• CAPÍTULO 1 •

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-Su majestad Kim- habló el soldado de roja vestimenta- Cuando el sol termine de esconder, su carruaje estará preparado para salir hacia el reino de Gaeul -dirigió su mirada hacia el horizonte - Lo que sería en aproximadamente una hora - dijo mientras se inclinaba hacia el alfa frente a él.

-Estoy al tanto de aquello Hoseok- le respondió el alfa, mientras se disponía a entrar por la puerta de una gran casona - Solo debo hablar unas últimas cosas con mi tío Insung y estaré listo para partir -le sonrío mientras alzaba su mano y desaparecía su imagen a través de un largo pasillo.

Kim Taehyung era el actual gobernante del reino de Yeoreum. Alfa de sangre azul, que habiendo perdido a su padre a la edad de tres años, pasaría a ser sin desearlo, el primer heredero en la línea de sucesión al trono.

Lo cierto es que el Alfa Kim había recibido un reino prospero, sin hambruna ni pobreza y con una muy buena expectativa de vida. La mejor en los últimos veinte años.

Todo ideal para asumir el mandato de un reino en ascenso. Todo ideal, si no se cuenta con que ya no habían nacimientos al interior del Reino. Y lo peor de todo, los omegas habían desaparecido con aquello.

Los hechos ocurrieron de forma rápida hace menos de veinte años. Donde omegas empezaron a enfermar y a morir por razones desconocidas. Así como omegas en gestación manifestaron vómitos, fiebre e incluso convulsiones. Falleciendo a los días de adquirir la enfermedad.

Y si bien, hubo omegas que sobrevivieron, ahora eran considerados betas. Ya que ya no existían sus celos, sus aromas habían desaparecido y su lobo había pasado a una especie de hibernación.

Ese era el caso de su madre. La cual tras haber perdido a su Alfa, comenzó a sufrir de la extraña enfermedad. Superándola sí, pero a costa de ahora vivir como beta y bajo una profunda depresión.

Era como si estuviese muerta en vida.

Era así entonces, que la población del reino de Yeoreum estaba conformaba solo por betas y alfas. Un reino próspero, que siendo en su mayoría constituido por docentes, médicos, políticos y militares. Ya que los betas al ser serviciales por naturaleza, se encargaban de suplir las necesidades sociales del reino. Lo que se equilibraba con el fuerte liderazgo que mantenían los alfas de alto rango, quienes se desempeñaban en cargos políticos y militares. Siendo su ejército el más poderoso de los cuatro reinos y por lo que estaban entrando en conflicto en ese momento.

-Te estaba esperando hijo- dijo un hombre de unos cincuenta años, quien esperaba sentado en una amplia sala frente a grandes ventanales, que daban vista a gran parte de la ciudad principal de Yeoreum.

Una vista preciosa.

-Tío Insung- pronunció Taehyung - Buenas tardes -dijo mientras se inclinaba en una reverencia innecesaria, pero por el respeto que tenía hacia el hombre él continuaba haciéndola.

Lo cierto es que su tío Insung era su pilar fundamental, una especie de mano derecha en su reinado. Pues al fallecer su padre y enfermar su madre, fue él quien había suplido esos roles paternales e instruido a Taehyung con los fundamentos necesarios para convertirse en un rey ejemplar al alcanzar su mayoría de edad.

Fue él además, quien estaba colaborando con Taehyung en la búsqueda de una cura para la enfermedad que estaba afectando el desarrollo de los omegas. Así como la ausencia de nacimientos de nuevos cachorros. Algo que le preocupaba mucho al actual monarca. Ya que si bien Yeoreum era un reino poderoso, su población en algún momento envejecería y posiblemente su reino desaparecería producto de eso.

Sin embargo lo que necesitaba mejorar de forma más inmediata y urgente, eran las relaciones diplomáticas con los reinos vecinos. Ya que debido al gran ejército que poseía Yeoreum, estaban comenzando a circular rumores de una posible invasión a los reinos vecinos de Gyeoul, Bom y Gaeul. Por lo tanto se encontraba a portas de iniciar un viaje con destino a Gaeul, con el fin de comunicarse con su monarca y explicarle que todo se debía a malos entendidos. Confesando la triste realidad de su reino y solicitando su ayuda para encontrar una cura para la rara enfermedad.

-Pensé que ya te habías marchado-dijo Insung hablandolé a su sobrino.

Taehyung sonrío mientras se inclinaba un poco para observar su reino a través de las ventanas-No podría haberlo hecho si antes venir a despedirme de usted.

Insung le miró dedicándole una sonrisa-No debiste hacerlo, solo retrasaras tu viaje. ¿Ya te despediste de tu madre y Seulgi?

-Claro que lo hice. Mi madre confía en mí, así que estaba extrañamente tranquila. Sin embargo por otro lado...- Su ceño se frunció y su rostro se entristeció -Seulgi no quería que viajara, me lo había dicho hace días atrás. Pero le insistí que era necesario y pensé que el tema había quedado ahí -levantó una de sus manos mientras la pasaba por sobre su frente-Pero hoy ha comenzado a llorar y me he debido quedar con ella hasta que se durmiese. He partido prácticamente a escondidas.

-Es que ella tiene una gran dependencia....- reflexionó Insung perdido segundos entre pensamientos-...aunque no exista lazo, desde niños ha sido así. Por lo que debe ser difícil sentirse alejada de ti.

Taehyung miraba sus pies y sus ojos dejaban una señal de cierta amargura -Lo se... pero ella debiese confiar un poco más en mí. Esto lo hago por mi pueblo, mi madre, por ella....por nosotros.

Su tío se levantó de su asiento, deslizándose paso a paso hasta abrazarlo-Estoy al tanto de todo eso Taehyung....-Pequeñas lágrimas amenazaban desde los ojos del monarca-...todo esto ha sido demasiado para ti. Siendo tan niño son cosas complejas de asumir-le decía mientras sobaba sus espalda con una de sus manos y Taehyung se aferraba a su tío y apretaba sus ojos para no llorar- No te pediré que seas valiente, ya no exigiré eso. Pero si quiero que tengas cuidado Taehyung. No sabemos qué información habrá llegado a Gaeul, pero es mejor que no tientes tu suerte y seas precavido.

-Si algo me sucede...-mencionó casi silenciosamente.

-Nada sucederá Taehyung...- dijo Insung

-Tío Insung-levantó su rostro para enfrentar al hombre -Si algo me pasa,... usted debe tomar el trono- suspiró -Se que es algo obvio... pero quiero que usted sepa que tiene mi apoyo en la decisión que considere correcta.-Le tomó de los hombros- Confío en usted Kim Insung.

Insung le miró- Nada te ocurrirá Taehyung. Vas acompañado de tus mejores guardias, ellos no dejaran que algo malo te pase. Solo regresa pronto-dijo abrazándole, mientras el sol comenzaba a esconder tras las montañas.


















El manto oscuro de la noche solo dejaba divisar pequeñas luciérnagas, que se perdían a través del largo bosque que llevaban horas recorriendo. Horas en las que solo había dormitado y su cuerpo ya empezaba a evidenciar el cansancio del viaje.

El sonido de las ruedas del carruaje y las pisadas de los caballos era lo único que oía. Habiendo instantes de silencio abrumador, común al encontrarse acostumbrado a la ruidosa ciudad.

Antes de salir se había preocupado de ordenar todos los papeles, antecedentes que respaldaran lo que estaba ocurriendo desde hace años en su reino. Incluyendo uno que otro presente para agradar al monarca de Gaeul.

Luego pensó en Seulgi y el modo en que le había pedido que no viajara, que se quedara con ella y dejara de considerar al resto por sobre ellas. Eso a Taehyung le angustiaba de sobremanera, el no poder hacerle entender que no se trataba de los demás. Si no de ellos.

El deseaba verla feliz. Sonriente.

Verla saludable.

Fue así que perdido entre tantas cosas que complicaban sus ideas, que no se había percatado que estaban detenidos. Levantando su cabeza y abriendo ligeramente la cortina para observar la causa de su pausa en el trayecto. Sin embargo por la gran oscuridad, no puso ver nada.

- ¿Por qué nos detenemos?- habló Taehyung.

Silencio.

Intranquilo comenzó a levantarse de su asiento- ¿¡Dije que por que nos detenemos!?

Disparo.

Su corazón latió apresuradamente, los caballos comenzando a relinchar y mover el carruaje. Se afirmó de la madera intentando encontrar estabilidad, para así conseguir tomar su forma de lobo. Pero todo fue cosa de segundos de caos y el carruaje se volteó, quedando atrapado.

Disparo

Disparo

Se dispuso a orientarse y encontrar la puerta que daba a la salida por la parte superior, abriendo la puerta y encontrándose frente a un hombre alto y con su cabeza encapuchada.

-Dulces sueños su majestad Kim-dijo el hombre, mientras Taehyung sentía un fuerte golpe sobre su frente y todo se volvía oscuro.









La ubicación del sol sobre las montañas mostraba que horas habían pasado desde que había aclarado. Aunque el frío en aquella pequeña casa pareciese que era más temprano de lo que marcaba aquel astro en el cielo.

Mientras tanto ella preparaba un pequeño tazón de leche y miel, el que calentaba sobre la cocina revolviendo con mucha dulzura. Su pie derecho entre tanto, iba marcando una melodía que tarareaba sin dejar de hacer su labor.

- ¡Aggg!-Expresó la anciana con frustración- ¿A qué hora pretende despertar este chiquillo?

Se movió impacientemente hacia la orilla de la cocina, donde retiró dos panecillos que se estaban quemando - ¡Mierda!-dijo mientras ponía los panes en la mesa sobre un plato de cerámica y junto al tazón de leche y miel recién preparado.

Furiosamente comenzó a subir las escaleras, la que emitía pequeños ruidos producto de sus antiguas y gastadas uniones.

Abrió la puerta de golpe y se acercó a la cama de la pequeña habitación. Observando el pequeño bulto bajos las tapas, se dispuso a tomar una y levantarla fuertemente- ¡Cuantas veces te he dicho que....!

Sin embargo sus palabras quedaron en el aire de aquella habitación.

- ¡Aggh! ¡Pequeña sabandija! - exclamó la mujer quedando enojada tras solo encontrar almohadas bajo las cobijas.









Se encontraba recostado de espalda sobre la hierba, mientras pequeñas mariposas asomaban coquetamente por sobre su frente causándole cosquillas y él sonreía sintiéndose extasiado.

Y si bien había salido descalzo, sus pies antes fríos habían sido calentados por los rayos del sol, los cuales movía de vez en cuando para que no volvieran a entumecer.

Abrió sus brazos hacia los lados con sus palmas abiertas hacia el cielo, la brisa cálida le golpeaba y eso solo le hacía relajar. Y aunque sabía que le esperaba un castigo al volver a casa, haría que valiera la pena.

Fue así que percibiendo su garganta un poco seca, se sentó mirando su alrededor. Intentó recordar donde se encontraba el río y se levantó para comenzar a caminar.

El hermoso lugar le rodeaba, el cual al ser final de verano estaba matizado con frutos de diversos tipos y colores. Acercándose de vez en cuando a observar a una que otra abeja, que se posaba sobre ellas.

Amaba la naturaleza, amaba los animales y el bosque.

Por eso salía escondido cada mañana, ya que consideraba aquella hora del día la mejor para apreciar las cosas más bellas que allí acontecían.

Como dos aves que se comenzaban a cortejar frente a sus ojos, siendo el macho el que agitaba sus alas para traer la atracción de la hembra y esta fingía desinterés.

El sonrió por ver aquella imagen.

Distraído en su camino, ya no sabía si caminaba rumbo al río. Viendo la orientación de las montañas se percató que caminaba en la dirección incorrecta, por lo que giró para retomar su rumbo.

Siendo tan rápido aquel giro, que no había visto bajo sus pies algo que le hizo tropezar, cayendo estrepitosamente sobre la hierba- ¡Aaaaah!-exclamó mientras sobaba una de sus rodillas.

Se había golpeado, resultando un moretón. Ahora sí que de seguro le llegaba castigo.

Soplando su rodilla se giró mientras continuaba quejándose. Deteniendo toda acción al observar lo que frente a sus ojos se encontraba.

Un joven de cabello rubio y piel canela se encontraba echado sobre el suelo. Sus ropas llamaron la atención del chico, las que parecían sacadas de alguno de esos libros que veía en casa.

Acercándose apreció en su frente, un hilo de sangre roja seca. Abriendo sus ojos de golpe. Asustado y temeroso por lo que veía.

Pues sabía que rojo era malo.

Rojo era sangre.

Rojo era peligro y nada bueno.

Con su respiración errática se acercó a su pecho poniendo su mano sobre él. Siendo una pequeña corriente la que le hizo retirar su mano rápidamente.

Miro hacia a su alrededor, sin saber bien porque lo hacía. Para luego titubeando, poner nuevamente su mano sobre el pecho del joven. A la vez que llevaba su otra mano hacia su propio pecho.

Sabía que si sentía aquella vibración todo estaría bien.

Quedándose tranquilo se concentró en percibir aquellas palpitaciones bajo su mano.

Tun. Tun. Tun. Hacía su propio pecho, mientras apretaba sobre la tela de su camisa. No sintiendo el palpito del otro.

Sus ojos curiosamente comenzando a lagrimear y en su garganta formándose un doloroso nudo. Su pecho apretándose furiosamente al no saber controlar aquellas sensaciones desconocidas.

Tun. Tun. Tun.

Perplejo abrió sus ojos y calmó su respiración. Acercándose tímidamente para apoyar su mejilla sobre el pecho del joven.

Tun. Tun. Tun. Sonrió al sentir aquellas vibraciones. Que si bien eran débiles, significaban que el hombre seguía con vida.

¿Por que seguía con vida no es así?

Se espantó por su pensamiento, él jamas había visto morir a alguien.

O a un muerto.

Su cuerpo con escalofríos se acercó al rostro del joven, tomándolo entre sus manos a la vez que lo giraba para observar sus costados.

Tenía ambas orejas al igual que él. Dejando su cabeza nuevamente en el suelo procedió a tocar el punto al centro de su rostro, a la vez que el tocaba el propio, su nariz. Deslizando su dedos pulgares para suavemente tocar aquellas cuencas, sus ojos. Los que abrió un poco pareciéndole totalmente divertido.

Sonrió.

El rostro de aquel joven era suave, contradictorio a lo marcada que era su mandíbula.

Entonces algo captó su atención. Se encontraban entreabiertos, mientras aire escapaba por ellos al parecer.

Sus labios.

Inconscientemente lamió los suyos, a la vez que posaba su dedo índice sobre el labio superior del joven.

Se sentían cálidos.

Continuó delineando su boca, esta vez bajó su dedo por su labio inferior, dejando ver un poco aquellos dientes.

El joven hizo un ruido que emitió una grave vibración a través de su boca.

Su estomago punzó y retiró rápidamente su mano, sintiendo su pecho palpitar velozmente.

Un aroma extraño pero agradable llenó el ambiente y confundido se levantó queriendo huir.

Ese aroma salía de aquel joven en el suelo.

¿Y si se estaba muriendo? -pensó

Deseo irse. Pero él debía prepararlo para ir hacia las estrellas.

Eso se lo habían enseñado desde pequeño. No podía dejarlo sin que estuviese preparado.

Fue entonces que se armó de valor y con mucha convicción comenzó a preparar al joven para que alcanzara las estrellas.




Su cabeza dolía como si hubiese sido golpeada contra rocas. Escuchando a lo lejos el sonido de grillos, sintió la tibieza de un anaranjado sol.

Desperezando sus ojos los forzó a abrirse, recibiendo un cielo violeta que se tornaba poco a poco más naranjo.

Estaba atardeciendo.

Su cabeza dolía tanto y ahí mirando las purpuras nubes recordó.

Habían interceptado su carruaje y le habían golpeado fuertemente. Pensaba que iba a morir, pero al parecer seguía vivo.

¿Quien habrá liderado aquel motín?

Lo mas importante.

¿Por que lo querrían muerto?

Porque si bien continuaba con vida, alguien estaba deseando que no fuese así. Y todo había acontecido tan fugazmente que no alcanzó a ver prácticamente nada.

Movió sutilmente los dedos de sus manos y se percató que todo su cuerpo dolía. Porque los dedos de sus manos lo estaban haciendo, al igual que sus piernas, espalda y pies.

-Mierda - dijo con su voz apagada, sonando extraña e irreconocible para él. Pensó en la seguridad de su familia, si él se encontraba en ese estado, no podía imaginarse como estarían ellos.

Ido entre sus pensamientos, sintió algo entre los dedos de sus manos.

Una vara.

Levantándola lentamente hacia la altura de sus ojos.

Una flor.

-¿Qué es esto?- dijo levantando rápidamente su espalda desde el suelo, quedando sentado sobre la cada vez más, fría hierba.

Una pequeña flor de deslizó por delante de su rostro. Llevando su mano libre a la parte superior de su cabeza, sintió algo extraño y lo atrajo hacia adelante frente a él.

Una corona de flores.

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