𝟬𝟯𝟱━━ Cuz I'm not 𝗮 villain like you

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❛𝓒𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝓣𝐇𝐈𝐑𝐓𝐘-𝓕𝐈𝐕𝐄❜
𝐆𝐇𝐎𝐒𝐓 𝐒𝐓𝐎𝐑𝐈𝐄𝐒 👻☎️
𝐏𝐑𝐄𝐒𝐄𝐍𝐓𝐒...
༉‧₊˚. ♯ Porque yo no soy 𝘂𝗻𝗮 villana como tú

Yo no me lo he cargado, ¡has sido tú!🔪

━━ 𝐄𝐓𝐇𝐀𝐍… —susurré muy bajito pero él me mandó a callar y tan rápido como pudo, puso todo el peso de su cuerpo en la pared más cercana, incorporándose justo al lado de la puerta. Era una sombra bajo la sombra de otra sombra.

Como un fantasma, como un maldito fantasma.

—¡Landry…! —Probé otra vez pero incluso bajo la única luz que iluminaba la estancia gracias a la luna pude ver que me miraba con fastidio. 

—¡Shhh! —Mientras lo maldecía por lo bajo por haberme hecho callar como si fuera una niña pequeña cuando le iba a dar un consejo al saber que el asesino todavía estaba lo suficiente lejos como para escucharnos, empecé a gatear hasta colocarme detrás de la cama, al mismo tiempo que aproveché para enseñarle el dedo corazón a sabiendas que no me iba a ver, o eso pensé.

—Oye, te he visto —murmuró por lo bajo—. Eres una capulla, ¿lo sabías? Intento salvarte la vida, no es por otra cosa. ¿De verdad piensas que soy un idiota?

—¡Shhh! —Esta vez me tocó devolvérsela, imité su tono y le di el beneficio de la duda. Obviamente a veces era un auténtico idiota.

Puso los ojos en blanco pero no dijo nada más, la persona que había entrado a la casa de Stacy estaba cada vez más cerca de nosotros, así que prefirió ahogarse en su orgullo.

Me coloqué de tal forma que pude ver las botas negras de la persona que venía, sus pasos eran casi insonoros pero firmes, de modo que Ethan y yo pudimos oírlo entrar cuando prefirió comenzar por la ventana de la cocina. Error de novato pues la casa Stacy no estaba muy bien vigilada y podía entrar por otros sitios más seguros a la hora de comenzar y sobre todo, planear un robo.

Esa era otra, cabía la posibilidad de que supiera que Stacy no iba a estar esa noche porque se iba con su hermano y eso significaba que era alguien conocido para ella pues conocía sus planes, sin embargo, no contó con que yo estuviera allí.

Miré a Ethan que no paraba de observar a través del minúsculo espacio del dorso de la puerta, estudiando los pasos en la oscuridad, contemplando a su nueva presa como lo hace un león hambriento. Sus pupilas se dilataron cuando levantó el cuchillo a la altura del esternón, preparado para el factor sorpresa.

Y desde luego, tampoco contó con que Ghostface lo estuviera también.

Contuvimos la respiración a medida que el desconocido entraba, una silueta negra envuelta en un aura misteriosa y efectivamente, era un ladrón, llevaba un sueter negro que ocultaba gran parte de su cara. Cuando colocó sus manos ocultas bajo unos guantes oscuros en el pomo de la puerta para asegurarse de que no había nadie detrás, Ethan no desperdició ni un segundo para atacar. Levantó su cuchillo en alto y lo bajó tan rápido que apenas pude observar el movimiento al completo. Le cercenó los dedos por completo mientras grandes chorros de sangre salían de lo que ahora era un dorsal ensangrentado y solitario.

Los dedos sanguinolentos rodaron hasta mi dirección como si fueran mini pepinos enlatados. Su meñique, dedo medio y anular me señalaban mientras que el pulgar y el índice se habían quedado en medio camino y señalaban a la nada, pérdidos en el horizontes como debía de estar su dueño.

—¡Mis dedos, joder! —chilló este mientras se llevaba la mano hacia el pecho. Sus ropajes oscuros empezaron a oscurecerse más con un tono brusco color vino—. ¡Mis putos dedos! —Encendió la luz a ciegas y vio a Landry. Luego, a mí para volver a mirar a Ethan, horrorizado—. Tú…

—Yo —se burló Ethan con una mueca siniestra mientras jugueteaba con su cuchillo—. ¿Me conoces? —El chico se quedó mudo—. ¿Por qué no te quitas la máscara como he hecho yo para ver tu verdadera identidad? ¿O es que eres un maldito cobarde y los pantalones manchados no te permiten quitártela? —Tampoco contestó pero su mirada estaba perdida en Landry. Lo conocía. Nos conocía—. Ay, joder. ¿No vas a hablar? —Se acercó más a él y esta vez el enmascarado reaccionó y se alejó de Ethan. Este se rio.

Luego se acercó a mí y miró sus dedos de reojo pero sin apartar la vista ni un segundo de Landry.

—Dámelos.

—¿Qué? —Pregunté de manera inconsciente incluso sabiendo lo que quería.

—Los dedos, dame mis dedos —me ordenó.

Miré a Ethan que lo observaba extrañado mientras la fina hoja metálica de su cuchillo hacía todo tipo de sonidos chirriantes en la pared más próxima. No me cabía ninguna duda que era para asustarlo más mientras observaba el espectáculo. De hecho, era ese mismo espectáculo el que estaba manteniendo con vida al ladrón. Landry tenía un humor retorcido y siempre que podía aprovechaba la ocasión para reírse en los momentos más turbios.

—Dale los dedos, Evelyn —me ordenó a su vez Landry mientras suspiraba falsamente—. Si hay suerte, podremos pegarlos con la gotita o el pegamento.

El ladrón ignoró su comentario al igual que el desastre que había en la habitación. Y sabía que no quería agacharse a recogerlos por miedo a bajar la guardia. Por otro lado, Ethan estaba demasiado ocupado haciendo de Ethan como para dárselos así que me tocó a mí recogerlos. Dicho de otra manera, me tocó a mí hacer la parte más sucia.

Avancé con recato hacia ellos y reprimiendo de nuevo otra arcada, los cogí media agachada. Me di cuenta que el anillo plateado de su índice se había caído en el suelo, rodando como su dueño.

Ethan clavó su cuchillo en la pared.

—Quédatelo.

—¿Qué? —Levanté la vista hacia él con incertidumbre—. ¿El dedo? ¿Para que quiero yo el dedo?

—No —masculló por lo bajo tocándose el puente de su nariz, frustrado—. No me refiero al dedo, me refiero al anillo. Al puto anillo.

—Entonces sería una ladrona como él. —Mi tono de voz empezó a sonar acusativo.

—Culpa de él por entrar. Si él te roba, tú le robas —dijo como si nada mientras me evaluaba con sus ojos negros como el carbón—. Así son las normas. —Luego, clavó la vista al ladrón—. ¿O no, rufián?

—Técnicamente… aún no he robado nada. —Su voz empezó a sonar baja con sonoros tartamudeos debido a los nervios, así que avancé rápido para devolverles los dedos, sus pobres dedos. Hecho que hizo que se me resbalara uno de la palma ensangrentada y cayera al suelo. Lo pisé sin darme cuenta ahogando un grito de sorpresa—. ¡Ay no, joder! ¡Ten cuidado que son delicados!

Lo cogí rápidamente, también el anillo. El ladrón no dijo nada respecto al objeto.

—No seas quejica —le recriminó Ethan con un tono de burla en su voz—. Te hubiera dolido si los hubieras tenido a tu cuerpo pero como comprenderás, lógicamente esa opción está descartada. Ahora y siempre. Y en cuanto a lo de robar y no robar, no lo has podido hacer porque te hemos pillado in fraganti, tonto del culo. Si no, estoy seguro que tendrías collares esparcidos por tus dedos y no cortados como lascas de jamón. —Enarcó soberanamente una ceja negra con una sonrisita que seguía la fina línea de sus dedos a su mano. Estaba disfrutando.

—Puto psicópata… —susurró el ladrón mientras le daba los dedos. Aprovechó al instante para darse la vuelta e irse pero Ethan arrancó el cuchillo de la pared, negando con la cabeza. En unos pocos segundos estaba delante de él, obstaculizando por completo su salida.

—¿De verdad piensas que te ibas a ir de rositas? Es obvio que estás tan verde en el ámbito de la delincuencia que creo que desayunas hierbas todos los días. —Dado el tono con el que lo dijo me parece que esa última frase tenía doble sentido—. Ahora… —articuló, haciendo una pausa deliberadamente para hacer recorridos. invisibles en el aire con su arma blanca muy cerca de la cara de aquel hombre—: tienes dos opciones, ¿vale? Decirme el porqué estás aquí o bien, decirme el porqué estás aquí.

Lo miré con el ceño fruncido mientras contaba con los dedos esas dos opciones. El chico me fulminó con la mirada cuando utilice mis dedos, luego bajó la mirada hacia los suyos, esparcidos en su otra mano, totalmente abatido. No utilicé mis dedos para fastidiarlo.

—¿Son dos opciones? Yo he contado una.

Landry me fulminó con la mirada.

—Además —continué, haciendo caso omiso a su amenaza indirecta—: es bastante obvio el motivo por el que está aquí, es un ladrón.

—No es un ladrón. Lleva ropa de ladrón pero no lo es. Su ropa negra es de marca y un ladrón lo primero que no haría sería destacar precisamente. Solo es un impostor de pacotilla con dinero. Aunque ahora no tendrá mucho por donde agarrarlo.

El chico nos miraba de uno en uno pero no respondía. Estaba asustado y perdido a partes iguales. Solo jugaba distraídamente con sus dedos.

—¿Cómo sabes eso?

—Antes de ser un asesino, era un ladrón.

—¿En serio? —le pregunté, la verdad es que no me sorprendía. Ya nada me sorprendía de él.

—No, pero me hubiera gustado.

El chico finalmente decidió romper su voto de silencio.

—Oye, tíos, yo solo quiero una cosa y me voy. Lo prometo. —Se acercó un poco al mueble de la pared, sin quitarle el ojo a Ethan. Este hizo un movimiento rápido hacia él para asustarlo pero sin la intención de matarlo, aún no había acabado el circo para él. El enmascarado reprimió un grito pero yo no podía consentir que le robara a mi mejor amiga.

Me acerqué a él cuidando mis pasos y miré de reojo a Ethan para que cogiera la pistola de Mickey Mouse y así, poder amenazarlo un poco más y redimir sus malas intenciones.

—Toma. —Coloqué el anillo en la parte alta del mueble—. Quédate con lo que es tuyo pero deja los objetos de mi amiga en paz. Ella nunca te haría esto, sea quien seas.

—¡Tú no lo entiendes, joder…! —exclamó, lo miré extrañada, estaba muy nervioso—. Tengo que llevarme una cosa.

Ethan estaba tardando en darme el arma pero finalmente me la dio desde atrás, de modo que el supuesto ladrón no sabía nada al respecto.

Opté por el factor sorpresa.

—Te he dicho que dejes las cosas de mi amiga en paz. —No miré la pistola, solo me concentré en distanciarme de él y apuntar con la mira a su cabeza—. Vete o no dudaré en dispararte. —No se movió pero no paraba de intercambiar miradas entre la pistola y mis ojos—. Tío, lo digo en serio. Vete o te vuelo los sesos.

No sé porqué pero me pareció ver una gran sonrisa en el rostro de Ethan. Quizá le estaba gustando mi lado oscuro.

Aunque era de juguete, desde una mediana distancia se podía disimular.

Cogió el anillo con su mano sana y tan rápido como pudo y sin apartarme la vista, alzó su antebrazo hacia el mueble para abrir el cajón pero por inercia apreté el gatillo y esperaba oír un agrietado y turbio: «¡H-holaaa soy Mickey Mouuuuuseee!». Puse los ojos como platos cuando descubrí que no era así. En vez de esas tiernas palabras salió una dura bala del jodido cañón. Reventó por completo la frente del ladrón, dejándole un gran agujero del tamaño de una pelota de tenis mientras sus sesos manchaba la pared con sustancias viscosas, blanquecinas y sanguinolentas. Su cuerpo cayó de rodillas y el sonido de su cuerpo fue lo único que se escuchó durante segundos.

Estaba anonadada, no podía moverme, no podía apartar la vista del sitio donde explotó su cerebro, no podía bajar la pistola, lo que más me dolía es que ni siquiera podía darle una bofetada a Ethan por lo que me hizo. Entendí el motivo de su sonrisa cuando me la entregó y el porqué tardó más de la cuenta en entregarme el arma. La estaba buscando. Joder.

Me la volvió a jugar el muy cabrón hijo de su madre. 

—Ostia. —Fue lo único que pude decir, ni siquiera me lo creí—. Ostia.

—¡Ha sido la puta ostia! Te lo has cargado, ay joder, te lo has cargado. ¡Felicidades! ¡Como te dije antes, la primera vez nunca se olvida…! Ay, estoy… muy… orgulloso de ti. —Lo peor de todo es que me estaba felicitando de verdad, lo peor de todo es que estaba empezando a lagrimear de lo orgulloso que estaba de mí como lo haría un padre al ver a su hijo caminar por primera vez. Solo que Ethan sería uno de esos padres que llorarían de la emoción cuando su hijo cogiera un cuchillo y se lo clavara al vecino de al lado en una noche de verano.

Por fin reaccioné, tiré el arma al suelo y le di —no una bofetada— un puñetazo tan fuerte que temí que le rompiera un diente.

—¡Espero que esto haya sido una buena ostia también, maldito idiota degenerado de mierda!

Ethan iba a reaccionar pero el claxon de un coche lo mantuvo en alerta. Me dirigí rápidamente hacia la ventana. Era Stacy y venía con su hermano.

—Oh, no. Mierda —mascullé mientras corría las cortinas y me dirigía hacia Ethan. Por mucho que me pesara, teníamos que colaborar para salir de este aprieto. Luego le daría de nuevo una gran… bofetada—. ¿Qué hacemos, eh? ¿Qué hacemos? —Miré de nuevo al cadáver—. Ay Dios… Que conste que yo no me lo he cargado, has sido tú. —Había algo de molestia en su rostro por el puñetazo que le di pero volvió a tragarse el orgullo y me miró con burla, entendí a lo que se refería sin que me dijera nada—. No. No. Yo no fui porque yo no soy una villana como tú. Solo quería que la voz trastornada de Mickey Mouse volviera.

—¿Villana? —preguntó con sorna—. ¿Ahora esta historia se basa en superhéroes y villanos?

Le enseñé el dedo corazón como respuesta, ya me estaba acostumbrando a este tipo de contestaciones, no decían casi nada pero manifestaban mucho.

—¿Qué hacemos con el… cadáver? —Un escalofrío recorrió mi espalda.

—Le has volado la tapa de los sesos así que encárgate de limpiar la pared, yo me ocuparé de esconder su cuerpo. Luego me encargaré de deshacerme de él con mis métodos culinarios —Hablaba con total profesionalidad que me daba hasta grima. A saber cuántas veces había hecho esto.

Diez como mínimo.

Quizá, veinte.

Aún así, hice lo que me dijo. Limpié la pared con un trapo y la fuerza de Landry hizo el resto, escondiendo el cadáver por debajo de la cama junto con las dos pistolas. Y sus dedos, claro.

—¿Y ahora? —pregunté con un suspiro.

—Ahora falta mi parte favorita. —Con una gran sonrisa me quitó el trapo de las manos y lo estrujó por encima de la cama, manchando las sábanas por completo. Dejó una gran mancha de sangre.

La puerta de la entrada se abrió. Stacy y su hermano ya estaban.

Ethan empezó a desnudarse.

—¿¡Pero qué haces!? —exclamé, abochornada. Primero empezó a quitarse la camisa negra, luego los pantalones y las botas. Todo negro, todo de Ghostface menos sus calzoncillos. Las escondió debajo del baúl de la esquina junto con el cuchillo tras limpiarlo. Lo más escondido posible.

Intenté no mirar su cuerpo.

—¡Hola, rubita de bote! —exclamó Stacy desde la lejanía. Su especial manera de saludarme nunca me dejaba de sorprender.

Stacy sabía que estaba aquí porque yo se lo había dicho a través de un mensaje. Obviamente no le conté nada sobre lo sucedido con Anika y Quinn.

—¡H-hola! —exclamé yo intentando no sonar sorprendida.

Ethan solo llevaba puesta su ropa interior e incluso apartando la vista de él sentí que mis pómulos enrojecieron.

—¿Qué coño estás haciendo…? —susurré. Ya estaba cansada de sus jueguitos.

—Decías que no eras una villana. Ahora yo tampoco. Permíteme ser Superman por un rato. —Señaló sus calzones rojos, no miré. Los pasos se aproximaban. Le observé la cara con el ceño fruncido, tenía una mirada burlona—. ¿Qué? Siempre me ha gustado el superhéroe con los calzones por fuera.

Pero pese a su broma, entendía lo que hacía. Su ropa era toda oscura y estaba manchada de sangre muy seca, no le quedaba otra que ocultarla. Lo que no entendía era el motivo por el que desparramó algo de sangre entre las sábanas. 

Fui hacia ellas para ocultar el rastro de hemoglobina pero él me detuvo.

—Confía en mí. —Noté su pulso caliente sobre mi muñeca. Parecía una broma. Siempre que confiaba en él, todo acaba mal.

—Ojalá un día te descubran y te pudras en prisión hasta que te mueras y te coman lentamente los gusanos y sientas el dolor  recorrer tus venas —murmuré con desprecio.

Ethan sonrió.

—¿En serio piensas eso?

—Es mi sueño húmedo —le mentí.

—Pues me da que hoy no va a ser tu día. —Tras esto, se abalanzó hacia mí y me tiró a la cama, empezó a subirme un poco el vestido, controlando también los pasos de Stacy.

—¿Habéis visto a Dust? —pregunto desde la lejanía mi amiga—. Se suponía que iba a venir hoy disfrazado de ladrón para ir practicando en una actuación que iba a hacer para un tema de no sé qué en la uni, está muy reservado respecto al tema porque quiere que sea una sorpresa. Así que le dije que practicara en mi casa y buscara el objeto que le dejé por su propia cuenta ¡aunque se me olvidó decirle que ibas a estar tú, Eve! Menos mal que no vino antes sino te hubieras meado encima.

—Me da que el que se meó fue él… —murmuró Landry entre carcajadas.

—¡No creo…! ¡Seguramente nos hubiéramos hecho amigos! —Genial, me había cargado al mejor amigo de mi mejor amiga.

—¡Pues seguramente esté de camino y así podrá conocerlo! Debe de estar cerca.

—Sí. Muy cerca… —susurró entre risas Ethan—. Muy, muy cerca.

Lo fulminé con la mirada. Fue meticuloso al respecto y puso el cadáver en el centro, las sábanas bajas y como estaba todo desordenado aprovechó el caos para darle rienda suelta a su imaginación.

—Bueno, a veces creo que… —Stacy llegó a la habitación, su hermano le seguía los talones y ambos se pararon en seco mirando toda la estancia desordenada con los ojos abiertos, atónitos por completo. Los muebles estaban abiertos, otros cerrados, la ropa desparramada, algunas canicas tiradas, las sábanas esparcidas, algunos cajones tirados. Y… sobre todo… la sangre en la cama. Sin embargo, cuando Stacy la miró, para mi asombro no había espanto en su mirada, todo lo contrario. Estaba… emocionada. Me levanté de inmediato y Ethan se tiró a un lado, parecía que estaba satisfecho por…realmente no lo sé. Suspiró de dicha.

—Esto… la sangre… yo… yo… —Intenté decir mientras me incorporaba pero no me salían las palabras.

Ethan se incorporó tras de mí, se sacudió su ropa interior, de nuevo había un brillo intenso en sus ojos. Estaba extrañado por algo que desconocía.

—¿Es normal que una chica sangre tanto su primera vez?

Su pregunta me dejó sin palabras. De nuevo me volvió a traicionar, tenía ganas de empujarlo y tirarlo por la ventana como si fuera un televisor.

Ni siquiera tiraría a un televisor, es muy caro. Pero a Ethan desde luego que sí. No lo pensaría ni dos vez. Cabrón, cabrón, cabrón.

—¡Mentiroso! —le espeté pero seguía con una sonrisa, mirando en dirección a los hermanos, esperando una respuesta. Oh.. se le veía tan preocupado por mi seguridad.

Mentiroso, embustero. Púdrete.

—¡Para nada, es normal! —exclamó Stacy—. ¡Esto es un momento histórico que solo ocurre cada mil años! ¡Ethan y Evelyn han…!

—¡No es lo que piensas! Realmente… Dust…

—Fue lo mejor, Stacy. Le di como cajón que no cierra —mintió Ethan para interrumpirme con una nueva emoción en su rostro. Me sorprendió que dijera eso pero ante situaciones desesperadas incluso él se desespera.

Y ahora, tenía muchas ganas de estrangularlo.

Por favor, ¿alguien tiene una cuerda?

Ahora entendía el porqué de todo y es que no se podía escapar de sus planes. Tenía las situaciones controladas pero desde luego que pensaba  devolverle la jugada.

Oh sí, se la iba a devolver con creces.

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