032. i'm scared

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CHAPTER THIRTY-TWO
❝tengo miedo❞
   cobra kai season three | act. three








ETHAN NO HABÍA dejado de pensar en el chico que golpeo. No se sentía culpable, el hijo de puta se lo merecía, pero... ¿se habría detenido si no fuera por Luca?

Sus nudillos estaban heridos y le dolían. Decidió tomar una ducha, se vistió para ir a la escuela y cubrió sus manos con un vendaje. Se encontró con Sam cuando iba a bajar a tomar desayuno.

—Buenos días, niños —saludó su mamá.

—Siéntense —dijo Daniel, que había vuelto de su viaje hace un par de días—. Preparé un poco del té que traje de Okinawa.

—Actúan extraño, ¿qué sucede? —preguntó Sam.

—Hemos estado hablando de cómo lidiar con Cobra Kai.

El corazón de Ethan se aceleró ante la simple mención del dojo. Su respiración se agitó levemente pero se obligó a controlarlo.

Ocultó sus manos en sus bolsillos.

—Siento haberme enojado con ustedes por entrenar a los demás —se disculpó Amanda—. No sabía lo que estaban enfrentando. Intentamos arreglarlo, pero...

—Si hay matones en la escuela, queremos que sepan defenderse.

—¿Pueden dejar de darle vueltas al asunto y simplemente decir lo que quieren decir? —dijo Ethan con los nervios de punta.

—Su padre reabrirá Miyagi-Do —dijo Amanda—. Y yo estoy de acuerdo.

—¿Qué dicen? ¿Listos para volver a la acción?

—No —dijo Sam y se fue.

—Lo siento —negó Ethan levantándose de la mesa rápidamente.

—¡Sam! ¡Ethan! ¡Chicos! Esperen, ¿qué sucede?

—Ya no quiero practicar karate, ¿sí? —dijo Sam antes de irse.

—Yo... —Ethan no fue capaz de hablar así que simplemente salió corriendo.

Ethan dió un portazo. Ya se había encerrado, no podía salir a correr. Se puso sus audífonos, puso música al máximo volumen y comenzó a golpear el saco de boxeó que colgó del techo.

"¡Da la cara, LaRusso!"

Más fuerte.

"¡No! ¡Por favor, detente, Eli! ¡Soy yo! ¡No lo hagas!"

Más fuerte.

"Miren, esta llorando. Marica. No hemos terminado, LaRusso."

Su vendaje se pinto de color rojo.

Ethan bufó frustrado. Se quitó los vendajes y limpió las heridas de nuevo antes de poner vendajes nuevos con delicadeza.

Sam entró a la habitación.

—¿Estás bien? —preguntó y cuando vió las manos de su hermano su expresión cambió a una preocupada—. ¿Qué te pasó?

—Nada, no te preocupes —negó Ethan—. ¿Qué pasa?

—Papá dice que podemos faltar a la escuela si vamos con el... ¿Quieres ir?

—Voy a cualquier parte con tal de no ir a la cárcel esa —Ethan se levantó y abrió sus brazos—. ¿Puedo abrazarte?

Sam bajo la mirada, vacilando. Aún estaba distante con el pero finalmente se acercó y lo abrazó.

—Gracias.

—¿Qué estamos haciendo en un bote? —preguntó Ethan.

—Es mejor que la escuela —dijo Sam.

—Esta tranquilidad —dijo Daniel pescando—, el sonido del agua... siempre me han ayudado. Y sentí que los tres necesitábamos esto hoy.

—¿Por eso estamos aquí? —insistió Ethan.

—También pensé que podíamos pescar algo para la cena —sonrió y les dió una caña de pescar a cada uno.

—Está un poco oxidado —dijo Sam.

—Sí. Bueno, yo también —rió Daniel.

—Y que lo digas.

—El truco para pescar aquí es lanzar la línea a las aguas profundas —dijo sin hacerle caso a su hijo—. Lejos del bote. Todo depende del lanzamiento.

Sam lo intentó primero.

—Mueve el hombro hacia atrás, dobla los codos y hazla volar —Sam tiró la cuerda—. Eso es.

—Si les saco un ojo, todo es culpa de papá—dijo Ethan para luego lanzar la cuerda—. Todo bien.

Se quedaron en un silencio incómodo hasta que Daniel habló de nuevo.

—¿Recuerdan la última vez que vinimos?

—Fue con el señor Miyagi —respondió Sam—. Atrapó un pescado tan grande que a mamá le dio miedo cocinarlo.

—Terminamos pidiendo pizza —dijo Ethan con una pequeña sonrisa nostálgica.

—Ese día les enseñe a equilibrarse en la proa. Aunque no necesitaban lecciones, no había quien los tirara. ¿Quieren intentarlo de nuevo por los viejos tiempos?

—Lo sabía —dijo Sam negando.

Ethan se limitó a rodar los ojos y darle la espalda a su papá.

—¿Qué cosa?

—Nos trajiste para que practiquemos karate.

—¿Qué? No. No tiene nada que ver con eso. Solo quería pasar el día con ustedes.

—No más karate —dijo Ethan viendo el agua.

—Por favor, ayúdenme a entender. Quiero ayudarlos.

—Que importa —dijo Ethan alzando los hombros—. No puedes ayudarnos. Al menos a mi no.

—No puedo si no me dicen qué pasa —insistió Daniel—. Sean honestos, chicos.

Ethan simplemente se quedo en silencio. Se negaba a hablarlo con el.

—No pude defenderme —dijo Sam—. Dos chicos me acorralaron y intentaron sobrepasarse conmigo. Casi no los detengo del miedo que tenía, papá. No puedo seguir haciendo esto. Tengo ataques de pánico y no sé si podré defenderme de nuevo.

—Esos imbeciles no van a acercarse a ti de nuevo —dijo Ethan en voz baja.

—Lo siento mucho —dijo Daniel.

—¿Podemos ir a casa? —pidió Sam al borde del llanto—. Por favor.

No necesitan hablar conmigo, pero siempre estaré aquí para ustedes.

—Sí, claro —murmuró Ethan sarcástico—. Siempre.

—¿Por qué no me explican?

—La pelea comenzó bien, hasta que llegó Tory —dijo Sam al ver que Ethan se negaba a hablar.

—No hagas como que te importa —dijo Ethan enojado.

—Ethan...

—Puedes escuchar la historia de Sam, no tienes por qué saber la mía.

La verdad era otra. Ethan se moría por decirle a alguien lo mal que se sentía. Estaba aterrado de volver a pelear con alguien y no poder controlarse.

Pero estaba enojado con Daniel.

—Cuando los de Cobra Kai notaron que Ethan no hacía nada, dos chicos se me acercaron —explicó Sam con voz temblorosa—. Nunca los había visto. Apenas me pude defender. Lastimaron a Demetri por mi culpa. Fue mi idea ir a enfrentarlos.

—No es su responsabilidad —dijo Daniel—. Cobra Kai está fuera de control, lo saben.

—Ese es el problema —continuó Sam—. Tengo miedo, papá. Nunca me sentí tan sola.

—No estás sola —dijo Daniel mientras Ethan abrazaba a Sam—. No te avergüences de lo que estás sintiendo, ¿de acuerdo? Haremos una parada a la vuelta.

— No importa cuántas veces vuelva aquí, siempre siento una descarga de adrenalina —dijo Daniel una vez entraron al gimnasio All Valley.

—Quiero irme a casa —dijo Ethan con cansancio.

—Aún no nos dices qué hacemos aquí —dijo Sam.

—Vengan.

Daniel los llevó justo al medio de la cancha de basketball.

—Justo aquí.

—Lo sabemos —dijo Sam—. Aquí venciste a Johnny Lawrence.

—No —negó Daniel—. Aquí es donde casi me gana el miedo.

—¿Qué quieres decir? ¿Cuando?

—Durante mi segundo torneo. No peleé en las rondas preliminares así que estaba descansando. Pensé que estaba listo. Y en el combate final... Mi oponente fue despiadado. Sin darme cuenta, estaba en la colchoneta, el miedo me embargaba. Estaba paralizado. No podía moverme. La idea de levantarme y enfrentarlo me aterrorizaba. Solo quería huir y esconderme.

Ethan le prestó atención, después de todo el se sintió igual.

—¿Qué hiciste? —preguntó.

—Por suerte, el Sr. Miyagi me ayudó a concentrarme. Me levanté... terminé la pelea y gané.

—El señor Miyagi siempre arreglaba las cosas —dijo Sam.

—No hay duda de que necesitaba escuchar su consejo. Pero al final, era yo quien debía levantarme y pelear. Sigo viviendo con el miedo. Todos lo hacemos. Solo trato de no dejar que gane. Solo ustedes pueden levantarse cuando caen. No otros. Y les prometo que estaré... —puso sus manos en los hombros de los dos— para ayudarlos siempre. Tal como el señor Miyagi estaba para mi.

—Se que es un momento serio —dijo Ethan—, pero siempre que te pones así. A enseñarnos cosas como si fueras un abuelo de noventa años, me recuerdas a la tortuga de Kung Fu Panda.

Sam se largo a reír a carcajadas y Daniel negaba con una sonrisa. Ethan sonrió levemente.



















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