⦙ 𝐔𝐍𝐎

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Su turno de trabajo en aquella tienda de convivencia había finalizado. Se sacó la chaqueta y la colocó en su casilla guardandola para el siguiente día, tomó sus cosas y se marchó del lugar despidiéndose de su compañero, el cual cubriría el otro turno. Trabajar en una tienda de 24 horas tenía sus ventajas y desventajas, sin embargo, a Jimin le gustaba su trabajo.

El pelinegro caminaba con total tranquilidad por las calles de la ciudad, mientras tarareaba una canción que se reproducía mediante sus auriculares. La noche se sentía cálida, más de lo común, pero eso no era extraño,  pues la época de primavera estaba llegando y con ella algo del calor de verano.

Aunque amaba transitar entre medio de las personas de la ciudad, Jimin prefería algo más tranquilo y menos tránsitado. El Río Han era la mejor opción, y además, siendo este su lugar favorito ya que su madre cuando era niño siempre lo llevaba al río a pasear. Sus mejores recuerdos los tenía allí, esa era la razón del porque le gustaba pasar por ese lugar, le recordaba tanto a ella.

De hecho, los recuerdos junto a su madre eran los únicos buenos que tenía.

Muy pocas eran las personas transeúntes en el semejante lugar.

El pelinegro se detuvo frente al río sacándose los auriculares para poder apreciar al máximo el silencio y la vista, pero su admiración fue arruinada por el sonido que emitió su celular informándole de un nuevo mensaje. Era de su mejor amigo.

» Juzgon: ¿Dónde estás idiota? Hace media hora estoy parado afuera de tu edificio.

Jimin resopló. Tecleó algo rápido en respuesta y se lo envío a Hoseok.

El pelinegro guardó su móvil y retomó su camino rápidamente ya que su amigo lo esperaba. Se concentro en su camino, sin prestar atención a su entorno , que a diferencia del principio, estaba ya vacío. Sin embargo, no pudo continuar su camino al sentir un frío gélido traspasar sus ropas, erizando su piel, frenando su caminar y logrando que se quedara en el lugar. Aunque, quizás, eso no fue lo que provocó su frenar, o al menos no en su totalidad, sino más bien el hecho de que de reojo notó una figura femenina que iba pasando a su lado justo cuando aquella sensación helada atraveso su vestidura.

Esto se le hizo extraño, aunque tal vez sólo estaba delirando. Era extraño porque estaban en primavera. Aunque podría ser delirante porque cuando se giró en dirección contraria, en busca de esa mujer, grande fue su sorpresa de que no había nadie más que él.

─¿Qué mier... ─Jimin recorrió el lugar buscando sin éxito de encontrar algo.

Sacudió su cabeza y decidió ignorar el suceso para empezar a correr en dirección de su departamento, debido a la llamada que Hoseok le estaba haciendo, significando una sola cosa... Que se diera prisa o él iría a buscarlo para patear su trasero por hacerlo esperar tanto.

─Necesito que para la siguiente clase...

Jimin dejó de prestar atención a lo que su profesor dictaba debido a los varios mensajes que estaba recibiendo de su mejor amigo.

» Juzgon: Park, ¿Ya terminaste tu clase?

» Juzgon: JIMINSSI, TENGO HAMBRE

» Juzgon: ¿Tu trasero se estancó en el asiento o qué? Apúrate a salir

El pelinegro rodó los ojos ante la insistencia de su amigo y una pequeña risa escapó de sus labios ante el último mensaje ocurrente que le había enviado Hoseok.

» Juzgon: Vine a buscarte, pero veo que sigues en clases

» Juzgon: Pestañea cuatro veces si estás en peligro

Jimin dirigió su mirada hacia la puerta del salón y allí estaba Hobi, haciendole señas que claramente no entendía.

─Bien jóvenes, nos vemos en la próxima clase.

Aquellas palabras fueron lo único que necesitaban los estudiantes para guardar sus cosas y salir del salón.

─Por la espera, vas a pagar nuestros almuerzos ─le dijo su amigo mientras lo rodeaba por los hombros.

─Ni lo sueñe hyung ─rió mientras negaba.

Dicho y hecho, el pelinegro termino pagando el almuerzo de ambos.

Jimin y Hoseok eran amigos desde niños, desde los cinco años para ser exactos. Se conocieron mediante sus madres, las cuales se hicieron amigas de forma particular; aunque es una historia aparte.

Ambos chicos son inseparables, y, de hecho, se concideran hermanos.

─¿Cómo ha estado Sooha? ─le preguntó Jimin a Hoseok, mientras llevaba un poco de kimchi a su boca.

─Bien, sólo que anda más alterada y quejumbrosa por el embarazo.

─¿Saben algo del chico?

─Ni siquiera menciones a ese idiota ─Hoseok dejo de comer─. Es un maldito, se fue al extranjero y dejó a mi hermana... Estando embarazada ─soltó los palillos con brusquedad, bufando molesto.

─Pero... Al menos tu hermana tiene el apoyo de sus padres y hermano, hay muchas chicas que no poseen ese privilegio ─comentó Jimin, tratando de calmarlo.

Hoseok asintió dándole la razón.

Ambos siguieron charlando hasta que el mayor recibió un llamado de urgencia por parte de su hermana y tuvo que marcharse.

Jimin al contrario se encontraba en un bus rumbo a su trabajo. El trayecto no era tan largo, sin embargo, no quería llegar tarde.

Bajó del bus y se dispuso a caminar lo poco que le quedaba para llegar a su lugar de trabajo, pero su teléfono empezó a vibrar avisando sobre una llamada.

─¿Señor Kim?

─Oh, Jimin, lamento llamarte a estas horas pero no pude contactarte con anterioridad por las tantas cosas que debía hacer

─No se preocupe, ¿Paso algo señor?

─Hoy tomate el día libre, de hecho acabo de llegar al local y enviar a Mina a su casa. Vendrán a realizar un control de plagas por lo que el local debe estar vacío.

─Oh, está bien, señor, nos vemos mañana, entonces.

Colgo la llamada para cambiar el rumbo de mi caminata hacia el Río Han. Quizás muchos lo tomen como un lugar más, pero para él significaba mucho más que eso.

El lugar le recordaba a su madre, incluso le permitía poder sentir que ella aún estaba con él. La extrañaba... Demasiado.

No se había dado cuenta de en que momento se había dormido en una de las bancas, de no ser porque sentio como alguien se sentaba a su lado y tocaba su hombro con sutileza.

Abrio sus ojos con lentitud, mientras trataba de aclarar su visión y despabilarse. Aunque se llevo el susto de su vida en cuando sentio un carraspeo.

Por puro impulso se alejo, provocando que casi terminara sentado en el suelo.

─Oh, lo siento, no quería asustarlo ─su preocupación era notable y al instante de decir aquello hizo una reverencia─. Perdón, señor.

Ella tenía un semblante asustadizo, cree que él le gritara o algo parecido.

─No, esta bien, solo me tomaste por sorpresa ─sonrio medianamente asegurándole que no estaba enojado.

Vio como ella mordió su labio, dudando sobre algo.

─¿Necesitas algo?

Cuando lo miró, sintió una sensación extraña. Era difícil de explicar, era un conjunto de emociones.

─¿Podría decirme la hora?

Asintió para buscar su celular, prenderlo y enseñarselo. Eran las doce y veinte de la noche. Pudo observar como sus ojos se oscurecieron y su postura erguida paso a ser recta. Incluso escucho como su respiración se hizo más pesada. Su estado en si demostraba que algo le estaba pasando.

─¿Estás bien? ─cuestiono el pelinegro en el momento que ella se levantó de la banca y mantuvo su mirada puesta hacia el frente.

Ella no respondio nada. Él copio su accionar levantandose para observar hacia donde ella lo hacía, pero no había nada.

─Oye...

─Debo irme.

Sin decir más se giró y se marcho en una dirección totalmente contraria a la de él.

Parpadeó reiteradas veces ya que estaba procesando lo ocurrido y, además, se dispuso a ver como ella se alejaba; pasaron varias cosas en pocos minutos y demasiado rápido. Su celular había empezado a vibrar anunciando la entrada de una llamada.

Sacó su móvil para observar quién era el remitente, leyendo en la pantalla que se trataba de su padre. Soltó un suspiro pesado y atendió al llamado.

─Hola, papá.

Su padre como acostumbraba cada vez que lo llamaba le reclamaba el dinero que no le enviaba. Jimin desde que había salido de su casa, se prometió así mismo ayudar al hombre que lo crío luego de que su madre falleciera, pero ayudarlo era una tarea muy difícil cuando era un borracho y apostador compulsivo.

Sin embargo, dejo de prestarle atención al montón de cosas que su padre le recriminaba para regresar su vista por donde la había visto irse, pero de ella ya no se mostraba rastro alguno, se habia marchado.

Esa mujer le resultó extrañamente interesante y, a la vez, hermosa. Realmente lo era.

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