1.

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—Hola, Rosie, te traje un helado. —Kim no era morbosa, para nada quería denigrar a su amiga de esa manera, pero en ese momento recordó la peculiar forma que tenía Roseanne para comer el helado, así que sólo abrió sus ojos al verla sostener la paleta de manera rápida, casi quitándosela.

—¡Es de banana! ¡Es mi favorita, Jennie! —pero el brillo en sus ojos le hizo saber que había valido la pena. Se sentó a su lado.

—¿De verdad es tu favorita? —la otra asintió y no esperó por una respuesta porque ya tenía la mitad de la paleta en su boca, y Jennie sintió que había comenzado a sudar frío. Tragó saliva mientras veía sus mejillas hundirse levemente al succionar el helado, las gotas derretidas salir por sus labios y sólo la limpió.— Se estaba derritiendo...

—Gracias. —sonrió, cerrando sus ojos, y Jennie igual le sonrió, sonrojándose un poco.

Claro, había olvidado que se sentía levemente atraída a la rubia. La pelinaranja posó su brazo en el respaldo de la banca, por consecuencia pareciendo que estaba abrazando a la otra, y la miró.— ¿Te gusta mucho el helado de plátano?

—¡Sí! Sabe muy rico y me gusta mucho porque mi fruta favorita es la banana. —su sonrisa tierna por estar consumiendo su postre favorito, sus palabras recién usadas parecían las de una niña pequeña e inocencia en ellas. Jennie lo aceptó.

Rosé por alguna extraña razón consumía el helado en forma de paleta de esa forma, ella era inocente de su forma de comerlo, y aunque no lo quería aceptar, eso calmó levemente a Jennie mientras la veía y acariciaba su cabeza, como niña pequeña.

—Entonces, ¿Te gusta mucho el plátano?

—Banana, sí me gusta mucho. —succionó, y después se separó de él dejando un rastro de saliva que unía la punta del helado a sus labios, las gotas derretidas que estaban en sus labios y la fascinación con la que lo veía. Jennie desvió su mirada.— Lo comería a diario si no fuera por el azúcar.

—Oh, muy bien. —volvió a acariciar su cabeza, y Rosé volteó a verla, sonriendo con dientes.

—¿Cuál es tu helado favorito y fruta favorita? Nunca me dijiste.

—Me gusta mucho el durazno, aunque me gusta el helado de fresa. —Rosé asintió, y apuntó un quiosco abierto.

—Ve a comprar tu paleta de fresa mientras me acompañas a comer mi paleta de plátano. —Jennie asintió, viendo que el helado de Rosé, aunque ya lo había succionado varías veces, parecía estar intacto. Ella fue rápido al quiosco, compró la paleta y dos cajitas de leche. Una de plátano para la otra y una de fresa para ella.

Volvió de forma rápida, viéndola feliz al ver la leche.
Sus piernas comenzaron a moverse de forma rápida en lo sobrante de la banquita, su sonrisa se hacía cada vez más grande más se acercaba, y apenas llegó, tomó la leche.

—Traje una pequeña sorpresa. —guardó el cambio en el bolsillo trasero mientras se sentaba, y volteó a verla.

Sabía que Rosé era una persona realmente seria y tímida a personas nuevas, ella era reservada, pero el verla comer de ese helado de esa forma le hizo preguntarse dónde estaba su timidez o lo reservada, porque en ese instante, esa chica de 19 años parecía una niña de 6 años consumiendo su helado favorito.

Claro, quitando lo provocador de su forma de comerlo, aunque sabía que no lo hacía a propósito.

Sólo había comenzado a comer de su helado con la otra mientras platicaban lo que harían ese viernes, su fin de semana, y qué planes harían comenzando la otra semana.

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