sonrisa, pero la bolsa debajo de sus ojos nos hacían ver el insomnio que la había estado acompañando.

—No esperaba que Enji aceptara. Me disculpo de antemano, Rei.—indico mi padre, alentándome a entrar a la casa oriental.

—Touya está un poco sentido. Quizás no quiera jugar con Naoto antes de que llegue Enji.—mencionó Rei, pero ya no éramos unos niños, ya no solíamos jugar como antes.

—Su padre le lastimó el ego.—oí mascullar a mi padre cuando me escondí en el pasillo, estaba molesto y en desacuerdo.

—No se lo digas por favor. Se molestaría contigo.—pidió ella, en casi una súplica.

—¿Más de lo que está por verme trabajar con el héroe número uno? No lo creo.—musitó mi padre, intentando de verse más calmado.

—Quédate por favor. Espéralo, prepararé una taza de té. Y quizás, los niños puedan jugar, será bueno para Shoto, ya no pasa tiempo con sus hermanos.—pidió Rei en otra insistencia, me asome por el pasillo para ver a Kai detrás de las piernas de mi padre.

—Ella no recuerda a Shoto. De seguro él a ella tampoco, esperemos mejor que se reúnan en el colegio cuando inicie luego del receso.—excusó mi padre, queriendo dejar a mi hermana fuera de la situación donde estábamos.

—Naoto.—me giré, viendo como ella sobresalía de su habitación y no pude evitar sonreír cuando vi como su mano llevaba aquel hilo rojo que me había dado como un brazalete.

Era una sensación que no podía explicar, pero podía sonreír y eso me hacía sentir bien. Me mantenía sentado con ella en el balcón de su extensa casa, daba a relucir un hermoso patio donde podíamos jugar con su otro hermano menor, Natsuo, pero él estaba intentando de hacer que Kai dejara de esconderse detrás de las piernas de mi padre mientras que este conversaba en la cocina con la matriarca de la familia Todoroki. El verano era algo a lo que ellos le huían. Al menos Rei, Fuyumi y Natsuo. Ellos no soportaban estas temperaturas, al igual que también mi hermana Kai desde que su don destelló unos meses atrás. Un día estornudo y sobresalió mucha agua, luego otro día chillo por que la asuste y me congelo las piernas. Muchos pensarán que sentí envidia porque mi hermana haya tenido una mezcla de genéticas hasta relucir dos dones extraordinarios, pero no era así. Me alegraba más saber que nadie la señalaría en la calle por no tener un don y hacerla sentir inútil, mi único deseo es que ella fuera feliz.

—¿Por qué tú madre insiste en que debas entrenar?—se preguntó Fuyumi curiosa, mirándome con detenimiento.

—Es complicado.—respondí, recordando a ese hombre frente a mi y mi madre, quien tenía la cabeza baja mientras él hablaba.

—Ya no pasarás tiempo con Touya.—indicó ella con algo de desánimo, viéndose con tristeza en sus ojos que miré fijamente.

—No quiero que Touya esté molesto porque entrenaré para ser un héroe. Creo que habrá una manera de que él pueda utilizar su don. Se lo demostraré a tu papá.—le dije a Fuyumi, sentado a su lado.

—Deja de alentarlo Naoto, ya no quiero ver que se lastime con su don.—pidió ella, llevando su mano encima de la mía para verme con ruego en esos ojitos que veía a través de sus anteojos.

—Yo sé que él puede ser alguien genial. Tú solo mira.—pronuncie, levantando la mirada para ver a Shoto pasarle una pelota con timidez a Kai, Natsuo intentaba de introducirlos.

—¿Se llevarán bien?—se preguntó Fuyumi, viendo a Shoto empezar a pasarle la pelota con más confianza a Kai, quien tenía rastros de azúcar en la comisura de su labio superior.

—¿Te gustan los Mochis de fresa?—se oía la tímida y distante voz de Shoto dirigirse hacia Kai, quien se encogió de hombros, mirando a Kenny.

—Adelante Kai, dile que quisieras probar.—incitó Kenny a su hija, la cual sostenía la pelota para acercarse a Shoto quien la guiaría con Rei hacia la cocina de la oriental casa.

—Mi mamá las hace muy buenas.—opinó Shoto, agarrado de la mano de su madre, él veía a Kai mirarlo con tanto detenimiento.

—¿Y por qué tienes los ojos de diferentes colores?—le cuestiono, adentrándose a la casa, no tarde en sonreír para mirar a Fuyumi devuelta.

—No tan bien como nosotros.—mencione, apretando la mano de Fuyumi para verla sonreírme de una manera sonrojada.

Pase un arduo año bajo esa presión del héroe número dos. Mi abdomen lleno de moretones como mis brazos, no era algo que mi padre soportaba cada vez que me veía llegar cansado. Sin embargo, mi madre siempre me veía de reojo y esperaba que cumpliera sus expectativas de ser ese pilar que ella necesitaba. Durante ese año, Touya se alejó más de su familia y de mi. Un sentimiento de inferioridad lo agobiaba por el hecho de que su padre Enji le prestara más atención a su hermano menor Shoto, quien había duplicado el frío y el calor, en cada extremo de su cuerpo. Una obra maestra impecable que le traería éxito a la familia. Al menos, cada vez que pasaba por ahí hacía algo bueno, porque el patriarca estaba tan obsesionado con cumplir las expectativas de mi madre en hacerme fuerte que no se preocupaba en entrenar a su obra maestra. Mi don no se basaba en la fuerza física, si no en lo mental. El héroe número dos me entrenaba hasta hacer de mi fuerza física un mural. Pero todo fue en decadencia cuando los gritos ese día se hicieron presente. Ese día jamás volví a ver a Rei, ni siquiera a su hijo Shoto.

—Me temo que ella ya no podrá ir.—se oía a mi padre hablar en la sala de estar, con una voz sutil.—Enji cree que fue Kai quien utilizó el hielo para cesar el dolor por la quemadura y que eso le hará una cicatriz. Dice que ella solo lo distrae. Y que es mejor alejarlos.—anunció.

—Entiendo.—musitó mi madre, asomándome la vi en la sala también, sentada en el sofá frente a mi padre quien yacía de pie y cruzado de brazos; la ira se veía en sus ojos color ámbar.

—Se acabó, Naoto no irá más a esa maldita casa. Sea lo que sea, yo puedo entrenarlo aquí conmigo. No es necesario pedirle más favores a ese hombre.—indicó mi padre en desaprobación.

—Estás exagerando.—indagó mi madre, baje la cabeza, esperando recibir una llamada de Fuyumi, pero no había nada en el buzón.

—Interno a Rei en un hospital psiquiátrico, mis hijos vieron como maltrataba a su familia. ¡Se acabó Hikari, por el bien de nuestra familia detén esta obsesión por hacer de nuestro hijo una obra maestra!—pidió mi padre, viéndola darle la espalda.

—Estoy muy cerca.—esbozó ella con frialdad, por lo que cerré mis nudillos y baje la cabeza, era un encierro, nadie podía saber mi angustia y dolor, es que llevaba adentro de mi.

—No eres la mujer de quien me enamore.—restregó mi padre, dirigiéndose velozmente hacia la puerta de entrada, donde se iría.

—Y tú nunca fuiste el hombre con quien me quise casar.—escupió ella cuando él azoto la puerta, dejando escapar un suspiro.

—Ya no quiero hacer esto.—comente cuando me asome por la sala, viendo a mi madre abrir sus ojos.—Dile que le devolveré su don, pero que no seré un pilar para su Liga. Dile, o le diré a todos que eres una espía de All For One.—acusé, pero su mano se detuvo en mi mandíbula con brusquedad.

—No te atrevas a amenazarme.—me pidió, mirándome con detenimiento y frialdad en esa mirada ambiciosa.—Este es nuestro único camino. Obedece, o atente a las consecuencias.—artículo, desprendiendo el agarre para aislarme de ella.—Y seguirás yendo con Enji Todoroki.—añadió, dándome la espalda para abrazarse a sus brazos.

Yo también me sentía como una obra maestra, con un único propósito como el don que me había dado. Cada recuerdo limpio y puro de mi infancia se había ido. Esos donde mi madre me abrazaba y buscaba refugiarme, todo lo feliz que pude haber sido con ella en un pasado se desplomó como mis ganas de convertirme en un héroe, porque meses más tarde la noticia de que mi mejor amigo había muerto en un monte incendiado con su don, todo lo que me ataba a la esperanza desapareció. Si. Desapareció en las noches de llanto y desconsuelo, en el funeral y entierro donde dejé caer las insignias de héroe que solíamos coleccionar. Por un momento sentí que mi vida se estaba volviendo miserable y que mi único refugio era ver a mi hermana dormir sin una sola pesadilla que la estorbara. Seguí yendo a la casa oriental de aquella familia, pero ya no veía a los miembros que aún vivían ahí. Solo veía a Fuyumi en la escuela, pero no estábamos ya en el mismo salón y ella solía pasar el tiempo con Natsuo.

—Tú madre ya llegó por ti. Dile que seguiremos entrenando en mi agencia, te distraerás menos si Shoto no está por ahí merodeando.—anuncio Enji, postrándose frente a mi con un rostro lleno de dolor y amargura.

—Me despediré de Touya.—musité recogiendo mi mochila, con la intención de dirigirme hacia el leve altar que tenían de él.

—No querrás hacer a tú madre esperar.—esbozo Enji, por lo qué mis manos después de años lograron temblar y es que, con trece años ya todo mi miedo estallaba.

—No quiero irme.—indique dándole la espalda, sin que él pudiera ver el miedo en mi.—Por favor. No permita que me lleve.—le pedí al girarme para ver sus ojos turquesas mirarme desconcertado.

—¿De que hablas?—se cuestionó, mirándome con ese ceño fruncido, como si estuviera molestándolo con mi actitud llorosa.

—Si me lleva con ella, él seguirá obligándome a hacer esto.—sentía el reloj resonar en mi oído, intentando de explicarme.—Mi madre está fomentando a una organización de personas que utilicen sus dones con malas intenciones para acabar al símbolo de la paz.—dije, caminando detrás de él cuando vi su intención de abrir la puerta.

—Todos quieren sobrepasar a All Might, niño.—comentó sin restarme importancia, hasta que me sostuve de su fuerte brazo.

—No, es peor que eso.—afirme, aún lloroso y con mi voz entrecortándose.—El líder de esta organización tiene la capacidad de dar y absorber dones. Ha enviado a mi madre a hacer espionaje a los héroes, ella les da la información y le recluta personas para que él les robe sus dones.—articule fríamente, dejándolo en ese modo estoico.

—Naoto.—me llamo, girándose para verme desconcertado, pero mis palabras parecieron llegarle a sus oídos sordos y necios, más cuando levante mis mangas para que viera presiones de moretones que ella me hacía para seguirla a sus reuniones con aquel hombre a quien llamaba "maestro".

—De ahí salió este don. Le dicen All For One y su objetivo es acabar con All Might y la era de paz.—detallaba, de una manera rápida, al punto de trabarme. —Por favor señor Todoroki, no me deje ir con ella. Tengo miedo.—admití, con pereza.

—¿Tú padre sabe esto?—me preguntó, sentí mi corazón empezar a sobresalir mi pecho, por lo que baje la cabeza.

—Nadie lo sabe. Me pidieron no decir nada, porque sufriría las consecuencias de la maldad qué hay en ese hombre.—respondí sumiso, dejando mis lágrimas caer al suelo.

—Quédate atrás de mi.—pidió cuando la puerta siguió sonando y me sentí protegido, hasta que la abrió y debajo de la sombrilla que ocultaba a mi madre de la lluvia se asomó con ella.—Hikari.—llamó Enji, en un tono reacio que ella notó.

—Lamento haberme tardado tanto, no volverá a pasar.—se apenó, esbozando una sonrisa para así mirarme y extenderme su mano.—Naoto, vámonos.—me pidió con delicadeza.

—No se irá contigo, Hikari.—su mano se bajo cuando fue abofeteada por Enji, su movimiento brusco hacia mi madre me hizo sobresaltar de la impresión al igual que ella, quedando inmóvil.

—Enji, ¿todo está en orden?—le preguntó mi madre, inquieta y temblorosa me miró, como si supiera lo que esa mirada del hombre en llamas decía.

—¿All For One?—ella se tensó, sus puños se apretaron y mantuvo su respirar entrecortado por leves segundos de tensión.

—No comprendo nada de lo que dices.—artículo ella, regulando nuevamente su temperamento neutral, pero sus ojos me apuñalaban.

—Llamaré a la comisión de héroes. Tienes tres minutos para explicar antes de que lleguen.—comentó Enji, por primera vez veía que realmente algo le importaba y que me resguardaba detrás suyo mientras sostenía un móvil en la mano.

—De acuerdo.—afirmó mi madre, su mirada en mi me hizo sentir tenso y atemorizado, como si pudiera ver a ese hombre a través de ella.—Mis únicas expresiones serán para mi hijo.—indicó ella, bajando la cabeza.

—Que sean rápido.—pidió Enji, llevando su celular al oído y un sin fin de imágenes pasaron por mi cabeza, imágenes crueles.

—Utiliza tú don para manipular todo esto. Quiero algo limpio y detallado, pero ten por seguro que no volverás a verlos. Ni tú, ni tu hermana. Manipúlalo todo.—la petición sombría de mi madre me hizo saber que cometí un error.

—Lo siento señor Todoroki.—mencione.—Se que usted iba a salvarme. Ahora solo mírame.—añadí, antes de que él abriera sus ojos y el destello de mi don alumbrara toda su sala de estar.

Mi madre solo me retuvo por el brazo y me alejo de ahí, como si jamás hubiera pisado esa casa. Todo después de ese momento cambió para mi, llevándome hasta donde estoy ahora. Mi hermana yacía enfrente de mi, pero sus ojos azulados y decaídos pasaban las imágenes de mi sufrimiento. En aquel bosque, parecía que ella estaba viviéndolas y se retorcía de dolor. Las imágenes de mi soledad, huyendo de mi madre en mi habitación e intentando de que aquel hombre no me encontrara. Los días en la escuela. Y como una chica solía siempre espiarme. Todo se reducía a los recuerdos de mi adolescencia, donde paraba en aquella casa para ver cómo esa chica albina de mechones rojizos no tenía idea de quién era, reduciendo las imágenes nuevamente al sufrimiento que tenía en mi oscura esquina de mi habitación, mientras que mi madre vivía en su mentira y mi padre hacía lo posible para entrenar a mi hermana, yo buscaba una manera de librarme del peso que había en mis hombros por aceptar un don que no me pertenecía. Y ahora, ese mismo hombre lo utilizaba conmigo, burlándose de mi miseria.

Si de algo estaba seguro, es que siempre soñé una vida para mi hermana diferente a la que mi madre me arrastró.—pensé desde el abismo más oscuro, donde nadie podía salvarme y ese hombre me utilizaba contra mi única luz de esperanza.

80 votos para el próximo capítulo.
Próximo capítulo: Fuego y hielo; parte dos.

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