❤️02: comunidad abejitas.

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"Me encanta mirarle sin que me vea,
Observarle mientras está concentrado,
Serio, ajeno...
Y cuando está de otro modo,
Me encanta igual".

Jimin miraba con rencor las cajas que todavía no desempacaba. No importaba todo el tiempo que llevaba encerrado en su nueva habitación, incluso parecía que jamás saldría de ahí con vida.

Un poco dramático, sí. A Jimin no le importaba.

Debía reconocer las buenas noticias. La casa estaba completamente amueblada, y eso incluía su habitación; así que, no tuvo que preocuparse por la cama, escritorio y demás. Él no quería pensar cómo estaría de humor si le hubiese tocado armar todo desde cero.

Las malas noticias era que los muebles no le gustaban. Bueno, tal vez un poco, o nada. La cuestión era, que Jimin no podía comportarse exigente con sus padres por algo que no acaparaba del todo su atención, habían cosas más importantes, como los cuadros que todavía no colgaba en las paredes.

Y recordando esos cuadros fue que el omega se puso de pie con la agilidad de un resorte. Corrió hasta las cajas más grandes y las fue abriendo con rapidez; casi soltó un suspiro tranquilo cuando se dio cuenta que sus adorados cuadros estaban sanos y salvos.

El primero que colgó fue su favorito. Un cuadro de Shin Jung Hyun & Yup Juns, la banda merecía todos los honores en su habitación, no sólo por ser recordada como la creadora del mejor rock que jamás haya escuchado, sino que también Jimin admiraba mucho al hombre detrás de toda esa historia, quien, a su opinión, merecía completamente el título de "padrino del rock".

Jimin detalló con sumo cuidado que el cuadro quedara perfecto, y cuando lo hizo fue por los demás que tenía guardados.

Estaba sumergido en su tarea y en sus pensamientos. En ese momento recordó su niñez, y como había hecho amistad con un anciano que le enseñó el maravilloso mundo de la música. El hombre mayor tenía en casa un salón completo dedicado al rock, con discos, vinilos, póster publicitarios, incluso periódicos. A Jimin le causó mucha curiosidad y quería aprender todo lo que pudiera.

Cuando tuvo edad suficiente se hizo su primer tatuaje. Orgulloso, porque él mismo lo pagó con lo que ganaba cuidando todos los perros del vecindario.

Con el tiempo fue definiéndose por completo. Tenía un carácter de la mierda, sí, pero con las personas que, a su opinión se lo merecían. Era bueno con la pintura, sabía de arte, así que no era ningún bruto. Experto en música. No era muy atractivo, no poseía la ternura natural de los omegas, sus aromas eran tenues, poco llamativos, resultaba más bien intimidante, pareciendo un beta o un alfa.

Y, le gustaban los alfas varones. Nada de mujeres alfas o betas.

Jimin sabía que su pareja ideal sería un alfa que resultara más rudo que él. A menudo fantaseaba con la idea de que alguien fuerte lo sometiera, que le despertara los deseos sumisos y las ganas de mostrarle el cuello.

Sin embargo, hasta el momento su suerte resultó pésima. Todos sus líos amorosos fueron un fiasco, pero él no perdía la esperanza.

Esos pensamientos se apagaron cuando terminó con el último cuadro. El omega giró a su alrededor con una radiante sonrisa, admirando el cambio favorable que su habitación obtuvo al estar adornada con los cuadros de sus bandas favoritas.

La mayoría extranjeras: The Rolling Stones, Pink Floyd, Queen, Mägo de Oz, Venom, The Beatles, Scorpions y Iron Maiden.

Abrió la puerta cuando escuchó algunos golpecitos, la sonrisa continuaba dibujada en sus labios gruesos, provocando una mueca extrañada en su madre.

—¿Por qué estás tan feliz? —inquirió risueña.

—Admira el arte —presumió, dejando que su madre mirara todos los cuadros.

MoonYoung elevó la cejas, sorprendida por la similitud que su hijo logró con la antigua habitación que tenía en Busan. Lo miró con una sonrisa radiante que elevó los ánimos en el omega de cabellos rojos, y luego ambos se sentaron en la cama.

—Es increíble, me encanta lo que lograste con tu habitación —halagó con sinceridad, derritiéndose por completo al ver los ojos brillantes de su cachorro.

—Me sorprendió el resultado, y me gusta —admitió Jimin, sintiéndose más animado que antes.

La omega tomó las manos de su hijo, apretó sutilmente, manteniendo el contacto visual que para ella era importante al momento de hablar.

—Las cosas irán mejorando, hijo —animó—. Muy pronto ingresarás a la universidad, estudiarás lo que te apasiona, harás amigos y verás que tu vida será como antes, incluso mejor.

Jimin apretó sutilmente los labios. Aunque no lo dijera, él también esperaba que algo mejorara en su vida.

—Escuché varias veces el timbre de entrada —comentó, con la intención de salirse de la conversación inicial—. ¿Tenemos visitas?

—¡Muchas! —dijo la omega—. La mayoría de los vecinos han venido a darnos la bienvenida, incluso los Min, ellos son un matrimonio de alfas y son tan tiernos —chilló emocionada.

—¿Alfas? —preguntó curioso.

—Son los que viven en la casa contigua a esta, me resultaron personas educadas y muy agradables —contó—. Tienen un hijo que es una completa ternura, te lleva un par de años y estudia en la misma universidad a la que tú irás, ¡asombroso!

Jimin ya se sentía mareado con la energía ilimitada de su madre. No le sorprendió, la omega siempre fue así, por ello ganaba popularidad entre las personas y era querida por muchos. Su padre siempre decía que se sentía halagado y orgulloso cuando recordaba que era el alfa y esposo de Park MoonYoung.

—Así que, ¿ya eres amiga de los Min? —preguntó divertido. Su madre no había parado de parlotear acerca de lo geniales que eran esas personas.

—Claro que sí —respondió altiva—. Incluso Min Sehun me invitó a ser parte de la comunidad abejitas.

Jimin soltó la carcajada de su vida.

—Que nombre tan ridículo —comentó el omega, y las risas no paraban.

—¡Oye! Para que sepas es una comunidad conformada por los mismos vecinos —informó lo que sabía—. Hay un comité que se encarga de planear actividades para que todos nos conozcamos y convivamos con armonía.

—¿Es lo único que hacen? —inquirió el menor, manteniendo una sonrisita burlona que estaba terminando con la paciencia de su madre.

Ella se encogió de hombros, y luego simplemente dijo:

—Lo sabremos cuando nos reunamos con todos los miembros de la comunidad.

La sonrisa de Jimin se borró de inmediato. Arrugó las cejas de forma antinatural y miró a su madre, acusador.

—Dime que no lo hiciste, madre —rogó, imploró y casi lloriqueó.

—¿Decirles que iríamos en familia y que participaríamos en todas las actividades de la comunidad? —inquirió con la cabeza inclinada hacia la izquierda—. Oh, por supuesto que lo hice.

—¡Madre! —reclamó ceñudo.

—¡También hay chicos de tu edad! —aseguró de inmediato—. Anímate, será divertido.

—Y también personas de la tercera edad, de la cuarta e incluso de la quinta —refunfuñó Jimin, soltando un quejido cuando su madre le pellizcó el brazo.

—Recuerda que tu primer amigo fue un anciano tierno que te enseñó el mundo de la música —habló MoonYoung. Jimin no supo cómo defenderse.

—¿Mi padre está de acuerdo? —cuestionó, aunque no tenía las de ganar. Jimin sabía que su padre siempre apoyaba a su madre en todas las locuras que se le ocurrían.

—Sí, de hecho, se fue a comprar el uniforme de la comunidad.

—¿Uniforme? —Para ese momento, el omega sentía como el párpado derecho le temblaba.

—¡Es de abejitas! —chilló MoonYoung emocionada—. Amarillo y negro, con gorras a juego.

—¡Me niego! —rezongó Jimin, aterrado por completo con la idea de ridiculizarse de esa manera.

La omega hizo un puchero que su hijo se dispuso a ignorar. No, Jimin no podía caer bajo los chantajes tiernos de su madre, y tenía que encontrar una manera de sacar a la mujer de su habitación o irse él, pues sabía que siempre terminaba cayendo.

—Mimi... —Ah, ella siempre lo llamaba de esa forma cuando quería obtener algo—. Será una actividad familiar, y no consumirá todo tu tiempo. Lo prometo.

—Olvídalo. No lo haré.

—Subiré tu dinero del mes —ofreció, mostrando el intento de soborno de manera descarada.

—No lo haré —se negó, muy apesarado por perder la oportunidad de conseguir un dinero extra.

—Te compraré una nueva patineta.

—No.

—Te pagaré un nuevo tatuaje.

—No.

—¡Bien! Entonces te compraré tres álbumes nuevos de la banda que quieras.

—¡Hecho! —dijo de inmediato, sin pensarlo siquiera.

La sonrisa enorme de la mujer le corroboró que, efectivamente había conseguido una vez más lo que quería.

—¡Aigoo! ¡Que bonitas están!

Yoongi estaba contento. Las margaritas que había plantado hace mucho tiempo estaban comenzando a florecer, los pétalos blancos y los botoncitos amarillos hicieron brillar los ojitos gatunos que todavía seguían analizando las flores para corroborar que todo estuviera en orden.

El alfa sacudió las manos que estaban cubiertas de tierra, se acomodó el sombrero de mimbre en la cabeza; estaba usando su favorito, con bordados de girasoles que su padre Sehun había hecho para darle más color.

Agradeció que el sol fuese benevolente con él, gracias a ello Yoongi podía descansar de los lentes y el exceso de sudor. Cuando el clima era fuerte no podía permanecer mucho tiempo en el jardín; tenía la piel sensible y la vista no le ayudaba tampoco.

Revisó cada una de las florecitas que adornaban su jardín. Muchas de ellas tenían nombres, las pocas que no era porque sus padres aún no lo decidían. Yoongi las saludó, le encantaba hablar con ellas, sentir la sensibilidad de sus pétalos y los aromas agradables que le hacían cosquillas en la nariz.

—Fui a su casa, con mis padres —contó en susurros, mientras sus manos acariciaban las rosas rojas que estaban mucho más hermosas de lo que pudo imaginar—. No lo vi, creo que sigo sin agradarle.

Hizo un puchero. Él de verdad tenía la ilusión de volver a ver al chico lindo de los tatuajes, pero no fue posible; sin embargo, conoció a los padres y le resultaron muy amigables, sobre todo la señora Park.

Ah, Yoongi ya sabía que ellos eran los Park y que se habían mudado desde Busan.

—Es hijo único, así como yo —siguió hablando, mientras recorría todas las flores—. Es muy, muy, muy lindo. Para mí eso es malo, soy torpe con él.

—Y con todo lo demás. —La voz fuerte asustó a Yoongi, tanto que lo hizo caer al suelo de la impresión. No tardó en escuchar una risita, sabiendo bien que se trataba de uno de sus amigos.

—Taehyung —mencionó, al mismo tiempo que luchaba para volver a estabilizarse.

El alfa recién llegado se apresuró a ayudarlo, sacudió la tierra de los brazos de su amigo y nuevamente acomodó el sombrero en su lugar.

—¿Por qué no llevas los lentes puestos? Sin ellos eres un peligro, hasta para ti mismo.

—No soy un peligro. Soy responsable —se defendió con una mueca.

Kim Taehyung era un alfa tan apuesto y popular dentro de la universidad, que Yoongi continuaba preguntándose ¿cómo terminaron siendo amigos? Probablemente se deba a que sus padres fueron amigos desde mucho antes, así que, desde pequeños se frecuentaron.

También existía el hecho de que Taehyung estaba completamente enamorado de Jung Hoseok, un bonito y tierno omega que era el primo de Yoongi.

—¿Has visto a Hobi? —preguntó el alfa menor, mirando toda la atención que Yoongi le daba a su huerto.

Sí, el pequeño de los Min tenía un huerto que era su mayor orgullo. Cosechaba muchas verduras, legumbres y un par de árboles frutales. Con todo lo que conseguía abastecía la cocina de su casa y la de los vecinos que llegaban de vez en cuando en busca de algo específico.

—Hoseok vive del otro lado de la ciudad —respondió distraído—. Lo veo en la universidad y también en vacaciones.

—Estamos de vacaciones —dijo Tae.

—Entonces no lo veo en vacaciones —rectificó Yoongi, provocando que su amigo rodara los ojos.

—¿Por qué los omegas más lindos son los más difíciles? —preguntó Tae. Yoongi no tenía que responder a eso.

—Probablemente no le gustas —dijo sin pensarlo, escuchando de inmediato el jadeo del menor.

—¿Tú crees? —preguntó inseguro, negando después—. No, estoy seguro que le gusto. No me besaría de lo contrario.

—Entonces está jugando contigo.

—¿Eres mi amigo o mi enemigo? —inquirió Taehyung con el ceño fruncido.

Yoongi lo miró a los ojos. Notó la expresión irritada de su amigo, en compañía de la mirada dudosa y temerosa que le informaba a gritos todo lo que había causado con sus comentarios descuidados.

Cerró la boca en automático, los labios apretados en una línea. Para él era mejor no hablar.

—Relájate —habló Taehyung, dándole un par de golpecitos en el hombro—. Tienes razón, supongo. Hobi nunca ha sido serio conmigo, ni con nadie —hizo una mueca—. Pero mierda, como me encanta ese omega.

Yoongi miró disimuladamente la casa de su lindo vecino. Le pareció notar una cabellera roja que sobresalía de los cristales del ventanal, y casi suspiró, todo tembloroso y perdido.

—Tae... —llamó, escuchándose nervioso—. ¿E-es posible enamorarse en un segundo?

—¿Algo así como amor a primera vista? —preguntó el mencionado. Ambos estaban tomando asiento en los columpios del jardín.

—Sí, algo así —musitó, con la mirada puesta en sus zapatos y sintiendo las mejillas calientes.

—Es posible —aseguró Taehyung con una seriedad digna de admiración. Yoongi lo miró de inmediato, así que siguió hablando—: en mi opinión, ese es el mejor amor. No tiene explicación, no existe la lógica, tampoco las excusas o las confusiones. Simplemente aparece y no lo puedes detener.

—Y da cosquillas en el estómago —concluyó Yoongi.

—Les dicen mariposas —asintió Taehyung, abriendo los ojos a más no poder cuando ató los cabos—. ¡¿Estás enamorado?!

Yoongi fue más rápido que eso, pues cuando Taehyung lanzó la pregunta, él ya se encontraba corriendo a gran velocidad hacia el interior de su casa.

La cara de Jimin parecía una pasa. Estaba arrugada en su totalidad, mostrando expresiones desagradables que no se esforzaba por ocultar.

Él y sus padres habían llegado a la casa que pertenecía a la famosa comunidad abejitas. El lugar poseía un jardín bastante amplio y despejado donde todos los participantes estaban reunidos, demasiado sonrientes, tanto que parecía sospechoso.

Jimin nunca confiaba en las personas que sonreían demasiado, mucho menos en las que lo hacían sin razón alguna.

Lo más lamentable era su apariencia. El uniforme de ese grupo de locos era horrible. El omega tuvo que usar una camisa de mangas largas, color amarillo con rallas negras, shorts negros, medias de abejita, tenis, y, por si todo lo mencionado anteriormente no era suficiente, también se vio obligado a usar una gorra con forma de abeja.

Gruñó por lo bajo; si un día lograba descubrir quién era el idiota encargado del diseño del traje, se encargaría de darle una buena paliza.

Por supuesto que, él era el único inconforme. Su madre de verdad parecía una abeja, zumbando de un lado a otro, riendo y hablando con personas de todos los géneros y edades; mientras que, su padre parecía feliz por la energía de arcoíris de la omega.

—Esto es una jodida pérdida de tiempo.

La queja no fue de él. Jimin giró a su izquierda, descubriendo curioso la presencia de un chico.

Cabello negro, ondulado y largo, ojos grises, piercings, tatuajes, y era un alfa; uno que se veía incluso más ridículo que él usando el traje abejorro.

—Te ves peor que yo —dijo Jimin, casi sonando aliviado.

El alfa lo miró de pies a cabeza, alzó una ceja por el comentario recibido, y al final terminó soltando una pequeña risa.

—¿Qué te ofrecieron para venir aquí? —preguntó el chico pelinegro.

—Tres álbumes de cualquiera de mis bandas favoritas, ¿y a ti?

—Boletos vip para ver mi banda favorita.

Los dos sonrieron, encajando de inmediato y dando inicio a una conversación donde inevitablemente se presentaron.

—Soy Jungkook —dijo el alfa, ofreciendo el puño izquierdo.

—Soy Jimin —respondió el omega, chocando puños con el otro.

—Bien, Jimin. Ahora que nos conocemos no tengo problemas en informarte que hace más o menos una hora una abeja gigante vigila cada uno de tus pasos.

—¿Eh? —El omega francamente no entendía bien la situación, y como una forma de ayuda, su nuevo amigo decidió mostrarle.

—Allá —apuntó Jungkook.

Jimin miró en la dirección correcta y abrió los ojos a más no poder. A unos cuatro metros de distancia había alguien bajo el traje de una abeja que lo miraba atentamente y sin moverse.

Lo más extraño fue que la abeja gigante huyó cuando se miró descubierto por el omega.

Lo más impactante fue que Jimin decidió seguirlo.

—¡Detente! —gritó Jimin, sintiéndose irritado mientras corría detrás de la abeja que con pasos torpes por el traje trataba de alejarse de él.

El omega tomó mayor impulso y sin pensarlo tanto se le arrojó encima a la abeja espía. Ambos cayeron al suelo en un completo enredo, rodaron sin parar hasta que la cerca del jardín les dio el alto que necesitaban.

Estaban llenos de tierra y pasto, pero eso a Jimin no lo detuvo. Con rapidez se sentó a horcajadas de la abeja, haciendo presión para que no se le escapara.

—¡Por la diosa, es Yoongi! —Escuchó que alguien gritaba, pero Jimin estaba demasiado molesto y ocupado con descubrir la identidad del acosador. Quitó la cabeza del traje con fuerza, descubriendo en su interior una maraña de cabellos castaños, con un rostro varonil, ojos oscuros y unos lentes que habían salido de su lugar.

La nariz del omega recibió el impacto de unos aromas que le hicieron saber que estaba encima de un alfa. Miró atentamente al otro, frunciendo el ceño al notar como no le quitaba la mirada de encima, y como estaba rojo a más no poder.

Fue por ello, y por muchas razones más que Jimin preguntó:

—¿Quién diablos eres tú y por qué me miras tanto?





























Esta historia va lenta, pero va bonita. 🥰

Infinitas gracias a todos los que decidieron acompañarme en este libro.

¡Hasta el próximo capítulo!

❤️Yoon~

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